Juan  21 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 25 versitos |
1 Tras esto se manifestó Jesús otra A vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Y se manifestó así.
2 Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, el llamado Dídimo, y Natanael de Cana de Galilea, y los hijos del Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
3 Y díceles Simón Pedro: Voy a pescar. Dícenle: Vamos también nosotros contigo. Salieron y subieron a la barca. Y en toda la noche no pescaron nada.
4 Y siendo ya de mañanita, se presentó Jesús en la ribera; los discípulos, empero, no conocieron que era Jesús.
5 Díceles, pues, Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo de vianda? Respondiéronle: No. *
6 El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Echáronla, pues, y ya no podían arrastrarla por la gran cantidad de peces.
7 Dice, pues, aquel discípulo a quien amaba Jesús a Pedro: Es el Señor. Simón Pedro, pues, así que oyó ser el Señor, ciñóse la ropa exterior, pues otra ropa no llevaba, y echóse al mar. *
8 Los otros discípulos vinieron en la barca —pues no estaban lejos de tierra, sino que distaban unos doscientos codos—, arrastrando la red de los peces. *
9 Cuando saltaron a tierra, vieron brasas puestas y un pescado sobre ellas, y pan. Diceles Jesús:
10 Traed acá de los pescados que acabáis de coger. *
11 Subió Simón Pedro y arrastró hasta la playa la red llena de peces grandes, que eran ciento cincuenta y tres. Y con ser tantos, no se rompió la red.
12 Díceles Jesús: Venid, almorzad. Y nadie de los discípulos osaba interrogarle: «¿Tú quién eres?», sabiendo que era el Señor.
13 Viene Jesús y toma el pan y se lo reparte, y asimismo el pescado.
14 Esta fue ya la tercera vez que se manifestó Jesús a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. *
15 Cuando, pues, hubieron almorzado, dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Dícele: Sí, Señor; tú sabes que te quiero. Dícele: Apacienta mis corderos. *
16 Tórnale a decir segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Dícele: Sí, Señor; tú sabes que te quiero. Dícele: Pastorea mis ovejas.
17 Dícele por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Entristecióse Pedro, porque le dijo por tercera vez: «¿Me quieres?», y le dijo: Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero. Dicele Jesús: Apacienta mis ovejas,
18 En verdad, en verdad te digo: Cuando eras más joven, tú mismo te ceñías y andabas donde querías; mas cuando hayas envejecido, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras. *
19 Esto dijo significando con qué género de muerte había él de glorificar a Dios. Y habiendo dicho esto, le dice: Sígueme. *
20 Vuelto Pedro, ve que le seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se recostó en su pecho, y dijo: «Señor, ¿quién es el que te entrega?»
21 A éste, pues, como hubiese visto Pedro, dice a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Dícele Jesús:
22 Si quisiere yo que éste quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.
23 Divulgóse, pues, entre los discípulos esta voz: que «el discípulo aquel no muere». Y no le dijo Jesús: «No muere», sino «Si quisiere yo que éste quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?»*
24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y el que las escribió; y sabemos que su testimonio es verídico. *
25 Hay, además de éstas, otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por una, ni en todo el mundo creo que cabrían los libros que se escribieran.

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Introducción a Juan 




EVANGELIO DE
SAN JUAN

EL AUTOR. — San Juan, discípulo del Bautista, fue uno de' los dos primeros que entraron en contacto con Jesús. Meses más tarde fue uno de los cuatro primeros llamados a seguir a Jesús como discípulos. Elegido luego entre los Doce, mereció del Maestro especiales muestras de confianza. Pero sus dos mayores privilegios fueron el haber reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y el haber sido el representante y prototipo de los espirituales hijos de Marta. Merece consignarse el hecho de que, hasta la dispersión de los Doce, Juan y Pedro forman como una bina inseparable. Después de la muerte de San Pablo se retiró a Efeso para hacerse cargo de las Iglesias del Asia proconsular. Relegado por Domiciano a la isla de Patmos, pudo poco después, en tiempo de Nerva, volver a Efeso, donde murió ya muy anciano, después del año 98. En la primitiva Iglesia era designado con el título de Juan el Presbítero, que luego se trocó en el de Juan el teólogo. Su OBRA. — En un principio, Juan adoptaría el esquema de predicación evangélica prefijado por Pedro. Mas pasaron los tiempos, y las herejías nacientes hicieron necesario completar el Evangelio sinóptico. El cambio sufrido por la predicación escrita de Pablo, desde las Epístolas a los Tesalonicenses hasta la Epístola a los Efesios, hubo de operarse a su modo en el Evangelio oral. Los que, como Juan, conocían personalmente el material evangélico, no necesitaron, como Lucas, de instrucciones complementarias, sino que, sacando del inagotable tesoro de su memoria, pudieron incorporarlas a la predicación oral. Trasladado precisamente al Asia proconsular, y concretamente a Efeso, en contacto con los destinatarios de las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, San Juan hubo de adaptar su Evangelio oral a la mentalidad de sus nuevos oyentes. Los hechos y dichos omitidos por los Sinópticos, señaladamente la predicación del Señor en Jerusalén, parecieron a Juan responder admirablemente a las necesidades o preocupaciones de aquellas Iglesias. De ahí la nueva forma que tomó el Evangelio oral. Más tarde, ya fuera por propia iniciativa, ya por ruegos ajenos, se determinó a poner por escrito su Evangelio oral. Y bien porque su predicación oral se había ido desprendiendo gradualmente del material sinóptico, ya suficientemente conocido, bien porque, publicados los Evangelios sinópticos, no quiso repetir lo que en ellos estaba ya narrado, el hecho es que el Evangelio escrito de San Juan se mantiene al margen de la tradición sinóptica, que sólo incidentalmente toca para precisarla o completarla. CARÁCTER. — Habían pasado más de sesenta años desde la ascensión del Maestro. Con la constante predicación evangélica, y más aún con la profunda contemplación, Juan había convertido en sustancia propia el Evangelio. La palabra de Jesús se había encamado en la palabra de Juan, y la fusión de ambas palabras dio origen a la palabra personal, inimitable, del discípulo amado. Bajo el influjo transformador del Maestro, los relámpagos del «Hijo del trueno» se habían trocado en plácida luz de mediodía. Los ancianos viven de recuerdos, y Juan «el Anciano» vivía enteramente de los recuerdos del Maestro. Recuerdos de anciano, pero envueltos en una atmósfera de luz difusa y cálida. Realidad ideal, historia trascendente: tal es el cuarto Evangelio. Hechos que son signos, hechos que son palabra: tales son los que caracterizan la narración de Juan, en que se dan la mano historicidad y simbolismo. EL ESTILO. — Lo primero que llama la atención en el estilo de Juan es la atomización del pensamiento. En vez del período clásico, que señala la jerarquía de las frases y pone de relieve el pensamiento principal, nos hallamos con una serie desligada y casi anárquica de incisos, en que lo principal y lo secundario aparecen en un mismo plano.

Más, afortunadamente, todo ese embrollo no pasa de la corteza. A poco que se ahonde, pronto se encuentra el hilo conductor que nos guíe en ese laberinto. Aquellas frases vibrantes, expresión del pensamiento fundamental, repetidas, sabiamente distribuidas y progresivamente desarrolladas, comunican tal luz a todo el conjunto y tal relieve a sus partes, que, en virtud de este influjo, los diminutos incisos parece se buscan y llaman unos a otros, y se traban y se combinan jerárquicamente hasta construir períodos harmónicos, luminosos.

Pero estas repeticiones no se limitan a reproducir una frase, un pensamiento más o menos fundamental. Este sistema de repeticiones, en que a intervalos reaparece el mismo pensamiento, cada vez enriquecido con elementos nuevos, constituye una manera original de síntesis.

Tal es la ley, tal el principio sintético que regula el estilo de San Juan: es una especie de reproducción progresiva, una ondulación concéntrica del pensamiento, que, sin perder su fisonomía original, crece y se agranda. Colocados en el centro mismo, obtenemos la presencia simultánea de toda la verdad y de todas las fases de su desenvolvimiento en nuestro espíritu.
ORDEN Y PLAN. — El orden del cuarto Evangelio es estrictamente cronológico. Habla explícitamente de tres Pascuas, que encuadran la vida pública de Jesús; y si la fiesta mencionada en 5:1 no es otra Pascua, presupone una Pascua intermedia entre 2:13 y 6:4. Suponer una inversión de los capítulos 5 y 6 es un recurso indocumentado. El cuarto Evangelio es un choque entre la luz y las tinieblas. De ahí la división en dos partes: lucha verbal (1:12), lucha sangrienta (13:21). La luz triunfa de las tinieblas con la difusión de sus claridades doctrinales y con la resurrección a vida eterna.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Juan  21,5

VIANDA o companage: término de suyo genérico, pero que concretamente solía entenderse del pescado.


Juan  21,7

LA ROPA EXTERIOR: el término original designa una especie de bata o blusa sin mangas, que solía ponerse sobre la túnica; pero que era ahora la única ropa que Pedro llevaba.


Juan  21,8

DOSCIENTOS CODOS: unos 100 metros.


Juan  21,10

TRAED ACÁ DE LOS PESCADOS: no para el almuerzo, que ya estaba preparado, sino para comprobación del milagro.


Juan  21,14

ESTA FUE LA TERCERA APARICIÓN A LOS DICÍPULOS juntos. No se cuentan las apariciones a algunos en particular.


Juan  21,15-17

Es impresionante el ritmo ternario de este diálogo: tres preguntas con sus respuestas, seguidas de tres encomiendas. Jesús había prometido a Pedro la autoridad suprema sobre su Iglesia; pero Pedro con su triple negación había desmerecido la dignidad prometida. Reparar la triple negación con una triple declaración de amor; ratificar y hacer efectiva la promesa: tal es el objeto y el contenido de este diálogo. APACIENTA MIS CORDEROS, PASTOREA MIS OVEJAS (u ovejuelas), APACIENTA MIS OVEJAS. Jesús había dicho: «Un solo rebaño, un solo Pastor» (Jua_10:16). El Pastor, el único Pastor, es él, Jesús, que ahora, a punto de subir al Padre, deja su rebaño en manos de Pedro, para que él haga lo que Jesús hiciera por sí mismo si no se ausentara. Bajo esta hermosa imagen, Cristo confiere a Pedro la autoridad suprema sobre todo su rebaño, el primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia. Y como esta autoridad se confiere a Pedro no para su honor personal, sino para el bien del rebaño, cuando Pedro muera, otro sucederá que recoja su herencia primacial, que gobierne el rebaño de Cristo como Pastor soberano.


Juan  21,18

EXTENDERÁS TUS MANOS: cuando esto escribía Juan hacía ya más de treinta años que Pedro había extendido sus manos en la cruz para glorificar a Dios con una muerte parecida a la del Maestro. Con el cumplimiento entendió Juan el sentido de la enigmática profecía.


Juan  21,19

Había dicho Jesús a Pedro: «A donde voy no puedes seguirme ahora; pero me seguirás más tarde» (Jua_13:36). Pedro comprendió qué era «seguir» al Maestro, y replicó animoso: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Mi vida daré por ti» (Jua_13:37). Por esto cuando ahora le dice Jesús: SÍGUEME, entendió que el Maestro le invitaba a seguirle en la muerte de cruz. Y para manifestar que aceptaba la invitación siguió en pos de Jesús.


Juan  21,23

Tal vez escribió Juan este capítulo adicional para desacreditar el rumor de que el discípulo amado no había de morir.


Juan  21,24

SABEMOS…: supuesto el anónimo que mantiene el autor en todo el Evangelio, este plural sabemos parece ser una figura de lenguaje, cuyo sentido sería: «tengo yo conciencia, y todos saben, que mi testimonio es verídico». Si es algo difícil este uso del plural, mucho más difícil resulta creer que los que hablan en este segundo epílogo sean los presbíteros de Efeso, que, sin previo aviso y sin la menor indicación, den testimonio de la autenticidad y de la veracidad del cuarto Evangelio.