Juan  8 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 59 versitos |
1

La mujer sorprendida en adulterio

Jesús, por su parte, se fue al monte de los Olivos º. º
2 Por la mañana temprano volvió al Templo, y toda la gente se reunió en torno a él. Se sentó y comenzó a enseñarles. º
3 En esto, los maestros de la ley y los fariseos se presentaron con una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio
4 y plantearon a Jesús esta cuestión: — Maestro º, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
5 En la ley nos manda Moisés que demos muerte a pedradas a tales mujeres. Tú, ¿qué dices? º
6 Le plantearon la cuestión para ponerlo a prueba y encontrar así un motivo de acusación contra él. Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en el suelo º. º
7 Como ellos insistían en preguntar, Jesús se incorporó y les dijo: — El que de ustedes esté sin pecado que tire la primera piedra. º
8 Dicho esto, se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo.
9 Oír las palabras de Jesús y escabullirse uno tras otro º, comenzando por los más viejos, todo fue uno. Jesús se quedó solo, con la mujer allí en medio.
10 Se incorporó y le preguntó: — Mujer, ¿dónde están todos esos º? ¿Ninguno te condenó?
11 Ella le contestó: — Ninguno, Señor. Jesús le dijo: — Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.] º
12

Jesús, luz del mundo

Jesús se dirigió de nuevo a los judíos y les dijo: — Yo soy * la luz del mundo º. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. º
13 Los fariseos le replicaron: — Estás declarando como testigo en tu propia causa; por tanto, tu testimonio carece de valor. º
14 Jesús les contestó: — Aun cuando yo testifique a mi favor, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y a dónde voy. Ustedes, en cambio, no saben ni de dónde vengo ni a dónde voy. º
15 Ustedes juzgan con criterios mundanos º. Yo no quiero juzgar a nadie º
16 y, cuando lo hago, mi juicio es válido, porque no estoy yo solo; conmigo está el Padre que me envió. º
17 En la ley está escrito que el testimonio coincidente de dos testigos es válido. º
18 Pues bien, a mi testimonio se une el que da a mi favor el Padre que me envió. º
19 Ellos le preguntaron: — ¿Dónde está tu padre? Contestó Jesús: — Ustedes ni me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre. º
20 Jesús hizo estas manifestaciones cuando estaba enseñando en el Templo, en el lugar donde se encontraban los cofres de las ofrendas º. Pero nadie se atrevió a echarle mano porque todavía no había llegado su hora. º
21

No pueden ir a donde yo voy

Jesús volvió a decirles: — Yo me voy. Ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado; y a donde yo voy, ustedes no pueden ir. º
22 Los judíos comentaban entre sí: — ¿Pensará suicidarse, y por eso dice: “A donde yo voy ustedes no pueden ir”? º
23 Jesús aclaró: — Ustedes pertenecen a este mundo de abajo; yo pertenezco al de arriba. Ustedes son de este mundo; yo no.
24 Por eso les he dicho que morirán en sus pecados. Porque si no creen que “yo soy” º, morirán en sus pecados.
25 Los judíos le preguntaron entonces: — Pero ¿quién eres tú? Jesús les respondió: — ¿No es eso lo que les vengo diciendo desde el principio º?
26 Tengo muchas cosas que decir de ustedes, y muchas que condenar º. Pero lo que digo al mundo es lo que oí al que me envió, y él dice la verdad.
27 Ellos no cayeron en la cuenta de que les estaba hablando del Padre;
28 así que Jesús añadió: — Cuando ustedes levanten en alto al Hijo del hombre, entonces reconocerán que “yo soy” y que no hago nada por mi propia cuenta; lo que aprendí del Padre, eso enseño. º
29 El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada. º
30 Al oírlo hablar así, muchos creyeron en él. º
31

La verdad que libera

Dirigiéndose a los judíos que habían creído en él, dijo Jesús: — Si se mantienen fieles a mi mensaje, serán verdaderamente mis discípulos, º
32 conocerán la verdad y la verdad los hará libres. º
33 Ellos le replicaron: — Nosotros somos descendientes de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie; ¿qué significa eso de que “seremos libres”? º
34 — Yo les aseguro —les contestó Jesús— que todo el que comete pecado es esclavo del pecado. º
35 Y el esclavo no forma parte de la familia de modo permanente; el hijo, por el contrario, es siempre miembro de la familia. º
36 Por eso, si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres.
37 Ya sé que ustedes son descendientes de Abrahán. Sin embargo, quieren matarme porque mi mensaje no les entra en la cabeza. º
38 Yo hablo de lo que he contemplado estando con el Padre; ustedes, en cambio, hacen lo que han aprendido de su propio padre.
39

El padre de ustedes es el diablo

Ellos replicaron: — Nuestro padre es Abrahán. Jesús les contestó: — Si fueran de verdad hijos de Abrahán, harían lo que él hizo. º
40 Pero ustedes quieren matarme porque les he dicho la verdad que aprendí de Dios mismo. No fue eso lo que hizo Abrahán.
41 Ustedes hacen las obras del propio padre de ustedes. Ellos le contestaron: — Nosotros no somos hijos ilegítimos º. Nuestro padre es únicamente Dios. º
42 Jesús les dijo: — Si Dios fuera el Padre de ustedes, me amarían a mí, porque yo he venido de Dios y aquí estoy. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me ha enviado.
43 Si no entienden lo que yo digo, es porque no quieren aceptar mi mensaje.
44 El padre de ustedes es el diablo e intentan complacerle en sus deseos. Él fue un asesino desde el principio y no se mantuvo en la verdad. Por eso no tiene nada que ver con la verdad. Cuando miente, habla de lo que tiene dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. º
45 Por eso, no me creen a mí que digo la verdad.
46 ¿Quién de ustedes sería capaz de demostrar que yo he cometido pecado? Pues bien, si les digo la verdad, ¿por qué no me creen? º
47 El que es de Dios acepta las palabras de Dios; pero como ustedes no son hijos de Dios, por eso no las aceptan.
48

Jesús y Abrahán

Los judíos le contestaron: — Con razón decimos nosotros que eres samaritano º y que tienes un demonio dentro. º
49 Jesús respondió: — Yo no tengo ningún demonio; lo que hago es honrar a mi Padre; ustedes, en cambio, me deshonran a mí.
50 Yo no vivo preocupado por mi propio honor. Hay uno que se preocupa de eso, y a él le corresponde juzgar. º
51 Les aseguro que el que acepta mi mensaje, jamás morirá. º
52 Al oír esto, los judíos le dijeron: — Ahora estamos seguros de que estás endemoniado. Abrahán murió, los profetas murieron, ¿y tú dices que quien acepta tu mensaje jamás morirá?
53 ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abrahán? Tanto él como los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú? º
54 Jesús respondió: — Si yo me alabara a mí mismo, mi alabanza carecería de valor. Pero el que me alaba es mi Padre; el mismo de quien ustedes dicen que es su º Dios.
55 En realidad no lo conocen; yo, en cambio, lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y cumplo sus mandatos. º
56 Abrahán, el padre de ustedes, se alegró con la esperanza de ver mi día; lo vio y se alegró.
57 Los judíos le replicaron: — ¿De modo que tú, que aún no tienes cincuenta años, has visto a Abrahán?
58 Jesús les respondió: — Les aseguro que antes de que Abrahán naciera, existo yo. º
59 Intentaron, entonces, apedrearlo; pero Jesús se escondió y salió del Templo.

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Introducción a Juan 

INTRODUCCIÓN


1. Un evangelio singular


Digamos antes de nada que, con independencia de quién sea su autor concreto y preciso — cuestión que será tratada más adelante — , seguiremos denominando Evangelio de Juan (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Jn) a este cuarto evangelio canónico de acuerdo con la venerable y multisecular tradición cristiana. En este punto, la unanimidad es absoluta entre las diversas iglesias cristianas.


