Hechos 11 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 30 versitos |
1 Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban por la Judea que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. *
2 Y cuando subió Pedro a Jerusalén, discutían con él los de la circuncisión,
3 diciendo que había entrado en casa de hombres incircuncisos y comido con ellos.
4 Mas Pedro comenzó a exponer la cosa por su orden, diciendo:
5 Yo estaba en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión: que bajaba una especie de recipiente, a manera de lienzo grande, que, cogido por los cuatro cabos, se descolgaba desde el cielo, y llegó hasta mí.
6 Fijos en él los ojos, estaba observando, y vi los cuadrúpedos de la tierra, y las fieras, y los reptiles, y los volátiles del cielo.
7 Y oí, además, una voz que me decía: Levántate, Pedro; sacrifica y come.
8 Y dije: De ninguna manera, Señor, porque cosa profana o impura jamás entró en mi boca.
9 Mas respondió la voz por segunda vez desde el cielo: Lo que Dios purificó, tú no lo hagas profano.
10 Y esto se repitió por tres veces; y fue arrebatado de nuevo todo hacia el cielo.
11 Y he aquí que en el mismo instante tres hombres se presentaron en la casa en que yo estaba, enviados a mí desde Cesárea.
12 Y díjome el Espíritu que fuese yo con ellos, dejada toda vacilación. Vinieron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa del hombre.
13 Y nos refirió cómo había visto en su casa al ángel, que, estando de pie, le decía: Manda recado a Jope y haz venir a Simón que se apellida Pedro,
14 el cual te hablará palabras con las cuales serás salvo tú y toda tu casa.
15 Y al comenzar yo a hablar cayó sobre ellos el Espíritu Santo, lo mismo que sobre nosotros en el principio.
16 Y recordé el dicho del Señor, de cuando decía: Juan bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo.
17 Si, pues, el mismo don otorgó Dios a ellos que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesu-Cristo, ¿yo quién era para poner vetos a Dios?
18 En oyendo esto, se quietaron, y glorificaron a Dios diciendo: ¡Conque también a los gentiles otorgó Dios la penitencia para alcanzar la vida!
19 Aquellos, pues, que habían sido dispersados por la tribulación acaecida con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra sino a los judíos. *
20 Eran algunos de entre ellos ciprios y cirenenses, los cuales, venidos a Antioquía, hablaban también a los griegos, anunciando al Señor Jesús.
21 Y andaba con ellos la mano del Señor, y crecido número, que recibió la fe, se convirtió al Señor. *
22 Llegó a oídos de la Iglesia establecida en Jerusalén la noticia tocante a ellos, y enviaron a Bernabé, con destino a Antioquía;*
23 el cual, como llegó y vio la gracia de Dios, se gozó, y animaba a todos a perseverar en el propósito del corazón fieles al Señor; *
24 porque era hombre de bien y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y se agregó crecida muchedumbre al Señor.
25 Y salió para Tarso con el objeto de buscar a Saulo;
26 y habiéndole hallado, le condujo a Antioquía. Y fue así que durante un año entero estuvieron ellos juntos en la Iglesia y enseñaron a notable muchedumbre, y en Antioquía por vez primera fueron los discípulos denominados cristianos.
27 Por estos mismos días bajaron de Jerusalén algunos profetas a Antioquía.
28 Y levantándose uno de ellos, por nombre Agabo, movido por el Espíritu Santo significó que una grande hambre vendría sobre toda la tierra, que en efecto sobrevino en el imperio de Claudio. *
29 Los discípulos, a la medida de los propios recursos, determinaron, cada uno de su parle, enviar un subsidio a los hermanos que moraban en la Judea,
30 lo cual efectuaron, enviándolo a los presbíteros por mano de Bernabé y de Saulo.

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Introducción a Hechos




HECHOS DE LOS
APOSTÓLES

AUTENTICIDAD. — El testimonio unánime y universal de los escritores eclesiásticos de los tres primeros siglos a favor de la autenticidad del libro de los Hechos como obra de San Lucas es una prueba documental cual no lo posee a su favor ningún escrito profano de la antigüedad, y que sólo puede compararse con la que acredita la autenticidad de los Evangelios o de las Epístolas de San Pablo. Y si callase la prueba testifical, bastaba la sola crítica interna para descubrir al verdadero autor de los Hechos. Los prólogos gemelos de las dos obras, y no menos la identidad de lenguaje, en la lexicografía, en la construcción, en los modismos, están diciendo a voces que el autor de los Hechos es el autor mismo del tercer Evangelio. Y los numerosos rasgos paulinos delatan la mano del fiel discípulo de San Pablo, como los frecuentes términos de medicina señala a Lucas el médico. HISTORICIDAD. — Los numerosísimos datos acumulados en la historia de los Hechos, el contacto constante con toda la vida social, política y religiosa de tantos pueblos diferentes y aun contrarios, nos permiten hoy día comprobar la verdad y fidelidad de la narración. Cuanto ha podido comprobarse, que es poco menos que todo, ha resultado rigurosamente exacto. Y es interesante que las dudas suscitadas contra algún pormenor de la narración de los Hechos han sido últimamente disipadas. Un ejemplo significativo. Habla Lucas de Sergio Pablo, procónsul de Chipre- Algunos críticos osaron atacar la exactitud de la expresión, afirmando que Sergio Pablo no fue procónsul, sino propretor. Pero las inscripciones recientemente descubiertas en Chipre hablan del procónsul Sergio Pablo. Y es tanto más admirable la exactitud de Lucas, por cuanto la provincia de Chipre sólo por breve tiempo fue senatoria (o gobernada por un procónsul), habiendo sido poco antes y poco después imperial (o regida por un propretor). Con igual precisión habla del procónsul de Acaya, de los asiarcas y del escriba de Efeso, de los pretores o estrategos de Filipos, de los politarcas de Tesalónica, del Primero de Malta. Y el largo viaje marítimo narrado en los dos últimos capítulos ha sido considerado por los técnicos como un portento de exactitud y precisión. TIEMPO DE SU COMPOSICIÓN. — El año en que se escribió el libro de los Hechos es la bate o punto de referencia para conocer la cronología de los tres primeros Evangelios. De ahí su importancia. Terminan los Hechos en el bienio de la custodia libera en que estuvo San Pablo durante los años 61-63 (o 60-62), sin mencionar la sentencia judicial, que fue entonces de absolución. Al fin, por tanto, de este bienio hubo de terminarse la composición de los Hechos. Como los Hechos comienzan refiriéndose al «primer tratado» (1:1), que es el tercer Evangelio, síguese de ahí que éste hubo de escribirse anteriormente, tal vez hacia el año 60. Por otra parte, sabemos por la tradición que los Evangelios de Mateo y Marcos son anteriores al de Lucas. Fueron, por tanto, escritos antes del año 60, verosímilmente hacia los años 50 y 55, respectivamente. EL TEXTO. — Unos pocos códices, llamados occidentales, representan un tipo de texto algo más largo que el de los códices orientales. Surge, pues, el problema: ¿cuál de los dos textos es el primitivo y genuino? ¿Hay interpolaciones en el texto occidental o más bien hay o misiones en el oriental ? No es posible dar una solución simple y tajante. Sólo en general puede decirse que, si algunas veces es el texto oriental quien abrevia indebidamente el texto primitivo, las más de las veces, empero, es el occidental quien lo interpola. Algunas de estas interpolaciones parecen ser anotaciones hechas al texto de Lucas por algunos que quisieron enriquecerlo con noticias personales que parecen fidedignas.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Hechos 11,1-16

Fue necesaria toda la autoridad de Pedro para calmar el enorme revuelo producido en algunos DE LA CIRCUNCISIÓN por la admisión de los gentiles en la Iglesia. Sólo con las razones apodícticas de Pedro SE QUIETARON, si bien más asombrados que convencidos.


Hechos 11,19-20

Jerusalén iba a dejar de ser el centro de la propagación del Evangelio para ceder su puesto a Antioquia, y luego a Roma. La causa de este desplazamiento fue la actitud irreductible de gran parte de los judíos.


Hechos 11,21

A pesar de que los primeros predicadores evangélicos de Antioquia eran unos espontáneos indocumentados, fue notable el efecto de su palabra, porque ANDABA CON ELLOS LA MANO DEL SEÑOR.


Hechos 11,22

Para normalizar y legalizar la situación de Antioquia mandan los apóstoles un hombre de su confianza: Bernabé, que viene a ser, si no precisamente el fundador, sí el primer apóstol y jefe de la Iglesia antioquena.


Hechos 11,23-24

Bernabé, como «hombre de palabra dulce e insinuante», ANIMABA A TODOS. El secreto del poder de su palabra estaba en que ERA HOMBRE DE BIEN Y LLENO DEL ESPÍRITU SANTO Y DE FE, en lo cual está incluido el carisma de la profecía y de la doctrina, que más adelante se le atribuye explícitamente (Hch_13:1).


Hechos 11,28

La profecía de Agabo y la muerte de Herodes Agripa I, que poco después se narra, sirven de puntos de referencia para la cronología de esta parte de los Hechos. Dicha profecía precedió al imperio de Claudio, que comenzó el 25 de enero del año 41, y la muerte de Agripa acaeció el 6 de agosto del 44. Entre estas dos fechas hay que colocar el martirio de Santiago el Mayor, probablemente antes de la Pascua del 42, y la prisión y liberación de Pedro. Con ésta anda enlazada cronológicamente la misión de Bernabé y de Saulo a Jerusalén y su vuelta a Antioquia. En este viaje de Saulo a Jerusalén parece hay que colocar su extraordinaria visión, en que «fue arrebatado hasta el tercer cielo» (2Co_12:2), que el Apóstol hacia el año 56 ó 57, en que escribió su segunda a los Corintios, dice haberle acaecido «catorce años antes» (ib.); lo cual nos lleva al año 42 ó 43. En cuanto a los hechos anteriores a estas fechas, el «año entero» que Saulo y Bernabé trabajaron «juntos en la Iglesia» de Antioquia parece termina con su misión a Jerusalén, más bien que con la llegada de Agabo a Antioquia. En ambas hipótesis, como no puede precisarse la fecha de la misión ni tampoco la llegada de Agabo a Antioquia, queda algo indecisa la fecha de la ida de Saulo a esta ciudad, que debió de ser el año 39 o el 40. Y en el supuesto probable que la conversión de Saulo ocurrió hacia el año 32 (o 33), su retiro en Tarso, que fue tres años más tarde (el 35 ó 36), duraría unos cuatro (o cinco) años, tiempo precioso de preparación espiritual para su apostolado.