Exodo  10 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 29 versitos |
1 El Señor dijo a Moisés: "Ve a presentarte delante del Faraón, porque yo mismo hice que se obstinaran, él y sus servidores, a fin de realizar estos signos en medio de ellos.
2 Así podrás contar a tus hijos y a tus nietos con qué rigor traté a los egipcios y qué signos realicé entre ellos, y ustedes sabrán que yo soy el Señor".
3 Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón y le dijeron: "Así habla el Señor, el Dios de los hebreos: "¿Hasta cuando te resistirás a humillarte delante de mí? Deja que mi pueblo salga a rendirme culto.
4 Porque si te niegas a dejarlo partir, mañana enviaré contra tu país una invasión de langostas.
5 Ellas cubrirán de tal manera la superficie del suelo, que nadie lo podrá ver. Devorarán el resto que se salvó del granizo y acabarán con todos los árboles que crecen en los campos.
6 Invadirán tus palacios, las residencias de tus servidores y las casas de todos los egipcios. Tus padres y tus abuelos nunca experimentaron una cosa igual, desde que se instalaron en el país hasta el día de hoy". Y dándose vuelta, Moisés se alejó de la presencia del Faraón.
7 Los servidores del Faraón le dijeron: "¿Hasta cuando este hombre será un peligro para nosotros? Deja que esa gente salga a rendir culto al Señor su Dios. ¿O todavía no te has dado cuenta de que Egipto está al borde de la ruina?".
8 Moisés y Aarón fueron conducidos nuevamente a la presencia del Faraón, y este les anunció: "Pueden ir a rendir culto al Señor. Pero antes especifiquen quiénes son los que van a ir.".
9 Moisés le respondió: "Iremos con nuestros jóvenes y nuestros ancianos, con nuestros hijos y nuestras hijas, con nuestras ovejas y nuestras vacas, porque celebraremos una fiesta en honor del Señor".
10 "¡Que el Señor esté con ustedes, así como yo los dejo partir con sus familias!", replicó el Faraón. "Sean testigos ustedes mismos de su mala fe.
11 ¡Así no! Que vayan los hombres solos a rendir culto al Señor, ya que eso pretenden". Y en seguida los echaron de la presencia del Faraón.
12 El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el territorio de Egipto, para que las langostas invadan el país y devoren toda la vegetación que dejó el granizo".
13 Moisés extendió su bastón sobre el territorio de Egipto, y el Señor envió sobre el país el viento del este, que sopló todo aquel día y toda la noche. Cuando llegó la mañana, el viento ya había traído las langostas.
14 Las langostas invadieron todo el país y se abatieron sobre el territorio de Egipto en una cantidad tal, que nunca se había visto una invasión semejante, y nunca más volvería a verse.
15 Cubrieron la superficie de todo el país, de manera que este quedó a oscuras; devoraron toda la vegetación y todos los frutos de los árboles que se habían salvado del granizo; y en todo el territorio de Egipto no quedó ni siguiera una brizna de verdor en los árboles y en las plantas del campo.
16 El Faraón hizo venir de inmediato a Moisés y Aarón, y les dijo: "He pecado contra el Señor, su Dios, y contra ustedes.
17 Por eso, perdona una vez más mi pecado, y rueguen al Señor, su Dios, para que al menos aparte de mí esta plaga mortífera."
18 Moisés se alejó de la presencia del Faraón y oró al Señor.
19 Entonces el Señor cambió la dirección del viento, que comenzó a soplar desde el oeste. Y lo hizo con tanta fuerza, que barrió con las langostas y las precipitó en el Mar Rojo. Así no quedó ni una sola langosta en el territorio de Egipto.
20 Pero el Señor endureció el corazón del Faraón, y él no dejó partir a los israelitas.
21 El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano hacia el cielo, para que Egipto se cubra de una oscuridad tan densa que se pueda palpar".
22 Moisés extendió su mano hacia el cielo, y una profundo oscuridad cubrió todo el territorio de Egipto durante tres días.
23 Todo ese tiempo estuvieron sin verse unos a otros y sin que nadie pudiera moverse de su sitio. Pero en las viviendas de los israelitas había luz.
24 Luego el Faraón llamó a Moisés y le dijo: "Vayan a rendir culto al Señor. Podrán acompañarlos sus familias, pero quedarán aquí sus ovejas y sus vacas".
25 Moisés replicó: "Entonces tú nos tendrás que dar las víctimas para los sacrificios y holocaustos que ofreceremos al Señor, nuestro Dios.
26 ¡No! También nuestro ganado vendrá con nosotros. Ni un solo animal quedará aquí, porque nosotros queremos tomar de lo nuestro para rendir culto al Señor, nuestro Dios. Por otra parte, hasta que no lleguemos al lugar señalado, no sabremos cómo rendirle culto".
27 El Señor endureció el corazón del Faraón, y él no quiso dejarlos partir.
28 El Faraón dijo a Moisés: "¡Fuera de aquí! Y no te atrevas a comparecer otra vez en mi presencia, porque apenas lo hagas, morirás".
29 Moisés respondió: "Tú mismo lo has dicho. No te volveré a ver".