Lo primero que sorprende, y hasta cierto punto desconcierta, al abordar la lectura de Jn, es su notable divergencia con los otros tres evangelios, los llamados evangelios sinópticos: Mt, Mc y Lc. Diferencias que no serán detalladas aquí en todos sus pormenores, pero que son relativamente profundas y afectan a la geografía, a la cronología, al estilo, al lenguaje y al contenido. Dato este tanto más significativo cuanto, por otra parte, nadie discute que este singular escrito pertenece al género literario “evangelio”. Se trata, en efecto, como en el caso de los sinópticos, del anuncio de la buena noticia de Jesús y sobre Jesús, que comienza con la predicación-testimonio de Juan el Bautista (Jua 1:19-34) y culmina con el relato de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, el protagonista indiscutible de los acontecimientos (Jua 18:1Jua 21:25). En medio, una amplia información, que ha sido cuidadosamente seleccionada y formulada, sobre la actividad de Jesús, tanto taumatúrgica como docente (Jua 2:1Jua 11:50). Cabría incluso decir que si atendemos a la intención básica del autor, a saber, presentar a Jesús como el supremo revelador del Padre para provocar así en los oyentes y lectores la fe en el propio Jesús como Hijo unigénito del Padre (Jua 20:21), el evangelio de Jn es el más puro y radical de los cuatro.


Junto a estas coincidencias fundamentales de contenido y finalidad con los otros tres, el cuarto evangelio presenta rasgos y peculiaridades únicos. Estos hacen de él un escrito singular dentro de su género y un punto de referencia obligado para comprender la complejidad del cristianismo primitivo. Porque, aunque en última instancia se remonte a una tradición primitiva común, el evangelio de Jn está construido sobre la base de una tradición cristiana independiente de la tradición en que se inspiran los sinópticos. No se escribió para completar lo que faltaba a aquellos, ni para ofrecer una interpretación correcta de ellos, ni mucho menos para suplantarlos y retirarlos de la circulación por la causa que fuera. Se escribió para suscitar y alimentar la fe de unas comunidades singulares que nacieron y se desarrollaron en torno a un personaje también singular — el “discípulo amado” — . A esas comunidades les tocó vivir una historia tormentosa al lado de los otros grupos, tanto cristianos (comunidades paulinas, petrinas, judeocristianas, sectores escindidos de la propia comunidad joánica), como no cristianos (los judíos, el mundo pagano, los discípulos de Juan el Bautista). De todo esto se deduce que la singularidad del cuarto evangelio tiene algo que ver con la personalidad de su autor (o autores), pero tiene mucho más que ver con la vida y las circunstancias de la comunidad o comunidades en cuyo seno se gestó su composición. Por eso, conocer las características de esa comunidad es, en la exégesis actual del cuarto evangelio, objeto de una búsqueda cada vez más apasionada.


2. Dimensión literaria y proceso de composición


Un estilo propio y unos peculiares rasgos literarios presentes en todo el evangelio de Jn hacen pensar en una unidad de composición bastante más fuerte que en el caso de los sinópticos. El entramado literario-ideológico del cuarto evangelio es más intenso y coherente que en los otros tres. Las formas literarias múltiples y variopintas de los sinópticos, los relatos numerosos pero breves, las frases sueltas intercaladas aquí y allá en el curso de la redacción, han sido substituidas en Jn por unas pocas composiciones literarias mucho más amplias y complejas en general y tan elaboradas que hacen muy difícil distinguir entre tradición y redacción. En más de una ocasión no se sabe si quien habla es Jesús o es el evangelista.


¿Quiere esto decir que, a diferencia de los sinópticos, Juan no ha utilizado fuentes para redactar su evangelio? ¿O que si las ha utilizado, han sido tan profundamente elaboradas por él que apenas quedan huellas de tales fuentes? Esto segundo parece lo más probable.


Otro tema relacionado con las posibles fuentes del cuarto evangelio es el de su lengua original. Que abundan en Jn los arameísmos es manifiesto. ¿Habría sido, entonces, escrito originalmente en arameo y más tarde traducido al griego? Así lo han sugerido algunos autores. Una hipótesis, sin embargo, que no es ni necesaria ni probable. El evangelio de Jn ha sido redactado originalmente en griego. No es, evidentemente, el griego de Platón. Ni siquiera es el griego de otros libros del NT tales como el de la obra lucana o el del escrito a los Hebreos. Es un griego más bien popular y poco brillante, pero correcto. Tiene, como contrapartida, una profunda intensidad a la que hay que añadir el encanto del objeto — en este caso la persona de Jesús — largamente contemplado y amado.


