Juan  3 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 36 versitos |
1 Había un hombre de la secta de los fariseos llamado Nicodemo, magistrado de los judíos. *
2 Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que vienes de parte de Dios como maestro; porque nadie puede hacer esas señales que tú haces, si Dios no está con él. *
3 Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo: si uno no fuere engendrado de nuevo, no puede ver el reino de Dios. *
4 Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede un hombre nacer, si ya es Viejo? ¿Acaso puede entrar segunda vez en el seno de su madre y nacer?
5 Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo: quien no naciere de agua y Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. *
6 Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es.
7 No te maravilles de que te haya dicho: Es necesario que nazcáis de nuevo.
8 El aire sopla donde quiere, y oyes su voz, y no sabes de dónde viene ni adonde va; así es todo el que ha nacido del Espíritu. *
9 Respondió Nicodemo y dijo: ¿Cómo puede ser eso?
10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Tú eres el maestro de Israel, y esto no sabes? *
11 En verdad, en verdad te digo que lo que sabemos, esto hablamos; y lo que hemos visto, esto testificamos; y nuestro testimonio no lo aceptáis. *
12 Si cuando os he dicho cosas terrenas no me creéis, ¿cómo me vais a creer si os dijere cosas celestiales?*
13 Y nadie ha subido al cielo, si no es el que ha bajado del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. *
14 Y como Moisés puso en alto la serpiente en el desierto, así es necesario que sea puesto en alto el Hijo del hombre,*
15 para que todo el que crea en él alcance la vida eterna.
16 Porque así amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el que crea en él no perezca, sino alcance la vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
18 Quien cree en él, no es juzgado; quien no cree, ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del Unigénito Hijo de Dios. *
19 Este es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y amaron los hombres más las tinieblas que la luz, porque eran malas sus obras.
20 Porque todo el que obra el mal, aborrece la luz, y no viene a la luz, para que no sean puestas en descubierto sus obras;
21 mas el que obra la verdad, viene a la luz, para que se manifiesten sus obras como hechas en Dios.
22 Después de esto vino Jesús, y con él sus discípulos, a la región de Judea; y allí moraba con ellos y bautizaba. *
23 Juan también seguía bautizando en Enón, cerca de Salim, porque había allí aguas abundantes; y acudía gente, y eran bautizados;
24 porque todavía Juan no había sido echado en la cárcel.
25 Se originó, pues, una contienda de parte de los discípulos de Juan con un judío acerca de la ablución.
26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, aquel que estaba contigo a la otra parte del Jordán, a favor de quien tú diste testimonio, mira, él bautiza y todos acuden a él.
27 Respondió Juan y dijo: No puede un hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo.
28 Vosotros mismos me sois testigos que dije: «No soy yo el Mesías», sino «He sido enviado delante de él».
29 Quien tiene la esposa, éste es el esposo; mas el amigo del esposo, el que asiste y oye su voz, se goza en gran manera por la voz del esposo. Así, pues, este gozo mío ha sido cumplido.
30 El conviene que crezca, yo que disminuya.
31 El que viene de arriba está por encima de lodos; el que es de la tierra, de la tierra es y de la tierra habla. El que viene del cielo está por encima de todos. *
32 Lo que ha visto y oído, esto testifica, y su testimonio nadie lo acepta. *
33 El que acepta su testimonio pone un sello a la veracidad de Dios. *
34 Porque aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios; porque no con medida da el Espíritu. *
35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en sus manos.
36 Quien cree en el Hijo posee vida eterna, mas el que niega su fe al Hijo no gozará la vida, antes la ira de Dios pesa sobre él.

