Juan  6 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 71 versitos |
1 Tras esto se fue Jesús a la otra banda del mar de Galilea o de Tiberíades. *
2 Seguíale gran muchedumbre, porque veían los prodigios que obraba en los enfermos.
3 Subió al monte Jesús, y allí se sentó con sus discípulos. *
4 Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
5 Alzando, pues, los ojos Jesús y viendo que viene a él gran muchedumbre, dice a Felipe: ¿De dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?*
6 Esto decía para probarle, que bien sabía él lo que iba a hacer.
7 Respondióle Felipe: Con doscientos denarios no tienen suficientes panes para que cada uno tome un bocado.
8 Dícele uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
9 Hay un muchachuelo aquí que tiene cinco panes de cebada y dos pescadillos; pero eso, ¿qué es para tantos?
10 Dijo Jesús: Haced que los hombres se coloquen en el suelo. Había mucha hierba en aquel lugar. Se colocaron, pues, los varones, en número como unos cinco mil.
11 Tomó, pues, los panes Jesús, y, habiendo dado gracias, los distribuyó entre los que estaban recostados, y asimismo de los pescadillos cuanto querían,
12 Y cuando se hubieron saciado, dice a sus discípulos: Recoged los pedazos sobrantes, para que nada se pierda.
13 Recogiéronlos, pues, y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
14 Los hombres, pues, al ver el prodigio que había obrado, decían: Este es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo.
15 Jesús, pues, conociendo que iban a venir y arrebatar de él para hacerle rey, se retiró de nuevo al monte él solo.
16 Cuando se hizo tarde, bajaron sus discípulos al mar,
17 y subiendo a la barca, se iban a la otra banda del mar hacía Cafarnaúm. Y se había hecho ya oscuro, y todavía Jesús no había venido a ellos,
18 y la mar, con el gran viento que soplaba, se iba encrespando.*
19 Y cuando hubieron avanzado como unos veinticinco o treinta estadios,, ven a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca, y se asustaron. *
20 Pero él les dice: Soy yo, no tengáis miedo.
21 Querían, pues, recogerle en la barca, y en breve se halló la barca junto a la tierra a la cual iban.
22 Al día siguiente, la muchedumbre que estaba al otro lado del mar echó de ver que no había allí otra lancha, sino una, y que Jesús no había entrado en la barca junto con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos.
23 Otras lanchas llegaron de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido el pan, después que hubo dado gracias el Señor.
24 Cuando vio, pues, la turba que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron ellos a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
25 Habiéndole hallado al otro lado del mar, le dijeron: Maestro, ¿cuándo has venido acá? *
26 Respondióles Jesús y dijo: En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque visteis señales maravillosas, sino porque comisteis de los panes y os hartasteis.
27 Trabajad no por el manjar que perece, sino por el que dura hasta la vida eterna, el que os da el Hijo de hombre; porque a éste, el Padre, Dios mismo, acreditó con su sello.
28 Dijéronle, pues: ¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?
29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: que creáis en aquel a quien él envió.
30 Le dijeron, pues: ¿Qué señal, pues, haces tú para que lo veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?*
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según que está escrito (Sal 77:24): «Pan venido del cielo les dio a comer».
32 Díjoles, pues, Jesús: En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio el pan bajado del cielo, sino mí Padre es quien os da el pan verdadero, que viene del cielo; *
33 porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo.
34 Dijéronle, pues: Señor, danos siempre ese pan.
35 Díceles, pues, Jesús: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no padecerá hambre, y el que cree en mí no padecerá sed jamás. *
36 Pero ya os dije que me habéis visto, y no creéis.
37 Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que viniere a mí no le echaré fuera;
38 pues he bajado del cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39 Y ésta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que me dio no pierda nada, sino que lo resucite en el último día.
40 Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y le resucite yo en el último día.
41 Murmuraban, pues, los judíos de él, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo»,
42 y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y cuya madre nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora «He bajado del cielo»?
43 Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
44 Nadie puede venir a mí si no lo trajere el Padre, que me envió; y yo le resucitaré en el último día.
45 Está escrito en los profetas (Is 54:13; Jer 13:33-34): «Y serán todos enseñados por Dios». Todo el que oye al Padre y recibe sus enseñanzas, viene a mí.
46 No que al Padre le haya visto alguien; sólo el que viene de parle de Dios, ése es el que ha visto al Padre.
47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida. *
49 Vuestros padres en el desierto comieron el maná, y murieron;
50 éste es el pan que baja del cielo, para que quien comiere de él no muera.
51 Yo soy el pan viviente, el que del cielo ha bajado; 52 quien comiere de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.
52 53 Se peleaban, pues, entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
53 54 Díjoles, pues, Jesús: En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 55 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día.
55 56 Porque mi carne es verdadero manjar y mi sangre es verdadera bebida.
56 57 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él.
57 58 Como es fuente de vida el Padre, que me envió, y yo vivo del Padre, así quien me come a mí, también él vivirá de mí.
58 59 Este es el pan que bajó del cielo: no como le comieron los padres, y murieron; el que come este pan vivirá eternamente.
59 60 Esto dijo en Cafarnaúm, enseñando en la sinagoga.
60 61 Muchos, pues, de los discípulos, que lo oyeron, dijeron: Duro es este lenguaje. ¿Quién sufre el oírlo?
61 62 Sabiendo Jesús por sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? *
62 63 ¿Qué, si viereis al Mijo del hombre subir a donde estaba primero?
63 64 El Espíritu es el que vivifica; la carne de nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son Espíritu y son vida.
64 65 Pero es que hay algunos de entre vosotros que no creen. Porque sabía Jesús desde un principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le había de entregar.
65 66 Y decía: Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no le fuere concedido por mi Padre.
66 67 Desde este momento, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y no andaban ya en sa compañía.
67 68 Dijo, pues, Jesús a los Doce: ¿Acaso también vosotros queréis marcharos?
68 69 Respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna,
69 70 y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios.
70 71 Respondióles Jesús: ¿Por ventura no os he elegido yo a los doce? Sin embargo, de vosotros uno es diablo.
71 72 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste era quien le había de entregar, con ser uno de los Doce.

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Introducción a Juan 




EVANGELIO DE
SAN JUAN

EL AUTOR. — San Juan, discípulo del Bautista, fue uno de' los dos primeros que entraron en contacto con Jesús. Meses más tarde fue uno de los cuatro primeros llamados a seguir a Jesús como discípulos. Elegido luego entre los Doce, mereció del Maestro especiales muestras de confianza. Pero sus dos mayores privilegios fueron el haber reclinado su cabeza sobre el corazón de Jesús y el haber sido el representante y prototipo de los espirituales hijos de Marta. Merece consignarse el hecho de que, hasta la dispersión de los Doce, Juan y Pedro forman como una bina inseparable. Después de la muerte de San Pablo se retiró a Efeso para hacerse cargo de las Iglesias del Asia proconsular. Relegado por Domiciano a la isla de Patmos, pudo poco después, en tiempo de Nerva, volver a Efeso, donde murió ya muy anciano, después del año 98. En la primitiva Iglesia era designado con el título de Juan el Presbítero, que luego se trocó en el de Juan el teólogo. Su OBRA. — En un principio, Juan adoptaría el esquema de predicación evangélica prefijado por Pedro. Mas pasaron los tiempos, y las herejías nacientes hicieron necesario completar el Evangelio sinóptico. El cambio sufrido por la predicación escrita de Pablo, desde las Epístolas a los Tesalonicenses hasta la Epístola a los Efesios, hubo de operarse a su modo en el Evangelio oral. Los que, como Juan, conocían personalmente el material evangélico, no necesitaron, como Lucas, de instrucciones complementarias, sino que, sacando del inagotable tesoro de su memoria, pudieron incorporarlas a la predicación oral. Trasladado precisamente al Asia proconsular, y concretamente a Efeso, en contacto con los destinatarios de las Epístolas a los Efesios y a los Colosenses, San Juan hubo de adaptar su Evangelio oral a la mentalidad de sus nuevos oyentes. Los hechos y dichos omitidos por los Sinópticos, señaladamente la predicación del Señor en Jerusalén, parecieron a Juan responder admirablemente a las necesidades o preocupaciones de aquellas Iglesias. De ahí la nueva forma que tomó el Evangelio oral. Más tarde, ya fuera por propia iniciativa, ya por ruegos ajenos, se determinó a poner por escrito su Evangelio oral. Y bien porque su predicación oral se había ido desprendiendo gradualmente del material sinóptico, ya suficientemente conocido, bien porque, publicados los Evangelios sinópticos, no quiso repetir lo que en ellos estaba ya narrado, el hecho es que el Evangelio escrito de San Juan se mantiene al margen de la tradición sinóptica, que sólo incidentalmente toca para precisarla o completarla. CARÁCTER. — Habían pasado más de sesenta años desde la ascensión del Maestro. Con la constante predicación evangélica, y más aún con la profunda contemplación, Juan había convertido en sustancia propia el Evangelio. La palabra de Jesús se había encamado en la palabra de Juan, y la fusión de ambas palabras dio origen a la palabra personal, inimitable, del discípulo amado. Bajo el influjo transformador del Maestro, los relámpagos del «Hijo del trueno» se habían trocado en plácida luz de mediodía. Los ancianos viven de recuerdos, y Juan «el Anciano» vivía enteramente de los recuerdos del Maestro. Recuerdos de anciano, pero envueltos en una atmósfera de luz difusa y cálida. Realidad ideal, historia trascendente: tal es el cuarto Evangelio. Hechos que son signos, hechos que son palabra: tales son los que caracterizan la narración de Juan, en que se dan la mano historicidad y simbolismo. EL ESTILO. — Lo primero que llama la atención en el estilo de Juan es la atomización del pensamiento. En vez del período clásico, que señala la jerarquía de las frases y pone de relieve el pensamiento principal, nos hallamos con una serie desligada y casi anárquica de incisos, en que lo principal y lo secundario aparecen en un mismo plano.

Más, afortunadamente, todo ese embrollo no pasa de la corteza. A poco que se ahonde, pronto se encuentra el hilo conductor que nos guíe en ese laberinto. Aquellas frases vibrantes, expresión del pensamiento fundamental, repetidas, sabiamente distribuidas y progresivamente desarrolladas, comunican tal luz a todo el conjunto y tal relieve a sus partes, que, en virtud de este influjo, los diminutos incisos parece se buscan y llaman unos a otros, y se traban y se combinan jerárquicamente hasta construir períodos harmónicos, luminosos.

Pero estas repeticiones no se limitan a reproducir una frase, un pensamiento más o menos fundamental. Este sistema de repeticiones, en que a intervalos reaparece el mismo pensamiento, cada vez enriquecido con elementos nuevos, constituye una manera original de síntesis.

Tal es la ley, tal el principio sintético que regula el estilo de San Juan: es una especie de reproducción progresiva, una ondulación concéntrica del pensamiento, que, sin perder su fisonomía original, crece y se agranda. Colocados en el centro mismo, obtenemos la presencia simultánea de toda la verdad y de todas las fases de su desenvolvimiento en nuestro espíritu.
ORDEN Y PLAN. — El orden del cuarto Evangelio es estrictamente cronológico. Habla explícitamente de tres Pascuas, que encuadran la vida pública de Jesús; y si la fiesta mencionada en 5:1 no es otra Pascua, presupone una Pascua intermedia entre 2:13 y 6:4. Suponer una inversión de los capítulos 5 y 6 es un recurso indocumentado. El cuarto Evangelio es un choque entre la luz y las tinieblas. De ahí la división en dos partes: lucha verbal (1:12), lucha sangrienta (13:21). La luz triunfa de las tinieblas con la difusión de sus claridades doctrinales y con la resurrección a vida eterna.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Juan  6,1

A LA OTRA BANDA; a la ribera nordeste, cerca de la desembocadura del Jordán en el lago no lejos de Betsaida Julias.


Juan  6,3

SUBIÓ AL MONTE: a alguna de las colinas vecinas a la llanura El-Batiha.


Juan  6,5-13

Aunque tan diferente de las narraciones paralelas de los Sinópticos, la harmonización con ellas es obvia y espontánea. Pero lo más notable es que de todos los milagros narrados por los Sinópticos sea éste el único reproducido por Juan, no obstante su empeño en evitar repeticiones. La razón de esta singularidad hay que buscarla en el simbolismo eucarístico de esta multiplicación, que prepara el discurso eucarístico.


Juan  6,18

EL GRAN VIENTO QUE SOPLABA: sería el N. o NO., que les era contrario.


Juan  6,19

VEINTICINCO O TREINTA ESTADÍOS: unos cinco kilómetros. La travesía directa era de unos siete u ocho kilómetros: pero desviados hacia el S. por el viento contrario, se hallarían entonces literalmente «en medio del mar» (Mar_6:47). La distancia máxima de las riberas occidental y oriental es de unos 11 kilómetros y medio.


Juan  6,25-33

Este diálogo, preludio de la gran promesa eucarística, anuncia ya los dos motivos fundamentales: Jesús, pan de Dios; necesidad de la fe para recibir este pan.


Juan  6,30

¿QUÉ SEÑAL…? Olvidados de la multiplicación de los panes, piden ahora, en vez del pan de cebada, pan del cielo, es decir, que se repita el milagro del maná.


Juan  6,32-33

Dos cosas responde Jesús:
1) que el maná no se lo dio Moisés, sino Dios;
2) que el pan que ahora les ofrece Dios es incomparablemente superior al maná.


Juan  6,35

YO SOY EL PAN DE LA VIDA: antes de explanar este pensamiento fundamental, lo encuadra Jesús en el marco de la providencia sobrenatural de Dios. Dios tiene su plan, su VOLUNTAD: enviar a su Hijo y atraer a él todos los hombres, para que él, que es PAN DE VIDA, les dé la VIDA ETERNA. Mas el hombre, por su parte, para alcanzar la vida ha de creer en el Hijo y aceptar rendidamente sus palabras. Tal es la conexión de la fe con la Eucaristía, que es el «misterio de la fe».


Juan  6,48-59

Dos órdenes de consideraciones sugiere este pasaje capital: unas dogmáticas, otras ascético-místicas. Desde el punto de vista dogmático, las declaraciones de Jesús sobre la presencia real de su cuerpo y de su sangre en la Eucaristía no pueden ser más explícitas y categóricas. Para apreciar toda la fuerza de estas declaraciones hay que notar que se desenvuelven en dos ciclos, separados por las protestas de los judíos. En el primer ciclo dice: YO SOY EL PAN DE LA VIDA. QUIEN COMIERE DE ESTE PAN VIVIRÁ ETERNAMENTE…EL PAN QUE YO DARÉ ES MI CARNE. Las palabras Son claras, y los judíos las entienden como suenan, en sentido propio; y protestan. Ante semejante actitud, ¿qué hace Jesús? ¿Atenúa sus palabras? ¿Las explica en sentido metafórico? Todo lo contrario. Al comer de la carne agrega el beber de la sangre: EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE, TIENE VIDA ETERNA. Y para que todos entiendan que no habla de comida y bebida metafórica, añade: PORQUE MI CARNE ES VERDADERO MANJAR, Y MI SANGRE VERDADERA BEBIDA. Si hablara Jesús metafóricamente, el medio de deshacer el escándalo era bien sencillo, era el único medio: explicar la metáfora o repetir la misma enseñanza sin metáforas. Pero hace todo lo contrario. Más aún, al decir VERDADERO MANJAR Y VERDADERA BEBIDA, excluye positivamente la metáfora.Desde el punto de vista ascético-místico, son regalados los frutos de la Eucaristía. Más generales son: la VIDA ETERNA, iniciada con la gracia y consumada con la gloria, y la resurrección de la carne EN EL ÚLTIMO DÍA. Más regalados son los frutos particulares, que sólo en la vida mística hallan su pleno desenvolvimiento. El primero es: EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE, EN MÍ PERMANECE Y YO EN ÉL. Es la mutua inmanencia del hombre en Cristo y de Cristo en el hombre, análoga a la inmanencia o circumincesión de las personas divinas en el seno de la augusta Trinidad. El segundo es: COMO…YO VIVO DEL PADRE, ASÍ QUIEN ME COME A MÍ, TAMBIÉN ÉL VIVIRÁ DE MÍ. Que es decir: como yo recibo y vivo la vida misma del Padre, así quien me come recibirá y vivirá mi misma vida.


Juan  6,62-64

¿ESTO OS ESCANDALIZA? Dos parece que fueron los motivos de este escándalo:
1) el que anteriormente expresaron cuando dijeron: ¿CÓMO DICE AHORA: «HE BAJADO DEL CIELO»?;
2) el que declararon después entre protestas: ¿CÓMO PUEDE ÉSTE DARNOS A COMER SU CARNE?

A los dos motivos de escándalo responde Jesús. Al primero, cuando dice: ¿QUÉ, SI VIEREIS AL HIJO DEL HOMBRE SUBIR A DONDE ESTABA PRIMERO? El hecho de la ascensión a los cielos será una prueba convincente de la previa descensión. Para entender la respuesta al segundo motivo de escándalo conviene tener presentes las tres maneras como se han interpretado las palabras del Maestro:
1) metafóricamente, despojándolas de su propio sentido, como lo han hecho muchos protestantes;
2) real, pero espiritualmente, como lo hacen los católicos;
3) real, pero grosera y carnalmente, como lo hicieron los cafarnaítas, imaginándose que el Señor iba a darles materialmente a comer su carne cuales ellos la veían con sus ojos.

A la interpretación protestante, irreal y desvaída, ya ha contestado Jesús. Ahora contesta a la interpretación cafarnaíta, burdamente materialista, diciendo: EL ESPÍRITU ES EL QUE VIVIFICA, LA CARNE DE NADA APROVECHA. Asegurada antes la interpretación real, recalca ahora la interpretación espiritual. La carne sola, y carnalmente comida, dice, de nada aprovecharía; lo que aprovecha es el Espíritu que con la carne os comunico. La divinidad de Cristo y el Espíritu Santo, cuya plenitud él posee y comunica a los hombres, es lo que da eficacia vital y espiritual a la carne eucarística. En este sentido prosigue: LAS PALABRAS QUE YO OS HE HABLADO SON ESPÍRITU Y SON VIDA. «Son Espíritu» no significa «se han de entender en sentido místico o alegórico», sino más bien «contienen en sí una realidad superior a la realidad de la carne y de la materia». Para hacer más creíble esta realidad espiritual de la Eucaristía preparó Jesús su primer anuncio y promesa con dos milagros profundamente simbólicos: la multiplicación de los panes y el caminar sobre las ondas del mar; doble ostentación de su dominio soberano sobre las leyes del mundo material.