Marcos 5 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 43 versitos |
1 Y llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
2 Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo.
3 Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo;
4 muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo.
5 Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
6 Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él
7 y gritó con voz potente: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes».
8 Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre».
9 Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos».
10 Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
11 Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte.
12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
13 Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.
14 Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
15 Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.
16 Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos.
17 Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
18 Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él.
19 Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
20 El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
21 Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
22 Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies,
23 rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
24 Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
25 Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años.
26 Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor.
27 Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto,
28 pensando: «Con solo tocarle el manto curaré».
29 Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
30 Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?».
31 Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”».
32 Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto.
33 La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.
34 Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
35 Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
36 Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe».
37 No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38 Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos
39 y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».
40 Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña,
41 la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
42 La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
43 Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

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Introducción a Marcos

MARCOS

El Evangelio de san Marcos se abre con las siguientes palabras: Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios (Mar 1:1). Estas contienen ya en sí mismas un avance de lo que significa evangelio (proclamación de una buena noticia) y de su contenido, que es la persona de Jesucristo Hijo de Dios. La tradición ha identificado a este Marcos con Juan Marcos, sobrino de Bernabé, que acompañó a Pablo en sus viajes apostólicos (Hch 15:37-39). La composición de la obra suele datarse en torno al año 70 d.C., cuando todavía estaba en vida la generación apostólica. Este evangelio, dentro de su carácter principalmente narrativo, contiene una profunda dimensión teológica. Ya el mismo término «evangelio» indica que el contenido del relato es una proclamación de la salvación para la humanidad. Al presentar a Jesucristo como Hijo en el título de su evangelio, San Marcos nos remite desde el comienzo al misterio de Dios como Padre de Jesucristo. En la escena de Getsemaní, Cristo se dirige a él llamándolo Abba, Padre (Mar 14:36). Dios es también nuestro Padre (Mar 11:25: vuestro Padre del cielo). Al mismo tiempo, en las proclamaciones del Padre acerca del Hijo y en la concepción del reino de Dios, descubrimos que la cristología es el centro del segundo evangelio. Por otra parte, en el conjunto del Evangelio y especialmente en algunos momentos y detalles del mismo (predicciones de la pasión, juicio ante el sanedrín y ante Pilato, cartel sobre la cruz), se descubre un acento particular en la condición sufriente del Mesías e Hijo de Dios, Jesucristo.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas