Juan  13 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 38 versitos |
1 El día antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo. Jesús que era llegada su hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiese amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. *
2 Y comenzada la cena, como ya el diablo hubiese puesto en el corazón a Judas, hijo de Simón, el Iscariote, que le entregase, *
3 sabiendo que todas las cosas las entregó el Padre en sus manos y que de Dios salió y a Dios vuelve, *
4 levántase de la cena y deja los vestidos, y tomando un lienzo, ciñóse con él.
5 Luego echa agua en un barreño, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y enjugarlos con el lienzo con que estaba ceñido.
6 Llega, pues, a Simón Pedro. Y dícele éste: Señor, ¿tú a mí lavas los pies?
7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo entenderás después.
8 Pedro le dice: No lavarás mis pies nunca jamás. Respondióle Jesús: Si no te lavo, no tienes parte conmigo.
9 Dícele Simón Pedro: Señor, no mis pies solamente, sino también las manos y la cabeza.
10 Dícele Jesús: El que se ha bañado no necesita lavarse sino los pies; antes bien, está limpio todo. Y vosotros limpios estáis, aunque no todos,
11 Pues conocía al que le entregaba; por esto dijo: «No todos estáis limpios».
12 Pues como les hubo lavado los pies, tomó sus vestiduras y, puesto de nuevo a la mesa, les dijo: ¿Entendéis qué es lo que he hecho con vosotros?
13 Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, pues lo soy.
14 Si, pues, os lavé los pies yo, el Señor y el Maestro, también vosotros debéis unos a otros lavaros los pies.
15 Porque ejemplo os di, para que como yo hice con vosotros, así vosotros lo hagáis.
16 En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el enviado mayor que el que le envió.
17 Si esto sabéis, bienaventurados sois si lo hiciereis.
18 No de todos vosotros lo digo: yo sé a quiénes me escogí; mas se había de cumplir la Escritura (Sal 40:10): «El que come mi pan, levantó contra mí su calcañar».
19 Desde ahora os lo digo, antes de que suceda, para que, cuando sucediere, creáis que yo soy.
20 En verdad, en verdad os digo: quien recibe al que yo envío, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me envió.
21 En diciendo esto, Jesús se conturbó en su espíritu y declaró y dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.
22 Se miraban unos a otros los discípulos, perplejos por no saber de quién lo decía.
23 Estaba recostado en el seno de Jesús uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba. *
24 Hácele, pues, señas Simón Pedro: Di quién es aquel de quien habla.
25 El, dejándose caer confiadamente sobre el pecho de Jesús, le dice; Señor, ¿quién es?
26 Responde, pues, Jesús: Aquel es a quien daré el bocado que voy a mojar. Mojando, pues, el bocado, lo toma y da a Judas, hijo de Simón Iscariote.
27 Y tras el bocado, en el mismo instante entró en él Satanás. Dícele, pues, Jesús: Lo que vas a hacer, date prisa en hacerlo.
28 Esto nadie de los que estaban a la mesa entendió para qué se lo dijo;
29 pues pensaban algunos que, como Judas guardaba la bolsa, le decía Jesús: «Compra las cosas de que tenemos necesidad para la fiesta», o que diera algo a los pobres.
30 En habiendo, pues, tomado el bocado, se salió él inmediatamente. Era de noche.
31 Cuando, pues, hubo salido, dice Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en él.
32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios, a su vez, le glorificará en sí, y presto le glorificará.
33 Hijuelos, ya poco tiempo estoy con vosotros. Me buscaréis, y como dije a los judíos que «a donde yo voy, vosotros no podéis venir» (Jn 7:33; 8:21), también a vosotros os lo digo ahora.
34 Un nuevo mandamiento os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también vosotros os améis mutuamente. *
35 En eso conocerán todos que sois discípulos míos, si os tuviereis amor unos a otros.
36 Dícele Simón Pedro: Señor, ¿adonde te vas? Respondió Jesús: A donde voy no puedes ahora seguirme, pero me seguirás más tarde.
37 Dícele Pedro: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Mi vida daré por ti.
38 Responde Jesús: ¿Tu vida por mí darás? En verdad, en verdad te digo, no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.

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Introducción a Juan 




EVANGELIO DE
SAN JUAN

EL AUTOR. — San Juan, discípulo del Bautista, fue uno de' los dos primeros que entraron en contacto con Jesús. Meses más tarde fue uno de los cuatro primeros llamados a seguir a Jesús como discípulos. Elegido luego entre los Doce, mereció del Maestro especiales muestras de confianza. Pero sus dos mayores privilegios fueron el haber reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y el haber sido el representante y prototipo de los espirituales hijos de Marta. Merece consignarse el hecho de que, hasta la dispersión de los Doce, Juan y Pedro forman como una bina inseparable. Después de la muerte de San Pablo se retiró a Efeso para hacerse cargo de las Iglesias del Asia proconsular. Relegado por Domiciano a la isla de Patmos, pudo poco después, en tiempo de Nerva, volver a Efeso, donde murió ya muy anciano, después del año 98. En la primitiva Iglesia era designado con el título de Juan el Presbítero, que luego se trocó en el de Juan el teólogo. Su OBRA. — En un principio, Juan adoptaría el esquema de predicación evangélica prefijado por Pedro. Mas pasaron los tiempos, y las herejías nacientes hicieron necesario completar el Evangelio sinóptico. El cambio sufrido por la predicación escrita de Pablo, desde las Epístolas a los Tesalonicenses hasta la Epístola a los Efesios, hubo de operarse a su modo en el Evangelio oral. Los que, como Juan, conocían personalmente el material evangélico, no necesitaron, como Lucas, de instrucciones complementarias, sino que, sacando del inagotable tesoro de su memoria, pudieron incorporarlas a la predicación oral. Trasladado precisamente al Asia proconsular, y concretamente a Efeso, en contacto con los destinatarios de las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, San Juan hubo de adaptar su Evangelio oral a la mentalidad de sus nuevos oyentes. Los hechos y dichos omitidos por los Sinópticos, señaladamente la predicación del Señor en Jerusalén, parecieron a Juan responder admirablemente a las necesidades o preocupaciones de aquellas Iglesias. De ahí la nueva forma que tomó el Evangelio oral. Más tarde, ya fuera por propia iniciativa, ya por ruegos ajenos, se determinó a poner por escrito su Evangelio oral. Y bien porque su predicación oral se había ido desprendiendo gradualmente del material sinóptico, ya suficientemente conocido, bien porque, publicados los Evangelios sinópticos, no quiso repetir lo que en ellos estaba ya narrado, el hecho es que el Evangelio escrito de San Juan se mantiene al margen de la tradición sinóptica, que sólo incidentalmente toca para precisarla o completarla. CARÁCTER. — Habían pasado más de sesenta años desde la ascensión del Maestro. Con la constante predicación evangélica, y más aún con la profunda contemplación, Juan había convertido en sustancia propia el Evangelio. La palabra de Jesús se había encamado en la palabra de Juan, y la fusión de ambas palabras dio origen a la palabra personal, inimitable, del discípulo amado. Bajo el influjo transformador del Maestro, los relámpagos del «Hijo del trueno» se habían trocado en plácida luz de mediodía. Los ancianos viven de recuerdos, y Juan «el Anciano» vivía enteramente de los recuerdos del Maestro. Recuerdos de anciano, pero envueltos en una atmósfera de luz difusa y cálida. Realidad ideal, historia trascendente: tal es el cuarto Evangelio. Hechos que son signos, hechos que son palabra: tales son los que caracterizan la narración de Juan, en que se dan la mano historicidad y simbolismo. EL ESTILO. — Lo primero que llama la atención en el estilo de Juan es la atomización del pensamiento. En vez del período clásico, que señala la jerarquía de las frases y pone de relieve el pensamiento principal, nos hallamos con una serie desligada y casi anárquica de incisos, en que lo principal y lo secundario aparecen en un mismo plano.

Más, afortunadamente, todo ese embrollo no pasa de la corteza. A poco que se ahonde, pronto se encuentra el hilo conductor que nos guíe en ese laberinto. Aquellas frases vibrantes, expresión del pensamiento fundamental, repetidas, sabiamente distribuidas y progresivamente desarrolladas, comunican tal luz a todo el conjunto y tal relieve a sus partes, que, en virtud de este influjo, los diminutos incisos parece se buscan y llaman unos a otros, y se traban y se combinan jerárquicamente hasta construir períodos harmónicos, luminosos.

Pero estas repeticiones no se limitan a reproducir una frase, un pensamiento más o menos fundamental. Este sistema de repeticiones, en que a intervalos reaparece el mismo pensamiento, cada vez enriquecido con elementos nuevos, constituye una manera original de síntesis.

Tal es la ley, tal el principio sintético que regula el estilo de San Juan: es una especie de reproducción progresiva, una ondulación concéntrica del pensamiento, que, sin perder su fisonomía original, crece y se agranda. Colocados en el centro mismo, obtenemos la presencia simultánea de toda la verdad y de todas las fases de su desenvolvimiento en nuestro espíritu.
ORDEN Y PLAN. — El orden del cuarto Evangelio es estrictamente cronológico. Habla explícitamente de tres Pascuas, que encuadran la vida pública de Jesús; y si la fiesta mencionada en 5:1 no es otra Pascua, presupone una Pascua intermedia entre 2:13 y 6:4. Suponer una inversión de los capítulos 5 y 6 es un recurso indocumentado. El cuarto Evangelio es un choque entre la luz y las tinieblas. De ahí la división en dos partes: lucha verbal (1:12), lucha sangrienta (13:21). La luz triunfa de las tinieblas con la difusión de sus claridades doctrinales y con la resurrección a vida eterna.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Juan  13,1

EL DÍA ANTES DE LA FIESTA: parece que aquel año hubo discrepancia en la celebración de la Pascua. La mayoría de los judíos la celebraron el jueves-viernes (Pascua real); los sacerdotes, el viernes-sábado (Pascua oficial). San Juan, refiriéndose a ésta, llama DÍA ANTES DE LA FIESTA el que los Sinópticos llaman «primer día de los Ázimos» o de la Pascua real.

|| HASTA EL EXTREMO: hasta el colmo, hasta lo sumo.


Juan  13,2

COMENZADA LA CENA: entendiendo cena en sentido amplio, desde que se escanciaba la primera copa de vino, el lavatorio de los pies pudo seguir inmediatamente al de las manos, que precedía la comida del cordero.


Juan  13,3

SABIENDO…: el Hijo de Dios se humilla a ejercer un oficio servil con plena conciencia de su grandeza divina.


Juan  13,23-26

En la cena pascual los comensales estaban recostados sobre lechos o divanes. Con qué orden, no lo sabemos. De lo que dice el evangelista deducimos que Juan estaba a la derecha o delante de Jesús. Pedro estaba en sitio desde donde podía entenderse por señas con Juan. Judas no estaba muy lejos de Jesús, para poder recibir el bocado que le ofreció. Lo demás son conjeturas más o menos plausibles.


Juan  13,34

El mandamiento del amor era: «Amarás a tu prójimo corrió a ti mismo»; ahora es: «Os amaréis COMO YO OS HE AMADO». De ahí su novedad.