II Samuel  12 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 31 versitos |
1 Entonces Yahvéh envió a Natán ante David; y, presentándose ante él, le dijo: Había dos hombres en una ciudad: el uno era rico y el otro era pobre.
2 El rico tenía muchísimas ovejas y bueyes.
3 El pobre tenía solamente una ovejita pequeña que se había comprado. Él la criaba, y ella iba creciendo con él y con sus hijos, comía de su pan, bebía de su copa y aun dormía en su seno. Era para él como una hija.
4 Llegó un viajero a casa del rico, quien, sintiendo tomar de sus ovejas y bueyes para dar de comer al viajero llegado a su casa, echó mano a la ovejita del pobre, y la aderezó para el hombre que había llegado a su casa.
5 Se encendió sobremanera la cólera de David contra aquel hombre, y dijo a Natán: ¡Por vida de Yahvéh, que el que tal hizo es reo de muerte.
6 Y ha de pagar la oveja cuatro veces, por haber obrado así y no haber tenido compasión!
7 Dijo entonces Natán a David: ¡Tú eres ese hombre! Así habla Yahvéh, Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl.
8 Yo te entregué la casa de tu señor y puse en tus brazos las mujeres de tu amo, al mismo tiempo que te daba la casa de Israel y de Judá; y como si esto fuera poco, yo te habría añadido todavía otras cosas mayores.
9 ¿Por qué, pues, has menospreciado la palabra de Yahvéh, y has hecho lo que es malo ante sus ojos? Has hecho morir por la espada a Urías, el hittita, y luego has tomado por esposa a su mujer; lo has asesinado con la espada de los ammonitas.
10 Pues bien, ya no se apartará nunca la espada de tu casa, porque me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hittita.
11 Así habla Yahvéh: He aquí que yo haré surgir el mal contra ti de tu propia casa, y tomaré tus mujeres ante tus mismos ojos para entregárselas a otro, que yacerá con ellas a la luz del sol.
12 Tú lo has hecho en secreto, pero yo haré esto en presencia de todo Israel y a la luz del sol.
13 Dijo entonces David a Natán: He pecado contra Yahvéh. A lo que replicó Natán: Yahvéh ha perdonado tu pecado; no morirás.
14 Pero por haber despreciado con esta acción a Yahvéh, el hijo que te ha nacido morirá irremisiblemente.
15 Y Natán se marchó a su casa. Hirió Yahvéh al niño que la mujer de Urías le había dado a David, y enfermó gravemente.
16 Rogó David a Dios por el niño, ayunaba con rigor y pasaba las noches acostado en el suelo.
17 Los principales de su casa dirigiéronse a él, para hacer que se levantara del suelo; pero él no quiso, ni comía tampoco con ellos.
18 Al séptimo día murió el niño, y los servidores de David temían darle la noticia de la muerte, porque se decían: Si cuando el niño estaba vivo le hablábamos y no quería escucharnos, ¿cómo vamos a decirle ahora que ha muerto el niño? ¡Cometerá un desatino!
19 Pero David, al ver que sus servidores cuchicheaban entre sí, comprendió que el niño había muerto. Y preguntó a sus servidores: ¿Ha muerto el niño? Ellos le respondieron: Ha muerto.
20 Entonces David se levantó del suelo, se lavó, se perfumó y mudó sus ropas. Luego entró en la casa de Yahvéh, donde se postró en oración. Vuelto a su casa, pidió que le sirvieran de comer y comió.
21 Dijéronle sus servidores: ¿Qué sentido tiene lo que haces? Cuando aún vivía el niño, ayunabas por él y llorabas; y ahora que está muerto te levantas y comes.
22 El respondió: Cuando aún vivía el niño, ayunaba y lloraba, porque me decía: Quién sabe si Yahvéh se compadecerá de mí y me lo dejará con vida.
23 Pero ahora que ha muerto, ¿para qué ayunar? ¿Es que está en mi poder restituirlo a la vida? ¡Soy yo el que irá hacia él, pero él no volverá jamás a mí!
24 David consoló a Betsabé su mujer, entró y durmió con ella; y ella dio a luz un hijo, a quien llamó Salomón. Fue amado de Yahvéh,
25 que envió al profeta Natán para que le impusiera el nombre de Yedidyá, en honor de Yahvéh.
26 Yoab siguió atacando a Rabbá de los ammonitas, y se apoderó de la ciudad real.
27 Envió entonces Yoab mensajeros a David, para que le dijeran: Hemos atacado a Rabbá y ya me he apoderado de la ciudad de las aguas.
28 Reúne, pues, ahora el resto de la gente, acampa en torno a la ciudad y tómala, para que no sea yo el que tome posesión de ella, y se le dé mi nombre.
29 Reunió David a toda la gente, y partió hacia Rabbá, la atacó y se apoderó de ella.
30 Quitó de la cabeza de Mikom la corona, que pesaba un talento de oro y tenía una piedra preciosa que David colocó sobre su cabeza, y, además, se llevó de la ciudad un inmenso botín.
31 A los habitantes de la ciudad, los deportó y les obligó a manejar la sierra, las hachas y los picos de hierro, y a trabajar en los hornos de ladrillos. Lo mismo hizo con todas las ciudades de los ammonitas. Luego regresó con toda la gente a Jerusalén.

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Introducción a II Samuel 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas