Mateo 22 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 46 versitos |
1 Y tomando Jesús de nuevo la palabra, les habló en parábolas, diciendo: *
2 Se ha asemejado el reino de los cielos a un rey que dispuso unas bodas para su hijo.
3 Y despachó sus esclavos para llamar a los que habían sido convidados a las bodas. Y no quisieron venir.
4 De nuevo despachó otros esclavos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí que tengo preparado mi convite; mis toros y animales cebados han sido sacrificados, y todo está a punto; venid a las bodas.
5 Mas ellos, no haciendo caso, se marcharon, quién a su granja, quién a su comercio;
6 los demás, echando mano a sus esclavos, los ultrajaron y mataron.
7 El rey se encolerizó, y enviando sus ejércitos, hizo perecer a aquellos homicidas e incendió su ciudad.
8 Entonces dice a sus esclavos: Las bodas están a punto, pero los convidados no eran dignos;
9 id, pues, a las encrucijadas de los caminos, y a cuantos hallareis, llamadlos a las bodas.
10 Y habiendo salido aquellos esclavos a los caminos, reunieron a cuantos hallaron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas.
11 Y entrando el rey a ver a los que estaban a la mesa, vio allí un hombre no vestido con traje de boda,
12 y le dice: Compañero, ¿cómo entraste acá, no teniendo traje de boda? El no desplegó los labios.
13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas de allá afuera; allí será el llanto y el rechinar de los dientes.
14 Porque muchos son los llamados, mas pocos los elegidos.
15 Entonces, habiéndose retirado los fariseos, tomaron consejo cómo le armarían lazos para cogerle en palabras. *
16 Y envían a él sus discípulos junto con los herodianos, que dijesen: Maestro, sabemos que eres veraz y enseñas el camino de Dios en verdad y no tienes respetos humanos, porque no eres aceptador de personas;
17 dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo a César o no?
18 Conociendo Jesús su bellaquería, dijo: ¿Por qué me tentáis, farsantes?
19 Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario.
20 Y les dijo Jesús: ¿De quién es esa imagen e inscripción?
21 Dícenle: De César. Díceles entonces: Pagad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
22 Y oyendo esto se maravillaron, y dejándole, se fueron.
23 En aquel día se le acercaron unos saduceos, que dicen no haber resurrección, y le interrogaron, *
24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si uno muriere sin tener hijos, su hermano se casará con su cuñada la viuda, y suscitará prole a su hermano (Dt 25:5-6).
25 Había entre nosotros siete hermanos, y el primero, después de casado, murió, y, como no tenia prole, dejó su mujer a su hermano;
26 asimismo también el segundo y el tercero, hasta los siete.
27 Posteriormente a todos murióse la mujer.
28 En la resurrección, pues, ¿de quién de los siete será mujer? Pues todos la tuvieron.
29 Respondiendo Jesús, díjoles: Errados andáis por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios.
30 Pues en la resurrección no se casarán ellos ni ellas, sino que serán como ángeles de Dios en el cielo.
31 Y acerca de la resurrección de los muertos, ¿no leísteis lo que os fue dicho por Dios, al hablar así:
32 Yo soy el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? (Ex 3:6). No es Dios de muertos, sino de vivos.
33 Y oyendo esto las turbas, se pasmaban de su enseñanza.
34 Los fariseos, habiendo oído que había hecho tascar el freno de los saduceos, se juntaron en grupo,
35 y preguntó uno de ellos, que era legista, con ánimo de tentarle:
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
37 El le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente (Dt 6:4-5).
38 Este es el gran mandamiento y el primero.
39 El segundo, semejante, es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo (Lev 19:18).
40 De estos dos mandamientos penden la ley entera y los profetas.
41 Hallándose reunidos los fariseos, interrogóles Jesús,*
42 diciendo: ¿Qué os parece del Mesías? ¿De quién es hijo? Dícenle: De David.
43 Diceles: ¿Cómo, pues, David en espíritu le llama Señor cuando dice (Sal 109:1):
44 «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra | hasta que ponga tus enemigos debajo de tus pies»? |
45 Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?
46 Y nadie podía responderle palabra, ni osó nadie desde aquel día interrogarle ya más.

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Introducción a Mateo




DE LOS EVANGELIOS
EN GENERAL

NOMBRE. — Evangelio primitivamente significó albricias; luego pasó a significar la misma buena nueva. En sentido cristiano significó la Buena Nueva por antonomasia, «el mensaje de la salud» humana ( Efe_1:13 ). TRIPLE FASE DEL EVANGELIO. — La Buena Nueva de Cristo presentó tres fases sucesivas: 1) su realización histórica; 2) su anuncio o divulgación; 3) su redacción escrita; es decir: 1) el Evangelio realizado; 2) el Evangelio predicado; 3) el Evangelio escrito. EL EVANGELIO ORAL. — La predicación apostólica hubo de ser, ante todo, apologética: había de probar que Jesús de Nazaret era el Mesías e Hijo de Dios. Los que creían en Jesu-Cristo, naturalmente concebían vivos deseos de conocer sus milagros y sus discursos. Espontáneamente se harían eco de aquellas palabras del Maestro: «Dichosos vuestros ojos, que vieron, y vuestros oídos, que oyeron» ( Mat_13:16 ). Tal fue el objeto de la catequesis evangélica: suplir la visión y audición personal. Para la realización de este ideal, el hombre apropiado era Pedro. Aunque desprovisto de cultura refinada, era hombre inteligente y despierto, que había observado atentamente cuanto Jesús había dicho y hecho y lo conservaba grabado en su memoria. Dos cosas hubo de hacer Pedro: seleccionar la materia y ordenarla. En cuanto a la selección, Pedro vio que lo que Jesús había enseñado y obrado por su propia iniciativa y conforme a un plan premeditado, se contenía principalmente en su predicación galilaica; lo demás, hasta el último viaje a Jerusalén, había sido más bien ocasional. Al ministerio galilaico se atuvo, por tanto. El orden fue el que debía ser. La predicación de Galilea había sido una serie de viajes y excursiones. Con sólo seguir este orden itinerario se tenía el orden deseado, que era indirectamente orden cronológico. Esta predicación oral, iniciada en Jerusalén y dirigida a los judíos, al ser trasladada más tarde a Antioquia y a Roma, hubo de adaptarse a la mentalidad de los nuevos oyentes, griegos o latinos. De ahí las tres formas o variedades del Evangelio oral: la jerosolimitana, la antioquena, la romana. De ellas procedieron los Evangelios escritos. LOS EVANGELIO ESCRITOS. — Fueron cuatro los admitidos por la Iglesia: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La diferente personalidad de los autores y su relación respecto del Evangelio oral determina el carácter o rasgos diferenciales de los cuatro Evangelios escritos. Para San Mateo, que era apóstol y conocía personalmente cuanto Jesús había dicho y hecho, el Evangelio oral fue simplemente una norma directiva, conforme a la cual él ordenó su propio Evangelio. Para San Marcos, simple auxiliar de Pedro, la labor redaccional se redujo a poner por escrito el Evangelio oral de Pedro. Para San Lucas es su fuente de información, la principal, sin duda, a base de la cual él ordena las múltiples y variadas informaciones que va recogiendo. Para San Juan es algo puramente extrínseco; algo que él no quiere tocar, si ya no es, raras veces, para completarlo, precisarlo o explicarlo. EL PROBLEMA SINÓPTICO. — El hecho de utilizar como fuente común el Evangelio oral establece entre los tres primeros evangelistas notables afinidades, en virtud de las cuales han sido denominados Sinópticos. Pero la distinta manera de utilizarlos da origen a diferencias no menos notables. El conjunto de estas afinidades y diferencias revela una concordia discordante o una discordia concordante, que constituye el problema sinóptico. Las soluciones dadas a este problema se reducen a tres tipos principales: la que busca la solución en la misma predicación oral, la que apela a documentos escritos interpuestos y la que combina ambos elementos de solución. La solución de un problema tan complejo parece no puede ser sencilla, y por ende se busca generalmente en la combinación de múltiples elementos. AUTENTICIDAD, INTEGRIDAD, HISTORICIDAD. — La autenticidad de los Evangelios está garantizada por una prueba documental, cual no puede presentarla a su favor, ni remotamente, ningún otro escrito de la antigüedad. La integridad substancial, exenta de notables alteraciones y especialmente de interpolaciones, la han puesto en evidencia las numerosísimas y esmeradísimas ediciones que hace más de cuatro siglos vienen haciéndose de los Evangelios: ediciones hechas con los criterios más opuestos y rígidos, todas, sin embargo, substancialmente concordes. No es menos patente su historicidad. Es tan manifiesto el tono de lealtad y sinceridad con que hablan los evangelistas, y se muestran tan bien informados en aquello que narran, que es imposible no darles entera fe. Además, la conformidad de unos con otros y la exactitud reconocida de todo cuanto ha podido comprobarse por otras fuentes, corroboran su testimonio. Y esto que todos generalmente admiten cuando se trata de hechos puramente naturales, vale igualmente cuando se trata de los milagros. LENGUA Y CRONOLOGÍA. — A excepción de San Mateo, que escribió en arameo, los demás evangelistas escribieron en griego. En cuanto al tiempo de su composición, es enteramente cierto que los tres primeros Evangelios se escribieron antes del año 63, y el cuarto, a fines del siglo I. Mayores precisiones no pasan de ser probables. Es posible que San Mateo escribiese su Evangelio hacia el año 50, San Marcos hacia el año 55, San Lucas hacia el 60, San Juan hacia los años 95-100. La versión griega de San Mateo, única que se conserva, debió de hacerse entre los años 60 y 70. COMPARACIÓN DE LOS CUATRO EVANGELISTAS. — Es interesante comparar los rasgos comunes y los diferenciales de cada evangelista. Ninguno de ellos hace literatura o escribe como literato; pero todos, si no es Marcos, hacen obra literaria, tanto más apreciable cuanto menos resabiada de retórica académica. La obra de Marcos pertenece a la literatura oral o hablada; la de los demás, a la literatura escrita. La de Marcos podría calificarse de infraliteraria; la de los otros tres, de literaria, si no se prefiere calificarla, a lo menos la de Juan, de supraliteraria. Desde el punto de vista histórico, la obra de Marcos pertenece a la historia popular; la de Mateo, a la historia erudita semítica; la de Lucas, a la historia erudita helénica; la de Juan, a la historia filosófica o trascendental. El rasgo distintivo de Marcos es la viveza fresca y espontánea; el de Mateo, la coherencia y precisión algo esquemática; el de Lucas, la delicadeza y suavidad penetrante; el de Juan, la elevación y luminosidad. Sobrepuestas las cuatro narraciones, Mateo da la línea, Marcos el colorido, Lucas los matices, Juan la luz. Marcos suministra el elemento humano, Mateo el elemento judaico, Lucas el elemento helénico, Juan el elemento divino. De ahí resulta la imagen única en la historia: la del judío, que supera el judaísmo; la del hombre, que supera la humanidad; la del Hombre-Dios, Jesús de Nazaret, el héroe y protagonista de la cuádruple narración que forma los cuatro libros del único Evangelio, el libro más hermoso que jamás se ha escrito.

EVANGELIO DE
SAN MATEO

EL AUTOR Y SU OBRA. — Además de su doble nombre de Mateo y Leví, dos datos interesan especialmente: su apostolado y su anterior oficio de publicano. De ahí el doble sello personal que imprimió a su obra. Como apóstol podía conocer el material evangélico tan bien como Pedro o poco menos. Consiguientemente, primero en su Evangelio oral y luego en su Evangelio escrito, pudo proceder con una libertad y seguridad que no tenían ni Marcos ni Lucas. Si Mateo mantuvo en sus líneas generales el plan prefijado por San Pedro, en la ejecución pudo añadirle lo que en cada caso juzgase conveniente, sacado del tesoro riquísimo de su experiencia y de su memoria. Pero además, por sus hábitos anteriores, era entre los apóstoles el hombre indicado para redactar por escrito el Evangelio oral. Mientras que los principales apóstoles, Pedro, Juan, Santiago, Andrés, habían sido hombres de redes y de anzuelos, San Mateo había sido hombre de pluma. DESTINATARIOS Y OBJETO. — Los destinatarios del primer Evangelio fueron los judíos de Palestina. En su Evangelio escrito, lo mismo que en su Evangelio oral, San Mateo se dirige a los judíos creyentes, esto es, a los que, previamente convencidos de la mesianidad de Jesús por el hecho de la resurrección, habían abrazado la fe cristiana; mas no por esto pierde de vista a los judíos incrédulos, con el fin de prevenir contra ellos y sus falacias a los creyentes. La tesis fundamental del primer Evangelio, la mesianidad y divinidad de Jesús de Nazaret, es substancialmente la misma que la de los otros evangelistas. Tres rasgos, empero, caracterizan peculiarmente a San Mateo: las frecuentes citas del A. T., la extensión y preponderancia dada a los discursos de Jesús y la mención explícita de la Iglesia y del primado de Pedro. ORDEN DEL PRIMER EVANGELIO. — San Mateo no siempre mantiene el orden cronológico. Dónde se hallan estas inversiones aparece fácilmente comparándole con San Marcos y San Lucas. Mientras en los capítulos 14-18 coincide con los paralelos de los otros dos sinópticos, en cambio en los precedentes capítulos 5-13 discrepa de ellos. En estos nueve capítulos, por tanto, hay que buscar las inversiones cronológicas. Para hacerse cargo de lo que representan estas inversiones, conviene analizar el contenido de esta parte sistemática de San Mateo. Comprende estas siete secciones:
A (5-7) Sermón del monte. B (8-9) Serie de milagros. C (10) Instrucciones misionales. D (11) Actitud reprobable de los judíos. E (12:1-21) Choque con los fariseos. F (12:22-50) Calumnias farisaicas. G (13) Parábolas del reino de los cielos. Las secciones A D F G proceden rectilíneamente; las transposiciones sólo se hallan en las secciones B C E. La más llamativa es la sección B, recopilación de hechos en gran parte ocasionales. La sección C, que debía seguir a G, es una anticipación. La sección E, que debía preceder a A, es un retraso motivado por la afinidad con F. A esto se reducen las inversiones de San Mateo: a una recopilación de hechos dispersos (B), una anticipación (C) y un ligero retraso (E). PLAN. — El primer Evangelio se divide en-tres partes desiguales: 1) la infancia; 2) la vida pública; 3) la consumación.

Dentro de la vida pública pueden distinguirse estos cinco períodos: 1) Periodo de preparación: investidura del Mesías (3-4). 2) En Galilea: el Mesías mal acogido (5-13). 3) Al N. y al E. de Galilea: la Iglesia en perspectiva (14-18). 4) Camino de Jerusalén (19-20). 5) En Jerusalén: entrada triunfal del Mesías (21-25).



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Mateo 22,1-14

Esta parábola, análoga a la anterior, difiere de ella no sólo en la imagen, sino en la mayor precisión de la moraleja. Su punto de partida es la concepción tradicional del reino de Dios bajo la imagen de un banquete. En los invitados se señalan dos grupos: los primeros , que desdeñan la invitación, criminalmente, y los últimos , que la aceptan, si bien no todos son definitivamente admitidos al banquete. Los primeros y los últimos son los judíos y los gentiles. Mas, no contento el Maestro con recalcar esta significación de la parábola anterior, añade: «Muchos son llamados, mas pocos elegidos». En la interpretación de esta sentencia hay que guardarse de temerarias determinaciones numéricas, cuyo secreto Dios se ha reservado.


Mateo 22,15-22

Los episodios que siguen son un pugilato de todos los primates judíos contra el Maestro. Inician la lucha los fariseos, confabulados con los herodianos: El problema que le proponen no podía ser más comprometedor: el de los tributos. Y lo proponen los que le dan soluciones contradictorias: dispuestos, por tanto, los unos o los otros a impugnar la solución afirmativa o negativa que diera Jesús.


Mateo 22,23-33

A los fariseos suceden los saduceos, que negaban la resurrección o, lo que para ellos era lo mismo, la inmortalidad del alma. Sin más, le proponen su gran dificultad, contra la resurrección, seguros de que Jesús no les daría una solución adecuada, cuando nunca la habían sabido dar los fariseos. Pero Jesús se la dio luminosa y aplastante.


Mateo 22,34-40

Nuevo ataque de los fariseos, que, no atreviéndose a medir las armas con Jesús, delegan a un escriba. Este propónele una cuestión de escuela. Contaban los rabinos en la ley de Moisés 613 preceptos: 248 positivos, 365 negativos; entre los cuales establecían ciertas categorías de dignidad, lo cual daba pie a reñidas controversias. Una de éstas era: ¿cuál es el principal mandamiento de la ley? La respuesta de Jesús es tan obvia como genial.


Mateo 22,41-46

Ahora es Jesús quien ataca. Su táctica es la de siempre: arrancarles una declaración que entrañe una contradicción no prevista por ellos. Dos solas preguntas les hace. La primera parece inofensiva: ¿De quién es hijo el Mesías? La respuesta se impone: De David. Aquí les aguardaba Jesús; y con otra pregunta les hace ver que no se compagina su respuesta con lo que el mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice en el Sal_109:1-31, llamando Señor al Mesías. No supieron qué responder. Pero a un cristiano interesan las cuatro verdades que aquí enseña el Maestro:
1) la autenticidad davídica del Sal_109:1-31;
2) su carácter mesiánico;
3) su divina inspiración;
4) el señorío y divinidad del Hijo de David.