Nehemías 9 Septuaginta en Español (Jünemann, 1992) | 38 versitos |
1
Penitencia del pueblo. Oración de Esdrás.
Y en día veinticuatro de este mes se congregaron los hijos de Israel en ayuno y en sacos, y ceniza sobre su cabeza.
2 Y se separaron los hijos de Israel de todo hijo extranjero; y se levantaron y confesaron sus pecados y las iniquidades de sus padres.
3 Y situáronse en su sitio, y leyeron en el libro de la ley del Señor, Dios suyo; y fueron confesando al Señor y adorando al Señor, su Dios.
4 Y púsose, sobre subida de los levitas, Josué, y los hijos de Cadmiel; Sabanías, hijo de Sarebías; hijos de Cananí (a) , y clamaron con voz grande al Señor, su Dios.
5 Y dijeron los levitas Josué y Cadmiel (b) : «Alzad, bendecid al Señor, nuestro Dios desde el siglo y hasta el siglo; y alabarán el nombre de tu gloria y ensalzarán con toda bendición y alabanza.»
6 Y dijo Esdrás: «Tú eres el mismo Señor solo; tú hiciste el cielo y el cielo del cielo y toda la milicia de ellos, la tierra y todo cuanto hay en ella, los mares y todo lo de ellos; y tú vivificas todo y a ti adoran los ejércitos de los cielos.
7 Tú eres Señor, Dios; tú elegiste a Abram y le sacaste de la región de los caldeos y le pusiste nombre de Abrahán.
8 Y hallaste su corazón fiel delante de ti y pactando con él el pacto de darle la tierra de los cananeos, y heteos, y amorreos, y ferezeos, y jebuseos y gergeseos, y a la simiente de él; y confirmaste tus palabras, pues justo eres tú.
9 Y viste la humillación de nuestros padres en Egipto y su clamor oíste sobre el mar Rojo.
10 Y diste señales y prodigios en Egipto, contra el Faraón y en todos sus servidores y en todo el pueblo de su tierra; porque sabías que se ensoberbecieron contra ellos; y te hiciste nombre; —como este día.
11 Y la mar hendiste delante de ellos y pasaron en medio de la mar en seco; y a los que les perseguían lanzaste a la hondura al modo de piedra en agua vehemente.
12 Y en columna de nube los guiaste de día, y en columna de fuego la noche, para alumbrarles el camino en que anduvieran.
13 Y sobre el monte del Sinaí descendiste y les hablaste desde el cielo y les diste juicios rectos y leyes de verdad, preceptos y mandamientos buenos.
14 Y tu sábado el santo les manifestaste; mandamientos y preceptos y ley les mandaste en mano de Moisés, tu siervo.
15 Y pan de cielo les diste en sustento de ellos; y agua de peña les sacaste en su sed; y dijísteles entrar a heredar la tierra sobre la cual extendiste tu mano, para darles.
16 Y ellos y nuestros padres se ensoberbecieron y endurecieron su cerviz, y no oyeron tus mandamientos.
17 Y se negaron a escuchar y no se acordaron de tus maravillas que hiciste con ellos; y endurecieron su cerviz y dieron principio a volver a su servidumbre en Egipto, y tú, el Dios misericordioso y compasivo, longánimo y muy piadoso no les abandonaste.
18 Pero aun también hicieron becerro conflátil y dijeron: «Estos son los dioses que nos han sacado de Egipto.» E hicieron irritaciones grandes.
19 Y tú en tus compasiones muchas no los abandonaste en el desierto; la columna de la nube no apartaste de ellos, de día, para guiarlos en el camino, y la columna de fuego, la noche, para alumbrarles el camino en que anduvieran en él.
20 Y tu espíritu bueno diste para instruirlos; y tu maná no escatimando a su boca y agua dísteles, en su sed.
21 Y cuarenta años los alimentaste en el desierto, no escatimándoles nada; sus vestidos no envejecieron y sus pies no se partieron.
22 Y les diste reinos, y pueblos les repartiste; y poseyeron la tierra de Sehón rey de Hesebón, y la tierra de Og, rey de Basán;