Esta profunda unidad literaria y coherencia interna del cuarto evangelio no es, sin embargo, obstáculo para que también en él podamos hablar de una historia más o menos compleja en su proceso de composición y redacción. Hay indicios sobrados para ello. Por ejemplo, un vocabulario no siempre uniforme; la especial belleza y calidad poética de algunas partes (en concreto, el prólogo: Jua 1:1-18); los saltos bruscos en algunas secuencias geográfico-cronológicas (en concreto, Jua 3:22-30 interrumpiría una secuencia natural entre Jua 3:1-21 y Jua 3:31-36; el capítulo Jua 6:1-71 debería estar colocado antes del Jua 5:1-47; lo que se dice en Jua 14:31 enlazaría mejor con Jua 18:1 que con los cps. Jua 15:1-27; Jua 16:1-33 y Jua 17:1-26); a todo esto hay que añadir ciertas repeticiones, adiciones (de manera especial el capítulo Jua 21:1-25) e incoherencias difícilmente explicables en una única redacción.


Los autores suelen hablar de tres momentos en el proceso de composición: a) un primer escrito, muy parecido a los sinópticos, que habría seleccionado una serie de hechos y dichos relacionados con Jesús; b) una profunda remodelación de este primer escrito, llevada a cabo por el autor principal de Jn, autor que sería sobre todo el responsable de los grandes discursos y controversias y probablemente del prólogo; c) una redacción final que habría matizado determinadas afirmaciones conflictivas sobre Jesús y habría añadido el capítulo Jua 21:1-25.


3. Transfondo religioso-cultural


¿Dónde se ha inspirado el autor principal del cuarto evangelio o qué raíces religioso-culturales están en la base de una obra tan singular como la suya? ¿Se trata de un escrito realmente original o es más bien un amasijo de elementos ajenos tomados en préstamo? Se ha hablado de:


— influencias judías: Notable presencia del AT, particularmente de temas de la literatura sapiencial (el agua, el alimento celestial — es decir, el maná — , la viña, el pastor, la palabra, el camino). No abundan las citas explícitas, pero las reminiscencias son muy numerosas.


— influencias helenísticas: El interés por los conceptos de verdad y conocimiento, el uso de la alegoría, la presencia del término “logos” tan característico de Filón de Alejandría.


— influencias del movimiento gnóstico: Esta corriente filosófico-religiosa nos es conocida por documentos más bien posteriores al siglo I. Pero tal vez algunas tradiciones gnósticas se remontan a épocas anteriores y pudieron ser conocidas y utilizadas por el autor del cuarto evangelio; esto vale en particular para temas como el del ser humano divinizado o el de Dios como ser misterioso, fuente de vida y de luz.


— influencias de la literatura qumrámica: Se han subrayado sobre todo los aspectos dualistas tan característicos del evangelio de Jn y de los escritos de Qumrán (luz-tinieblas, verdad-mentira, vida-muerte).


— influencias de los escritos y del pensamiento paulino: Parecen innegables ciertos puntos de contacto entre Jn y las cartas a los Filipenses, a los Colosenses y a los Efesios.


¿Qué decir de todo esto? Es difícil no reconocer preocupaciones y formulaciones comunes entre el cuarto evangelio y todas estas corrientes de pensamiento, especialmente el judaísmo y el helenismo. Cabría decir que Juan ha vivido en la confluencia de las grandes corrientes filosófico-religiosas de su tiempo. Pero no hay que dejarse seducir por contactos más o menos superficiales. La originalidad de fondo del cuarto evangelio es indiscutible y nadie ha podido probar convincentemente su dependencia de otras fuentes que, si han existido, han sido tratadas con total libertad e independencia por parte de Juan.


4. Dimensión teológica y claves de lectura


El evangelio de Jn es básicamente una respuesta a la situación en que vive la comunidad a la que pertenece su autor. Una comunidad que tiene que vivir la fe en Jesús en confrontación, tanto con el judaísmo ortodoxo nacido de la asamblea de Yamnia (finales del siglo I), como con otros grupos cristianos que profesan una fe deficiente o incorrecta con respecto a Jesús. La polémica sobre la divinidad y la humanidad de Cristo está en el centro de todo. En este sentido podría decirse que el evangelio de Jn sigue las huellas del de Mc y trata de encontrar el auténtico rostro de Jesús. No busquemos, pues, un sistema teológico meticulosamente desarrollado, ni un principio teológico fundamental en torno al cual se organicen todos los demás. La atención se concentra en la persona de Cristo teniendo en cuenta que, si bien el esquema preexistencia-encarnación no es exclusivo del cuarto evangelio (ver Col 1:15; Flp 2:6-10; Heb 1:1-6), sí lo es que Jn lo desarrolla de manera original.


