Daniel  6 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 28 versitos |
1 Resolvió Darío establecer en el reino ciento veinte sátrapas que estuvieran distribuidos por todo el reino.
2 Sobre ellos había tres inspectores - uno de los cuales era Daniel -, para que los sátrapas les dieran cuenta de todo y para evitar de este modo que el rey sufriera daño alguno.
3 Pues bien, como Daniel sobresalía entre los inspectores y los sátrapas, porque poseía un espíritu extraordinario, el rey pensó ponerlo al frente de todo el reino.
4 Los inspectores y los sátrapas buscaron entonces un motivo para acusar a Daniel en lo tocante a los asuntos del reino, pero no pudieron encontrar motivo alguno, ni falta, porque era fiel, y por eso no hallaron negligencia alguna ni falta que reprocharle.
5 Dijéronse entonces aquellos hombres: No encontraremos motivo alguno de acusar a este Daniel, si no hallamos algo contra él en la ley de su Dios.
6 Así, pues, aquellos inspectores y sátrapas fueron precipitadamente al rey y le dijeron: ¡Vivas por siempre, oh rey Darío!
7 Todos los inspectores del reino, los prefectos, los sátrapas, los consejeros y los gobernadores aconsejan que se promulgue un edicto real, por el cual se ponga en vigor esta prohibición: Quien, por espacio de treinta días, haga una oración a quienquiera que sea, Dios u hombre, fuera de a ti, ¡oh rey!, sea arrojado al foso de los leones.
8 Ahora, pues, ¡oh rey!, promulga el edicto y firma el documento, para que, según la ley irrevocable de los medos y de los persas, no sea modificado.
9 Ante esto, el rey Darío firmó el documento con tal prohibición.
10 Cuando supo Daniel que el documento había sido firmado, entró en su casa. Las ventanas de su aposento superior estaban abiertas en dirección a Jerusalén; y tres veces al día, puesto de rodillas, oraba y alababa a su Dios, como solía hacer anteriormente.
11 Entonces aquellos hombres acudieron precipitadamente y hallaron a Daniel orando y suplicando a su Dios.
12 Luego fueron a la casa del rey y le dijeron, con respecto al edicto real: ¿No firmaste tú un edicto, según el cual, quien, por el espacio de treinta días, hiciera alguna oración a quienquiera que sea, Dios u hombre, fuera de a ti, ¡oh rey!, sería arrojado al foso de los leones? Respondió el monarca: Eso es lo decidido, según la ley de los medos y de los persas que es irrevocable.
13 Entonces ellos contestaron al rey en estos términos: Daniel, uno de los deportados de Judá, no hizo caso de ti, ¡oh rey!, ni de la prohibición que promulgaste; tres veces al día hace su oración.
14 Al oír el rey estas palabras, recibió un gran disgusto y trató de salvar a Daniel. Hasta, la puesta del sol estuvo tratando de librarlo.
15 Pero aquellos hombres fueron precipitadamente al rey y le dijeron: Sepas, ¡oh rey!, que, según la ley de los medos y de los persas, toda prohibición o edicto promulgado por el rey es irrevocable.
16 Ordenó entonces el rey que trajeran a Daniel y le arrojaran al foso de los leones. El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, te salvará.
17 Trajeron después una piedra y la pusieron a la entrada del foso. El rey la selló con su anillo y con el anillo de sus magnates para que no se cambiara lo establecido con respecto a Daniel.
18 Después el rey se fue a su palacio y pasó la noche sin cenar. No quiso que se le prepararan distracciones y no pudo conciliar el sueño.
19 Al amanecer, cuando clareaba el día, se levantó y fue a toda prisa al foso de los leones.
20 Y, acercándose al foso, gritó a Daniel con voz angustiada: Daniel, siervo del Dios vivo, tu Dios, a quien sirves con perseverancia, ¿ha podido librarte de los leones?
21 Daniel entonces contestó al rey: ¡Vivas por siempre, oh rey!.
22 Mi Dios envió a su ángel y éste cerró la boca de los leones, que no me han hecho daño alguno, porque he sido hallado inocente ante él. Ante ti, ¡oh rey!, tampoco he cometido falta.
23 El rey se alegró extraordinariamente de lo sucedido y mandó que sacaran a Daniel del foso. Daniel fue sacado del foso, y no se le encontró lesión alguna, porque había confiado en su Dios.
24 El rey mandó que trajeran a aquellos hombres que habían denunciado a Daniel y que los arrojaran al foso de los leones, a ellos, a sus hijos y a sus mujeres. Aún no habían llegado al fondo del foso, cuando ya se habían lanzado sobre ellos los leones y les habían triturado todos los huesos.
25 Después el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: ¡Que vuestra paz sea grande!
26 Por mí mismo promulgo este decreto: En todos los dominios de mi reino teman todos y tiemblen ante el Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo que subsiste eternamente; su reino no será destruido, y su imperio durará hasta el fin.
27 El libra y salva y obra señales y prodigios en el cielo y en la tierra. Él es quien libró a Daniel de las garras de los leones.
28 Este mismo Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa.

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Introducción a Daniel 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas