Daniel  6 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 28 versitos |
1 (6:2)

Daniel en el foso de los leones

Pensó Darío que era oportuno nombrar ciento veinte º sátrapas para que administrasen su reino.
2 (6:3) Por encima de ellos designó a tres ministros (entre los que se encontraba Daniel), a quienes los sátrapas deberían dar cuenta de su administración. De ese modo se evitarían situaciones que perjudicasen los intereses del rey.
3 (6:4) Daniel sobresalía por encima de los ministros y de los sátrapas, pues estaba más capacitado que ninguno de ellos, hasta tal punto que el rey tenía pensado ponerlo al frente de todo el reino º.
4 (6:5) Por tal motivo, los otros dos ministros y los sátrapas trataban de buscar alguna excusa que implicase a Daniel en una mala administración del reino. Pero no pudieron encontrar nada, ni siquiera indicios de irregularidad, pues Daniel era leal y no podían acusarle de irregularidad o negligencia.
5 (6:6) Entonces aquellos hombres se dijeron: “No podremos encontrar nada que acuse a Daniel, a no ser que lo busquemos en materia relacionada con la ley de su Dios”.
6 (6:7) Los ministros y sátrapas se presentaron inmediatamente ante el rey y le dijeron: — ¡Larga vida al rey Darío!
7 (6:8) Los ministros del reino, prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores todos hemos pensado en la conveniencia de promulgar un real decreto con esta prohibición: “Durante treinta días nadie podrá dirigir una oración a cualquier otro dios o ser humano, salvo a ti, majestad º. Quien lo haga, será arrojado al foso de los leones”.
8 (6:9) Si te parece bien, majestad, firma este real decreto y sanciona así la prohibición, de modo que nadie pueda modificarlo, tal como se refleja en la ley irrevocable de los medos y los persas. º
9 (6:10) El rey Darío firmó la prohibición.
10 (6:11) Cuando Daniel se enteró de la firma de aquel decreto, se retiró a su casa. La habitación superior de la vivienda tenía las ventanas orientadas hacia Jerusalén. Daniel se recluía en ella tres veces al día º y, puesto de rodillas, oraba y alababa a su Dios. Siempre lo había hecho así. º
11 (6:12) Los hombres antes mencionados se presentaron en la casa y encontraron a Daniel orando y suplicando a su Dios.
12 (6:13) Acudieron de inmediato al rey y le recordaron el real decreto: — ¿No has firmado un decreto ordenando que, durante treinta días, nadie rece a cualquier otro dios o ser humano, salvo a ti, majestad, so pena de ser arrojado al foso de los leones? El rey respondió: — Así es, y se trata de un decreto irrevocable, según la ley de los medos y de los persas.
13 (6:14) Entonces dijeron al rey: — Pues Daniel, uno de los deportados de Judá, no te obedece, majestad, pues pasa por alto el decreto que firmaste. Ora tres veces al día.
14 (6:15) Al oírlo, el rey se entristeció y se propuso salvar a Daniel; lo estuvo intentando hasta la puesta de sol.
15 (6:16) Pero aquellos hombres acudieron en masa al rey y le dijeron: — Ya sabes, majestad, que, según la ley de los medos y de los persas, todo real decreto es irrevocable una vez promulgado.
16 (6:17) El rey acabó cediendo y mandó que trajeran a Daniel y lo arrojaran al foso de los leones. Antes le dijo: — Tu Dios, a quien tan fielmente das culto, te salvará º. º
17 (6:18) Una vez dentro, trajeron una piedra para cerrar la boca del foso, y el rey la selló con su anillo y el de sus dignatarios para que, conforme a la sentencia, nadie pudiese hacer nada por Daniel. º
18 (6:19) El rey regresó a palacio y pasó la noche ayunando, sin la compañía de las concubinas y sin poder conciliar el sueño.
19 (6:20) Se levantó al rayar el alba y fue a toda prisa al foso de los leones º.
20 (6:21) Cuando estaba ya cerca, llamó a Daniel con voz angustiada: — Daniel, siervo del Dios vivo, ¿te ha podido salvar de los leones el Dios al que das culto diariamente?
21 (6:22) Daniel respondió: — ¡Larga vida al rey!
22 (6:23) Mi Dios ha enviado a su ángel a cerrar la boca de los leones, y no me han hecho daño alguno. Él sabe que soy inocente y que no he cometido nada irregular contra ti, majestad. º
23 (6:24) El rey se alegró mucho y mandó que sacasen a Daniel del foso. Una vez fuera, comprobaron que no tenía ni un rasguño º, porque había confiado en su Dios.
24 (6:25) El rey ordenó a continuación que arrojasen al foso de los leones a los hombres que habían denunciado a Daniel, junto con sus hijos y sus esposas º. Todavía no habían llegado al suelo, cuando los leones se lanzaron sobre ellos y les trituraron los huesos.
25 (6:26) El rey Darío escribió la siguiente carta a la gente de todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra: — ¡Que su paz aumente día a día! º
26 (6:27) Ordeno que en todos los dominios de mi reino todos veneren y respeten al Dios de Daniel. Él es el Dios vivo y eterno; su reino no será aniquilado, su imperio durará hasta el fin.
27 (6:28) Es capaz de salvar y liberar, él hace señales y prodigios lo mismo en el cielo que en la tierra. Él ha salvado a Daniel de morir en las garras de los leones.
28 (6:29) En cuanto a Daniel, prosperó durante los reinados de Darío y de Ciro º, el persa.