Para el autor del cuarto evangelio, Cristo es ante todo el enviado y el revelador de Dios Padre con quien mantiene una doble y misteriosa relación: relación de igualdad (Jua 1:1; Jua 1:14; Jua 5:17-18; Jua 10:30; Jua 17:11) y de dependencia-sumisión (Jua 4:34; Jua 5:30; Jua 6:38). Cristo nos revela también la existencia del Espíritu y su actuación, a la vez confortadora e iluminadora, con respecto a la comunidad cristiana (Jua 14:16-17; Jua 14:26; Jua 16:7-15). Cristo, en fin, se constituye en punto de referencia obligado para todo creyente porque sólo él es agua viva (Jua 4:14), luz que no se apaga (Jua 8:12; Jua 9:5), espíritu vivificante (Jua 3:5-8), pan bajado del cielo (Jua 6:35), puerta hacia el Padre (Jua 10:7; Jua 14:6 b), pastor bueno (Jua 10:11; Jua 10:14-16), camino seguro (Jua 14:6), verdad que nos libera (Jua 8:32), vid que nos trasvasa su savia (Jua 15:1; Jua 15:4-5), promesa imprescriptible de resurrección y de vida eterna (Jua 11:25-26), amor que se entrega sin reservas ni limitaciones (Jua 13:1; Jua 13:34; Jua 15:9; Jua 15:12-13).


Así pues, es preciso leer el evangelio de Jn como lo que verdaderamente es, a saber, como una profunda reflexión-contemplación sobre el misterio de Jesús que los protagonistas de entonces (Nicodemo, la Samaritana, el paralítico de la piscina, el ciego de nacimiento, el grupo de los discípulos) y los de ahora van descubriendo de forma progresiva. En ese proceso de descubrimiento, unos creen y otros no creen, unos se colocan a favor de Jesús y otros en contra, unos son de la luz y otros de las tinieblas, unos pertenecen a Dios y otros al “mundo” (en el sentido joánico peyorativo de oposición a Dios), unos poseen la vida y otros caminan hacia la muerte.


También es preciso conocer las tendencias y preocupaciones que embargaban tal vez al evangelista en el momento de escribir. Cabría señalar: una tendencia antijudía (los dirigentes judíos han decidido romper definitivamente con el cristianismo y establecer una oposición radical entre Iglesia y Sinagoga); una tendencia antibautista (Juan el Bautista es precursor y testigo de Jesús, pero nada más; no hay que sobrevalorar su figura); una tendencia antignóstica (el Hijo de Dios se ha hecho verdaderamente hombre en Jesucristo y, por tanto, su dimensión humana es incuestionable); y finalmente, una tendencia antieclesiástica (autoridad en la Iglesia sí, pero partiendo de que todos los discípulos de Jesús son radicalmente iguales dentro de la comunidad).


5. Historicidad del cuarto evangelio


Si el evangelio de Jn es ante todo una reflexión-contemplación creyente sobre Jesucristo, si su intención primordial no es la narración, sino la enseñanza doctrinal, alguien podría concluir que el valor histórico de su contenido es más bien escaso, por no decir prácticamente nulo. De hecho se le ha denominado evangelio “espiritual” y ya desde antiguo, pero particularmente desde el siglo XIX, se ha subrayado su dimensión teológico-simbólica.


¿Es, pues, menos fiable, históricamente hablando, el evangelio de Jn que los sinópticos? A primera vista podría parecerlo. Pero es preciso señalar que la historicidad de un evangelio no debe medirse por la cantidad de información histórica que pueda contener. No es más histórico el evangelio que ofrezca más información de este tipo, sino aquel en que la historia — aunque los datos consignados sean menos — tiene para el autor un valor y una significación más importante. En este sentido, el evangelio de Jn no es una reflexión construida sobre el aire; la historia, aunque sea una historia “cualitativa”, una historia elevada a la categoría de símbolo, tiene en él una importancia capital. Así lo demuestra el interés por ofrecer datos geográficos, cronológicos y sociológicos lo más precisos y exactos posibles. El evangelista conoce y quiere reconstruir las condiciones reales de la historia de Jesús tal como se vivían en el primer tercio del siglo I. En la misma línea está el carácter testimonial del cuarto evangelio y la utilización masiva de términos relacionados con la experiencia física (ver, escuchar, tocar), que marcan el objetivo del testimonio que el evangelista quiere dar. Es como si el autor quisiera decir a sus lectores, de entonces (cristianos de la segunda generación) y de hoy, que el acercamiento a Jesús por vía sensible fue esencial durante la vida física de Jesús y, salvadas las distancias, sigue siéndolo en la actualidad.


Pero la peculiaridad del evangelio de Jn impide entender sin más este interés histórico como un interés por las anécdotas o los detalles. No se trata de reconstruir los acontecimientos en todos sus detalles; no es necesario contar toda la historia de Jesús. Basta con presentar los rasgos más significativos de la misma y presentarlos de tal manera que nos conduzcan a conocer en profundidad la personalidad de Jesús y el auténtico contenido de su mensaje.


6. Autor y fecha de composición


Si tenemos en cuenta lo dicho más arriba sobre el proceso de composición del cuarto evangelio, habría que hablar no de autor, sino de autores. Parece, en efecto, que la obra, tal como ha llegado hasta nosotros, es fruto de una colaboración. Pero la pregunta que nos hacemos no versa sobre posibles retoques — más o menos importantes — de la obra, sino sobre su autor principal.


A partir de Ireneo (finales del siglo II) y hasta el siglo XIX, la tradición cristiana ha sido unánime en atribuir el cuarto evangelio canónico a Juan el apóstol, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Es verdad que con anterioridad a Ireneo, un escrito de Papías, obispo de Hierápolis, parece distinguir, al hablar de los discípulos de Jesús, entre el apóstol Juan y el presbítero (anciano) Juan, atribuyendo a este último la transmisión de ciertas cosas en relación con Jesús. Pero no se dice que se trate de escritos; más bien parece referirse a tradiciones orales.


Esta tradición, prácticamente unánime (que identificaba también al apóstol Juan con “el discípulo amado”) se ha roto en los últimos siglos y en la actualidad son aplastante mayoría los que piensan que no es posible atribuir el cuarto evangelio al apóstol Juan. Dentro de esta mayoría, los matices son variadísimos: desde posturas abiertamente radicales (ningún contacto con testigos oculares, ningún valor histórico, simple elaboración teológica llevada a cabo bien entrado el siglo II, especie de síntesis interesada de las corrientes petrina y paulina), hasta considerar que el autor es un discípulo del apóstol Juan que no dudó en poner su obra a la sombra del maestro con quien estaba plenamente compenetrado.


Como casi única razón para negarle a Juan Zebedeo la paternidad directa del cuarto evangelio se aduce el hecho de que su preparación literaria y teológica — ¡un pescador del lago de Tiberíades! — estaría a siglos luz de lo que exigen las características de este singular evangelio. Suele añadirse que la forma de expresarse (tanto cuando narra el propio evangelista, como cuando hace hablar a Jesús) no es propia de un testigo ocular; y que además, no encontramos en la obra misma ninguna indicación en el sentido de que Juan apóstol pueda ser el autor. Sin embargo, el apóstol Juan es el único entre los principales componentes del grupo de los Doce que sorprendentemente nunca se menciona por su nombre en el cuarto evangelio. Y dígase lo que se quiera, sigue siendo el que más probabilidades tiene de identificarse con “el discípulo a quien Jesús tanto quería”, si atendemos a los datos objetivos que nos proporciona este evangelio (Jua 13:23-26; Jua 19:26; Jua 20:2; Jua 21:7; Jua 21:20); otros nombres propuestos, el de Lázaro por ejemplo (Jua 11:3; Jua 21:23), no ofrecerían menor dificultad. Por otra parte, en lo que se refiere a la preparación literaria y sobre todo teológica de Juan Zebedeo, no hay que pasar por alto la profunda transformación de los discípulos de Jesús a raíz de la experiencia pascual y la venida del Espíritu Santo.


7. Estructura y plan de composición


Partiendo del supuesto de que el propósito del autor del cuarto evangelio no fue redactar una simple crónica biográfica, sino más bien crear una atmósfera de reflexión-contemplación en torno al misterio de Jesús, existe hoy un consenso casi general en distinguir en este evangelio, tal como ha llegado hasta nosotros, dos grandes bloques narrativo-discursivos acompañados de un prólogo y un epílogo. Como es habitual, el acuerdo es menor a la hora de establecer divisiones más precisas y pormenorizadas. Con las reservas del caso, proponemos como itinerario de lectura el siguiente plan de composición:


— Introducción (Jua 1:1-51)


- Prólogo teológico (Jua 1:1-18)


- Testimonio del Bautista (Jua 1:19-34)


- Testimonio de los primeros discípulos (Jua 1:35-51)


I. — EL LIBRO DE LOS SIGNOS (Jua 2:1-25Jua 12:1-50)


- Primer signo: el agua convertida en vino. Jesús, el Mesías que viene de Dios (Jua 2:1Jua 4:42)


- Segundo signo: curación del hijo de un funcionario real. Jesús, palabra que sana y vivifica (Jua 4:43-54)


- Tercer signo: curación de un paralítico. Jesús, el Hijo autorizado por el Padre (Jua 5:1-47)


- Cuarto y quinto signos: Jesús da de comer a una multitud y camina sobre las aguas. Jesús, pan de vida y agua viva del Espíritu (Jua 6:1-71Jua 8:1-59)


- Sexto signo: curación de un ciego de nacimiento. Jesús, luz del mundo y pastor que se desvive por el rebaño (Jua 9:1-41Jua 10:1-42)


- Séptimo signo: resurrección de Lázaro. Jesús, vida que triunfa de la muerte (Jua 11:1-57Jua 12:1-50)


II. — LIBRO DE LA PASIÓN Y DE LA GLORIA (Jua 13:1Jua 20:29)


- Cena con los discípulos (Jua 13:1-38)


- Discursos de despedida (Jua 14:1-31Jua 17:1-26)


- Pasión y muerte de Jesús (Jua 18:1-40Jua 19:1-42)


- Resurrección de Jesús (Jua 20:1-29)


- Primera conclusión del evangelio (Jua 20:30-31)


— Conclusión (Jua 20:30Jua 21:25)


- Primera conclusión (Jua 20:30-31)


- Aparición junto al lago (Jua 21:1-14)


- Jesús, Pedro y el discípulo amado (Jua 21:15-23)


- Segunda conclusión del evangelio (Jua 21:24-25)


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Notas

Juan  8,1— monte de los Olivos: Por lo que se refiere al pasaje Deu 8:1-11, ver nota a Jua 7:53. Y en cuanto al monte de los Olivos, ver segunda nota a Mat 21:1.


Juan  8,1Mat 21:1 y par.; Luc 21:37.
Juan  8,2Mat 5:1-2 (ver Mat 26:55); Mar 9:35; Luc 5:3.
Juan  8,4— Maestro: El término griego aquí empleado no es Rabí como en el resto del cuarto evangelio (ver nota a Jua 1:38), sino Didaskale, que es el usado por la tradición sinóptica (Mat 8:19; Mat 12:38; Mat 19:16; Mat 22:16; Mat 24:36; Mar 4:38; Mar 9:17; Luc 7:40; Luc 9:38; etc.).
Juan  8,5Lev 20:10; Deu 22:22-24.
Juan  8,6— escribir en el suelo: El verbo griego utilizado sugiere que más que de una escritura estrictamente tal, lo que hacía Jesús era trazar una serie de garabatos como para ir ganando tiempo. Es difícil precisar el sentido del gesto, al que los comentaristas han dado múltiples interpretaciones.
Juan  8,6Mat 16:1; Mat 19:3; Mat 22:15-35 y par.
Juan  8,7Deu 17:7.
Juan  8,9— uno tras otro: Bastantes mss. añaden: acusados por su conciencia.
Juan  8,10— todos esos: Numerosos mss. dicen: los que te acusaban.
Juan  8,11Jua 5:14.
Juan  8,12Jua 1:4; Jua 5:9; Jua 3:19-21; Jua 9:5; Jua 12:35-36; Jua 12:46; (ver 1Jn 1:5-7; 1Jn 2:8-10); Isa 49:6.
Juan  8,12— yo soy: Ver nota a Jua 6:35.

— la luz del mundo: Esta autoproclamación de Jesús encaja perfectamente en el marco de la fiesta de las Chozas, uno de cuyos ritos consistía precisamente en encender varios candelabros de gran potencia en el área del Templo.
Juan  8,13Jua 5:31.
Juan  8,14Jua 9:29; Jua 13:3; Jua 16:28.
Juan  8,15Jua 7:24; 1Sa 16:7.
Juan  8,15— criterios mundanos: Lit. según la carne. Ver nota a Rom 7:5.
Juan  8,16Jua 8:29.
Juan  8,17Deu 17:6; Deu 19:15; (ver Núm 35:30).
Juan  8,181Jn 5:9.
Juan  8,19Jua 14:7-11.
Juan  8,20Jua 2:4; Jua 7:6; Jua 7:30; Mar 12:41-43; Luc 21:1-4.
Juan  8,20— los cofres de las ofrendas: Parece que estos cofres se encontraban en la parte del Templo llamada “patio (o atrio) de las mujeres” (ver Mar 12:41-43 y par.). Pero podría tratarse también de la explanada adyacente al edificio donde se guardaba el tesoro del Templo. En tal caso, habría que traducir: Estas manifestaciones las hizo Jesús cuando enseñaba junto al edificio del tesoro.
Juan  8,21Jua 7:34; Jua 7:36; Jua 13:33.
Juan  8,22ver Jua 7:35.
Juan  8,24— yo soy: De manera especial parece clara en este pasaje la alusión a Éxo 3:14. Ver nota a Jua 6:35.
Juan  8,25— desde el principio: Texto difícil. Otras posibles traducciones serían: Ante todo, ¿no es eso lo que estoy diciendo? O bien: En primer lugar, ¿por qué habría de decíroslo?.
Juan  8,26— condenar: Ver nota a Jua 3:17-19.
Juan  8,28Jua 3:14; Jua 5:19; Jua 12:32.
Juan  8,29Jua 5:30; Jua 6:38; Jua 8:16; Jua 16:32; Éxo 3:12; Jos 1:5; 1Sa 10:7; Jer 1:8; Amó 5:14.
Juan  8,30Jua 7:31.
Juan  8,31Jua 15:7; (ver 2Jn 1:9).
Juan  8,32Jua 1:14; Jua 1:17; Jua 14:6; Jua 14:17; Jua 15:26; Jua 17:17-19; Jua 18:37-38; 1Jn 1:6; 1Jn 2:4; 1Jn 4:6; 1Jn 5:6; 2Jn 1:1-4; 3Jn 1:3-8.
Juan  8,33Mat 3:9; Luc 3:8.
Juan  8,34Rom 6:16; Rom 6:20; 2Pe 2:19.
Juan  8,35Gén 21:9-14; Éxo 21:2; Deu 15:12; (ver Jer 2:14).
Juan  8,37Jua 5:18; Jua 7:19; Jua 7:25.
Juan  8,39Gén 15:16; Sir 40:20-21; Rom 4:3; Rom 4:18; Rom 4:20; Heb 11:8-19; Stg 2:21-23.
Juan  8,41Deu 32:6; Isa 63:16; Isa 64:8.
Juan  8,41— ilegítimos: Lit. adulterinos. Ver nota a Stg 4:4.
Juan  8,44Sab 1:13-16; Sab 2:24; (ver Gén 3:4; Apo 12:9).
Juan  8,462Co 5:21; 1Pe 2:22; 1Jn 3:5; (ver Heb 4:15).
Juan  8,48Jua 7:20; Mar 3:22.
Juan  8,48— samaritano: Ver nota a Mat 10:5.
Juan  8,50Jua 5:41.
Juan  8,51Jua 5:24; (ver Mat 11:25).
Juan  8,53Jua 4:12.
Juan  8,54— su: Numerosos mss., algunos de valor, dicen: nuestro.
Juan  8,55Jua 7:29; Jua 17:25; Mat 11:27; Luc 10:22.
Juan  8,58Jua 1:1-3 (ver Jua 8:24).