Job  15 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 35 versitos |
1 Elifaz de Temán replicó, diciendo:
2 ¿Acaso un sabio da respuestas en el aire y llena de viento su interior?
3 ¿Arguye con palabras inútiles y con discursos que no sirven de nada?
4 ¡Más aún, tú destruyes la piedad, y anulas la reflexión delante de Dios!
5 Porque es tu culpa la que inspira tus palabras y eliges el lenguaje de la gente astuta.
6 Tu misma boca te condena, no yo; tus propios labios atestiguan contra ti.
7 ¿Eres tú el primer hombre que nació? ¿Fuiste dado a luz antes que las colinas?
8 ¿Has tenido acceso al consejo divino y has acaparado la sabiduría?
9 ¿Qué sabes tú que nosotros no sepamos? ¿Qué entiendes tú más que nosotros?
10 Aquí también hay ancianos de cabellos blancos, gente de más edad que tu mismo padre.
11 ¿No te basta el consuelo que Dios te da y una palabra pronunciada con dulzura?
12 ¿Por qué te dejas arrastrar por tus impulsos? ¿Qué significan esos ojos huraños,
13 cuando vuelves tu saña contra Dios y lanzas denuestos por la boca?
14 ¿Qué es el hombre para que sea puro y el nacido de mujer para que sea justo?
15 Si Dios no se fía ni siquiera de sus santos y el cielo no es puro a sus ojos.
16 ¡cuánto menos ese ser abominable y corrompido, el hombre, que bebe como agua la iniquidad!
17 Yo te voy a explicar, escúchame; déjame contarte algo que vi.
18 Es lo que refieren los sabios, lo que no les ocultaron sus padres:
19 a ellos solos les fue dada la tierra y ningún extraño pasaba en medio de ellos.
20 El malvado se atormenta todos los días de su vida, muy pocos años están reservados al hombre cruel;
21 voces horribles resuenan en sus oídos, en plena paz, lo asalta el devastador.
22 El no espera evadirse de las tinieblas y está destinado a la espada.
23 Anda errante como pasto de los buitres y sabe que su ruina es segura. El día tenebroso
24 lo aterra, la angustia y la opresión lo acometen, como un rey preparado para el ataque.
25 Porque extendía su mano contra Dios y se envalentonaba contra el Todopoderoso:
26 arremetía contra él con el cuello tendido, con todo el espesor de sus escudos blindados,
27 porque había untado su rostro con grasa y había robustecido sus lomos.
28 Ahora habita en ciudades destruidas, en casas donde ya nadie vive, que amenazan convertirse en escombros.
29 El no se enriquecerá, no durará su fortuna, ni sus posesiones se extenderán por el país.
30 No escapará de las tinieblas, una llama secará sus retoños, su flor será arrastrada por el viento.
31 Que no confíe en la mentira, porque se equivoca, y su recompensa será la decepción.
32 Su follaje se marchitará antes de tiempo y su ramaje no mantendrá su verdor.
33 Como una vid, perderá sus uvas todavía agrias, como un olivo dejará caer sus flores.
34 Sí, la raza del impío es estéril, el fuego devora la carpa del hombre venal.
35 El que concibe malicia, engendra maldad, y su vientre está grávido de mentira.

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Introducción a Job 


Job

Por su excepcional valor poético y humano, el libro de JOB ocupa un lugar destacado, no sólo dentro de la Biblia, sino también entre las obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente. Conocía a fondo los oráculos de los grandes profetas -especialmente las "Confesiones" de Jeremías y algunos escritos de Ezequiel- y había orado con los Salmos que se cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Esta obra fue escrita a comienzos del siglo V a. C., y para componerla, el autor tomó como base un antiguo relato del folclore palestino, que narraba los terribles padecimientos de un hombre justo, cuya fidelidad a Dios en medio de la prueba le mereció una extraordinaria recompensa. Esta leyenda popular constituye el prólogo y el epílogo del Libro. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel (1. 1), el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual.
No se puede comprender el libro de Job sin tener en cuenta la enseñanza tradicional de los "sabios" israelitas acerca de la retribución divina. Según esa enseñanza, las buenas y las malas acciones de los hombres recibían necesariamente en este mundo el premio o el castigo merecidos. Esta era una consecuencia lógica de la fe en la justicia de Dios, cuando aún no se tenía noción de una retribución más allá de la muerte. Sin embargo, llegó el momento en que esta doctrina comenzó a hacerse insostenible, ya que bastaba abrir los ojos a la realidad para ver que la justicia y la felicidad no van siempre juntas en la vida presente. Y si no todos los sufrimientos son consecuencia del pecado, ¿cómo se explican?
Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job -un justo que padece sin motivo aparente- él critica la sabiduría de los antiguos "sabios" y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7), se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo. No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col_1:24 ). "Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros" ( Rom_8:18 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Job  15,1-35

14-15. Ver 4. 17-19.