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Introducción a Daniel 

INTRODUCCIÓN


1. Características generales


El libro hebreo-arameo de Daniel se define por la duplicidad. Hemos de señalar, en primer lugar, el uso de dos lenguas: de Dan 2:4 b a Dan 7:28 está escrito en arameo; para el resto, el autor o los autores han utilizado el hebreo. Además no hace falta ser un crítico literario para advertir la presencia de dos tipos de material narrativo: mientras los cps. Dan 1:1-21Dan 5:31-27 ofrecen al lector una serie de escenas que los críticos definen como “historietas cortesanas”, los cps. Dan 7:1-28Dan 12:1-13 están integrados por visiones entreveradas de material apocalíptico. Se trata, como se ve, de dos géneros literarios distintos. Por otra parte, los hechos narrados en ambas secciones transcurren en dos situaciones geopolíticas diversas. El trasfondo de Dan 1:1-21Dan 5:31-27 está relacionado con las experiencias vividas por los hebreos deportados a Babilonia por Nabucodonosor (587 a. C.), y no parece extenderse más allá del edicto de Ciro. Por otra parte, las visiones de Dan 7:1-28Dan 12:1-13, aunque supuestamente localizadas en el mismo período de tiempo, van más allá del horizonte histórico de Babilonia, pues penetran en los dramáticos acontecimientos históricos que jalonaron la existencia judía en la última parte del período helenístico (primera mitad del siglo II a. C.).


La primera parte del libro de Daniel (Libro de la historia de Daniel, cps. Dan 1:1-21Dan 5:31-27) se compone de una introducción y cinco visiones. La segunda parte (Libro de las visiones, cps. Dan 7:1-28Dan 12:1-13) está integrada por cuatro visiones, que revelan los acontecimientos de la historia del Oriente Próximo desde la deportación de Nabucodonosor hasta la irrupción del reinado de Dios en la tierra (el tiempo final). Los cps. Dan 7:1-28 y Dan 8:1-27 hablan de los reinos del mundo que ocuparán este período de tiempo y de su progresiva decadencia. En cambio, el cp. Dan 9:1-27, que pretende profundizar en un texto de Jeremías relativo a la duración de la desolación de Jerusalén, define ese período como un todo de setenta semanas de años. Los cps. Dan 10:1-21Dan 12:1-13 (cuarta visión) describen la naturaleza y el destino trágico del último de los reinos del mundo: el reino seléucida.


A pesar de la diferencia tan drástica de géneros literarios que las separan, las dos partes que integran el libro de Daniel pueden considerarse variaciones sobre un único tema: la relación entre los reinos del mundo y el reino de Dios. El enfoque es distinto, pero la finalidad idéntica.


Respecto a la fecha de composición de las partes hebrea y aramea del libro de Daniel, existe casi un consenso entre los especialistas sobre el término a quo. Dado que los acontecimientos a los que aluden las visiones coinciden con las crueles medidas tomadas por Antíoco IV Epífanes contra los israelitas residentes en Palestina, se supone que al menos el libro de las visiones (cps. Dan 7:1-28Dan 12:1-13) tuvo que ser escrito durante o poco después del espacio de tiempo que va desde la profanación del Templo de Jerusalén (167 a. C.) a la muerte de Antíoco (164 a. C.), sin poder precisar más. Y por parecidas razones, lo mismo cabe decir en relación con la primera parte del libro.


Por lo que respecta a la autoría del libro, parece claro que la atribución a Daniel (un personaje, por lo demás, del folclore israelita) debe ser considerada una pseudoepigrafía. Es imposible que una persona que vivió en la corte de Nabucodonosor (mediados del siglo VI a. C.) pudiese ser testigo de acontecimientos de la primera mitad del siglo II a. C. Por otra parte, dada la duplicidad de lenguas y de géneros literarios, es correcto pensar que tras la obra se esconde más de un autor.


Añadamos, finalmente, que la versión griega de los LXX contiene además tres pasajes deuterocanónicos conservados únicamente en griego. Son el cántico de Azarías, el relato de Susana, y los episodios de Bel y del dragón. En las Biblias para católicos, el primer pasaje ocupa un espacio entre los vv. Dan 3:24 y Dan 3:91 del cp. Dan 3:1-30, mientras que los otros dos están colocados al final del libro (cps. Dan 13:1-64 y Dan 14:1-42).


2. Marco histórico


El libro de Daniel refleja una sociedad hebrea privada de autonomía, sometida durante cuatro siglos al yugo político, a la opresión financiera y al expansionismo imperialista de babilonios, persas y griegos. Este estado de cosas comenzó con la destrucción de Jerusalén y su Templo por obra del ejército babilónico (587 a. C.), y con la deportación a Babilonia de los núcleos de población más representativos desde el punto de vista político, religioso, financiero y administrativo. El imperio, que Nabucodonosor llevó a su máximo esplendor, acabó cediendo terreno ante la presión persa. Hacia el año 539 a. C. Ciro conquistó Babilonia. Poco después permitió que los hebreos que lo desearan regresasen a Palestina (Esd 1:1-11Esd 6:1-22). A partir de aquí comienza un período de reconstrucción nacional, que incluía las instituciones religiosas, en particular el Templo de Jerusalén.


Pero Palestina siguió bajo el control de los persas que, si bien permitieron el regreso de los desterrados a sus lugares de origen y la reconstrucción de Jerusalén y de otras ciudades de la región, fue más por intereses político-militares que por razones de liberalidad y generosidad administrativa. Se trataba, en efecto, de repoblar las zonas de Palestina para no dejar desguarnecido el flanco occidental del Imperio ante un eventual avance de los griegos. De hecho, fueron las fulgurantes conquistas de Alejandro Magno las que, a raíz de la batalla de Arbelas en el año 331 a. C., acabaron con el imperio persa.


Tras la muerte del caudillo griego en 323 a. C., su imperio fue dividido entre sus generales. Para la historia crípticamente representada en el libro de Daniel, interesa saber que Ptolomeo se hizo cargo de Egipto, y Seleuco de Siria-Mesopotamia. Palestina, que en un principio fue gobernada desde Egipto, acabó siendo anexionada al reino seléucida por Antíoco III (198 a. C.). Pero la presencia beligerante de partidarios de Siria y partidarios de Egipto fue una constante en Jerusalén con las inevitables consecuencias políticas y religiosas.


El rey seléucida de mayor interés para la comprensión del libro de Daniel es Antíoco IV Epífanes (175-164 a. C.), cuya actuación, evocada de manera críptica en la segunda parte del libro de Daniel, terminó provocando la explosión política conocida como levantamiento de los Macabeos.


3. Contenido y características literarias


Como ya se ha dicho, el libro de Daniel tiene dos partes claramente diferenciadas: los relatos o “historietas cortesanas” de la primera parte (Dan 1:1-21Dan 5:31-27) y las visiones de la segunda (Dan 7:1-28Dan 12:1-13).


Los relatos de la primera parte presentan una estructura narrativa muy parecida: siempre aparece un rey (con sus ministros o astrólogos) y surge un problema del que depende la vida de Daniel; con la ayuda de Dios, todo se resuelve a favor del héroe. En general, el material de los primeros seis capítulos pone de relieve las peculiaridades morfológicas del cuento popular y se caracterizan por un lenguaje directo que ha conmovido y cautivado siempre a sus lectores.


En cuanto a las visiones de la segunda parte, ya se ha dicho que presentan claros rasgos apocalípticos. Pero ¿qué es un apocalipsis? Arriesgando una definición que probablemente será incompleta o parcialmente inadecuada, puede decirse que un apocalipsis es el relato de una supuesta revelación transmitida en dos etapas (mensaje e interpretación), recibida en una visión cargada de lenguaje simbólico (cósmico y/o teriomorfo) e interesada en interpretar la naturaleza del mundo presente y sus acontecimientos recurriendo a supuestos hechos ocurridos en el mundo celeste. En este proceso de interpretación, los sucesos del tiempo final tienen un protagonismo singular. Junto al vidente receptor de la revelación suele aparecer un ángel intérprete. Tras la visión, su destinatario suele recibir la orden de sellarla, en espera de que el “libro de la visión” sea abierto en el momento oportuno. Respecto al origen de la apocalíptica, existen dos tendencias entre los estudiosos. Mientras unos la relacionan con la profecía, otros la consideran hija de la sabiduría.


