Hechos 16 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 40 versitos |
1

Encuentro con Timoteo

Llegó luego a Derbe y a Listra. En esta ciudad conoció a un creyente llamado Timoteo *. Su padre era griego y su madre una judía convertida al cristianismo. º
2 Los hermanos de Listra y de Iconio º tenían un buen concepto de él, º
3 y Pablo quiso tenerle como compañero de viaje; así que, en consideración a los judíos que habitaban en aquella región, lo circuncidó, pues todos sabían que su padre era griego.
4 Al recorrer las distintas ciudades, comunicaban a los creyentes las decisiones tomadas por los apóstoles y demás dirigentes º en Jerusalén, y les recomendaban que las acatasen. º
5 Con el paso de los días, las iglesias se fortalecían en la fe y aumentaban en número. º
6

Un macedonio se aparece en visión a Pablo

El Espíritu Santo les impidió anunciar el mensaje en la provincia de Asia *, por lo cual atravesaron las regiones de Frigia y Galacia º. º
7 Al llegar a la frontera de Misia, tuvieron intención de entrar en Bitinia º, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. º
8 Dejaron entonces a un lado Misia y descendieron hasta Troas º.
9 Aquella noche tuvo Pablo una visión: de pie ante él había un macedonio, que le suplicaba: — ¡Ven a Macedonia y ayúdanos! º
10 No bien tuvo esta visión, hicimos º los preparativos para marchar a Macedonia, pues estábamos convencidos de que Dios nos llamaba para anunciar allí la buena nueva.
11

Llegada a Filipos y conversión de Lidia

Tomamos el barco en Troas y navegamos hasta Samotracia *. Al día siguiente zarpamos para Neápolis º,
12 y de allí nos dirigimos a Filipos, colonia romana º, y ciudad de primer orden en el distrito de Macedonia. Nos detuvimos unos días en Filipos, º
13 y el sábado salimos de la ciudad y nos encaminamos a la orilla del río donde teníamos entendido que se reunían los judíos para orar. Allí tomamos asiento y entablamos conversación con algunas mujeres que habían acudido.
14 Una de ellas, llamada Lidia, procedía de Tiatira * y se dedicaba al negocio de la púrpura; era, además, una mujer que rendía culto al verdadero Dios º. Mientras se hallaba escuchando, el Señor tocó su corazón para que aceptara las explicaciones de Pablo.
15 Se bautizó, pues, con toda su familia, y nos hizo esta invitación: — Si ustedes consideran sincera mi fe en el Señor, les ruego que vengan a alojarse en mi casa. Su insistencia nos obligó a aceptar. º
16

Encarcelamiento de Pablo y Silas en Filipos

Un día, cuando nos dirigíamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava poseída por un espíritu de adivinación º. Las predicciones que hacía reportaban cuantiosas ganancias a sus amos.
17 La joven comenzó a seguirnos, a Pablo y a nosotros, gritando: — ¡Estos hombres sirven al Dios Altísimo y les anuncian el camino º de salvación! º
18 Hizo esto durante muchos días, hasta que Pablo, ya harto, se enfrentó con el espíritu y le dijo: — ¡En nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella! Decir esto y abandonarla el espíritu, fue todo uno. º
19 Pero al ver los amos de la joven que sus esperanzas de lucro se habían esfumado, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza pública, ante las autoridades.
20 Allí, ante los magistrados, presentaron esta acusación: — Estos hombres han traído el desorden a nuestra ciudad. Son judíos º
21 y están introduciendo costumbres que, como romanos que somos, no podemos aceptar ni practicar.
22 El populacho se amotinó contra ellos, y los magistrados ordenaron que los desnudaran y los azotaran. º
23 Después de azotarlos con ganas, los metieron en la cárcel y encomendaron al carcelero que los mantuviera bajo estricta vigilancia.
24 Ante tal orden, el carcelero los metió en la celda más profunda de la prisión y les sujetó los pies en el cepo.
25

Pablo y Silas liberados

Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios, mientras los otros presos escuchaban.
26 Repentinamente, un violento temblor de tierra sacudió los cimientos de la prisión. Se abrieron de golpe todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos los presos. º
27 El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la prisión abiertas de par en par, desenvainó su espada con intención de suicidarse, pues daba por sentado que los presos se habían fugado.
28 Pablo, entonces, le dijo a voz en grito: — ¡No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí!
29 El carcelero pidió una luz, corrió hacia el interior y, temblando de miedo, se echó a los pies de Pablo y Silas.
30 Los llevó luego al exterior y les preguntó: — Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? º
31 Le respondieron: — Cree en Jesús, el Señor, y tú y tu familia alcanzarán la salvación. º
32 Luego les explicaron a él y a todos sus familiares el mensaje del Señor.
33 El carcelero, por su parte, a pesar de lo avanzado de la noche, les lavó las heridas y a continuación se hizo bautizar con todos los suyos.
34 Los introdujo seguidamente en su casa y les sirvió de comer. Y junto con toda su familia, celebró con gran alegría el haber creído en Dios.
35 Al llegar la mañana, los magistrados enviaron a los guardias º con estas instrucciones para el carcelero: “Deja en libertad a esos hombres”.
36 El carcelero fue sin demora a comunicar a Pablo: — Los magistrados han ordenado que se los ponga en libertad. Así que pueden salir y marchar en paz. º
37 Pero Pablo dijo a los guardias: — Ellos nos han hecho azotar en público sin juicio previo, y eso que somos ciudadanos romanos º. Después nos han metido en la cárcel. ¿Y ahora pretenden que salgamos a hurtadillas? ¡Ni mucho menos! ¡Que vengan ellos a sacarnos!
38 Los guardias transmitieron estas palabras a los magistrados, quienes, alarmados al saber que se trataba de ciudadanos romanos,
39 vinieron a presentarles sus excusas. En seguida los condujeron fuera y les suplicaron que abandonaran la ciudad.
40 Una vez que salieron de la cárcel, se encaminaron a casa de Lidia. Y después de entrevistarse con los hermanos y confortarlos en la fe, partieron de allí.

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Introducción a Hechos

INTRODUCCIÓN


1. Aspectos generales


En la introducción al tercer evangelio quedó claro que el libro de los Hechos de los Apóstoles ha de ser considerado como la segunda parte de una obra conjunta que la tradición cristiana, prácticamente sin fisuras, ha atribuido a un cristiano del último tercio del siglo I llamado Lucas. En consecuencia, lo dicho allí sobre las características generales y estado primitivo de la obra, sobre su finalidad, el autor y los destinatarios es plenamente válido para esta introducción.


Debemos señalar, en primer lugar, que el título que actualmente lleva el libro — Hechos de los Apóstoles — no es original, aunque con ligeras variantes se remonta, como mínimo, a la segunda mitad del siglo II. Por otra parte, dicho título tampoco responde al contenido básico del libro. En efecto, el grupo de los doce apóstoles en conjunto sólo se menciona de pasada en los primeros capítulos. Inmediatamente el protagonismo pasa a Pedro que ocupa el primer plano de la escena en la primera parte de la obra. Del resto de los apóstoles, sólo los hijos de Zebedeo — Juan y Santiago — tienen una cierta y esporádica cabida (siempre a la sombra de Pedro) en el relato (Hch 3:1-4; Hch 3:11; Hch 4:1-15; Hch 4:23; Hch 8:14-17; Hch 8:25; Hch 12:1-2). A partir del capítulo Hch 13:1-52 el protagonista del libro es Pablo, a quien Lucas admira, pero a quien no aplica nunca el apelativo de apóstol. Con razón, pues, se ha dicho que el título adecuado para esta parte de la obra de Lucas podría ser Historia de los Orígenes Cristianos, o bien, Hechos del Espíritu, si consideramos que el Espíritu Santo es, sin lugar a dudas, el verdadero y profundo protagonista de toda la obra lucana.


El texto griego del libro de los Hechos (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Hch) se ha transmitido en dos principales formas: a) el llamado texto alejandrino o egipcio, representado por importantes y valiosos papiros y códices; es un texto breve y sobrio, los críticos lo consideran más cercano al original, y suele ser utilizado como base para ediciones críticas; y b) el texto llamado occidental (tal vez por haber sido copiado en Occidente y conservado durante varios siglos en Lyón) representado por una tradición manuscrita de menor peso, pero de ninguna manera desdeñable; es un texto que introduce numerosas adiciones con respecto al anterior, trata de corregir inexactitudes, las citas del AT son menos cercanas a los LXX, tiende a resaltar las figuras de Pedro y Pablo, es abiertamente antijudío y subraya más todavía, si fuera posible, la actividad del Espíritu Santo. La inmensa mayoría de las traducciones modernas — y la presente no es una excepción — utilizan el texto alejandrino como principal punto de referencia.


La autoría de Lucas, reconocida de forma unánime por la tradición, ha suscitado últimamente algunas reservas, pero nadie ha presentado una alternativa consistente. La opinión hoy más común es que toda la obra — Evangelio y Hechos — habría sido escrita en la década de los 80 y en un lugar fuera de Palestina, sin que sea posible concretar mucho más.


2. Dimensión literaria. Proceso de composición


La calidad literaria de Hch puede calificarse de excelente. Resiste con holgura la comparación con otros importantes escritos profanos de la época helenística y, dentro del NT, sólo el propio tercer evangelio, el escrito a los Hebreos y algunos pasajes de las cartas paulinas pueden colocarse a su altura. Lucas es un magnífico narrador que, imitando el estilo de los LXX, construye con soltura y elegancia. Sabe alternar oportunamente los diversos niveles del lenguaje, desde el más popular al más elevado, y esto hace que Hch, donde podríamos decir que escribe con más libertad literaria que en el caso del Evangelio, la redacción resulte, si cabe, más pulida y brillante.


Por lo que se refiere al proceso de composición, Hch constituye una novedad dentro de la literatura cristiana del siglo I. Su autor no dispuso de un modelo previo como en el caso del Evangelio, primera parte de la obra. Pero sí tuvo a mano la necesaria información y, dado el método de trabajo que el propio Lucas nos revela en el prólogo a toda su obra (Luc 1:1-4), nos hace suponer que también para componer la segunda parte se sirvió de fuentes que pudieron ser tanto orales como escritas. Entre estas últimas, se sugiere la existencia de una fuente jerosolimitana y otra antioquena para los primeros quince capítulos de libro. Y sobre todo, para la segunda parte del libro (Hch 16:1-40Hch 28:1-31), se ha propuesto la utilización por parte de Lucas de un hipotético diario de viajes escrito por el propio Lucas o por otro compañero de Pablo (¿Silas, tal vez?). A este diario pertenecerían las célebres “secciones nosotros”, cuatro pasajes, especialmente relacionados con travesías marítimas (Hch 16:10-17; Hch 20:5-15; Hch 21:1-18; Hch 27:1Hch 28:16), en los que el narrador pasa sorprendentemente de narrar en tercera persona a hacerlo en primera persona del plural. Puede pensarse en apuntes del mismo autor del libro que habría formado parte del grupo apostólico de Pablo en estas concretas ocasiones, o tal vez mejor, en apuntes de otro acompañante de Pablo que llegaron a manos del autor de Hch y que este no dudó en utilizar.


En todo caso, el autor de Hch contó con una abundante información, tanto escrita como oral, con la que elaboró un peculiar y personalísimo género literario que podemos denominar historia teológica o teología narrativa. Un género literario al que el autor ha dado forma a base de entretejer hábilmente una amplia serie de relatos, discursos y sumarios. La cuidadosa disposición de estos tres elementos, desiguales en extensión pero igualmente importantes en la estructura global del libro, constituye el hilo conductor de toda la trama.


Los relatos ocupan la mayor parte de la obra — dos terceras partes — , pero no pretenden agotar los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos primeros años de la Iglesia. El autor ha llevado a cabo una significativa selección de los acontecimientos y personajes más representativos desde su particular perspectiva teológica y desde la finalidad que pretende con el libro.


Los discursos (veinticuatro en total, que ocupan casi una tercera parte del libro) son el instrumento a través del cual el autor transmite y explica sus convicciones teológicas. Puestos en boca de todo tipo de personas, y en lugares claves del relato, hacen que el lector profundice en el sentido de los acontecimientos y descubra en ellos el mensaje que se quiere transmitir, a saber, la muerte y resurrección de Jesucristo como fuente y camino de salvación para todos los seres humanos.


Y finalmente los sumarios, breves resúmenes de la vida comunitaria que están presentes sobre todo en la primera parte del libro (Hch 2:42-47; Hch 4:32-35; Hch 5:12-16; Hch 9:31; Hch 6:7; Hch 12:24; Hch 16:5). No cabe duda de que son una elaboración del autor; con ellos quiere, por una parte, ofrecer a los lectores pausas de reflexión para que profundicen en el mensaje; y por otra, los convierte en medios privilegiados para presentar su visión de cómo debería ser la comunidad cristiana ideal, la de entonces y la de todos los tiempos.


3. Valor histórico


Hemos definido Hch como una historia teológica o una teología narrativa. Esto significa que el autor no pretende elaborar sin más una crónica histórica de la primitiva comunidad cristiana, ni buscar información exhaustiva sobre ella. Selecciona, más bien, episodios y personajes, con frecuencia los idealiza y, en otros casos, los simplifica y esquematiza. De ahí que Hch no pueda ser considerado como un simple tratado de historia, y menos aún debe pretenderse que responda a nuestro actual concepto científico de la historia. Tomar siempre al pie de la letra sus “aparentes” informaciones, puede resultar peligroso y desorientador. Por otra parte, no deben pasarse por alto los significativos silencios de Hch. Nada dice, por ejemplo, de la fundación de iglesias tan importantes como la de Alejandría o la de Roma, nada sobre la actividad apostólica de Pedro fuera de Palestina, nada sobre las tormentosas relaciones entre Pablo y las comunidades de Corinto y Galacia. Sean cuales sean los motivos de este silencio, el hecho es incuestionable y demuestra que Hch no es ni una historia total de la primitiva Iglesia cristiana, ni tampoco una biografía completa de Pablo.


Todo esto es cierto, pero en modo alguno debe conducir a posturas extremas que presenten a Hch como una abierta falsificación tendenciosa o, en el mejor de los casos, como una obra con buenas intenciones pero muy mal informada. Frente al radicalismo crítico del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, hoy prevalece la idea de que Hch es, en líneas generales, históricamente fiable; su autor escribe como teólogo, pero también como historiador, pues la auténtica historia es indispensable para una correcta teología.


Por lo que respecta a la imagen de Pablo en Hch, los mismos autores que teóricamente parecen desconfiar de los datos de Hch, luego en la práctica los utilizan con menos reservas de las señaladas en principio. Aunque con ribetes apologéticos y un tanto idealizadores, la figura histórica de Pablo que se desprende de Hch es correcta y coincide substancialmente con la de las propias cartas del Apóstol. A todo esto habría que añadir una amplia serie de datos consignados en Hch que están básicamente de acuerdo con lo que sabemos por otras fuentes no bíblicas sobre el funcionamiento de aquella sociedad grecorromana. No existen, pues, razones de peso para poner en entredicho el valor histórico fundamental de Hch.


4. Mensaje y contenido


Hch es el testimonio documental de cómo, a través de la acción del Espíritu, la salvación traída por Jesucristo se hace presente y operativa en la primitiva Iglesia cristiana, comunidad fraternal de fe, y llega a penetrar en el corazón mismo del mundo pagano. Además de esto, el autor trata de demostrar que la nueva religión — el nuevo “camino” — no pretende conculcar las leyes del imperio romano, sino más bien tender puentes de aproximación y crear lazos de colaboración y entendimiento. La figura y la acción misionera de Pablo es, al respecto, emblemática.


Así pues, Hch es ante todo una especie de memoria-testimonio sobre la obra realizada por el Espíritu Santo en los primeros años de la Iglesia. El Espíritu prometido (Hch 1:5; Hch 2:16-21; ver Luc 24:49) y enviado (Hch 2:1-4) es el verdadero protagonista del libro y el auténtico artífice de la extensión del mensaje cristiano hasta los confines del Imperio. Los personajes — Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Apolo, Pablo, etc. — , aparecen y desaparecen; el Espíritu está siempre alentando y vivificando a la Iglesia. Con razón podemos hablar de Hch como de Evangelio del Espíritu Santo o Hechos del Espíritu.


Por su parte, la acción del Espíritu consiste primordialmente en hacer de los discípulos de Jesús testigos privilegiados del acontecimiento central de la historia, que no es otro sino la salvación traída por Jesús. A través de estos testigos, que lo son no sólo mediante palabras sino también a través de signos prodigiosos (Hch 3:1-10; Hch 5:1-16; Hch 8:6-7; Hch 9:32-41; Hch 12:6-11; Hch 13:11; Hch 14:8-20; Hch 16:25-26; Hch 20:9-12; ver Luc 24:49), la salvación de Jesús va llegando a los más diversos ambientes y lugares, y se convierte en mensaje que interpela a individuos y grupos. Este ofrecimiento de salvación a través de la predicación apostólica es aceptado por unos y rechazado por otros. En realidad, tanto los apóstoles como los demás misioneros cristianos son plenamente conscientes de que su condición de servidores de la palabra (Hch 6:4) les acarreará permanentes dificultades y sufrimientos. Pero eso no va a ser obstáculo para que, llenos de alegría y sin miedo alguno, proclamen el mensaje de salvación por todas partes, desde Jerusalén hasta Roma, cumpliendo así el encargo de Jesús (Hch 1:8).


El resultado de esta acción conjunta — presencia del Espíritu y actividad misionera de los testigos — es la formación y crecimiento imparable de la Iglesia cristiana como comunidad de salvación. Hch da testimonio de ello desde la primera hasta la última página. Todo en él tiene una referencia comunitaria; todo se hace desde una experiencia de fraternidad y participación (Hch 2:42-46; Hch 4:32-35; Hch 11:27-30). De esta manera la Iglesia nacida en Pentecostés se constituye en el nuevo pueblo adquirido por Dios (Hch 15:14; Hch 18:10), en la comunidad universal de salvación y de fe que se concreta en las múltiples y variopintas iglesias locales: Jerusalén, Samaría, Antioquía, Filipos, Tesalónica, Corinto, Éfeso, Roma.


Subrayemos, finalmente, que el autor de Hch ha querido compendiar todo este proceso de formación y crecimiento de la Iglesia en la preciosa imagen del camino (Hch 9:2; Hch 13:10; Hch 16:17; Hch 18:25-26; Hch 19:9; Hch 19:23; Hch 22:4; Hch 24:14; Hch 24:22). Recuerda así Lucas a los creyentes de entonces y de todos los tiempos la condición itinerante del cristiano: la Iglesia no es una realidad anquilosada e inmóvil, sino dinámica y en permanente actitud de crecimiento y de marcha. La historia que Lucas cuenta no termina en el capítulo Hch 28:1-31 de Hch, que por otra parte no deja de ser un sorprendente final para un relato que parecería tener a Pablo como protagonista. ¿Por qué no nos dice en qué paró la situación de Pablo prisionero y en espera de un juicio ante los tribunales del emperador? Pues porque el verdadero protagonista del libro no es el mensajero, sino el mensaje; y lo mismo que el mensaje tenía que llegar, y llegó, hasta los confines de la tierra, la historia queda abierta para que llegue también, por los “caminos” que Dios quiera, hasta el final de los tiempos, cuando Jesús vuelva a clausurar esa historia de salvación.


5. Estructura y división


En épocas pasadas se ha propuesto dividir el libro de Hch en dos grandes partes atendiendo, bien al programa misionero (misión a los judíos-misión a los paganos) que se sugiere en Hch 2:39, bien a los dos principales protagonistas del libro que son Pedro y Pablo. Estos criterios tienen valor y en cierta manera el autor los ha debido tener en cuenta a la hora de estructurar esta parte de la obra. Pero son insuficientes para explicar el orden interno del libro en su conjunto. Por eso hoy se acude a una combinación de criterios geográficos, literarios y teológicos que tienen como punto de arranque el texto programático de Hch 1:8 con sus tres elementos: la fuerza del Espíritu, los testigos de la palabra, y el camino que ha de recorrer el mensaje. La repetida mención de estos tres elementos en puntos estratégicos del libro, nos conduce a la siguiente división:


— Introducción (Hch 1:1-26)


I. — TESTIGOS EN JERUSALÉN (Hch 2:1Hch 8:3)


- Derramamiento del Espíritu en Pentecostés (Hch 2:1-43)


- La primera comunidad cristiana (Hch 2:43Hch 5:16)


- Primeras persecuciones (Hch 5:17Hch 8:3)


II. — TESTIGOS EN JUDEA Y SAMARÍA (Hch 8:4Hch 12:25)


- Evangelización de Samaría (Hch 8:4-40)


- Pablo irrumpe en escena (Hch 9:1-31)


- Actividad misionera de Pedro (Hch 9:32Hch 12:25)


III. — TESTIGOS HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA (Hch 13:1-52Hch 28:1-31)


- Primer viaje misionero de Pablo (Hch 13:1-52Hch 14:1-28)


- Asamblea de Jerusalén (Hch 15:1-35)


- Segundo viaje misionero de Pablo y Bernabé (Hch 15:36Hch 18:22)


- Tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18:23Hch 21:16)


- Pablo arrestado en Jerusalén (Hch 21:17Hch 23:22)


- Pablo prisionero en Cesarea del Mar (Hch 23:23Hch 26:32)


- Pablo trasladado a Roma (Hch 27:1-44Hch 28:1-31)


Fuente:

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Notas

Hechos 16,1Hch 14:6; 2Ti 1:5.


Hechos 16,1-2— Derbe... Listra... Iconio: Ver segunda nota a Hch 13:51.

— Timoteo: El que en adelante había de ser asiduo y fiel colaborador de Pablo (Rom 16:21; 1Co 4:17; 1Co 16:10-11; Flp 1:1; Flp 2:19-24; Col 1:1; 1Ts 1:1; 1Ts 3:2-6; 2Ts 1:1; además de las dos cartas a Timoteo). En realidad, debería haber sido circuncidado al nacer, por ser hijo de mujer israelita; pero, por alguna razón, no había sido así.
Hechos 16,2(Ver Flp 2:20-22).
Hechos 16,4Hch 15:23-29.
Hechos 16,4— dirigentes: Ver nota a Hch 11:30.
Hechos 16,5Hch 2:47; Hch 6:7; Hch 9:31.
Hechos 16,6— provincia de Asia: Ver nota a Rom 16:5.

— Frigia y Galacia: regiones situadas en la parte central de Asia Menor. Las principales ciudades de Frigia eran Hierápolis y Laodicea. Cerca de ellas se encontraba la pequeña ciudad de Colosas destinataria, según la tradición, de una de las cartas paulinas (ver Col 4:13; Col 4:16). La Galacia propiamente dicha (es decir, la Galacia del Norte) tenía a Ancira (actual Ankara) como ciudad más importante.
Hechos 16,6Hch 18:23; 1Co 16:1; Gál 1:2.
Hechos 16,7Flp 1:19.
Hechos 16,7— Misia... Bitinia: Misia era una región situada en la costa noroccidental del Asia Menor, junto al mar de Mármara. Bitinia, por su parte, se encontraba al este de Misia, en la costa meridional del mar Negro y tenía como principales ciudades a Nicea y Nicomedia.
Hechos 16,8— Troas: Ciudad de Misia, en la costa noroccidental de Asia Menor.
Hechos 16,9Hch 18:9-10.
Hechos 16,10— hicimos: Este pasaje -Hch 16:10-17 - es el primero de los que en la Introducción al libro de los Hechos se ha denominado “secciones nosotros” y en los que la redacción pasa inesperadamente a primera persona plural. Ver Introducción a este libro, apartado 2 y nota a Hch 11:27.
Hechos 16,11— Samotracia: Pequeña isla en el norte del mar Egeo, junto al estrecho del Bósforo.

— Neápolis: Ciudad de la antigua Macedonia (parte nororiental de la actual Grecia); servía de puerto a la ciudad de Filipos.
Hechos 16,12— Filipos, colonia romana: Para la ubicación y características de esta ciudad, primera ciudad europea evangelizada por Pablo, ver Introducción a la carta a los Filipenses. El que se la denomine colonia romana significa que era una de las ciudades del Imperio que gozaba de especiales privilegios.
Hechos 16,12Flp 1:1.
Hechos 16,14— Tiatira: Ciudad de la provincia romana de Asia (ver nota a Rom 16:5), célebre precisamente por el comercio de la púrpura (ver nota a Mar 15:17).

— que rendía culto al verdadero Dios: Ver nota a Hch 2:11.
Hechos 16,15Hch 10:2; Hch 16:3.
Hechos 16,16— espíritu de adivinación: Lit. espíritu pitón, aludiendo a la serpiente pitón que se tenía por guardiana del Oráculo de Delfos.
Hechos 16,17— camino: Ver nota a Hch 9:2.
Hechos 16,17Hch 9:2; (ver Mar 1:24; Mar 1:34; Luc 4:34; Luc 4:41).
Hechos 16,18Mar 16:17.
Hechos 16,20Hch 17:6; Mat 10:18 y par.
Hechos 16,222Co 11:25; Flp 1:30; 1Ts 2:2.
Hechos 16,26Hch 5:19; Hch 12:6-10; Hch 12:18-19.
Hechos 16,30Hch 2:37; Luc 10:25.
Hechos 16,31Hch 8:37; Hch 10:2; Rom 10:9.
Hechos 16,35— guardias: O sea, lictores, funcionarios romanos encargados de aplicar las decisiones de los magistrados.
Hechos 16,36Hch 22:25; Hch 22:29; Hch 23:27.
Hechos 16,37-38— ciudadanos romanos: El derecho romano (en concreto, la llamada “ley Porcia”) prohibía terminantemente aplicar la flagelación a un ciudadano romano. En cuanto a la ciudadanía romana de Pablo, ver Hch 22:25-29; Hch 23:27.