I Reyes 8 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 66 versitos |
1 Entonces Salomón congregó ante sí en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus, y a los jefes de las familias israelitas, para hacer subir el arca de la alianza de Yahvéh desde la ciudad de David, que es Sión.
2 Congregáronse, pues, en torno al rey Salomón todos los israelitas en el mes de etanim, que es el mes séptimo, para la festividad.
3 Llegados todos los ancianos de Israel, tomaron los sacerdotes el arca,
4 y subieron el arca de Yahvéh juntamente con la tienda de la reunión y todos los objetos sagrados que en ella había. Los subieron los sacerdotes y los levitas.
5 El rey Salomón, acompañado de toda la asamblea de Israel que había acudido junto a él delante del arca, sacrificaban ganado menor y mayor en tal cantidad, que no se podían contar ni calcular.
6 Los sacerdotes pusieron el arca de la alianza de Yahvéh en su lugar, en el debir del templo, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines;
7 pues los querubines tenían las alas extendidas sobre el lugar del arca, de suerte que cubrían por encima el arca y sus barras.
8 Éstas tenían tal longitud, que sus extremos se veían desde el lugar santo que está delante del debir, pero no se veían desde fuera. Y allí han quedado hasta el día de hoy.
9 Y en el arca no había más que las dos tablas de piedra que en ella depositó Moisés en Horeb, después que Yahvéh pactó alianza con los hijos de Israel cuando éstos salieron de la tierra de Egipto.
10 Y mientras salían los sacerdotes del lugar santo, la nube llenó la casa de Yahvéh,
11 de manera que los sacerdotes no pudieron quedarse allí para su ministerio a causa de la nube, pues la gloria de Yahvéh había llenado el templo de Yahvéh.
12 Entonces exclamó Salomón: Yahvéh ha declarado que habitaría en densa nube.
13 Yo te he construido una casa para morada tuya, un lugar en que habites para siempre.
14 Después el rey se volvió para bendecir a toda la asamblea de Israel, que estaba de pie,
15 y exclamó: ¡Bendito sea Yahvéh, Dios de Israel, que ha dado cumplimiento con sus manos a lo que prometió con su boca a mi padre David, cuando le dijo:
16 Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel, no elegí ciudad alguna entre todas las tribus de Israel para que se me edificara un templo donde estuviera mi nombre, sino que elegí a David para que estuviera al frente de mi pueblo Israel!
17 Tuvo intención David, mi padre, de edificar un templo al nombre de Yahvéh, Dios de Israel.
18 Pero Yahvéh dijo a David, mi padre: Has tenido intención de construir un templo a mi nombre, y has hecho bien en tener esa intención.
19 Pero no has de ser tú quien construya ese templo, sino que un hijo tuyo, salido de tus entrañas, será quien construya el templo a mi nombre.
20 Y Yahvéh ha mantenido la palabra que dio, pues yo he sucedido a mi padre David, me he sentado en el trono de Israel, como había prometido Yahvéh, y he edificado un templo al nombre de Yahvéh, Dios de Israel.
21 En él he señalado un lugar para el arca en la que está la alianza que Yahvéh pactó con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto.
22 Luego Salomón se puso ante el altar de Yahvéh en presencia de toda la asamblea de Israel, y levantando sus manos extendidas al cielo,
23 exclamó: Yahvéh Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra. Tú, que guardas la alianza y la benignidad para con aquellos siervos tuyos que de todo corazón andan en tu presencia;
24 tú, que has mantenido la promesa que hiciste a tu siervo David, mi padre, tú has cumplido hoy con tus manos lo que prometiste con tu boca.
25 Ahora, pues, oh Yahvéh, Dios de Israel, mantén igualmente lo que prometiste a tu siervo David, mi padre, cuando le dijiste: Nunca faltará de mi presencia un descendiente tuyo que se siente sobre el trono de Israel, con tal que tus hijos sigan su debido camino y anden delante de mí, tal y como has andado tú.
26 Ahora, pues, oh Dios de Israel, confírmense las promesas que hiciste a tu siervo David, mi padre.
27 Pero ¿es verdad que Dios habitará en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no tienen capacidad para contenerte ¡cuánto menos este templo que yo he construido!
28 Con todo, Yahvéh, mi Dios, vuelve tu rostro a la plegaria y a la súplica de tu siervo, y escucha el clamor y la oración suplicante que tu siervo hace hoy en tu presencia:
29 que tus ojos permanezcan abiertos día y noche sobre esta casa, sobre este lugar del que dijiste: Allí estará mi nombre, y atiende la plegaria que tu siervo te dirige en este lugar.
30 Escucha, pues, la súplica de tu siervo y de tu pueblo Israel, cuando oren en este lugar. Tú la oirás desde el lugar de tu morada, en los cielos. Escucha y perdona.
31 Si alguno peca contra su prójimo, y se le obliga a prestar juramento imprecatorio y él viene a prestarlo ante tu altar de este templo,
32 escucha tú desde los cielos y actúa; haz justicia con tus siervos, condenando al que es culpable, de suerte que su mala conducta recaiga sobre su cabeza, y justificando al que es inocente y retribuyéndole conforme a su justicia.
33 Cuando tu pueblo Israel sea derrotado por su enemigo por haber pecado contra ti, si luego se convierten a ti y alabando tu nombre, suplican e imploran tu gracia en este templo,
34 óyelos tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel, y restitúyelos a la tierra que diste a sus padres.
35 Cuando el cielo se cierre y no deje caer lluvia porque ellos pecaron contra ti, si ellos te imploran en este lugar, y alaban tu nombre y se arrepienten de sus pecados por haberlos tú afligido,
36 escúchalos desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, muéstrales el camino recto por donde deben ir, y concédeles lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por heredad.
37 Cuando haya hambre en el país, cuando haya peste, tizón, añublo, langosta o pulgón; cuando el enemigo los asedie en alguna de sus ciudades, y en todo género de plagas y de enfermedades,
38 toda plegaria y toda súplica que te dirija cualquier hombre, o todo tu pueblo Israel, cuando reconozcan en su corazón el dolor y extiendan sus manos hacia este templo,
39 escúchalos desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona y actúa y da a cada uno según su conducta, tú que conoces su corazón, porque sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres,
40 para que te teman todos los días que vivan sobre la haz de la tierra que tú diste a nuestros padres.
41 Y aun al extranjero que no pertenece a tu pueblo Israel, si viniere de tierras lejanas por amor de tu nombre,
42 pues oirán hablar de tu gran nombre, de tu fuerte mano y tu brazo extendido, cuando venga a orar a este templo,
43 escúchalo tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz todo cuanto ese extranjero te pida, para que todos los pueblos de la tierra reconozcan tu nombre y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado en este templo que acabo de edificar.
44 Cuando salga tu pueblo a combate contra su enemigo por el camino que tú le señalares, y dirijan a Yahvéh sus plegarias vueltos hacia la ciudad que tú elegiste y hacia el templo que he edificado a tu nombre,
45 escucha desde el cielo su oración y su súplica y hazles justicia.
46 Cuando algunos pecaren contra ti - pues no hay hombre que no peque -, y tú te irrites contra ellos y los entregues al enemigo, y sus vencedores los lleven cautivos a tierra enemiga, lejana o cercana,
47 si ellos luego se arrepienten en su corazón en la tierra de su cautiverio y se convierten y te suplican en el país de quienes les llevaron cautivos y dicen: Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables;
48 si en el país de los enemigos que los llevaron cautivos se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma, y te dirigen sus plegarias vueltos hacia la tierra que diste a sus padres y hacia la ciudad que elegiste y hacia el templo que acabo de edificar a tu nombre,
49 escucha su oración y su plegaria desde el cielo, lugar de tu morada, y hazles justicia,
50 perdona a tu pueblo, que pecó contra ti, todas las prevaricaciones que contra ti cometieron, y haz que tengan con ellos misericordia y se compadezcan de ellos los que los llevaron cautivos,
51 porque son tu pueblo y tu heredad, la que tú sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro.
52 Estén, pues, abiertos tus ojos a las súplicas de tu siervo y de tu pueblo Israel, para escucharlos siempre que te invoquen,
53 ya que tú los separaste como heredad tuya de entre todos los pueblos de la tierra, conforme declaraste por medio de tu siervo Moisés, cuando sacaste a nuestros padres de Egipto, ¡oh Señor Yahvéh!
54 Cuando Salomón terminó de dirigir a Yahvéh esta plegaria y esta súplica, se levantó de delante del altar de Yahvéh, donde había estado arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo,
55 y, puesto de pie, bendijo a toda la asamblea de Israel, en alta voz, diciendo:
56 ¡Bendito sea Yahvéh, que ha concedido tranquilidad a su pueblo Israel, conforme a todo lo que había prometido, sin que fallara ninguna de las promesas de bienandanza que anunció por medio de su siervo Moisés!
57 Que Yahvéh, nuestro Dios, sea con nosotros como lo fue con nuestros padres, y no nos rechace ni nos abandone,
58 sino que incline hacia él nuestros corazones, para que andemos por todos sus caminos y guardemos todos los mandatos, leyes y preceptos que él prescribió a nuestros padres.
59 Que estas mis palabras suplicantes que acabo de proferir en presencia de Yahvéh, estén presentes día y noche ante Yahvéh, nuestro Dios, para que él defienda la causa de su siervo y la de su pueblo Israel, según la necesidad de cada día,
60 y así sepan todos los pueblos de la tierra que Yahvéh es Dios y que no hay otro.
61 Sea, pues, vuestro corazón todo entero para Yahvéh, nuestro Dios, caminando según sus preceptos y guardando sus mandamientos, como lo es en el día de hoy.
62 Entonces el rey, acompañado de todo Israel, ofreció sacrificios ante Yahvéh.
63 Ofreció Salomón, como sacrificios pacíficos en honor de Yahvéh, veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. De este modo, el rey y todos los hijos de Israel inauguraron el templo de Yahvéh.
64 Aquel día consagró el rey la parte central del atrio situado delante del templo de Yahvéh, pues allí ofreció los holocaustos y las oblaciones juntamente con las grasas de los sacrificios pacíficos, porque el altar de bronce que estaba delante de Yahvéh resultaba demasiado pequeño para contener los holocaustos, las oblaciones y las grasas de los sacrificios pacíficos.
65 En aquella ocasión, Salomón, acompañado de todo Israel, reunido en magna asamblea de gentes procedentes desde la entrada de Jamat hasta el torrente de Egipto, celebró la fiesta ante Yahvéh nuestro Dios durante siete días.
66 Al octavo día despidió al pueblo, y ellos, bendiciendo al rey, se fueron a sus tiendas contentos y con el corazón alegre por todos los beneficios que Yahvéh había otorgado a su siervo David y a su pueblo Israel.

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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