Juan  9 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 41 versitos |
1 ° Y al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?».
3 Jesús contestó: «Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios.
4 Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas.
5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
6 Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego,
7 y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista.
8 Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
9 Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo».
10 Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?».
11 Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver».
12 Le preguntaron: «¿Dónde está él?». Contestó: «No lo sé».
13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
14 Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15 También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
16 Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
17 «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta».
18 Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres
19 y les preguntaron: «¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?».
20 Sus padres contestaron: «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos;
21 y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse».
22 Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías.
23 Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él».
24 Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador».
25 Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo».
26 Le preguntan de nuevo: «¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?».
27 Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?».
28 Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés.
29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene».
30 Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos.
31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad.
32 Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento;
33 si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder».
34 Le replicaron: «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron.
35 Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
36 Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
37 Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».
38 Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él.
39 Dijo Jesús: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».
40 Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?».
41 Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece.

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Introducción a Juan 

JUAN

Según indica su encabezamiento, la tradición ha ligado la composición del cuarto evangelio al apóstol san Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, y hermano de Santiago el Mayor. Como evangelio, el de san Juan se caracteriza por la presentación de la persona de Jesucristo como enviado del Padre para salvar al mundo. El cuarto evangelista ha sido llamado «Juan el teólogo», un título que pone de relieve la profundidad teológica de su obra. Tal profundidad hunde sus raíces en la condición del discípulo amado como confidente de Jesús (Jua 13:23) y la experiencia y guía del Espíritu Santo prometido por Jesús para la comprensión de la verdad (Jua 16:13). La obra del cuarto evangelista constituye la cumbre de la revelación trinitaria. De hecho, el Padre y el Hijo, juntamente con el Espíritu Santo, son el centro del evangelio. El uso que la liturgia hace del Evangelio de Juan es amplísimo. El Prólogo se proclama en Navidad; el relato de las bodas de Caná y el bautismo de Jesús, en Epifanía; en Cuaresma, especialmente en el ciclo A, se hacen presentes algunos de sus grandes temas; en el tiempo pascual, ocupa un lugar privilegiado; ello es un signo del carácter especial de esta obra, penetrada más que cualquier otro evangelio por la gloria del misterio de la Palabra hecha carne.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Juan  9,1-41*9 Este signo, que muestra a Jesús como luz del mundo, da lugar a una serie de discusiones entre el que ha sido curado y sus vecinos (Jua 9:8-12); el que ha sido curado y los fariseos (Jua 9:13-17); los fariseos y los padres del que había sido ciego (Jua 9:18-23); de nuevo, los fariseos y el que había sido ciego (Jua 9:24-34). Al final, en el templo, se produce el encuentro de Jesús con el que había sido curado (Jua 9:35-38); el conjunto lo cierran unas palabras de Jesús (Jua 9:40 s).