Nehemías 2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 20 versitos |
1 En el mes de Nisán, el vigésimo año del reinado de Artajerjes, siendo yo el encargado del vino, lo tomé y se lo ofrecí al rey. Como nunca había estado triste en su presencia,
2 el rey me preguntó: "¿Por qué tienes esa cara tan triste? Tú no estás enfermo. Seguramente hay algo que te aflige". Yo experimenté una gran turbación,
3 y dije al rey: "¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar con la cara triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis padres se encuentra en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego?".
4 El rey me dijo: ¿Qué es lo que quieres? Yo me encomendé al Dios del cielo,
5 y le respondí: "Si es del agrado del rey y tú estás contento con tu servidor, envíame a Judá, a la ciudad donde están las tumbas de mis padres, para que yo la reconstruya".
6 El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me dijo: "¿Cuánto tiempo durará tu viaje y cuándo estarás de regreso?". Al rey le pareció bien autorizar mi partida, y yo le fijé un plazo.
7 Luego dije al rey: "Si el rey lo considera conveniente, se me podrían dar cartas para los gobernadores del otro lado del Eufrates, a fin de que me faciliten el viaje a Judá.
8 También podrían darme una carta para Asaf, el supervisor de los parques del rey, a fin de que me provea de madera para armar las puertas de la ciudadela del Templo, para las murallas de la ciudad y para la casa donde voy a vivir". El rey me concedió todo eso, porque la mano bondadosa de mi Dios estaba sobre mí.
9 Yo me presenté ante los gobernadores del otro lado del Eufrates y les entregué las cartas del rey. Además, el rey me había hecho escoltar por oficiales del ejército y por algunos jinetes.
10 Pero cuando Sambalat, el joronita, y Tobías, el esclavo amonita, se enteraron de mi llegada, se disgustaron mucho de que alguien viniera a prestar ayuda a los israelitas.
11 Al llegar a Jerusalén, dejé pasar tres días.
12 Luego me levanté de noche, acompañado de unos pocos hombres, sin comunicar a nadie lo que Dios me había inspirado hacer en favor de Jerusalén y sin llevar otro animal que aquel en el que iba montado.
13 Salí de noche por la puerta del Valle, en dirección a la fuente del Dragón y a la puerta del Basural, e inspeccioné atentamente las murallas de Jerusalén, allí donde había brechas y donde las puertas habían sido consumidas por el fuego.
14 Proseguí mi camino hacia la puerta de la Fuente y hacia el estanque del Rey, pero no encontré un lugar por donde pasar con mi cabalgadura.
15 Subí entonces de noche por el Cedrón, inspeccionando siempre las murallas, y luego volví atrás, pasando de nuevo por la puerta del Valle.
16 Los magistrados no sabían adónde habían ido ni qué habían hecho: hasta ese momento, yo no había comunicado nada a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los notables, ni a los magistrados, ni a los otros encargados de los trabajos.
17 Entonces dije: "Ustedes ven en qué lamentable situación nos encontramos. Jerusalén esté en ruinas y sus puertas incendiadas. ¡Reconstruyamos las murallas de Jerusalén, y no seremos más objeto de oprobio!".
18 Luego les expliqué cómo la mano bondadosa de mi Dios había estado sobre mí y también les comuniqué las palabras que me había dicho el rey. "¡Vamos, dijeron ellos, pongámonos a trabajar!". Y emprendieron esta buena obra con toda decisión.
19 Cuando Sambalat, el joronita, Tobías, el esclavo amonita, y Guésem, el árabe, se enteraron de esto, se burlaron de nosotros y nos despreciaron, diciendo: "¿Qué están haciendo? ¿Se van a rebelar contra el rey?".
20 Yo, por mi parte, les respondí: "El Dios del cielo nos coronará con el éxito. Nosotros, sus servidores, nos pondremos a trabajar. Ustedes, en cambio, no tienen parte, ni derechos, ni recuerdos en Jerusalén".