23 y a sus hijos multiplicaste como los astros del cielo, y los entraste en la tierra que dijiste a sus padres; y la poseyeron.
24 Y desalojaste a la faz de ellos a los habitantes de la tierra de los cananeos; y dístelos en las manos de ellos y los reyes de ellos, y los pueblos de la tierra, para hacerles cual grato a faz de ellos.
25 Y tomaron ciudades altas, y poseyeron casas llenas de todos bienes; cisternas cortadas (c) , viñas y olivares y todo árbol frutal en abundancia. Y comieron y se hartaron, y engrosaron y lozanearon en tu bondad, la grande.
26 Y cambiaron y apartáronse de ti, y arrojaron tu ley detrás de su cuerpo; y a tus profetas mataron, los que conjuraban, en ellos, para volverlos a ti; e hicieron irritaciones grandes.
27 Y los diste en mano de los que les atribulaban, y los atribularon; y clamaron a ti en tiempo de su tribulación, y tú, de tu cielo, oíste; y en tus conmiseraciones las grandes dísteles salvadores y los salvaste de mano de los que les atribulaban.
28 Y como reposaron, volvieron a hacer lo malo ante la faz tuya; y los abandonaste en manos de sus enemigos, y se enseñorearon de ellos; y nuevamente clamaron a ti y tú, del cielo, escuchaste y los libraste en tus conmiseraciones muchas;
29 y los conjuraste para volverlos a tu ley; y no oyeron, sino que en tus mandamientos y en tus juicios pecaron, los que haciéndolos el hombre, vivirá en ellos; y dieron espalda rebelde; y su cerviz endurecieron; y no oyeron.
30 Y trajiste sobre ellos años muchos, y les conjuraste en tu espíritu, en mano de tus profetas, y no escucharon, y los diste en mano de pueblos de la tierra.
31 Y tú, en tus conmiseraciones las muchas no les hiciste en consumación, y no les abandonaste; porque fuerte eres y misericordioso y compasivo.
32 Y ahora, Dios nuestro, el fuerte, el grande, el poderoso y el terrible, que guardas tu alianza y tu misericordia: no se empequeñezca, a faz tuya, todo el trabajo que nos ha hallado, y a nuestros reyes, y a nuestros príncipes, y a nuestros sacerdotes, y a nuestros profetas, y a nuestros padres; y en todo tu pueblo, desde días de reyes, de Asiria, y hasta este día.
33 Y tú, justo en todo lo venido sobre nosotros, pues verdad has hecho; y nosotros hemos pecado,
34 y nuestros reyes, y nuestros príncipes y nuestros sacerdotes; y nuestros padres no hicieron tu ley (y no adhirieron a tus mandamientos) y tus testimonios que les testificaste.
35 Y ellos, en tu reino y en tu bondad, la mucha que les diste, y en la tierra, la anchurosa y pringüe que diste a faz de ellos no te sirvieron, y no se volvieron de sus empeños, los malos.
36 He aquí hoy somos siervos, y la tierra que diste a nuestros padres a comer el fruto de ella y los bienes de ella; he aquí somos siervos sobre ella;
37 y sus frutos muchos, para los reyes que has puesto sobre nosotros, en nuestros pecados; y de nuestros cuerpos se enseñorean, y en nuestro ganado, como grato, a ellos; y en tribulación grande estamos.
38 Y en todo esto nosotros pactamos fe y escribimos, y sean nuestros príncipes, nuestros levitas, nuestros sacerdotes.


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Introducción a Nehemías

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Fuente: Jünemann (1992)

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Notas

Nehemías 9,4
4 a. H.: «...Josué y Baní (hijos), Cadmiel, Sebanya (Bení hijo), Serebya, Baní (hijos) Quenaní.»



Nehemías 9,5
5 b. H.: «Cadmiel, Boní, Hasebanya, Serebya, Hodiya, Sebanya, Petaya.»



Nehemías 9,25
25 c. En piedras.