I Corintios 11 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 34 versitos |
1 Haceos imitadores míos, como yo lo soy de Cristo.
2 Os alabo, porque en todo os acordáis de mí y mantenéis las tradiciones tales cuales yo os las transmití. *
3 Mas quiero que sepáis que de todo varón la cabeza es Cristo, y que la cabeza de la mujer es el varón, y la cabeza de Cristo es Dios. *
4 Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza.
5 Mas toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; pues es una misma cosa con la mujer rapada.
6 Pues si la mujer no se cubre la cabeza, que se haga también trasquilar. Mas si es afrentoso para una mujer ser trasquilada o rapada, cúbrase.
7 El varón no debe ciertamente cubrir la cabeza, siendo como es imagen y gloria de Dios, mas la mujer es gloria del varón.
8 Porque no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón.
9 Pues que no fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
10 Por esto debe llevar la mujer sobre su cabeza la potestad por causa de los ángeles.
11 Sin embargo, ni la mujer sin el varón, ni el varón sin la mujer, en el Señor. *
12 Porque como la mujer procede del varón, así también el varón por medio de la mujer; y todas las cosas, de Dios.
13 Juzgad por vosotros mismos. ¿Es decente que la mujer ore a Dios descubierta?
14 ¿Y no os enseña la naturaleza misma que, si el varón deja crecer la cabellera, es un deshonor para él;
15 mas si la mujer la deja crecer, es un honor para ella? Porque la cabellera le ha sido dada a guisa de velo.
16 Si, con todo eso, hay alguno amigo de porfiar, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las Iglesias de Dios.
17 Otra cosa os denuncio, y no para alabaros: que os reunís, no para lo mejor, sino para lo peor. *
18 Porque primeramente oigo decir que, cuando os reunís en la iglesia, existen entre vosotros escisiones, y en parte lo creo.
19 Porque es fuerza que aun bandos haya entre vosotros, para que también se pongan de manifiesto entre vosotros los que son de temple acrisolado.
20 Cuando os reunís, pues, en común, ya no es eso comer la cena del Señor.
21 Porque cada cual, al comer, se adelanta a tomar su propia cena, y uno pasa hambre y otro se embriaga.
22 ¿Pues qué? ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que menospreciáis la iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.
23 Pues yo recibí del Señor lo mismo que os transmití a vosotros: que el Señor Jesús, la noche que era entregado, tomó pan, *
24 y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria de mí».
25 Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: «Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre; haced esto, cuantas veces bebiereis, en memoria de mí».
26 Porque cuantas veces coméis este pan y bebéis el cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.
27 De suerte que quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, reo será del cuerpo y de la sangre del Señor.
28 Pruébese el hombre a sí mismo, y así coma del pan y beba del cáliz.
29 Porque quien come y bebe, su propia condenación come y bebe, si no discierne el cuerpo del Señor.
30 Por esto hay entre vosotros muchos enfermos y achacosos, y mueren bastantes.
31 Que si nos examinásemos bien a nosotros mismos, no seríamos juzgados.
32 Mas al ser juzgados, somos corregidos por el Señor, a fin de que no seamos condenados con el mundo.
33 Así que, hermanos míos, cuando os juntéis para comer, aguardaos mutuamente.
34 si alguno tiene hambre, coma en su casa, a fin de que no os juntéis para condenación. Lo demás, cuando vaya, lo arreglaré.

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 11,2-16

Al prescribir San Pablo que las mujeres asistan a las reuniones litúrgicas con velo en la cabeza, razona su prescripción de esta manera: por una parte, la mujer, sometida al varón por ordenación divina, debe mostrar siempre esta sumisión; por otra parte, el cubrir la cabeza con velo era considerado como señal de la potestad del varón sobre la mujer, tanto que el velo mismo recibió el nombre de «potestad». A esta razón fundamental añade otras dos:
1) el respeto debido a los ángeles, celadores de la subordinación jerárquica establecida por Dios entre el varón y la mujer;
2) el hecho mismo que la naturaleza ha poblado la cabeza de la mujer con más abundante cabellera; a lo cual agrega el motivo estético-moral: que la larga cabellera al varón le afemina; a la mujer, en cambio, la hermosea y ennoblece.


I Corintios 11,3

De una manera la mujer tiene por cabeza al varón, y de otra, el varón tiene por cabeza a Cristo. La mujer tiene por cabeza al varón, por cuanto reconoce en él la superioridad y autoridad sobre si; el varón, en cambio, tiene por cabeza a Cristo, por cuanto de él recibe la potestad que ejerce sobre la mujer.


I Corintios 11,11

En el plan divino, el varón y la mujer se complementan mutuamente no sólo en el orden natural, sino también en el social.


I Corintios 11,17-22

Tenemos en este pasaje un testimonio de la existencia y legalidad de los llamados ágapes en la primitiva Iglesia. Era el ágape una cena frugal y sobria, que, como la última cena del Señor, precedía inmediatamente a la celebración de los sagrados misterios. Suministraban los manjares los fieles más ricos; todos, empero, participaban igualmente. Y los manjares no se tomaban separadamente, sino que se aguardaban unos a otros. Era, pues, una cena litúrgica: era «la cena del Señor». En Corinto se introdujeron dos abusos: que algunos, sin aguardar a sus hermanos, se adelantaban a comer lo que habían traído, y que no guardaban la debida moderación.


I Corintios 11,23-32

Tres cosas principalmente contiene esta instrucción acerca de la Eucaristía: la historia de la institución, el misterio de la presencia real y su carácter de sacrificio. En cuanto a la historia, a la narración de los Sinópticos añade Pablo aquel rasgo patético de que el Señor instituyó la Eucaristía LA NOCHE QUE ERA ENTREGADO. El misterio de la presencia real del cuerpo y sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino lo expresa el Apóstol en términos precisos y categóricos. Y este sentido reconoció en estas expresiones unánimemente la tradición cristiana, solemnemente confirmada por el concilio Tridentino (sess.13 c.1 cn.1). El carácter de sacrificio lo enseña Pablo con mayor relieve que los evangelistas. Pues aquellas palabras HACED ESTO EN MEMORIA DE MÍ, en las cuales, como definió el mismo Tridentino (sess.22 c.1 cn.2), fueron instituidos el sacerdocio cristiano y el sacrificio eucarístico, las repite dos veces el Apóstol, mientras que Lucas las inserta una sola vez, y Mateo y Marcos las omiten. Y esta reiterada ordenación del Señor HACED ESTO EN MEMORIA DE MÍ adquiere mayor relieve con la declaración que a continuación hace el Apóstol: CUANTAS VECES COMÉIS ESTE PAN Y BEBÉIS EL CÁLIZ, ANUNCIÁIS LA MUERTE DEL SEÑOR: anuncio que no es mero recuerdo histórico, sino una viva reproducción del sacrificio mismo de la cruz.