Amos  4 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 13 versitos |
1 Escuchen esta palabra, vacas de Basán, que están sobre las montañas de Samaría, ustedes, que oprimen a los débiles, maltratan a los indigentes y dicen a sus maridos: "¡Trae de beber!".
2 El Señor ha jurado por su santidad: Sí, llegarán días sobre ustedes en que las levantarán con garfios, y hasta a la última de ustedes, con arpones.
3 Saldrán por las brechas, una tras otra, y serán arrojadas hacia el Hermón -oráculo del Señor-.
4 ¡Vayan a Betel, y pequen, a Guilgal, y pequen más todavía! Ofrezcan sus sacrificios por la mañana, y al tercer día sus diezmos;
5 quemen masa fermentada en acción de gracias, proclamen públicamente sus ofrendas voluntarias, ya que es eso lo que les gusta, israelitas, -oráculo del Señor-.
6 Yo les hice pasar hambre en todas sus ciudades, y los privé de pan en todas sus poblaciones, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! -oráculo del Señor-.
7 Yo les negué la lluvia tres meses antes de la cosecha; hice llover sobre una ciudad y sobre la otra no; un campo recibía la lluvia y el campo donde no llovía, se secaba;
8 dos y tres ciudades se arrastraban hasta la otra ciudad, para beber agua, y no calmaban su sed; ¡pero ustedes no han vuelto a mí! -oráculo del Señor-.
9 Yo los castigué con la seguía y el pulgón, devasté sus huertas y sus viñas; la langosta devoró sus higueras y olivares, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! -oráculo del Señor-.
10 Yo desencadené la peste contra ustedes, como la peste de Egipto; maté con la espada a sus jóvenes, mientras sus caballos eran capturados; hice subir hasta sus narices el hedor de sus campamentos, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! -oráculo del Señor-.
11 Yo les envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y ustedes fueron como un tizón salvado del incendio, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! -oráculo del Señor-.
12 Por eso, mira cómo voy a tratarte, Israel; y ya que te voy a tratar así, prepárate a enfrentarte con tu Dios, Israel.
13 Porque el que forma las montañas y crea el viento, el que descubre al hombre cuál es sus designio, el que hace la aurora y las tinieblas, el que camina sobre las alturas de la tierra, se llama "Señor, Dios de los ejércitos".

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Introducción a Amos 


Amós

Con AMÓS empieza la "edad de oro" del profetismo bíblico. Antes que él, muchos otros profetas habían intervenido activamente en la vida política y religiosa de Israel. Pero ninguno de ellos había escrito nada, y la tradición sólo había conservado el recuerdo de sus acciones y ocasionalmente algunas de sus palabras. A partir de Amós, en cambio, lo que importa en primer lugar es la "palabra" del profeta, y ese mensaje -recogido y recopilado por sus discípulos- ha llegado hasta nosotros en forma escrita. Así se inicia la era de los llamados "profetas escritores".
Amós era un campesino de Técoa, pequeña población situada a unos veinte kilómetros al sur de Jerusalén (1. 1; 7. 14). Pero la dura vida del campo no le impidió adquirir una cultura poco común en su tiempo. Él conoce los hechos más relevantes de la historia de su pueblo y está perfectamente al tanto de todo lo que ocurre en el reino de Israel. Posee una vasta información sobre los acontecimientos de su época y presiente el avance de Asiria hacia el oeste. Lo que más impresiona en el estilo de Amós es la sobriedad. Pocas palabras le bastan para lanzar un oráculo incisivo, violento y lleno de imágenes sugestivas. Tampoco faltan en su lenguaje las sutilezas del estilo sapiencial (3. 3-8; 6. 12) y ciertos toques de punzante ironía (4. 4-5).
A pesar de ser nativo de Judá, Amós proclamó su mensaje en el reino del Norte, hacia el 750 a. C. En esa época, Samaría vivía su gran momento de euforia bajo el reinado de Jeroboám II (787-747). Los enemigos de siempre -Asiria, Egipto y Arám- se habían eclipsado transitoriamente, y el rey aprovechó la coyuntura para recuperar los antiguos territorios de Israel ( 2Ki_14:25 ). La paz exterior favorecía la actividad económica y el acrecentamiento de las riquezas. Un ansia desenfrenada de lujo se había apoderado de las clases más pudientes, que se construían suntuosas mansiones y vivían en la opulencia. Pero esta prosperidad económica beneficiaba únicamente a un sector privilegiado. Mientras unos pocos se enriquecían, la gran masa del pueblo estaba más oprimida que nunca.
Dentro de este marco social, resuena la palabra de Amós, el profeta de la "justicia". Toda su predicación es una violenta denuncia de la manera cómo el reino de Israel interpretaba su condición de Pueblo "elegido". Para Israel, la elección divina era un privilegio y una garantía absoluta de seguridad, cualquiera fuera su comportamiento moral, social y religioso. Para Amós, en cambio, esa elección era una gracia que implicaba la responsabilidad de revelar a los pueblos el rostro del verdadero Dios, por medio de una convivencia fraternal, basada en el derecho y la justicia. Al ver el sufrimiento y la opresión de los débiles, el lujo y la indiferencia de los ricos, él se convirtió en el testigo insobornable de la Justicia del Señor, "que resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" ( Jam_4:6 ).
El amor a los pobres y la primacía de la justicia sobre el culto encontraron amplio eco en el resto de la Biblia, sobre todo, en el mensaje evangélico ( Mat_5:3 , Mat_5:23-24 ; Luk_4:18 ; Luk_6:20 ; Jam_2:5-7 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Amos  4,1-13

4. El profeta reprueba irónicamente el hecho de que se dé más valor a los actos cultuales que a la práctica de la justicia.