Mateo 23 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 38 versitos |
1 Entonces Jesús habló a las turbas y a sus discípulos, *
2 diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fariseos. *
3 Así, pues, todas cuantas cosas os dijeren, hacedlas y guardadlas; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen y no hacen.
4 Lían cargas pesadas e insoportables, y las cargan sobre las espaldas de los hombres, mas ellos ni con el dedo las quieren mover. *
5 Todas sus obras hacen para hacerse ver de los hombres, porque ensanchan sus filacterias y agrandan las franjas de sus mantos;*
6 son amigos del primer puesto en las cenas y de los primeros asientos en las sinagogas,
7 y de ser saludados en las plazas, y ser apellidados por los hombres «rabí».
8 Mas vosotros no os hagáis llamar «rabí», porque uno es vuestro maestro, mas todos vosotros sois hermanos;
9 y entre vosotros a nadie llaméis padre sobre la tierra, porque uno es vuestro Padre, el celestial.
10 Ni hagáis que os llamen preceptores, porque vuestro preceptor es uno, el Cristo,
11 El mayor de vosotros será vuestro servidor.
12 El que se exaltare, será humillado, y el que se humillare, será exaltado.
13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni entráis vosotros ni a los que entran dejáis entrar.
15 14-15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque rodeáis el mar y la tierra en razón de hacer un prosélito, y cuando ya lo es, lo hacéis hijo de la gehena, doble más que vosotros.
16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, los que decís: «Si uno jurare por el santuario, eso es nada; pero si uno jurare por el oro del santuario, queda obligado ».
17 ¡Necios y ciegos! Pues ¿cuál es mayor? ¿El oro o el santuario, que santificó el oro?
18 Y «Si uno jurare por el altar, eso es nada; pero si uno jurare por la ofrenda que está sobre él, queda obligado».
19 ¡Ciegos! Pues ¿qué es mayor? ¿La ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?
20 Así, pues, quien juró por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él;
21 y quien juró por el santuario, jura por él y por el que en él puso su morada;
22 y quien juró por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que está sentado sobre él.
23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y dejasteis a un lado las cosas más graves de la ley: el justo juicio, la misericordia y la buena fe; éstas había que practicar, y aquéllas no descuidarlas.
24 ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque limpiáis lo exterior de la copa y del plato, y dentro están rebosando de rapiña y de incontinencia.
26 Fariseo ciego, limpia primero lo interior de la copa, para que también su exterior quede limpio.
27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque os semejáis a sepulcros encalados, que de fuera parecen vistosos, mas de dentro están repletos de huesos de muertos y de toda inmundicia. *
28 Así también vosotros por de fuera parecéis justos a los hombres, mas de dentro estáis repletos de hipocresía e iniquidad.
29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos,
30 y decís: «Si viviéramos en los días de nuestros padres, no fuéramos cómplices de ellos en la sangre de los profetas».
31 De modo que os dais testimonio a vosotros mismos de que sois hijos de los que mataron a los profetas.
32 Así que vosotros colmad la medida de vuestros padres.
33 ¡Serpientes, engendros de víboras! ¿Cómo esperáis escapar de la condenación de la gehena?
34 Por eso, mirad, yo envío a vosotros profetas y sabios y letrados; de ellos mataréis y crucificaréis, y de ellos azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad,
35 para que recaiga sobre vosotros toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar. *
36 En verdad os digo, vendrán todas estas cosas sobre esta generación. *
37 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata los profetas y apedrea a los que le han sido enviados, cuántas veces quise recoger a tus hijos de la manera que la gallina recoge sus pollitos debajo de las alas, y no quisisteis! *
38 Mirad, déjase para vosotros vuestra casa, desierta. *
39 Porque os digo: no esperéis verme a partir de ahora hasta que digáis: «Bendito el que viene en el nombre del Señor» (Sal 117:26). *

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Introducción a Mateo




DE LOS EVANGELIOS
EN GENERAL

NOMBRE. — Evangelio primitivamente significó albricias; luego pasó a significar la misma buena nueva. En sentido cristiano significó la Buena Nueva por antonomasia, «el mensaje de la salud» humana ( Efe_1:13 ). TRIPLE FASE DEL EVANGELIO. — La Buena Nueva de Cristo presentó tres fases sucesivas: 1) su realización histórica; 2) su anuncio o divulgación; 3) su redacción escrita; es decir: 1) el Evangelio realizado; 2) el Evangelio predicado; 3) el Evangelio escrito. EL EVANGELIO ORAL. — La predicación apostólica hubo de ser, ante todo, apologética: había de probar que Jesús de Nazaret era el Mesías e Hijo de Dios. Los que creían en Jesu-Cristo, naturalmente concebían vivos deseos de conocer sus milagros y sus discursos. Espontáneamente se harían eco de aquellas palabras del Maestro: «Dichosos vuestros ojos, que vieron, y vuestros oídos, que oyeron» ( Mat_13:16 ). Tal fue el objeto de la catequesis evangélica: suplir la visión y audición personal. Para la realización de este ideal, el hombre apropiado era Pedro. Aunque desprovisto de cultura refinada, era hombre inteligente y despierto, que había observado atentamente cuanto Jesús había dicho y hecho y lo conservaba grabado en su memoria. Dos cosas hubo de hacer Pedro: seleccionar la materia y ordenarla. En cuanto a la selección, Pedro vio que lo que Jesús había enseñado y obrado por su propia iniciativa y conforme a un plan premeditado, se contenía principalmente en su predicación galilaica; lo demás, hasta el último viaje a Jerusalén, había sido más bien ocasional. Al ministerio galilaico se atuvo, por tanto. El orden fue el que debía ser. La predicación de Galilea había sido una serie de viajes y excursiones. Con sólo seguir este orden itinerario se tenía el orden deseado, que era indirectamente orden cronológico. Esta predicación oral, iniciada en Jerusalén y dirigida a los judíos, al ser trasladada más tarde a Antioquia y a Roma, hubo de adaptarse a la mentalidad de los nuevos oyentes, griegos o latinos. De ahí las tres formas o variedades del Evangelio oral: la jerosolimitana, la antioquena, la romana. De ellas procedieron los Evangelios escritos. LOS EVANGELIO ESCRITOS. — Fueron cuatro los admitidos por la Iglesia: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La diferente personalidad de los autores y su relación respecto del Evangelio oral determina el carácter o rasgos diferenciales de los cuatro Evangelios escritos. Para San Mateo, que era apóstol y conocía personalmente cuanto Jesús había dicho y hecho, el Evangelio oral fue simplemente una norma directiva, conforme a la cual él ordenó su propio Evangelio. Para San Marcos, simple auxiliar de Pedro, la labor redaccional se redujo a poner por escrito el Evangelio oral de Pedro. Para San Lucas es su fuente de información, la principal, sin duda, a base de la cual él ordena las múltiples y variadas informaciones que va recogiendo. Para San Juan es algo puramente extrínseco; algo que él no quiere tocar, si ya no es, raras veces, para completarlo, precisarlo o explicarlo. EL PROBLEMA SINÓPTICO. — El hecho de utilizar como fuente común el Evangelio oral establece entre los tres primeros evangelistas notables afinidades, en virtud de las cuales han sido denominados Sinópticos. Pero la distinta manera de utilizarlos da origen a diferencias no menos notables. El conjunto de estas afinidades y diferencias revela una concordia discordante o una discordia concordante, que constituye el problema sinóptico. Las soluciones dadas a este problema se reducen a tres tipos principales: la que busca la solución en la misma predicación oral, la que apela a documentos escritos interpuestos y la que combina ambos elementos de solución. La solución de un problema tan complejo parece no puede ser sencilla, y por ende se busca generalmente en la combinación de múltiples elementos. AUTENTICIDAD, INTEGRIDAD, HISTORICIDAD. — La autenticidad de los Evangelios está garantizada por una prueba documental, cual no puede presentarla a su favor, ni remotamente, ningún otro escrito de la antigüedad. La integridad substancial, exenta de notables alteraciones y especialmente de interpolaciones, la han puesto en evidencia las numerosísimas y esmeradísimas ediciones que hace más de cuatro siglos vienen haciéndose de los Evangelios: ediciones hechas con los criterios más opuestos y rígidos, todas, sin embargo, substancialmente concordes. No es menos patente su historicidad. Es tan manifiesto el tono de lealtad y sinceridad con que hablan los evangelistas, y se muestran tan bien informados en aquello que narran, que es imposible no darles entera fe. Además, la conformidad de unos con otros y la exactitud reconocida de todo cuanto ha podido comprobarse por otras fuentes, corroboran su testimonio. Y esto que todos generalmente admiten cuando se trata de hechos puramente naturales, vale igualmente cuando se trata de los milagros. LENGUA Y CRONOLOGÍA. — A excepción de San Mateo, que escribió en arameo, los demás evangelistas escribieron en griego. En cuanto al tiempo de su composición, es enteramente cierto que los tres primeros Evangelios se escribieron antes del año 63, y el cuarto, a fines del siglo I. Mayores precisiones no pasan de ser probables. Es posible que San Mateo escribiese su Evangelio hacia el año 50, San Marcos hacia el año 55, San Lucas hacia el 60, San Juan hacia los años 95-100. La versión griega de San Mateo, única que se conserva, debió de hacerse entre los años 60 y 70. COMPARACIÓN DE LOS CUATRO EVANGELISTAS. — Es interesante comparar los rasgos comunes y los diferenciales de cada evangelista. Ninguno de ellos hace literatura o escribe como literato; pero todos, si no es Marcos, hacen obra literaria, tanto más apreciable cuanto menos resabiada de retórica académica. La obra de Marcos pertenece a la literatura oral o hablada; la de los demás, a la literatura escrita. La de Marcos podría calificarse de infraliteraria; la de los otros tres, de literaria, si no se prefiere calificarla, a lo menos la de Juan, de supraliteraria. Desde el punto de vista histórico, la obra de Marcos pertenece a la historia popular; la de Mateo, a la historia erudita semítica; la de Lucas, a la historia erudita helénica; la de Juan, a la historia filosófica o trascendental. El rasgo distintivo de Marcos es la viveza fresca y espontánea; el de Mateo, la coherencia y precisión algo esquemática; el de Lucas, la delicadeza y suavidad penetrante; el de Juan, la elevación y luminosidad. Sobrepuestas las cuatro narraciones, Mateo da la línea, Marcos el colorido, Lucas los matices, Juan la luz. Marcos suministra el elemento humano, Mateo el elemento judaico, Lucas el elemento helénico, Juan el elemento divino. De ahí resulta la imagen única en la historia: la del judío, que supera el judaísmo; la del hombre, que supera la humanidad; la del Hombre-Dios, Jesús de Nazaret, el héroe y protagonista de la cuádruple narración que forma los cuatro libros del único Evangelio, el libro más hermoso que jamás se ha escrito.

EVANGELIO DE
SAN MATEO

EL AUTOR Y SU OBRA. — Además de su doble nombre de Mateo y Leví, dos datos interesan especialmente: su apostolado y su anterior oficio de publicano. De ahí el doble sello personal que imprimió a su obra. Como apóstol podía conocer el material evangélico tan bien como Pedro o poco menos. Consiguientemente, primero en su Evangelio oral y luego en su Evangelio escrito, pudo proceder con una libertad y seguridad que no tenían ni Marcos ni Lucas. Si Mateo mantuvo en sus líneas generales el plan prefijado por San Pedro, en la ejecución pudo añadirle lo que en cada caso juzgase conveniente, sacado del tesoro riquísimo de su experiencia y de su memoria. Pero además, por sus hábitos anteriores, era entre los apóstoles el hombre indicado para redactar por escrito el Evangelio oral. Mientras que los principales apóstoles, Pedro, Juan, Santiago, Andrés, habían sido hombres de redes y de anzuelos, San Mateo había sido hombre de pluma. DESTINATARIOS Y OBJETO. — Los destinatarios del primer Evangelio fueron los judíos de Palestina. En su Evangelio escrito, lo mismo que en su Evangelio oral, San Mateo se dirige a los judíos creyentes, esto es, a los que, previamente convencidos de la mesianidad de Jesús por el hecho de la resurrección, habían abrazado la fe cristiana; mas no por esto pierde de vista a los judíos incrédulos, con el fin de prevenir contra ellos y sus falacias a los creyentes. La tesis fundamental del primer Evangelio, la mesianidad y divinidad de Jesús de Nazaret, es substancialmente la misma que la de los otros evangelistas. Tres rasgos, empero, caracterizan peculiarmente a San Mateo: las frecuentes citas del A. T., la extensión y preponderancia dada a los discursos de Jesús y la mención explícita de la Iglesia y del primado de Pedro. ORDEN DEL PRIMER EVANGELIO. — San Mateo no siempre mantiene el orden cronológico. Dónde se hallan estas inversiones aparece fácilmente comparándole con San Marcos y San Lucas. Mientras en los capítulos 14-18 coincide con los paralelos de los otros dos sinópticos, en cambio en los precedentes capítulos 5-13 discrepa de ellos. En estos nueve capítulos, por tanto, hay que buscar las inversiones cronológicas. Para hacerse cargo de lo que representan estas inversiones, conviene analizar el contenido de esta parte sistemática de San Mateo. Comprende estas siete secciones:
A (5-7) Sermón del monte. B (8-9) Serie de milagros. C (10) Instrucciones misionales. D (11) Actitud reprobable de los judíos. E (12:1-21) Choque con los fariseos. F (12:22-50) Calumnias farisaicas. G (13) Parábolas del reino de los cielos. Las secciones A D F G proceden rectilíneamente; las transposiciones sólo se hallan en las secciones B C E. La más llamativa es la sección B, recopilación de hechos en gran parte ocasionales. La sección C, que debía seguir a G, es una anticipación. La sección E, que debía preceder a A, es un retraso motivado por la afinidad con F. A esto se reducen las inversiones de San Mateo: a una recopilación de hechos dispersos (B), una anticipación (C) y un ligero retraso (E). PLAN. — El primer Evangelio se divide en-tres partes desiguales: 1) la infancia; 2) la vida pública; 3) la consumación.

Dentro de la vida pública pueden distinguirse estos cinco períodos: 1) Periodo de preparación: investidura del Mesías (3-4). 2) En Galilea: el Mesías mal acogido (5-13). 3) Al N. y al E. de Galilea: la Iglesia en perspectiva (14-18). 4) Camino de Jerusalén (19-20). 5) En Jerusalén: entrada triunfal del Mesías (21-25).



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Mateo 23,1-39

Todo este capítulo es una invectiva contra los escribas y fariseos. En tres partes puede dividirse este acta de acusación.
En la primera (Mat_23:1-12) habla de ellos en tercera persona, delatando su hipocresía, egoísmo, vanidad y ambición.
En la segunda (Mat_23:13-32) se encara con ellos y fulmina siete ayes, que son como botones de fuego.
La tercera (Mat_23:33-39) es una sangrienta conminación, templada al fin con vislumbres de misericordia.


Mateo 23,2

LA CÁTEDRA DE MOISÉS debieran ocuparla los sacerdotes; pero éstos, saduceos en su mayoría, habían abandonado la instrucción del pueblo a los escribas y fariseos.


Mateo 23,4

CARGAS PESADAS eran las prescripciones que, con el nombre de tradición, habían sobrepuesto a la ley; que ellos, empero, sabían eludir con sutiles argucias.


Mateo 23,5

FILACTERIAS: eran unas cápsulas con largas tiras de pergamino, en que estaban escritos algunos pasajes del Pentateuco. Las cápsulas se fijaban en la frente; las tiras envolvían el brazo izquierdo.

|| FRANJAS: eran unas borlas cosidas a los cuatro ángulos o puntas del manto.


Mateo 23,27-28

Esta acusación reviste la forma de parábola. Los SEPULCROS ENCALADOS eran una imagen exacta, de aquellos «sepulcros blanqueados».


Mateo 23,35

ZACARÍAS HIJO DE BARAQUÍAS: así se llamaba el profeta Zacarías: pero no se habla de él, sino de Zacarías hijo de Joyada. Parece, por tanto, que la expresión es inexacta. Pero el error hay que achacarlo no a Jesús ni al evangelista, sino o bien al traductor griego del Evangelio o a los copistas.


Mateo 23,36

ESTA GENERACIÓN: tres sentidos puede tener esta discutida expresión: etnológico, cronológico, mixto. En el etnológico significaría la raza de los judíos; en el cronológico, el espacio de tiempo de una generación; en el mixto, entrambas cosas a la vez. Este tercer sentido es el único que conserva el valor de las palabras y se ajusta al contexto. En los judíos de aquella generación se cumplieron efectivamente las profecías de Jesús.


Mateo 23,37

¡CUÁNTAS VECES QUISE…! Esta declaración confirma la historicidad de las anteriores idas de Jesús a Jerusalén, referidas por San Juan.


Mateo 23,38

VUESTRA CASA…: la que hasta ahora ha sido «casa de Dios», en adelante, DESIERTA de la divina presencia, DÉJASE PARA VOSOTROS, será vuestra casas.


Mateo 23,39

BENDITO EL QUE VIENE.…: es una profecía de la conversión final de los judíos, anunciada también por San Pablo (Rom_11:25-32).