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Introducción a Nehemías


Esdras y Nehemías

En el año 539 a. C., Ciro el Grande, rey de los persas, entra triunfalmente en Babilonia. Sus victorias anteriores le habían asegurado el dominio sobre las mesetas de Irán y sobre el Asia Menor. Luego afirma su soberanía sobre el Imperio babilónico, y las fronteras de su territorio se extienden hasta Egipto. Así queda constituido el Imperio persa, el más vasto y poderoso de los conocidos hasta entonces.
Con el advenimiento de Ciro, se produce un cambio importante en las condiciones políticas del Antiguo Oriente. El nuevo monarca se distingue por su actitud más humanitaria en favor de los pueblos sometidos. No practica deportaciones masivas, respeta las leyes y costumbres locales, y propicia el retorno a sus respectivos países de las poblaciones desterradas por los reyes de Asiria y Babilonia.
Favorecidos por la política tolerante de los persas, varios grupos de judíos exiliados en Babilonia se ponen en camino para regresar a la Tierra de sus antepasados. La marcha a través del desierto es dura y peligrosa. La meta de tan larga peregrinación es un país en ruinas, que no alcanza a cubrir cuarenta kilómetros de sur a norte. A estas penurias materiales se añade la hostilidad de las poblaciones vecinas, que miran con recelo a los recién llegados y les oponen una enconada resistencia. Pero, a pesar de todos los obstáculos, la obra de la restauración nacional y religiosa se lleva adelante. En algo más de un siglo de persistentes esfuerzos, la comunidad judía de Jerusalén reconstruye su Templo, levanta los muros derruidos de la Ciudad santa y se aferra a la práctica de la Ley, como medio para no perder su identidad dentro del Imperio al que está sometida.
Los libros de ESDRAS y NEHEMÍAS son nuestra principal fuente de información acerca de este importante y difícil período de la historia bíblica. Ambos formaban originariamente una sola obra con los libros de las Crónicas y fueron compuestos en la misma época. Para elaborar esta segunda parte de su relato, el Cronista utiliza y cita textualmente diversos documentos contemporáneos de los hechos: listas de repatriados, genealogías, edictos reales, correspondencia administrativa de la corte persa y, sobre todo, "memorias" personales de Esdras y Nehemías, los dos grandes protagonistas de la restauración judía. En la disposición de materiales tan diversos, el autor no siempre se atiene a la sucesión cronológica de los hechos. Por eso estos Libros, si bien nos ofrecen una información de primera mano, presentan serias dificultades cuando se trata de reconstruir el desarrollo exacto de los acontecimientos. Así, por ejemplo, es muy verosímil que la misión de Nehemías haya precedido en varios años a la de Esdras. Sin embargo, el Cronista ha invertido el orden de los relatos, para dar prioridad a la reforma religiosa, realizada por el sacerdote Esdras, sobre la actividad del laico Nehemías, de carácter más bien político.
Pero estas dificultades no afectan al contenido religioso de los Libros. A un pueblo que ha perdido su independencia política y está propenso a caer en el desaliento, el Cronista le recuerda que el "Resto" de Judá liberado del exilio sigue siendo el depositario de la elección divina. La deportación a Babilonia mostró que las amenazas de los Profetas se habían cumplido al pie de la letra. ¿No será este el momento de escuchar la voz del Señor, de tomar en serio las exigencias morales y sociales de la Ley, que las reformas de Esdras y Nehemías han vuelto a poner en vigor? Si el pueblo se convierte al Señor y le rinde el culto debido, Dios no se dejará ganar en fidelidad y dará pleno cumplimiento a sus promesas de salvación.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Nehemías 2,1-20

10. Apenas llegado a Jerusalén, Nehemías debió enfrentarse con estos dos adversarios, que nunca dejaron de crearle inconvenientes. "Tobías" tenía un nombre judío y estaba emparentado con algunas familias de Jerusalén (6. 17-19), pero Nehemías lo llama despectivamente "esclavo amonita", porque era un funcionario al servicio de aquella región.

19. "Guésem" o Gasmú (6. 6), es llamado "el árabe", ya sea por su origen o porque era el gobernador de las tribus árabes que se fueron infiltrando paulatinamente al sur de Palestina y de la Transjordania.