Marcos 14 Biblia Peshitta en Español (Holman Bible Publishers, 2015) | 72 versitos |
1 Dos días después era la Pascua de los panes sin levadura, y los principales sacerdotes y los escribas tramaban cómo prenderlo con engaño y darle muerte,
2 pero decían: No durante la fiesta, no sea que haya tumulto entre el pueblo.
3 Cuando Él estaba en Betania, en la casa de Simón el leproso, mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro muy costoso, y abriéndolo lo derramó sobre la cabeza de Jesús,
4 pero algunos de los discípulos se disgustaron, y dijeron: ¿Por qué se ha desperdiciado este perfume?
5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y estaban indignados con ella.
6 Pero Jesús dijo: Déjenla; ¿por qué la molestan? Una obra buena ha hecho conmigo.
7 Porque a los pobres siempre los tendrán con ustedes, y cuando quieran pueden hacerles el bien, pero a mí no siempre me tendrán con ustedes.
8 Ella lo ha hecho con lo que tenía, y con anticipación ha perfumado mi cuerpo para la sepultura.
9 En verdad les digo que en cualquier lugar donde éste mi Evangelio sea proclamado por el mundo entero, también se hablará en memoria suya por lo que ella ha hecho.
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús.
11 Al oírlo ellos, se alegraron y se comprometieron a darle dinero. Y él buscaba oportunidad para entregarlo.
12 En el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, en el cual los judíos sacrifican el cordero de la Pascua, le dijeron sus discípulos: ¿Dónde quisieras que fuéramos y te hiciéramos los preparativos para que comas la Pascua?
13 Y mandando a dos de sus discípulos, les dijo: Vayan a la ciudad y he aquí, saldrá a encontrarlos cierto varón que lleva un cántaro con agua. Síganlo,
14 y en el lugar que él entre, digan al dueño de la casa: “Nuestro Maestro dice: ‘¿Dónde se encuentra la habitación en la cual he de comer la Pascua con mis discípulos?’”
15 Y he aquí él les va a mostrar un gran aposento alto con la mesa dispuesta y arreglada. Allí harán los preparativos para nosotros.
16 Y saliendo sus discípulos fueron a la ciudad, y encontraron de la manera que Él les había dicho, y prepararon la Pascua.
17 Cuando atardecía llegó Él con sus doce.
18 Y estando sentados a la mesa y comiendo, Jesús dijo: En verdad les digo que uno de ustedes, que come conmigo, me entregará.
19 Enseguida empezaron a afligirse y a decirle uno por uno: ¿Acaso yo?
20 Y Él les dijo: Es uno de los doce; el que moja su pan conmigo en el plato.
21 El Hijo del Hombre va a la muerte, así como está escrito respecto a Él, pero ¡ay del hombre por cuya mano el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a tal hombre si no hubiera sido engendrado.
22 Al estar ellos comiendo, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y les dio, diciéndoles: Tomen, esto es mi cuerpo.
23 Y tomando la copa, dio gracias, y la bendijo y les dio, y todos bebieron de ella.
24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos.
25 En verdad les digo que no volveré a beber del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Y después de haber entonado alabanzas, partieron hacia el Monte de Los Olivos.
27 Luego Jesús les dijo: Esta noche todos ustedes tropezarán por mi causa, porque está escrito: “HERIRÉ AL PASTOR, Y SUS CORDEROS SERÁN DISPERSADOS”.
28 Pero después de que yo haya resucitado, estaré antes que ustedes en Galilea.
29 En ese momento Cefas le dijo: Aunque todos tropiecen, yo no tropezaré.
30 Jesús le dijo: En verdad te digo que antes de que el gallo haya cantado dos veces, hoy en esta noche, tú me habrás negado tres veces.
31 Pero él más insistentemente decía: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré mi Señor. Todos los discípulos decían también lo mismo.
32 Y llegando a un lugar que se llama Getsemaní, dijo a sus discípulos: Siéntense aquí entre tanto que yo oro.
33 Y tomando con Él a Cefas, a Jacobo y a Juan, empezó a entristecerse y a angustiarse.
34 Y les dijo: Mi alma está angustiada hasta la muerte; espérenme aquí y estén alertas.
35 Luego, adelantándose un poco, se postró en tierra, y oraba que si era posible pasara de Él aquella hora,
36 diciendo: Padre, Padre mío, tú lo puedes todo; aparta de mí esta copa. Pero que no se haga mi propia voluntad, sino la tuya.
37 Acercándose luego los encontró durmiendo, y dijo a Cefas: ¿Duermes, Simón? ¿No pudiste velar una hora?
38 Manténgase alertas y oren para que no entren en tentación; el espíritu quiere y está dispuesto, pero la carne es débil.
39 Y yéndose otra vez, oró diciendo las mismas palabras.
40 Y nuevamente vino y los encontró durmiendo, porque sus ojos estaban pesados, y no sabían qué responderle.
41 Por tercera vez vino, y les dijo: Duerman, pues, y reposen. El fin ha llegado, y la hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
42 Levántense, vámonos; miren, se acerca el que me entrega.
43 Cuando Él estaba hablando, llegó Judas Iscariote, uno de los doce, y una gran cantidad de gente con espadas y palos de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
44 Y el traidor que lo entregaba les había dado una señal, diciendo: “Al que yo bese, ése es; aprehéndanlo y llévenlo con seguridad”.
45 Y acercándosele de inmediato le dijo: Maestro, Maestro. Y lo besó.
46 Enseguida le echaron mano y lo aprehendieron.
47 Y sacando la espada uno de los que estaban allí, atacó a un criado del sumo sacerdote, y le cortó la oreja.
48 Pero Jesús respondió, diciéndoles: ¿Como contra un ladrón han salido contra mí con espadas y garrotes para aprehenderme?
49 Todos los días estaba yo entre ustedes enseñando en el templo y no me aprehendieron, pero esto acontece para que las Escrituras tengan cumplimiento.
50 Enseguida sus discípulos lo dejaron y huyeron.
51 Y a cierto joven que iba tras Él, cubierto su cuerpo desnudo sólo con una sábana, también lo aprehendieron,
52 pero él dejó la sábana y escapó desnudo.
53 Luego llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote Caifás, y todos los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos se reunieron con él.
54 Y Simón lo iba siguiendo de lejos, y llegó hasta el interior del patio del sumo sacerdote, y sentándose con los criados, se calentaba frente al fuego.
55 Y los principales sacerdotes y todo su concilio buscaban testimonio en contra de Jesús para darle muerte, pero no lo encontraron,
56 porque aunque muchos daban testimonio en contra de Él, sus testimonios no coincidían.
57 Entonces unos testigos falsos se presentaron contra Él, diciendo:
58 Nosotros hemos escuchado que ha dicho: “Yo derribaré este templo hecho por manos, y en tres días levantaré otro no hecho por manos”.
59 Sin embargo, ni siquiera su testimonio fue suficiente.
60 Entonces, levantándose el sumo sacerdote y parándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos en contra de ti?
61 Pero Jesús guardaba silencio y no le respondía. Luego el sumo sacerdote, volviéndole a preguntar, le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Y Jesús le respondió: Yo soy; y verán al HIJO DEL HOMBRE SENTADO A LA DIESTRA DEL PODER, VINIENDO SOBRE NUBES DEL CIELO.
63 Entonces, rasgando su manto, el sumo sacerdote dijo: ¿Qué necesidad tenemos ahora de testigos?
64 Miren, ustedes escucharon la blasfemia de su propia boca, ¿qué les parece? Y decidieron todos ellos que fuera condenado a muerte.
65 Entonces algunos empezaron a escupirle el rostro, y cubriéndole el rostro, le daban puñetazos, y le decían: ¡Profetiza! Y los guardias lo golpeaban en sus mejillas.
66 Y Simón permanecía abajo en el patio. Entonces una criada del sumo sacerdote llegó,
67 y al verlo mientras se calentaba, lo observó detenidamente, y le dijo: Tú también estabas con Jesús el Nazareno.
68 Pero él lo negó, y dijo: No sé de qué hablas. Y cuando salió al portal, el gallo cantó.
69 Volviéndolo a ver aquella criada empezó a decir a los que estaban allí: También éste es uno de ellos.
70 Pero nuevamente él lo negó. Un poco más tarde, los que estaban allí volvieron a decir a Cefas: Ciertamente tú eres uno de ellos, porque también eres galileo y tu modo de hablar es semejante.
71 En ese momento él empezó a maldecir y a proferir juramentos: ¡Yo no conozco a ese hombre del que ustedes hablan!
72 Y en ese mismo instante cantó el gallo por segunda vez. Y al recordar Simón las palabras que le había dicho Jesús: “Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres veces”, empezó a llorar.

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