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Introducción a Juan 




EVANGELIO DE
SAN JUAN

EL AUTOR. — San Juan, discípulo del Bautista, fue uno de' los dos primeros que entraron en contacto con Jesús. Meses más tarde fue uno de los cuatro primeros llamados a seguir a Jesús como discípulos. Elegido luego entre los Doce, mereció del Maestro especiales muestras de confianza. Pero sus dos mayores privilegios fueron el haber reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y el haber sido el representante y prototipo de los espirituales hijos de Marta. Merece consignarse el hecho de que, hasta la dispersión de los Doce, Juan y Pedro forman como una bina inseparable. Después de la muerte de San Pablo se retiró a Efeso para hacerse cargo de las Iglesias del Asia proconsular. Relegado por Domiciano a la isla de Patmos, pudo poco después, en tiempo de Nerva, volver a Efeso, donde murió ya muy anciano, después del año 98. En la primitiva Iglesia era designado con el título de Juan el Presbítero, que luego se trocó en el de Juan el teólogo. Su OBRA. — En un principio, Juan adoptaría el esquema de predicación evangélica prefijado por Pedro. Mas pasaron los tiempos, y las herejías nacientes hicieron necesario completar el Evangelio sinóptico. El cambio sufrido por la predicación escrita de Pablo, desde las Epístolas a los Tesalonicenses hasta la Epístola a los Efesios, hubo de operarse a su modo en el Evangelio oral. Los que, como Juan, conocían personalmente el material evangélico, no necesitaron, como Lucas, de instrucciones complementarias, sino que, sacando del inagotable tesoro de su memoria, pudieron incorporarlas a la predicación oral. Trasladado precisamente al Asia proconsular, y concretamente a Efeso, en contacto con los destinatarios de las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, San Juan hubo de adaptar su Evangelio oral a la mentalidad de sus nuevos oyentes. Los hechos y dichos omitidos por los Sinópticos, señaladamente la predicación del Señor en Jerusalén, parecieron a Juan responder admirablemente a las necesidades o preocupaciones de aquellas Iglesias. De ahí la nueva forma que tomó el Evangelio oral. Más tarde, ya fuera por propia iniciativa, ya por ruegos ajenos, se determinó a poner por escrito su Evangelio oral. Y bien porque su predicación oral se había ido desprendiendo gradualmente del material sinóptico, ya suficientemente conocido, bien porque, publicados los Evangelios sinópticos, no quiso repetir lo que en ellos estaba ya narrado, el hecho es que el Evangelio escrito de San Juan se mantiene al margen de la tradición sinóptica, que sólo incidentalmente toca para precisarla o completarla. CARÁCTER. — Habían pasado más de sesenta años desde la ascensión del Maestro. Con la constante predicación evangélica, y más aún con la profunda contemplación, Juan había convertido en sustancia propia el Evangelio. La palabra de Jesús se había encamado en la palabra de Juan, y la fusión de ambas palabras dio origen a la palabra personal, inimitable, del discípulo amado. Bajo el influjo transformador del Maestro, los relámpagos del «Hijo del trueno» se habían trocado en plácida luz de mediodía. Los ancianos viven de recuerdos, y Juan «el Anciano» vivía enteramente de los recuerdos del Maestro. Recuerdos de anciano, pero envueltos en una atmósfera de luz difusa y cálida. Realidad ideal, historia trascendente: tal es el cuarto Evangelio. Hechos que son signos, hechos que son palabra: tales son los que caracterizan la narración de Juan, en que se dan la mano historicidad y simbolismo. EL ESTILO. — Lo primero que llama la atención en el estilo de Juan es la atomización del pensamiento. En vez del período clásico, que señala la jerarquía de las frases y pone de relieve el pensamiento principal, nos hallamos con una serie desligada y casi anárquica de incisos, en que lo principal y lo secundario aparecen en un mismo plano.

Más, afortunadamente, todo ese embrollo no pasa de la corteza. A poco que se ahonde, pronto se encuentra el hilo conductor que nos guíe en ese laberinto. Aquellas frases vibrantes, expresión del pensamiento fundamental, repetidas, sabiamente distribuidas y progresivamente desarrolladas, comunican tal luz a todo el conjunto y tal relieve a sus partes, que, en virtud de este influjo, los diminutos incisos parece se buscan y llaman unos a otros, y se traban y se combinan jerárquicamente hasta construir períodos harmónicos, luminosos.

Pero estas repeticiones no se limitan a reproducir una frase, un pensamiento más o menos fundamental. Este sistema de repeticiones, en que a intervalos reaparece el mismo pensamiento, cada vez enriquecido con elementos nuevos, constituye una manera original de síntesis.

Tal es la ley, tal el principio sintético que regula el estilo de San Juan: es una especie de reproducción progresiva, una ondulación concéntrica del pensamiento, que, sin perder su fisonomía original, crece y se agranda. Colocados en el centro mismo, obtenemos la presencia simultánea de toda la verdad y de todas las fases de su desenvolvimiento en nuestro espíritu.
ORDEN Y PLAN. — El orden del cuarto Evangelio es estrictamente cronológico. Habla explícitamente de tres Pascuas, que encuadran la vida pública de Jesús; y si la fiesta mencionada en 5:1 no es otra Pascua, presupone una Pascua intermedia entre 2:13 y 6:4. Suponer una inversión de los capítulos 5 y 6 es un recurso indocumentado. El cuarto Evangelio es un choque entre la luz y las tinieblas. De ahí la división en dos partes: lucha verbal (1:12), lucha sangrienta (13:21). La luz triunfa de las tinieblas con la difusión de sus claridades doctrinales y con la resurrección a vida eterna.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Juan  3,1

MAGISTRADO: miembro del sanhedrín, del grupo o categoría de los escribas.


Juan  3,2

Reconoce Nicodemo a Jesús como rabí o maestro, pero con una superioridad sobre los demás rabinos: la de su divina misión, acreditada por los milagros.


Juan  3,3

DE NUEVO: otros traducen «de arriba» o «de lo alto»: versión posible, pero que no cuadra tan bien con el contexto. De todos modos, la regeneración de que habla Jesús es a la vez nueva y celeste .

|| VER: es aquí lo mismo que experimentar, gozar, participar .


Juan  3,5

Proclama Jesús la absoluta necesidad de la regeneración bautismal.


Juan  3,8

EL AIRE: otros traducen «el Espíritu». El sentido real no varía. Hay en las palabras de Jesús una comparación latente entre el Espíritu y la brisa. Por esto, si se traduce «aire», debe entenderse como símbolo del Espíritu; y si se traduce «Espíritu», debe entenderse como simbolizado por el aire. Diría tal vez Jesús: «¿Has advertido con qué libertad sopla el viento? Tú bien oyes su voz en las hojas de los árboles: mas al fin ignoras su origen y su término. Pues tal es el Espíritu, y tal también el que del Espíritu nace. Imitando al viento y al Espíritu, descubrirá por sus obras un nuevo nacimiento, pero no sabrás de dónde ni cómo ha nacido».


Juan  3,10

EL MAESTRO DE ISRAEL: la ironía de este elogio no obliga a suponer que Nicodemo fuera considerado como el maestro por excelencia. Bastan las circunstancias para explicar el uso del artículo, que de suyo significa singularidad.


Juan  3,11

SABEMOS…: Parece ser una especie de plural de categoría o de clase. Hablan solos Jesús y Nicodemo. Como éste ha comenzado hablando en plural: Sabemos …, y Jesús le dice, en plural también, no lo aceptáis , como representante de los judíos incrédulos, así Jesús, asociándose a los que en nombre de Dios han hablado a Israel, pudo decir, en plural, Sabemos


Juan  3,12

Jesús habla ahora en nombre propio y exclusivo al anunciar la revelación de COSAS CELESTIALES: la encarnación y la redención.


Juan  3,13

El sentido de este versículo es: «Ningún hombre HA SUBIDO AL CIELO para conocer de vista las cosas celestes: sólo las conoce EL QUE HA BAJADO DEL CIELO, es decir, el que como HIJO DEL HOMBRE ha aparecido entre los hombres, EL CUAL, empero, como Dios SIGUE ESTANDO EN EL CIELO».


