I Corintios 13 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 13 versitos |
1 Si hablare las lenguas de los hombres y de los ángeles, mas no tuviere caridad, no soy sino un bronce resonante o un címbalo estruendoso. *
2 Y si poseyere la profecía y conociere todos los misterios y toda la ciencia, y si tuviere toda la fe hasta trasladar montañas, mas no tuviere caridad, nada soy.
3 Y si repartiere todos mis haberes, y si entregare mi cuerpo para ser abrasado, mas no tuviere caridad, ningún provecho saco.
4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene celos, no se pavonea, no se infla, *
5 no traspasa el decoro, no busca lo suyo, no se exaspera, no toma cuenta el mal.
6 No se goza de la injusticia, antes se goza con la verdad.
7 Todo lo disimula, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
8 La caridad jamás decae. Que si profecías, se desvanecerán; que si lenguas, cesarán; que si ciencia, se desvanecerá.
9 Porque parcialmente conocemos y parcialmente profetizamos;
10 mas cuando viniere lo integral, lo parcial se desvanecerá,
11 Cuando era yo niño, hablaba como niño, sentía como niño, razonaba como niño; cuando me he hecho hombre, me he despojado de las niñerías.
12 Porque ahora vemos por medio de espejo en enigma; mas entonces, cara a cara. Ahora conozco parcialmente, entonces conoceré plenamente, al modo que yo mismo fui conocido. *
13 Ahora subsisten fe, esperanza, caridad, esas tres; mas la mayor de ellas es la caridad.*

Patrocinio

 
 

Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

Patrocinio

Notas

I Corintios 13,1-3

Este capítulo es una digresión, destinada a mostrar el altísimo valor de la caridad superior a todos los carismas. Por su inspiración; bien pudiera apellidarse himno en loor de la caridad. En tres partes se divide. En la primera afirma que carismas sin caridad nada son. En la segunda, que caridad sin carismas lo es todo. En la tercera enaltece la supremacía eterna de la caridad.


I Corintios 13,4-7

Quince propiedades de la caridad, distribuidas en esta forma; dos propiedades más generales, expuestas en forma positiva (1Co_13:4); siete cualidades más particulares, presentadas en forma negativa (1Co_13:4-5); una antítesis, que pone de relieve la relación de la caridad con la justicia y la verdad (1Co_13:6); por fin, cuatro manifestaciones de su eficacia universal.


I Corintios 13,12

Dos veces contrapone Pablo el conocimiento que de Dios poseemos AHORA al que poseeremos ENTONCES en la vida futura. El conocimiento de AHORA es por MEDIO DE ESPEJO, por cuanto las criaturas sirven de espejo en que se reflejan los atributos divinos; es, además, EN ENIGMA, por razón de su oscuridad; a ese conocimiento contrapone Pablo el de ENTONCES, que será CARA A CARA, esto es, intuitivo. Lo que ha dicho por imágenes, lo repite en términos propios. Al conocimiento presente, que es parcial e imperfecto, contrapone el conocimiento futuro, que será pleno o perfecto; tanto, que conoceremos a Dios a la manera que nosotros somos conocidos por él: conocimiento directo, aunque no, de parte nuestra, comprehensivo.


I Corintios 13,13

Tres verdades contiene este versículo:
1) FE, ESPERANZA Y CARIDAD, ESAS TRES forman un grupo aparte entre las virtudes y superior a todas ellas;
2) que estas tres AHORA SUBSISTEN, esto es, que son hábitos permanentes y no impulsos pasajeros;
3) que dentro del grupo ternario de las virtudes teologales, LA MAYOR DE ELLAS ES LA CARIDAD, tanto por su excelencia intrínseca cuanto por su duración eterna, pues cesarán la fe y la esperanza.