Juan  4 Biblia Peshitta en Español (Holman Bible Publishers, 2015) | 54 versitos |
1 Al saber Jesús que los fariseos se habían enterado de que Él hacía muchos discípulos y bautizaba en mayor cantidad que Juan,
2 (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos),
3 salió de Judea y nuevamente se fue hacia Galilea;
4 y tenía que pasar por entre los samaritanos.
5 Entonces llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, a un lado del campo que Jacob había dado a su hijo José.
6 Y allí estaba el pozo de Jacob. Cansado por el esfuerzo del camino, Jesús se sentó a un lado del pozo. Y eran como las doce.
7 Vino entonces una mujer samaritana para sacar agua, y Jesús le dijo: Dame agua para beber;
8 porque sus discípulos habían entrado a la ciudad a comprar provisiones para ellos.
9 Entonces la mujer samaritana exclamó: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy mujer samaritana? (Porque judíos y samaritanos no tienen trato entre sí).
10 Jesús respondió, diciéndole: Si hubieras conocido el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías a Él y Él te daría agua viva.
11 La mujer le dijo: Mi Señor, no traes vasija y el pozo es profundo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
12 ¿Eres acaso mayor que Jacob nuestro padre, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus rebaños?
13 Respondiendo Jesús, le dijo: Todo el que beba de esta agua sentirá sed de nuevo,
14 pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna .
15 La mujer le dijo: Dame de esa agua, Señor mío, para que no vuelva a tener sed, ni tenga que venir hasta aquí para sacarla.
16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá.
17 Ella le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Has dicho bien: “No tengo marido”,
18 porque has tenido cinco maridos y el que tienes ahora no es tu marido. En esto has dicho la verdad.
19 La mujer le dijo: Veo que tú eres profeta, mi Señor.
20 Nuestros padres adoraron en este monte, pero ustedes dicen que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén.
21 Jesús le dijo: Mujer, créeme que viene el tiempo en el que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre.
22 Ustedes adoran lo que no cono-cen, pero nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero viene el tiempo, y ahora es, en el que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque verdaderamente el Padre busca tales adoradores.
24 Porque Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad deben adorarlo.
25 La mujer le dijo: Sé que va a venir el Cristo, y cuando haya venido nos enseñará todas las cosas.
26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
27 Y mientras hablaba, sus discípulos llegaron y se sorprendieron de que hablara con la mujer, pero ninguno le preguntó: “¿Qué buscas?”, o: “¿Qué hablas con ella?”
28 Dejando entonces su cántaro, la mujer fue a la ciudad, y dijo a los hombres:
29 Vengan, vean a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿Será acaso el Cristo?
30 Y saliendo los hombres de la ciudad, llegaron a Él.
31 Mientras tanto, sus discípulos le insistían, diciendo: Maestro nuestro, come.
32 Pero Él les dijo: Yo tengo para comer una comida que ustedes no conocen.
33 Los discípulos se preguntaban entre ellos: ¿Alguien le habrá traído algo para comer?
34 Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y que concluya su obra.
35 ¿No dicen ustedes: “La cosecha llegará después de cuatro meses”? He aquí, yo les digo: Levanten sus ojos y observen los campos que ya están blancos y listos para la cosecha.
36 El que levanta la cosecha recibe salario y recoge fruto para vida eterna, y el que siembra y el que cosecha se regocijarán juntamente.
37 Porque en esto es verdad el refrán: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”.
38 Yo los he mandado a cosechar lo que ustedes no labraron, porque otros labraron y ustedes han entrado en su labor.
39 Y gran cantidad de samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él a causa de la palabra de la mujer, porque ella les había testificado, diciendo: “Me dijo todo cuanto he hecho”.
40 De modo que cuando los samaritanos vinieron a Él, le suplicaron que se quedara con ellos, y Él permaneció con ellos un par de días,
41 y muchos creyeron en Él por su palabra.
42 Y decían a la mujer: Ya no es a causa de tu palabra que creemos en Él, pues nosotros mismos hemos escuchado, y sabemos que ciertamente éste es el Cristo, el Salvador del mundo.
43 Jesús salió de allí después de los dos días y fue a Galilea,
44 porque Jesús mismo había testificado que un profeta no recibe honra en su propia ciudad.
45 Habiendo llegado a Galilea, lo recibieron los galileos, porque habían visto todos los milagros que había realizado en Jerusalén durante la fiesta, porque también ellos habían asistido a la fiesta.
46 Entonces Jesús regresó a Caná de Galilea, donde había transformado el agua en vino. Y vivía en Capernaúm un siervo de cierto rey que tenía un hijo que estaba enfermo.
47 Éste se enteró de que Jesús había llegado de Judea a Galilea, y fue a Él y le suplicó que descendiera a sanar a su hijo, porque estaba al borde de la muerte.
48 Jesús le dijo: Si no miran señales y milagros no creerán.
49 Y le dijo el siervo del rey: Desciende, mi Señor, antes de que el muchacho muera.
50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive; y creyendo el varón en la palabra que Jesús le había dicho, se fue.
51 Y cuando descendía, sus siervos salieron a encontrarlo y le informaron, diciendo: ¡Tu hijo vive!
52 Entonces él les preguntó: ¿En qué momento fue sanado? Y ellos le dijeron: Ayer la fiebre salió de él a la una de la tarde.
53 Entonces su padre se percató de que ésa había sido la hora cuando Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y creyó él y toda su familia.
54 Esta señal fue la segunda que Jesús realizó cuando fue de Judea hacia Galilea.

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Introducción a Juan 

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