Lucas 20 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 47 versitos |
1 Y aconteció en uno de aquellos días que, estando él enseñando al pueblo en el templo y anunciando la buena nueva, se presentaron de pronto los sumos sacerdotes y los escribas con los ancianos,*
2 y le hablaron, diciendo: Dinos con qué potestad haces esas cosas o quién es el que te dio esa potestad.
3 Respondiendo, les dijo: Os preguntaré también yo una cosa, y decídmela:
4 ¿El bautismo de Juan era del cielo o de los hombres?
5 Ellos discurrieron para sí, diciéndose: «Si dijéremos: Del cielo, dirá: ¿Por qué no le creísteis?
6 Si, en cambio, dijéremos: De los hombres, el pueblo entero nos apedreará, porque está en la persuasión de que Juan era profeta».
7 Y respondieron no saber de dónde.
8 Y Jesús les dijo: Tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas.
9 Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a unos labradores, y se ausentó de aquel país para bastante tiempo. *
10 Y a su tiempo envió a los labradores un siervo para que le diesen del fruto de la viña; mas los labradores, después de maltratarle a golpes, le despidieron con las manos vacías.
11 Y tornó a enviar otro siervo; mas ellos también a éste, después de maltratarle a golpes y ultrajarle, le despidieron con las manos vacías.
12 Y tornó a enviar otro tercero; mas ellos también a éste, después de herirle, le echaron.
13 Dijo el amo de la viña: ¿Qué voy a hacer? Enviaré a mi hijo querido; tal vez a éste respetarán.
14 En viéndole los labradores, razonaban unos con otros, diciendo: Este es el heredero; matémosle, para que venga a nuestras manos la herencia.
15 Y echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos el dueño de la viña?
16 Vendrá y hará perecer a esos labradores y entregará su viña a otros. Habiendo oído esto, dijeron: ¡No quiera Dios!
17 Mas él, mirándoles fijamente, dijo: ¿Qué significa, pues, esto que está escrito (Sal 117:22-23): «La piedra que desecharon los constructores, ésta vino a ser piedra angular»?
18 Todo el que cayere sobre aquella piedra, se hará trizas; y sobre quien cayere, le triturará.
19 Y trataron los escribas y los sumos sacerdotes de echar las manos en él en aquella misma hora, y temieron al pueblo; porque entendieron que por ellos había dicho esta parábola.
20 Y habiendo estado en acecho, enviaron unos espías que representasen el papel de hombres justos, con el designio de cogerle en alguna palabra, a fin de poderle entregar al poder y jurisdicción del gobernador. *
21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y que no eres aceptador de personas, sino que enseñas con verdad el camino de Dios.
22 ¿Nos es lícito dar tributo a César o no?
23 Calando su bellaquería, les dijo:
24 Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen e inscripción que lleva? Ellos dijeron: De César.
25 El les dijo: Así, pues, pagad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no lograron cogerle en palabra delante del pueblo, y, maravillados de su respuesta, se callaron.
27 Acercándose algunos de los saduceos, los que niegan haber resurrección, le preguntaron,*
28 diciendo: Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Sí el hermano de uno muriere teniendo mujer y sin tener hijos, que su hermano tome a la mujer y suscite prole a su hermano» (Dt 25:5-6).
29 Eranse, pues, siete hermanos. Y el primero, habiendo tomado mujer, murió sin hijos;
30 y el segundo
31 y el tercero la tomaron, y asimismo también los siete; no dejaron hijos y murieron.
32 Posteriormente también la mujer se murió.
33 La mujer, pues, en la resurrección, ¿de cuál de ellos viene a ser mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.
34 y les dijo Jesús: Los hijos de este siglo toman mujer y toman marido;
35 mas los que fueren hallados dignos de tener parte en aquel siglo y en la resurrección de entre los muertos, ni toman mujer ni toman marido;
36 pues ni morir ya pueden, como que son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección.
37 Y en cuanto a que resucitan los muertos, también Moisés lo indicó en el pasaje de «la zarza», en que llama al Señor «el Dios de Abrahán, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob» (Ex 3:6);
38 y no es Dios de muertos, sino de vivos, pues todos viven para él.
39 Y respondiendo algunos de los escribas, dijeron: Maestro, dijiste muy bien.
40 Y fue así que ya no se atrevían más a preguntarle nada.
41 Y les dijo: ¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?*
42 Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos (109:1): «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
43 hasta que ponga tus enemigos como escabel de tus pies».
44 David, pues, le llama Señor, ¿y cómo es hijo suyo?
45 Y oyéndolo todo el pueblo, dijo a los discípulos:
46 Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con su amplio ropaje, y son amigos de los saludos en las plazas, y de los primeros asientos en las sinagogas, y de los primeros puestos en las cenas;
47 que devoran las casas de las viudas so color de recitar largas oraciones; ésos recibirán más rigurosa condenación.

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Introducción a Lucas




EVANGELIO DE
SAN LUCAS

EL AUTOR. — Un antiquísimo prólogo a los Evangelios escribe: «Lucas, de nación siró, antioqueno, de profesión médico, discípulo de los apóstoles, después siguió a Pablo». En el libro de los Hechos, sin nombrarse, habla repetidas veces de sí usando el plural «nosotros». La primera mención de este «nosotros» ocurre ya, probablemente (según el llamado texto occidental), en Hch_11:27-28 , por estas palabras: «Por aquellos días bajaron de Jerusalén unos profetas a Antioquia, y había grande alegría. Estando nosotros reunidos, levantándose uno de ellos por nombre Agabo…». Esto acontecía hacia el año 40. Y si así es, San Lucas pertenecía a la primera generación de los fieles antioquenos, amaestrados, si no conquistados, por Bernabé. En otras tres ocasiones habla de sí el autor de los Hechos: en el viaje de Tróade a Filipos, durante la segunda misión de San Pablo ( Hch_16:10-17 ); en e' viaje de Filipos a Jerusalén, al fin de la tercera misión ( Hch_20:5-15 ; Hch_21:1-18 ), y en el viaje de Cesárea a Roma ( Hch_27:1-44 ; Hch_28:1-16 ). Durante su primera prisión romana dos veces menciona San Pablo a San Lucas, llamándole su colaborador y médico querido ( Col_4:14 ; Flm_1:24 ). Y en su última prisión, en vísperas de su martirio, recuerda el Apóstol, agradecido, que «sólo Lucas está con él» ( 2Ti_4:11 ).

Su OBRA. — El evangelista médico pudo haber hecho con Bernabé o con Pablo, cuya predicación oral se proponía consignar por escrito, lo que Marcos había hecho no mucho antes con San Pedro: reproducirla simplemente. Mas su cultura helénica le inspiró otros pensamientos, humanamente más altos.

Lucas no había visto al Señor: para conocer su obra y su doctrina hubo de apelar a informaciones ajenas. Y lo hizo en grande escala. Lo que uno ignoraba o no recordaba, lo sabía o recordaba otro. La base o punto de referencia de todos estos datos recogidos era la catequesis oral de Bernabé y de Pablo, que era para Lucas la fuente principal de sus informaciones. Tal es en Lucas la manera característica de enfocar el Evangelio oral: no como obra ya hecha y acabada, sino como documento informativo o fuente de una obra más vasta.

Ya en este acopio de datos y uso de las fuentes se muestra Lucas original. Adquiere nuevo relieve esta originalidad con la composición u ordenación sistemática del material recogido, con las notas cronológicas, que conectan la vida del Salvador con la historia universal; con la sobria elegancia de su lengua y estilo, unida a la más escrupulosa fidelidad en reproducir los documentos históricos.

Otras cualidades pudieran mencionarse que caracterizan la obra de San Lucas, entre las cuales no ocupa el último lugar aquel espíritu de suavidad y delicadeza que le ha merecido el título de
Scriba mansuetudinis Christi.

DESTINATARIOS Y OBJETO. — San Lucas dedica su Evangelio al «excelentísimo Teófilo» (1:3), hombre ilustre recién convertido al cristianismo; pero en realidad se dirige a las iglesias fundadas por San Pablo, principalmente a los fieles venidos de la gentilidad, pero sin olvidar a los judíos. El fin que se propone en la redacción de su Evangelio exprésalo él mismo en el prólogo: «para que reconozcas la firmeza de las enseñanzas que recibiste» (1:4). Más generalmente, la tesis del tercer Evangelio es la universalidad de la salud por Cristo; es el tema de la Epístola de San Pablo a los Romanos: El Evangelio «es una fuerza de Dios ordenada a la salud para todo el que cree» (1:16). Si el Evangelio de San Mateo podría llamarse mesiánico; el de San Marcos, taumatúrgico; el de San Juan, teológico; el de San Lucas es el soteriológico por antonomasia.

ORDEN. — Promete San Lucas escribir su Evangelio «por su orden» (1:3). Este «orden», acorde generalmente con el de San Marcos, es, sin duda, cronológico; mas no es esto precisamente lo que él quiere expresar, sino más bien, como él mismo lo declara en el prólogo, «el trabajo de coordinar [sistemáticamente] una narración»
(1:1). Semejante ordenación lleva consigo algunas veces ciertas inversiones cronológicas. Las más características son ciertas anticipaciones en razón de concluir o redondear una materia antes de pasar a otra diferente. Ejemplo típico de este procedimiento de anticipación es la relación de la prisión de Juan Bautista (3:19-20) antes del relato del bautismo de Jesús (3:21-22), en que ya no se menciona a Juan.

LA LENGUA. — El griego usado por San Lucas es más castizo y elegante que el de los otros evangelistas. Su prólogo es un período cuadrimembre, harmónicamente construido, que recuerda el de Dioscórides a su obra médica. Pero más que por su relativa elegancia interesa la lengua de San Lucas en cuanto es sello de autenticidad y garantía de verdad y escrupulosidad histórica. Su tecnicismo médico señala como autor al «médico querido», compañero de San Pablo. Sus frecuentes términos paulinos delatan al discípulo y colaborador del grande Apóstol. Razón, pues, tiene la tradición cristiana cuando afirma que el autor del tercer Evangelio es Lucas, el médico y discípulo de San Pablo. Más interesantes son todavía los numerosos aramaísmos , que tan rudamente contrastan con el lenguaje que usa San Lucas cuando escribe por su cuenta. Estos aramaísmos son efecto de su escrupulosa fidelidad en utilizar los documentos o en traducir las informaciones oídas en arameo. El tránsito brusco del elegantísimo prólogo a los aramaísmos de los dos primeros capítulos acreditan la verdad histórica del tercer Evangelio.

Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Lucas 20,1

EN UNO DE AQUELLOS DÍAS: era el martes 12 del mes de Nisán. Se inicia un ataque general de todos los adversarios, empeñados en sonsacar a Jesús alguna palabra comprometedora que justificase ante el pueblo la sentencia de muerte que contra él tenían ya decretada. Rompen el fuego los sanhedritas en peso. Su plan no estaba mal tramado; pero una sencilla contrapregunta de Jesús lo desbarató completamente.


Lucas 20,9-19

Es la más trágica, y tal vez la más hábil e intencionada, de todas las parábolas de Jesús. Partiendo de unas palabras de Isaías y acabando con otras de los Salmos, sintetiza en ella el Maestro la historia pasada y la suerte futura de Israel. En ella responde veladamente a la insidiosa pregunta formulada anteriormente por los sanhedritas sobre los poderes con que obraba. Estos poderes son los del Hijo de Dios, enviado por su Padre. El pueblo parece no haberla entendido, pero bien la entendieron aquellos contra quienes iba dirigida.


Lucas 20,20-26

Derrotados los sanhedritas, quieren probar fortuna otros adversarios, que, según San Mateo (Mat_22:15-16) y San Marcos (Mar_12:13), eran los fariseos, confabulados con los herodianos. Dejando el tono autoritario que habían empleado los sanhedritas, apelan a la lisonja y, envuelta en zalamerías, formulan la pregunta más capciosa y comprometedora. Pero la astucia humana es impotente ante la sabiduría de Dios. Con actitud imperativa, Jesús les obliga a dar ellos mismos la respuesta, que había de ser la base de toda la política cristiana.


Lucas 20,27-40

Entran en escena LOS SADUCEOS, esos materialistas y epicúreos que indignamente desempeñaban las funciones sacerdotales. Proponen su argumento Aquiles contra la inmortalidad del alma, que ellos confundían con la resurrección de la carne. La respuesta del Maestro es doble: negativa y positiva. No contento con deshacer el burdo sofisma, demuestra por el testimonio del Pentateuco, única Escritura divina admitida por los saduceos, la inmortalidad del alma y la futura resurrección. Los mismos escribas hubieron de aplaudir lo certero de la respuesta.


Lucas 20,41-44

Reducidos ya al silencio todos los adversarios, es, finalmente, Jesús quien toma la ofensiva. Primero, con una pregunta, al parecer inofensiva, sobre la filiación del Mesías. La respuesta se imponía fatalmente. Mas los que la formularon no previeron la inesperada consecuencia que con evidencia fulgurante iba a sacar Jesús: que el Mesías, el mismo Jesús, era algo más que hijo de David.