II Crónicas  6 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 42 versitos |
1 Entonces dijo Salomón: «El Señor quiere habitar en la oscuridad,
2 pero yo te he construido una casa para morada tuya, un lugar donde habites para siempre».
3 El rey, volviéndose, bendijo a toda la asamblea de Israel, que se mantenía en pie:
4 «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha cumplido con su mano lo que había dicho su boca a mi padre David:
5 “Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no elegí ninguna ciudad de entre las tribus de Israel para construirme un templo en el que residiera mi Nombre; tampoco elegí a nadie para que fuera caudillo de mi pueblo Israel,
6 sino que elegí Jerusalén para que estuviera allí mi Nombre, y elegí a David para que estuviese al frente de mi pueblo Israel”.
7 Mi padre David acariciaba en su corazón el deseo de construir un templo en honor del Señor, Dios de Israel.
8 El Señor dijo a mi padre David: “Has acariciado en tu corazón el deseo de construirme un templo en mi honor y has hecho bien;
9 pero tú no construirás el templo, sino un hijo de tus entrañas será quien construya ese templo en mi honor”.
10 El Señor ha cumplido la palabra dada. He sucedido a mi padre David, sentándome en el trono de Israel según la palabra del Señor, y he construido el templo en honor del Señor, Dios de Israel.
11 En él he colocado el Arca, donde se conserva la alianza del Señor pactada con los hijos de Israel».
12 ° Salomón, puesto en pie ante el altar del Señor y en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos.
13 Salomón había hecho un estrado de bronce de unos dos metros y medio de largo, por unos dos y medio de ancho y uno cincuenta de alto; lo había colocado en medio del atrio; subió a él, se arrodilló en presencia de toda la asamblea de Israel y, tendiendo sus manos hacia el cielo,
14 dijo: «Señor, Dios de Israel, ni en el cielo ni en la tierra hay un Dios como tú, que guardas la alianza y el amor con tus siervos, que caminan ante ti con todo su corazón.
15 Tú has cumplido, en favor de mi padre David, la promesa que le hiciste, y hoy tu mano ha realizado lo que había prometido tu boca.
16 Ahora, pues, Señor, Dios de Israel, mantén en favor de tu siervo, mi padre, lo que le prometiste: “No te faltará un descendiente que esté en mi presencia sentado en el trono de Israel, a condición de que tus hijos guarden mis preceptos y caminen según mi ley, lo mismo que tú caminaste ante mí”.
17 Ahora, Señor, Dios de Israel, confirma la promesa que hiciste a tu siervo David.
18 Aunque, ¿es posible que Dios habite con los hombres en la tierra? El cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que te he construido!
19 Vuelve tu rostro a la oración y súplica de tu siervo, Señor, Dios mío; escucha el clamor y la oración que tu siervo eleva ante ti.
20 Día y noche estén tus ojos abiertos sobre este templo, sobre el lugar del que dijiste: “Allí estará mi Nombre”. ¡Escucha la oración que tu siervo te dirige en este lugar!
21 Escucha las súplicas de tu siervo y de tu pueblo, Israel, cuando oren en este lugar; escucha tú desde tu morada del cielo, escucha y perdona.
22 ° Cuando uno peque contra su prójimo y este formule una de las imprecaciones, si viene a imprecar ante tu altar en este templo:
23 escucha tú desde el cielo, intervén y juzga a tus siervos; declara culpable al malo —así su conducta recaerá sobre su cabeza— e inocente al justo, pagándole según su inocencia.
24 Cuando tu pueblo, Israel, sea derrotado por el enemigo, por haber pecado contra ti, si se convierte y alaba tu Nombre, ora y suplica ante ti en este templo:
25 escucha tú desde el cielo, perdona el pecado de tu pueblo Israel y devuélvelo a la tierra que le diste a él y a sus padres.
26 Cuando, por haber pecado contra ti, se cierre el cielo y no llueva, si ora en este lugar y alaba tu Nombre, se convierte de su pecado porque le humillaste:
27 escucha tú desde el cielo y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, mostrándoles el buen camino que deben seguir, y envía lluvia a la tierra que diste en heredad a tu pueblo.
28 Cuando en el país haya hambre, peste, tizón, añublo, langosta o pulgón; cuando el enemigo cerque una de sus ciudades, en la desgracia o en la enfermedad,
29 si uno cualquiera, o todo tu pueblo Israel —sabedor de su herida o de su dolor—, tiende sus manos hacia este templo orando y suplicándote:
30 escucha tú desde el cielo, lugar de tu morada, perdona y actúa según la conducta de cada uno, tú que conoces su corazón, pues solo tú conoces el corazón humano;
31 así te respetarán yendo por tus caminos mientras vivan sobre la faz de la tierra que diste a nuestros padres.
32 Incluso al extranjero, que no pertenece a tu pueblo, Israel: cuando venga de un país lejano, atraído por tu gran fama, tu mano fuerte y tu brazo extendido; cuando venga a orar en este templo:
33 escucha tú desde el cielo, lugar de tu morada; concede al extranjero lo que pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu fama y te respeten como tu pueblo, Israel, y sepan que tu Nombre ha sido invocado en este templo que te he construido.
34 Cuando tu pueblo salga a la guerra contra el enemigo por el camino que le indiques, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que elegiste y hacia el templo que he construido en tu honor:
35 escucha desde el cielo su oración y súplica, y hazles justicia.
36 Cuando pequen contra ti —pues nadie hay que no peque— y tú, irritado con ellos, los entregues a sus enemigos, y los vencedores los deporten a un país lejano o cercano,
37 si en la tierra de su cautividad se convierten de corazón y oran diciendo: “Hemos pecado, hemos delinquido, somos culpables”,
38 si en la tierra del destierro adonde los han deportado se convierten a ti con todo el corazón y con toda el alma, y oran vueltos hacia la tierra que diste a sus padres, hacia la ciudad que has elegido y hacia el templo que he construido en tu honor:
39 escucha su oración y su súplica desde el cielo, lugar de tu morada, hazles justicia y perdona a tu pueblo que pecó contra ti.
40 Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos y tus oídos atentos a la súplica que se haga en este lugar.
41 Y ahora, levántate, Señor Dios, | ven a tu mansión, | tú y el Arca de tu poder; | Señor Dios, | que tus sacerdotes se revistan de salvación, | que tus fieles rebosen felicidad.
42 Señor Dios, | no rechaces el rostro de tu ungido; | recuerda la lealtad de David, tu siervo».

Patrocinio

 
 

Introducción a II Crónicas 

VER INTRODUCCIÓN A 1 Crónicas

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

Patrocinio

Notas

II Crónicas  6,12-21*6:12-21 Es propia del cronista la escenificación de la oración de Salomón (2Cr 6:12): el rey tiene su puesto delante del altar, sin ocupar el «recinto sacerdotal» (véase 1Re 8:22). La construcción del templo ratifica la palabra dada por Dios a David (2Cr 6:11). Que Dios cumpla también la «segunda» palabra: mantener la promesa dinástica. Aunque Dios more en el cielo, el templo es el lugar privilegiado para interceder ante el Señor.


II Crónicas  6,22-42*6:22-42 Siete situaciones hipotéticas motivan siete súplicas, todas las cuales se ajustan a un mismo esquema: situación calamitosa - súplica en el templo - Dios escucha desde el cielo - concesión de lo pedido. El templo atrae una referencia a la ciudad (2Cr 6:34) y a la tierra patria (2Cr 6:38). La oración exige la conversión. Con la cita del Sal 132:1-18, la oración de Salomón en el templo se asemeja a las súplicas del salterio.