Hablando en concreto del libro de Daniel, parece indudable que tanto la primera como la segunda parte contienen numerosos elementos de carácter apocalíptico. Y es evidente que lo profético y lo sapiencial aflora aquí y allá en el curso del libro. Ello hace de Daniel un libro sui generis en el que se dan cita, junto con aspectos propios de la apocalíptica formas literarias proféticas y sapienciales atestiguadas en el resto del AT.


4. Claves de lectura


En primer lugar, el libro de Daniel es una obra en cuyas páginas alienta el espíritu de la resistencia judía, que se negaba a perder su identidad como nación y a dejarse asimilar por la cultura del imperio dominante. En este sentido representa una especie de reacción contra una lectura optimista del destierro según la cual a los desterrados no les fue tan mal, pues gozaron de unas condiciones que les permitían prosperar sin mayores problemas. El libro de Esdras sería un ejemplo de este tipo de lectura. Pero en realidad, los imperios babilónico y persa, cada uno a su modo, buscaban lo mismo: la progresiva supresión de la identidad de los pueblos sometidos, su muerte social. Los relatos del libro de Daniel han de ser inscritos en la resistencia judía a dicho proceso de eliminación pues presentan a un héroe que se opone con valentía a las exigencias aniquiladoras de un poder extranjero. Bien entendido que no es lícito identificar resistencia con formas violentas de resistencia (como las que aparecen en los libros de los Macabeos). La resistencia puede apelar a las sutilezas de la psicología o de la espiritualidad, no necesariamente a las armas.


Este sería el caso del libro de Daniel que sugiere entre líneas una resistencia pasiva, no-violenta. Su insistencia en el “ésjaton”, es decir, en el tiempo final como momento de la intervención liberadora de Dios, su actitud “sabia” de aceptar que nada tiene que aportar el ser humano para acelerar ese momento, su convicción de que la historia está en manos del Señor, todo ello ha convencido a numerosos estudiosos de que el libro de Daniel supone una especie de correctivo a la lucha armada de los Macabeos.


En segundo lugar el libro de Daniel constituye un sutil manual de teología política. Los grandes imperios del mundo y su poderosa máquina destructiva, depredadora y opresiva se encaminan hacia su aniquilación, sometidos a un plan determinado por el propio Dios. Sólo el sometimiento a la voluntad del Señor por parte de los tiranos y el reconocimiento de la supremacía divina pueden salvar a estos de la destrucción. Pero se trata de una teología política hebrea, pues a través de las páginas del libro de Daniel afloran sentimientos nacionalistas que no parecen tener en cuenta el sufrimiento del resto de los pueblos oprimidos. Se trata de una consecuencia lógica de la teología hebrea: Yahvé, el Señor, es el Dios de las naciones; pero tiene su morada en Sión, y el pueblo de Israel es su primogénito, su pueblo por excelencia. Este esquema teológico fue cristianizado principalmente durante la Edad Media, con el resultado de la teoría del sometimiento del poder civil a la autoridad de la Iglesia, representante en la tierra del propio poder de Dios.


Digamos, finalmente, que esta pequeña obra profética ha ejercido una gran influencia en las comunidades judías y cristianas a lo largo de la historia, pero la lectura que se ha hecho de ella no ha sido quizá lo debidamente equilibrada. Con frecuencia ha sido leída desde el desamparo de los pueblos sometidos. Pero también se ha convertido a veces en el libro de cabecera de grupos de resistencia violenta. Páginas bíblicas como las de Daniel son particularmente susceptibles de una lectura fundamentalista en una doble dirección: sirven para animar tanto el espíritu combativo de grupos armados como las proclamas de sometimiento, en espera de que Dios intervenga a su debido tiempo. Un peligro que debe ser conjurado desde el espíritu cristiano del evangelio.


TEXTOS DEUTEROCANÓNICOS DE DANIEL.


INTRODUCCIÓN


1. Características generales


En el texto que la versión griega de los LXX ofrece del libro de Daniel (y también en la Vulgata latina y otras versiones), nos encontramos con tres fragmentos que no aparecen en el original hebreo y arameo. La primera de estas secciones se corresponde a la “oración de Azarías” y al “cántico de los tres jóvenes”, que en el texto griego se añaden a Dan 3:24. Las otras dos secciones, “la historia de Susana” y “Daniel contra Bel y contra el Dragón”, aparecen como epílogo cerrando el libro en los capítulos Dan 13:1-64 y Dan 14:1-42 respectivamente.


Aunque estos textos nos han llegado sólo en su versión griega, la abundancia de semitismos hace suponer un original semita hebreo o arameo.


El propio texto griego nos ha llegado en dos formas diferentes: la de los LXX y la de Teodoción. Esta segunda es la que se ha impuesto en la tradición textual y es la que seguimos en esta traducción. De todas formas no son dos traducciones distintas sino dos variantes de un mismo texto traducido con mucha libertad.


2. Las tres secciones


La oración de Azarías: Es una pieza litúrgica de carácter penitencial. Es muy probable que en un primer momento tuviera vida independiente; de hecho no tiene una relación clara con el contexto en el que está insertada. Seguidamente aparece el cántico de los tres jóvenes; se trata de otro himno litúrgico, esta vez de alabanza, inspirado en los Sal 136:1-26 y Sal 148:1-14. También es probable que viera la luz en otro contexto diferente y posteriormente fuera incluido aquí.


La historia de Susana: Como la oración y el cántico pudo ser, en su origen, una historia independiente sin ningún tipo de alusión a Daniel. Podemos reconocer el itinerario de su evolución en las diferentes versiones: en la versión de los LXX aparece como epílogo a la obra, solamente hace mención de “un joven” sin precisar que se trate de Daniel; la traducción de Teodoción sitúa la historia en Babilonia, identifica al joven con Daniel y coloca ya todo el pasaje en el inicio, como introducción al personaje central del libro.


Daniel contra Bel y contra el Dragón: Se trata de otros dos relatos edificantes cuyo objeto es el de ridiculizar la adoración a los dioses paganos. El ataque no va dirigido únicamente contra los ídolos.


Fuente:

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Notas

Daniel  6,1— ciento veinte: Puede que la cifra ciento veinte sea excesiva, a juzgar por los documentos de que disponemos. Según Est 1:1 el imperio persa (desde la India hasta Etiopía) estaba dividido en veintisiete provincias.


Daniel  6,3— al frente de todo el reino: Parece clara la evocación de la figura de José en Gén 41:37-44.
Daniel  6,7— majestad: No hay indicios históricos de que los persas exigieran para sí un culto divino. Este dato está más en consonancia con los informes de los libros deuterocanónicos de los Macabeos sobre el seléucida Antíoco IV Epífanes (175-164 a. C.).
Daniel  6,8Dan 6:15; Est 1:19.
Daniel  6,10— tres veces al día: Aunque la Torá ordena orar tres veces al día, no hay indicios de que en el primer período postexílico estuviera en vigor dicha ley judía. Sólo en la tradición rabínica posterior descubrimos la norma de orar por la mañana, a mediodía y al atardecer. Orar mirando hacia Jerusalén es mencionado en 1Re 8:44 (texto exílico deuteronómico).
Daniel  6,101Re 8:44; 1Re 8:48; Sal 55:17; Sal 138:2.
Daniel  6,16Dan 14:30-31.
Daniel  6,16— te salvará: Más que de una confesión de fe en el Dios israelita se trata de un deseo interior, públicamente inconfesable, del monarca.
Daniel  6,17Est 8:8.
Daniel  6,17-19... al foso de los leones: Este pasaje presenta rasgos paralelos con los relatos evangélicos de la resurrección (ver Mar 15:46; Mar 16:2; Mar 16:5; Mat 27:66).
Daniel  6,22Dan 2:4; Dan 3:95(95); (ver Dn Gr. 3:49); 1Ma 2:60.
Daniel  6,22-23— su ángel... rasguño: Ver Dan 3:92; Dan 3:94 (92, 94); se trata de dos relatos con numerosos puntos en común.
Daniel  6,24— y sus esposas: Según la antropología oriental, todos los miembros de la familia son responsables de un hecho, bueno o malo (ver Núm 16:25-33; Est 9:13-14).
Daniel  6,25Dan 3:98-100 (98-100); Dan 4:34.
Daniel  6,28— Darío y Ciro: Es a todas luces improbable que Daniel pudiera estar al servicio de tantos reyes (empezando por Nabucodonosor). Estaríamos hablando de un período aproximado de cien años. Pero son datos propios de todo relato fantástico.