Juan  3,13-21

Algunos modernos, «nescio quo argumento ducti» (Toledo, In Io ., 3:16, annot. 23), suponen que ya no es Jesús quien habla, sino el evangelista quien reflexiona por su cuenta. De este cambio no existe ningún indicio. Existen, por el contrario, indicios positivos de ser Jesús el que prosigue hablando. Por dos veces se emplea la expresión «el Hijos del hombre», que siempre se pone en boca del Salvador, y que jamás, ni una sola vez, emplean los evangelistas hablando por su propia cuenta. Además ha dicho Jesús que estaba dispuesto a revelar COSAS CELESTIALES: ahora bien, estas cosas celestiales son las que en estos versículos se declaran.


Juan  3,14-15

No vio tal vez Nicodemo todo el alcance de este símil: sólo Cristo crucificado podía descubrirnos su asombrosa exactitud. La serpiente, imagen de aquellos venenosos reptiles que tanta mortandad hicieron en los hijos de Israel, levantada sobre un palo, fue para cuantos la miraron, remedio único contra la muerte: tal Cristo Jesús, fue levantado en la cruz para librar del pecado y de la muerte eterna a los que con fe y amor le mirasen.


Juan  3,18-21

El misterio del juicio del mundo: el de la incredulidad, que por amar las tinieblas prejuzga su destino eterno.


Juan  3,22-23

Jesús, salido de Jerusalén, se quedó en LA REGIÓN DE JUDEA; no precisa más el evangelista. Juan se trasladó más hacia el N. y se estableció en Enón ( Fuentes ), entre la frontera septentrional de Samaria y la ciudad de Escitópolis.


Juan  3,31

EL QUE ES DE LA TIERRA, DE LA TIERRA ES…: no hay tautología. El primer inciso expresa el origen terreno, el segundo la calidad terrena. El sentido es: Quien procede de la tierra, no es extraño que, siendo terreno, hable de la tierra.


Juan  3,32

SU TESTIMONIO NADIE LO ACEPTA: los envidiosos discípulos habían dicho: «todos acuden a él»; al humilde y leal Bautista, «todos» ésos le parecen tan pocos como si «nadie» acudiese a Jesús.


Juan  3,33

Aceptar el testimonio de Jesús es confesar y como refrendar la veracidad de Dios. De ahí el mérito de la fe: ser una glorificación de Dios (Rom_4:20).


Juan  3,34

NO CON MEDIDA DA EL ESPÍRITU: el sujeto de la frase es «Dios». Así lo entiende la generalidad de los intérpretes y así también la casi unanimidad de los códices, que intercalan «Deus»; glosa probablemente, pero indicio de cómo se entendía la frase en la antigüedad. Muchos entienden la sentencia como dicha particularmente de Cristo; pero esta interpretación ofrece dos inconvenientes: que añade lo que no está en el texto y que no toma en cuenta el presente da , diferente del pretérito «ha entregado» (literalmente ha dado ) del versículo siguiente. Hay que entenderla, por tanto, como sentencia general, si bien dicha con vistas a Cristo, de quien se habla en todo el contexto. La ilación lógica parece ser ésta (Jua_3:33): el que acepta el testimonio del Hijo, confiesa la veracidad de Dios (Jua_3:34): porque el Hijo, enviado por Dios, habla las palabras de Dios; Dios mismo habla por él. Como la misión de los profetas no es como la misión del Hijo (Rom_8:3; Gál_4:4), así la palabra de los profetas no es como la palabra del Hijo (Heb_1:1-2), que es inmensamente más divina, más de Dios; y esta superioridad de la palabra del Hijo es muy conforme al poder y generosidad de Dios, que no tiene en la donación de su espíritu medida fija y limitada.