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Introducción a Exodo 


Éxodo

Los relatos del ÉXODO se mueven entre dos puntos geográficos precisos: Egipto y el Sinaí. Allí se desarrollaron los acontecimientos que hicieron de Israel el Pueblo de Dios: la salida de Egipto, el paso del Mar Rojo y la Alianza del Sinaí. El recuerdo de estos acontecimientos se grabó para siempre en la memoria de Israel, y se convirtió en el fundamento mismo de su fe. Por eso, el libro del Éxodo ocupa un lugar prominente entre todos los libros de la Biblia, y ha sido llamado con razón el "Evangelio" del Antiguo Testamento.
El Éxodo puede dividirse en dos partes principales. La primera relata la gesta del Señor, que oyó el clamor de los israelitas esclavizados en Egipto y los hizo pasar de la esclavitud a la libertad en medio de grandes portentos. El punto culminante de esta primera parte es el canto triunfal de Moisés que celebra la liberación de Israel y la victoria del Señor sobre los enemigos de su Pueblo (15. 1-21). El relato de esta acción divina es la que da su nombre a todo el libro, ya que "éxodo" significa "salida".
La segunda parte describe el encuentro del Señor con Israel en el monte Sinaí. Después de haber manifestado su amor y su poder, Dios establece su Alianza con los israelitas y promulga su Ley por medio de Moisés. En virtud de esta Alianza, Israel pasa a ser la "propiedad exclusiva" del Señor y a constituir una nación santa, es decir, totalmente consagrada a él (19. 6).
Las narraciones del Éxodo son la epopeya nacional de Israel. En la formación de la misma, desempeñaron un papel decisivo las fiestas y celebraciones culturales. La liturgia pascual, sobre todo, rememoraba y actualizaba aquellos grandes acontecimientos del pasado, para que todas las generaciones de israelitas pudieran revivir la salida de Egipto y renovar el compromiso asumido por el Pueblo de Dios en el SINAB.
Por eso, el libro del Éxodo no es una "historia" en el sentido moderno de la palabra: es un testimonio nacido de la fe, el reconocimiento de que la existencia de Israel como nación no es obra de los hombres, sino una creación de Dios. En la redacción definitiva del Libro se emplearon elementos provenientes de la tradición "yahvista", "elohísta" y "sacerdotal", además de otros textos de origen diverso.
Los grandes temas del Éxodo están presentes en toda la Biblia. A ellos se refieren los Profetas para anunciar un nuevo Éxodo ( Isa_43:18-21 ) y una nueva Alianza ( Jer_31:31-34 ) más admirables que los primeros. Y el Nuevo Testamento presenta al antiguo Éxodo como una prefiguración de la obra redentora de Cristo, la verdadera "Pascua" ( 1Co_5:7 ), que selló con su sangre "una Alianza más excelente" ( Heb_8:6 ). El Éxodo es el prototipo de todos los actos salvíficos de Dios, en especial, del Bautismo ( 1Co_10:1-4 ).

LA MISIÓN DE MOISÉS


Se calcula que después de la muerte de José, los hebreos permanecieron en Egipto unos trescientos años. Su rápido crecimiento provocó la reacción del Faraón y su propósito de exterminarlos. Por eso los persiguió y los maltrató. En medio de la opresión, los descendientes de Abraham clamaron al Señor, y el Señor se acordó de su Promesa y suscitó un Libertador. Es Moisés, que va a ocupar un lugar preponderante en el resto del Pentateuco.
Moisés asume y cumple su misión, no sin grandes dificultades. "
Él prefirió compartir los sufrimientos del Pueblo de Dios, antes que gozar los placeres efímeros del pecado, y se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible" ( Heb_11:25 , Heb_11:27 ). De ahí que se enfrentó con el Faraón para exigirle la liberación de su Pueblo. En esa lucha, el Faraón personifica los intereses mezquinos que se oponen a la libertad de los hijos de Dios. Moisés, por su parte, es el arquetipo de los que luchan por conseguir esa libertad. El dramatismo con que está presentada semejante lucha, sobre todo en el relato de las plagas, pone bien en evidencia el triunfo final de Dios..

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas