1 Entonces Joab, hijo de Sarvia, comprendió que el corazón del rey David se había reconciliado con Absalón, |
2 por lo cual Joab envió a alguien hacia Tecoa, de donde hizo traer a una mujer astuta, y le dijo: Finge que estás de duelo, ponte ropa de luto y no te unjas con aceite, sino aparenta ser una mujer que por mucho tiempo guarda luto por algún muerto. |
3 Luego entra ante el rey y háblale de este modo. Entonces Joab preparó un mensaje, y lo puso en su boca. |
4 Cuando aquella mujer de Tecoa entró ante el rey, cayó con su rostro en tierra en actitud de reverencia, y dijo: Líbrame, oh rey, señor mío. |
5 Y el rey le preguntó: ¿Qué te sucede? Ella le respondió: Ciertamente soy una mujer viuda; mi marido ha muerto. |
6 Tu sierva tenía dos hijos; riñeron entre sí en el campo, y no hubo quien los separara; uno prevaleció sobre el otro y lo mató. |
7 Y he aquí que la familia entera se ha levantado contra tu sierva, diciendo: “Entréganos al hombre que mató a su hermano para que nosotros lo matemos por la vida de su hermano, a quien mató”. De manera que ellos quieren también destruir al heredero y apagar el carbón encendido que me queda, a fin de no dejar a su padre nombre ni familia sobre la faz de la tierra. |
8 Entonces el rey dijo a la mujer: Ve a tu casa, y yo daré instrucciones respecto a ti. |
9 La mujer de Tecoa dijo al rey: ¡Oh rey, señor mío, esta falta sea sobre mí y sobre la casa de mi padre! Pero el rey y su trono sean sin culpa. |
10 Entonces el rey le dijo: Cualquiera que te diga algo, tráelo ante mí, y no te molestará más. |
11 Y ella dijo: Que se acuerde mi señor el rey de Yahweh Dios, para que los derramadores de sangre no vuelvan a causar gran destrucción y no hagan perecer a mi hijo. Y el rey le dijo: ¡Vive Yahweh Dios que no caerá en tierra ni un cabello de la cabeza de tu hijo! |
12 Entonces la mujer dijo: Permite que tu sierva hable al rey una palabra. Y él le dijo: Habla. |
13 Entonces la mujer le dijo: ¿Por qué, pues, has pensado tal cosa contra el pueblo de Dios? ¿Y por qué el rey habla como uno que es culpable y no haces que regrese, oh rey, tu desterrado? |
14 De hecho, vamos a morir, y somos como el agua que se derrama en el suelo y no se puede volver a recoger. Pero Dios no quita la vida, sino que establece maneras de que el hombre no se extravíe de Él. |
15 Ahora pues, he aquí que he hablado esta palabra a mi señor el rey porque el pueblo me ha intimidado; por lo cual tu sierva dijo: “Hablaré con el rey. Tal vez él pueda librar a su sierva de la mano de los hombres, |
16 para que no me eliminen a mí ni a mi hijo de la heredad de Dios”. |
17 Y tu sierva añadió: “Sea confirmada la palabra de mi señor el rey y sea una ofrenda, porque como un ángel de Dios, así es mi señor el rey para discernir lo bueno y lo malo. Que Yahweh tu Dios esté contigo”. |
18 Entonces el rey respondió a la mujer, y le dijo: No me encubras nada de lo que te voy a preguntar. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey. |
19 El rey le preguntó: ¿No está contigo la mano de Joab en todo esto? La mujer le respondió, diciéndole: ¡Vive tu alma, oh rey, señor mío, que nadie puede apartarse ni a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado! Joab tu siervo fue quien me envió y fue él quien puso todas estas palabras en boca de tu sierva, |
20 porque él quiso hacerlo por medio de mí, por lo cual tu siervo Joab actuó de esta manera. Pero mi señor es sabio, conforme a la sabiduría de los ángeles de Dios, para entender todo lo que sucede en la tierra. |
21 Entonces dijo el rey a Joab: He aquí que he decidido hacer como tú has hablado; ve a traerme al joven Absalón. |
22 Y Joab cayó con su rostro en tierra en una actitud de reverencia, y bendijo al rey; entonces Joab dijo: Ahora ha comprendido tu siervo que he encontrado gracia ante tus ojos, oh rey, señor mío; porque el rey ha concedido la petición de su siervo. |
23 Enseguida Joab se incorporó y se dirigió a Gesur y trajo a Absalón a Jerusalén. |
24 Pero el rey dijo: Que se vaya a su casa, y que no se presente ante mí. Y Absalón fue a su casa, y no vio el rostro del rey. |
25 Y no había en Israel varón tan admirado como Absalón; desde la planta del pie hasta su coronilla no había defecto en él. |
26 Cuando se cortaba el cabello (una vez al año se lo cortaba, pues le era muy pesado y por eso se lo cortaba), el cabello de su cabeza pesaba doscientos siclos según el siclo real. |
27 A Absalón le nacieron tres hijos y una hija cuyo nombre era Tamar. También ella era una mujer de hermoso aspecto. |
28 Y Absalón se quedó en Jerusalén durante dos años, y no vio el rostro del rey. |
29 Entonces Absalón envió a llamar a Joab para enviarlo ante el rey, pero él se negó a venir. Y volvió a enviar a llamarlo por segunda vez, pero él se negó a venir. |
30 Entonces Absalón dijo a sus siervos: Miren, hay un campo de Joab junto al mío, de trigo o de cebada; vayan y préndanle fuego. Y los siervos de Absalón incendiaron el campo de Joab. |
31 Entonces Joab se levantó, fue a la casa de Absalón, y Joab preguntó a Absalón: ¿Por qué tus siervos han prendido fuego a mi campo? |
32 Y Absalón respondió a Joab: He aquí que yo envié por ti, diciendo: “Ven, te enviaré ante el rey para que le digas: ‘¿Para qué vine de Gesur? Mejor me hubiera sido estar aún allá’”. Ahora pues, quiero presentarme ante el rey. Si hay transgresión en mí, que me mate. |
33 Joab fue ante el rey y le dio a conocer las palabras de Absalón. Entonces llamó a Absalón, y Absalón entró ante el rey y se postró con su rostro en tierra ante el rey. Y el rey besó a Absalón. |