Jeremías  2 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 37 versitos |
1 La palabra de Yahvéh me fue dirigida en estos términos:
2 Ve y grita a los oídos de Jerusalén lo siguiente: Así dice Yahvéh: Recuerdo de ti el cariño de tu juventud, el amor de tu noviazgo, cuando ibas tras de mí por el desierto, por una tierra no sembrada.
3 Santo para Yahvéh era Israel, primicia de su cosecha; cuantos lo comían, pecaban, les llegaba la desgracia- oráculo de Yahvéh -.
4 Escucha la palabra de Yahvéh, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel.
5 Así dice Yahvéh: ¿Qué culpa hallaron vuestros padres en mí para que de mí se alejaran y caminaran tras la nada, y en nada se convirtieran?
6 Ni siquiera preguntaron: ¿dónde está Yahvéh, que nos sacó del país de Egipto y nos condujo por el desierto, tierra esteparia y agrietada, tierra seca y tenebrosa, tierra por donde nadie pasa y donde no mora hombre alguno?
7 Yo os llevé a un país que es un vergel, para que comierais de lo mejor de su fruto; pero llegasteis y manchasteis mi tierra, hicisteis abominable mi heredad.
8 Los sacerdotes no preguntaron: ¿Dónde está Yahvéh? No me conocieron los que se ocupan de mi ley. Los pastores se rebelaron contra mí; los profetas profetizaron por Baal y se fueron tras los que de nada sirven.
9 Por eso voy a discutir aún con vosotros- oráculo de Yahvéh -, y con los hijos de vuestros hijos quiero discutir.
10 Pasad, pues, a las islas de Kittim y mirad; enviad gente a Quedar y examinad atentamente, mirad si sucedió cosa semejante:
11 ¿Cambió de dioses alguna nación, y eso que ni siquiera son dioses? Pues mi pueblo cambió su gloria por lo que de nada sirve.
12 Pasmaos, cielos, de esto; estremeceos, horrorizaos en extremo- oráculo de Yahvéh -,
13 pues dos males hizo mi pueblo: me abandonaron a mi, fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua.
14 ¿Es Israel un esclavo o un siervo nacido en casa? ¿Por qué se convirtió en una presa
15 por la que bramaban leoncillos, daban su rugido? Hicieron de su país un desierto, sus ciudades fueron incendiadas, no queda un solo habitante.
16 Incluso gentes de Nof y de Tafniste afeitaron la coronilla.
17 ¿No eres tú la causa de esto, por haber abandonado a Yahvéh, tu Dios, cuando te conducía por el camino?
18 Y ahora, ¿a qué tienes tú que ir a Egipto a beber las aguas del Nilo? Y ¿a qué tienes que ir a Asiria a beber las aguas del Río?
19 Tu propia maldad te castiga, tus apostasías te escarmientan. Reconoce y advierte que es malo y amargo el haber dejado a Yahvéh, tu Dios, y que en ti no se halle mi temor- oráculo del Señor Yahvéh Sebaot -.
20 Desde antiguo quebraste tu yugo, tus coyundas has roto, diciendo: No quiero servir, cuando sobre toda colina elevada y bajo todo árbol frondosote echabas como prostituta.
21 Yo te había plantado como cepa escogida, toda ella de semilla genuina. ¿Cómo, pues, para mí te has cambiado en sarmientos silvestres de viña bastarda?
22 Aunque te laves con nitro y te eches cantidad de lejía, tu culpa sigue sucia ante mí- oráculo del Señor Yahvéh -.
23 ¿Cómo puedes decir: No estoy sucia, detrás de los baales no he ido? Mira tu conducta en el valle, reconoce lo que has hecho, joven camella, ligera y vagabunda,
24 asna salvaje, avezada al desierto. En el ardor de su celo olfatea el aire; su celo ¿quién podrá contenerlo? Nadie que la busque tendrá que cansarse: en su mes la encontrarán.
25 Guarda tu pie de que no ande descalzo, y tu garganta de la sed. Tú respondes: ¡Es inútil! ¡No! Pues amo a extranjeros y tras ellos quiero ir.
26 Como la vergüenza de un ladrón que es sorprendido, así están avergonzados los de la casa de Israel: ellos, sus reyes y sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas,
27 que dicen al leño: Mi padre eres tú, y a la piedra: Tú me has dado a luz, mientras a mí me vuelven la espalda y no la cara. Pero al tiempo de su desgracia dicen: ¡Levántate y sálvanos!
28 ¿Dónde están tus dioses, los que te fabricaste? ¡Que se levanten, a ver si te salvan en el tiempo de tu desgracia! Pues cuantas son tus ciudades, tantos son tus dioses, Judá.
29 ¿Por qué discutís conmigo? Todos vosotros os habéis rebelado contra mí- oráculo de Yahvéh -.
30 En vano castigué a vuestros hijos, no aceptaron la lección; vuestra espada devoró a vuestros profetas como león desgarrador.
31 ¡Oh generación! Atiende a la palabra de Yahvéh: ¿Soy para Israel un desierto o una tierra tenebrosa? ¿Por qué mi pueblo dice: Somos libres, no vendremos más a ti?
32 ¿Olvida una joven su adorno, una novia su cinturón? Pues mi pueblo me ha olvidado días sin número.
33 ¡Qué bien te las arreglas para buscar amor! Por eso hasta lo peor de los males has adiestrado tus pasos.
34 Hasta en tus faldas se encuentra sangre de pobres, de inocentes, a quienes no sorprendiste en flagrante. Si, a pesar de todo eso,
35 dices: Sí, soy inocente; apártese ya su ira de mí, aquí estoy presentándome a juzgarte por haber dicho: No he pecado.
36 ¡Qué a la ligera tomas el cambiar tu camino! También de Egipto tendrás que avergonzarte, como de Asiría quedaste avergonzada.
37 También de allí saldrás con las manos en la cabeza; porque Yahvéh rechaza tus apoyos, y no tendrás éxito con ellos.

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Introducción a Jeremías 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas