Lucas 18 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 43 versitos |
1 Les proponía una parábola en orden a que es menester siempre orar y no desfallecer, *
2 diciendo: Había un juez en cierta ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a hombre.
3 Había también en aquella ciudad una viuda, que venía a él y le decía: Hazme justicia de mi contrario.
4 Y por algún tiempo no quería. Pero luego dijo para si: Verdad es que ni temo a Dios ni respeto a hombre;
5 con todo, porque esa viuda me importuna, le haré justicia, no sea que por remate me abofetee.
6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el juez inicuo.
7 ¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche, y se mostrará remiso en su causa?
8 Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero el Hijo del hombre al venir, ¿por ventura hallará tal fe sobre la tierra?
9 Propuso también esta parábola para algunos que presumían de sí como de hombres justos y menospreciaban a los demás: *
10 Dos hombres subieron al templo a orar: el uno fariseo y el otro publicano.
11 El fariseo, de pie, oraba para sí de esta manera: «¡Oh Dios!, gracias te doy porque tío soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, o también como ese publicano;
12 ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo».
13 Mas el publicano, manteniéndose a distancia, no osaba siquiera alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho, diciendo: «¡Oh Dios, ten piedad de este pecador!»
14 Os digo que éste bajó a su casa justificado más bien que aquél; porque lodo el que se exalta será humillado, y el que se humilla será exaltado.
15 Y le presentaban también los tiernos niños para que los tocase; pero viéndolo los discípulos, les reñían. *
16 Mas Jesús los llamó a si, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo estorbéis, pues de los tales es el reino de Dios.
17 En verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como niño, no entrará en él.
18 Y le preguntó cierta persona principal: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para poseer la vida eterna?
19 Díjole Jesús: ¿A qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.
20 Conoces los mandamientos: «No adulteres, no mates, no robes no des falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre» (Ex 20:12-16; Dt 5:16-20).
21 El dijo: Todas estas cosas guardé desde mi juventud.
22 Oyendo esto Jesús, le dijo: Una cosa te falta: vende todo cuanto tienes y distribúyelo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y vuelto acá, sígueme.
23 El, al oír esto, se puso muy triste, porque era enormemente rico.
24 Viéndole Jesús, dijo: ¡Cuan difícilmente los que poseen riquezas entran en el reino de Dios!
25 Más fácil es entrar un camello por un ojo de aguja que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Dijeron los que esto oyeron: ¿Y quién podrá salvarse?
27 El dijo: Lo imposible para los hombres, posible es para Dios.
28 Dijo Pedro: Nosotros ya ves que, dejadas nuestras cosas, te seguimos. *
29 El les dijo: En verdad os digo, nadie hay que dejó casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por causa del reino de Dios,
30 que no lo recobre multiplicado en el tiempo presente, y en el siglo venidero la vida eterna.
31 Tomando consigo a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén, y se cumplirán para el Hijo del hombre todas las cosas escritas por los profetas; *
32 porque será entregado a los gentiles, y escarnecido, y ultrajado, y escupido;
33 y después de azotarle le matarán, y al tercer día resucitará.
34 Y ellos nada de esto entendieron, y era este lenguaje encubierto para ellos, y no sabían lo que se les decía.
35 Y aconteció que, al acercarse él a Jericó, un ciego estaba sentado a la vera del camino mendigando. *
36 y oyendo a la turba que por allí pasaba, preguntaba qué era aquello.
37 Y le enteraron de que pasaba Jesús el de Nazaret.
38 Y se puso a gritar, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.
39 Y los que marchaban delante le increpaban para que se callase. Pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten compasión de mí.
40 Deteniéndose Jesús, mandó que se le trajeran. Y cuando se hubo acercado, le preguntó:
41 ¿Qué quieres haga yo contigo? El dijo: Señor, que recobre la vista.
42 Y Jesús le dijo: Recobra la vista; tu fe te ha salvado.
43 Y al instante la recobró, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, dio alabanzas a Dios.

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Introducción a Lucas




EVANGELIO DE
SAN LUCAS

EL AUTOR. — Un antiquísimo prólogo a los Evangelios escribe: «Lucas, de nación siró, antioqueno, de profesión médico, discípulo de los apóstoles, después siguió a Pablo». En el libro de los Hechos, sin nombrarse, habla repetidas veces de sí usando el plural «nosotros». La primera mención de este «nosotros» ocurre ya, probablemente (según el llamado texto occidental), en Hch_11:27-28 , por estas palabras: «Por aquellos días bajaron de Jerusalén unos profetas a Antioquia, y había grande alegría. Estando nosotros reunidos, levantándose uno de ellos por nombre Agabo…». Esto acontecía hacia el año 40. Y si así es, San Lucas pertenecía a la primera generación de los fieles antioquenos, amaestrados, si no conquistados, por Bernabé. En otras tres ocasiones habla de sí el autor de los Hechos: en el viaje de Tróade a Filipos, durante la segunda misión de San Pablo ( Hch_16:10-17 ); en e' viaje de Filipos a Jerusalén, al fin de la tercera misión ( Hch_20:5-15 ; Hch_21:1-18 ), y en el viaje de Cesárea a Roma ( Hch_27:1-44 ; Hch_28:1-16 ). Durante su primera prisión romana dos veces menciona San Pablo a San Lucas, llamándole su colaborador y médico querido ( Col_4:14 ; Flm_1:24 ). Y en su última prisión, en vísperas de su martirio, recuerda el Apóstol, agradecido, que «sólo Lucas está con él» ( 2Ti_4:11 ).

Su OBRA. — El evangelista médico pudo haber hecho con Bernabé o con Pablo, cuya predicación oral se proponía consignar por escrito, lo que Marcos había hecho no mucho antes con San Pedro: reproducirla simplemente. Mas su cultura helénica le inspiró otros pensamientos, humanamente más altos.

Lucas no había visto al Señor: para conocer su obra y su doctrina hubo de apelar a informaciones ajenas. Y lo hizo en grande escala. Lo que uno ignoraba o no recordaba, lo sabía o recordaba otro. La base o punto de referencia de todos estos datos recogidos era la catequesis oral de Bernabé y de Pablo, que era para Lucas la fuente principal de sus informaciones. Tal es en Lucas la manera característica de enfocar el Evangelio oral: no como obra ya hecha y acabada, sino como documento informativo o fuente de una obra más vasta.

Ya en este acopio de datos y uso de las fuentes se muestra Lucas original. Adquiere nuevo relieve esta originalidad con la composición u ordenación sistemática del material recogido, con las notas cronológicas, que conectan la vida del Salvador con la historia universal; con la sobria elegancia de su lengua y estilo, unida a la más escrupulosa fidelidad en reproducir los documentos históricos.

Otras cualidades pudieran mencionarse que caracterizan la obra de San Lucas, entre las cuales no ocupa el último lugar aquel espíritu de suavidad y delicadeza que le ha merecido el título de
Scriba mansuetudinis Christi.

DESTINATARIOS Y OBJETO. — San Lucas dedica su Evangelio al «excelentísimo Teófilo» (1:3), hombre ilustre recién convertido al cristianismo; pero en realidad se dirige a las iglesias fundadas por San Pablo, principalmente a los fieles venidos de la gentilidad, pero sin olvidar a los judíos. El fin que se propone en la redacción de su Evangelio exprésalo él mismo en el prólogo: «para que reconozcas la firmeza de las enseñanzas que recibiste» (1:4). Más generalmente, la tesis del tercer Evangelio es la universalidad de la salud por Cristo; es el tema de la Epístola de San Pablo a los Romanos: El Evangelio «es una fuerza de Dios ordenada a la salud para todo el que cree» (1:16). Si el Evangelio de San Mateo podría llamarse mesiánico; el de San Marcos, taumatúrgico; el de San Juan, teológico; el de San Lucas es el soteriológico por antonomasia.

ORDEN. — Promete San Lucas escribir su Evangelio «por su orden» (1:3). Este «orden», acorde generalmente con el de San Marcos, es, sin duda, cronológico; mas no es esto precisamente lo que él quiere expresar, sino más bien, como él mismo lo declara en el prólogo, «el trabajo de coordinar [sistemáticamente] una narración»
(1:1). Semejante ordenación lleva consigo algunas veces ciertas inversiones cronológicas. Las más características son ciertas anticipaciones en razón de concluir o redondear una materia antes de pasar a otra diferente. Ejemplo típico de este procedimiento de anticipación es la relación de la prisión de Juan Bautista (3:19-20) antes del relato del bautismo de Jesús (3:21-22), en que ya no se menciona a Juan.

LA LENGUA. — El griego usado por San Lucas es más castizo y elegante que el de los otros evangelistas. Su prólogo es un período cuadrimembre, harmónicamente construido, que recuerda el de Dioscórides a su obra médica. Pero más que por su relativa elegancia interesa la lengua de San Lucas en cuanto es sello de autenticidad y garantía de verdad y escrupulosidad histórica. Su tecnicismo médico señala como autor al «médico querido», compañero de San Pablo. Sus frecuentes términos paulinos delatan al discípulo y colaborador del grande Apóstol. Razón, pues, tiene la tradición cristiana cuando afirma que el autor del tercer Evangelio es Lucas, el médico y discípulo de San Pablo. Más interesantes son todavía los numerosos aramaísmos , que tan rudamente contrastan con el lenguaje que usa San Lucas cuando escribe por su cuenta. Estos aramaísmos son efecto de su escrupulosa fidelidad en utilizar los documentos o en traducir las informaciones oídas en arameo. El tránsito brusco del elegantísimo prólogo a los aramaísmos de los dos primeros capítulos acreditan la verdad histórica del tercer Evangelio.

Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Lucas 18,1-8

La moraleja de esta parábola realista se expresa al principio y al fin: QUE ES MENESTER SIEMPRE ORAR Y NO DESFALLECER (Luc_5:1); porque Dios, SIN TARDAR, HARÁ JUSTICIA A SUS ESCOGIDOS. Esto explica el sentido de la sentencia final. Por una parte, la fuerza de la oración estriba en la fe; por otra, el tiempo de la justicia divina será el segundo advenimiento de Cristo. Pregunta, pues, el Maestro: cuando venga el Hijo del hombre, que será el tiempo de hacer justicia, ¿serán muchos los que, como la mujer de la parábola, clamen a Dios con fe pidiendo justicia contra sus injustos opresores?


Lucas 18,9-14

También esta parábola está encuadrada por la doble expresión, inicial y final, de la moraleja, que es no precisamente la eficacia de la oración, sino el valor de la humildad a los ojos de Dios. El díptico contrapuesto del fariseo soberbio y del publicano humilde es una maravilla.


Lucas 18,15-17

Es un idilio encantador. En la palabra del Maestro se halla expresada la doctrina de la infancia espiritual; y ella nos da la clave de la incredulidad de muchos hombres , que, no resignándose a hacerse niños, se hacen incapaces de entrar en el reino de Dios.


Lucas 18,28-30

La interesada espontaneidad de Pedro provoca la generosa declaración del Maestro, que es un comentario de aquella sentencia: «Buscad el reino de Dios, y esas cosas se os darán por añadidura» (Luc_12:31).


Lucas 18,31-34

Otra vez, con nuevos pormenores, anuncia el Maestro su inminente pasión. Con la clarividencia del Maestro contrasta la incomprensión de los discípulos.


Lucas 18,35

AL ACERCARSE A JERICÓ: la discrepancia entre San Lucas y los otros dos sinópticos, que colocan el milagro a la salida de Jericó (Mat_20:29; Mar_10:46), ha dado lugar a diferentes hipótesis, de conciliación. La más sencilla y conforme a las anticipaciones sistemáticas de San Lucas es que lo referido en los tres primeros versículos (Luc_18:35-37) es anterior a la entrada de Jesús en Jericó; lo narrado en los siguientes (Luc_18:38-43), posterior a su salida.