I Crónicas 1 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 53 versitos |
1 Adán, Set, Enós;
2 Quenán, Mahalalel, Iéred;
3 Henoc, Matusalén, Lámec;
4 Noé, Sem, Cam y Jafet.
5 Los descendientes de Jafet fueron Gómer, Magog, Madai, Iaván, Túbal, Mésec y Tirás.
6 Los descendientes de Gómer fueron Asquenaz, Rifat y Togarmá.
7 Los descendientes de Iaván fueron Elisá, Tarsis, Quitím y Rodaním.
8 Los descendientes de Cam fueron Cus, Misraim, Put y Canaán.
9 Los descendientes de Cus fueron Sebá, Javilá, Sabtá, Raemá y Sabtecá. Los descendientes de Raemá fueron Sebá y Dedán.
10 Cus fue padre de Nimrod, que fue el primer guerrero sobre la tierra.
11 Misraim fue padre de los Iuditas, de los anamitas, de los Iahabitas, de los naftujitas,
12 de los patrusitas, de los caslujitas y de los caftoritas, de donde proceden los filisteos.
13 Canaán fue padre de Sidón, su primogénito, y de Jet;
14 también de los jebuseos, de los amorreos, de los guirgasitas,
15 de los jivitas, de los arqueos, de los sineos,
16 de los arvaditas, de los semaritas y de los jamateos.
17 Los descendientes de Sem fueron Elam, Asur, Arpaxad, Lud y Aram. Los descendientes de Aram fueron Us, Jul, Guéter y Mésec.
18 Arpaxad fue padre de Sélaj y este fue padre de Eber.
19 Eber tuvo dos hijos; el nombre del primero era Péleg, porque fue en su tiempo cuando se dividió la tierra. Su hermano se llamaba Ioctán.
20 Ioctán fue padre de Almodad, Sélef, Jasarmávet, Iéraj,
21 Hadoram, Uzal, Diclá,
22 Ebal, Abimael, Sabá,
23 Ofir, Javilá y Iobab. Todos estos fueron descendientes de Ioctán.
24 Sem, Arpaxad, Sélaj,
25 Pélej, Reú,
26 Serug, Najor, Téraj, 1Ch 1:27 Abram, o sea, Abraham.
28 Los hijos de Abraham fueron Isaac e Ismael.
29 Esta fue su descendencia: El primogénito de Ismael fue Nebaiot; luego, Quedar, Abdeel, Mibsam,
30 Mismá, Dumá, Masá, Jadad, Temá,
31 Ietur, Nafis y Quedmá. Estos son los hijos de Ismael.
32 Descendientes de Queturá, concubina de Abraham: ella dio a luz a Zimrán, Iocsán, Medán, Madián, Isbac y Súaj. Los hijos de Iocsán fueron Sabá y Dedán.
33 Los hijos de Madián fueron Efá, Efer, Henoc, Abidá y Eldaá. Todos estos son descendientes de Queturá.
34 Abraham fue padre de Isaac. Los hijos de Isaac fueron Esaú e Israel.
35 Los descendientes de Esaú fueron Elifaz, Reuel, Ieús, Iaelam, Coré.
36 Los hijos de Elifaz fueron Temán, Omar, Sefí, Gaetam, Quenaz, Timná y Amalec.
37 Los hijos de Reuel fueron Nájat, Zéraj, Samá y Mizá.
38 Los descendientes de Seír fueron Lotán, Sobal, Sibeón, Aná, Disón, Eser y Disán.
39 Los hijos de Lotán fueron Jorí y Homam; y la hermana de Lotán fue Timná.
40 Los hijos de Sobal fueron Alián, Manájat, Ebal, Sefí y Onam. Los hijos de Sibeón fueron Aiá y Aná.
41 Los descendientes de Aná fueron Disón y sus hijos, a saber, Jamrán, Esbán, Itrán y Querán.
42 Los hijos de Eser fueron Bilhán, Zaaván y Iaacán. Los hijos de Disán fueron Us y Arán.
43 Los reyes que reinaron en Edom antes que los israelitas tuvieran un rey son los siguientes: Bela, hijo de Beor, reinó en Edom, y el nombre de su ciudad era Dinhabá.
44 Cuando murió Bela, lo sucedió Iobab, hijo de Zéraj, de Bosrá.
45 Cuando murió Iobab, lo sucedió Jusam, del país de los temanitas.
46 Cuando murió Jusam, lo sucedió Hadad, hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; el nombre de su ciudad era Avit.
47 Cuando murió Hadad, lo sucedió Samlá, lo sucedió Samlá, de Masrecá.
48 Cuando murió Samlá, lo sucedió Saúl, de Rejobot del Río.
49 Cuando murió Saúl, lo sucedió Baal Janán, hijo de Acbor.
50 Cuando murió Baal Janán, hijo de Acbor, lo sucedió Hadad; el nombre de su ciudad era Pai, y el nombre de su mujer, Mehetabel, hija de Matred, que a su vez, era hija de Mezahab.
51 Murió Hadad, y hubo caudillos en Edom: el caudillo Timná, el caudillo Aliá, el caudillo Ietet,
52 el caudillo Oholibamá, el caudillo Elá, el caudillo Pinón,
53 el caudillo Quenaz, el caudillo Temán, el caudillo Mibsar,
54 el caudillo Magdiel, el caudillo Iram. Estos fueron los caudillos de Edom.

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Introducción a I Crónicas


Primer Libro de las Crónicas

Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a. C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era mas que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las CRÓNICAS, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías. Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió hacia el 300 a. C. Esta nueva síntesis histórica abarca desde Adán hasta el retorno a Jerusalén del "Resto" de Judá. Pero únicamente dos etapas de la historia bíblica son tratadas con cierta detención: el reinado de David y su dinastía y la restauración de la comunidad judía. Los cincuenta años del destierro son pasados por alto, y sólo unas cuantas listas genealógicas cubren los siglos que van desde los comienzos de la humanidad hasta David.
Según el Cronista, Dios confió a la dinastía davídica el trono de Jerusalén, que es "el trono de la realeza del Señor sobre Israel" ( 1Ch_28:5 ). Durante los reinados de David y Salomón, el Reino de Dios tuvo su más perfecta realización. Pero los sucesores de estos dos primeros reyes no estuvieron a la altura de la misión que el Señor les había encomendado. Sólo tres de ellos -Josafat, Ezequías y Josías- siguieron los caminos de David. Los demás, a pesar de las apremiantes advertencias de los Profetas, se apartaron de esta línea de conducta, precipitando así a Israel en la ruina. La destrucción de Jerusalén y del Templo, la desaparición de la dinastía davídica y la deportación a Babilonia fueron el justo castigo de esas infidelidades, ya que para el Cronista no hay pecado sin castigo. Pero cuando todo parecía perdido, el Señor suscitó a un rey pagano, para liberar a los deportados y asegurar la continuidad del designio divino sobre Israel.
En la composición de su obra, el autor utilizó numerosas fuentes, bíblicas y extrabíblicas. Las genealogías de 1 Crón. 1-9 se inspiran en las tradiciones del Pentateuco. A partir del cap. 10, él reproduce narraciones enteras de los libros de Samuel y de los Reyes. Pero también emplea otros documentos que no tienen paralelos en la Biblia y a los que remite explícitamente. Aunque de ordinario cita sus fuentes textualmente, muchas veces las amplía, las abrevia o modifica, hasta el punto de que algunas narraciones adquieren un nuevo sentido. Todos estos retoques redaccionales están destinados a subrayar los temas por los que siente especial predilección: el Reino davídico, la Ciudad santa de Jerusalén, y el Templo con su "clero" y su culto.
El Cronista buscó en la historia y en los escritos sagrados de su Pueblo todo lo que podía servir de enseñanza para sus contemporáneos. En él se resume el esfuerzo de una comunidad que vive replegada sobre sí misma, ansiosa por descubrir en su propio pasado las raíces de su identidad y la cohesión necesaria para afrontar las presiones de un ambiente hostil. De esta manera, los libros de las Crónicas contribuyeron a mantener viva la esperanza del Pueblo que debía preparar la venida del Mesías.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas