I Corintios 15 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 58 versitos |
1 Os notifico, hermanos, el Evangelio que os evangelicé, el que también recibisteis, en el que asimismo perseveráis,
2 por el cual también sois salvos: en qué forma os lo evangelicé, si es que lo retenéis, a no ser que hayáis creído en vano.
3 Porque os transmití en primer lugar lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, *
4 y que fue sepultado, y que ha resucitado al tercer día, según las Escrituras,
5 y que fue visto por Cefas, luego por los Doce.
6 Después fue visto por más de quinientos hermanos de una vez, de los cuales los más quedan aún ahora, algunos ya murieron.
7 Después fue visto por Santiago, luego por todos los apóstoles;
8 últimamente, después de todos, siendo como soy el abortivo, fue visto también por mí.
9 Porque yo soy el menor de los apóstoles, que no soy digno de ser apellidado apóstol, pues que perseguí a la Iglesia de Dios.
10 Mas por gracia de Dios soy eso que soy, y su gracia, que recayó en mí, no resultó vana; antes me afané más que todos ellos; bien que no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
11 Sea, pues, yo, sean ellos, así lo predicamos, y así lo creísteis.
12 Ahora, pues, si de Cristo se predica que ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? *
13 Mas si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado.
14 Y si Cristo no ha resucitado, vana es, por tanto, nuestra predicación, vana también vuestra fe;
15 y somos hallados, además, falsos testigos de Dios, pues testificamos contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es verdad que los muertos no resucitan.
16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado.
17 Y si Cristo no ha resucitado, baldía es vuestra fe: aún estáis en vuestros pecados.
18 Por donde también los que ya reposaron en Cristo, perecieron,
19 Si en esta vida solamente tenemos puesta en Cristo nuestra esperanza, somos los más dignos de lástima de todos los hombres.
20 Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que ya reposan. *
21 Pues ya que por un hombre vino la muerte, por un hombre también la resurrección de los muertos.
22 Porque como en Adán mueren todos, así también en Cristo serán todos vivificados.
23 Cada uno en su propio rango: las primicias, Cristo; después los de Cristo, en su advenimiento. *
24 Luego, el fin: cuando hará entrega de su reino al Dios y Padre, cuando habrá destruido todo principado y toda potestad y fuerza. *
25 Porque es menester que él reine hasta que haya puesto todos sus enemigos debajo de sus pies.
26 El último enemigo que será destruido es la muerte.
27 Porque «todas las cosas sometió debajo de sus pies» (Sal 8:8). Y al decir que todas las cosas le han sido sometidas, claro es que excepto aquel que sometió a él todas las cosas.
28 Y cuando le hubieren sido sometidas todas las cosas, entonces también el Hijo mismo se someterá al que todas las cosas le sometió, para que sea Dios todas las cosas en todos.
29 Pues si no, ¿qué lograrán los que se bautizan por los difuntos? Si definitivamente los muertos no resucitan, ¿a qué viene el bautizarse por ellos? *
30 ¿Y por qué nosotros andamos entre peligros a todas horas?
31 Cada día vengo a trance de muerte: a fe, hermanos, por la gloria que en vosotros tengo en Cristo Jesús, Señor nuestro.
32 Si por miras humanas luché con fieras en Efeso, ¿qué provecho saco yo de eso? Si los muertos no resucitan, «Comamos y bebamos, que mañana nos morimos» (Is 22:13).*
33 No os dejéis engañar: «Malas compañías estragan costumbres buenas». *
34 Despertad, como es razón, de esa modorra y dejad de pecar; pues ignorancia de Dios es lo que algunos tienen. Para confusión vuestra lo digo.
35 Mas dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Y con qué linaje de cuerpo se presentan? *
36 Necio, lo que tú siembras no cobra vida si primero no muere.
37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de ser, sino un simple grano, pongo por caso, de trigo o de alguna de las otras semillas.
38 Y Dios le da un cuerpo como quiso, y a cada una de las semillas su propio cuerpo.
39 No toda carne es una misma carne, sino que una es la carne de los hombres, otra la carne de las bestias, otra la carne de las aves y otra la de los peces.
40 Hay también cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero diferente es el esplendor de los celestes y diferente el de los terrestres.
41 Uno es el esplendor del sol, y otro el esplendor de la luna, y otro el esplendor de las estrellas. Porque entre estrella y estrella hay diferencia de esplendor.
42 así será también la resurrección de los muertos. Siémbrase en corrupción, surge en incorruptibilidad; *
43 siémbrase en vileza, surge en gloria; siémbrase en debilidad, surge en vigor;
44 siémbrase cuerpo animal, surge cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, le hay también espiritual. *
45 Así también está escrito: «Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente» (Gen 2:7); el postrer Adán, espíritu vivificante. *
46 Ahora que no es primero lo espiritual, sino lo animal; luego, lo espiritual.
47 El primer hombre, de la tierra, terrestre; el segundo hombre, del cielo.
48 Cual el terrestre, tales también los terrestres; y cual el celeste, tales también los celestes.
49 Y como llevamos la imagen del terrestre, llevaremos también la imagen del celeste.
50 Esto digo, hermanos: que la carne y sangre no puede heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorruptibilidad.
51 Mirad, un misterio os digo. Todos no moriremos, pero todos seremos transmutados; *
52 en un instante, en un pestañear de ojos, al son do la última trompeta; pues sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transmutados. *
53 Porque es necesario que esto corruptible se revista de incorruptibilidad y que esto mortal se revista de inmortalidad.
54 Y cuando esto corruptible se revistiere de incorruptibilidad y esto mortal se revistiere de inmortalidad, entonces se realizará la palabra que está escrita: «Sumióse la muerte en la victoria» (Is 52:8).
55 «¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde, ¡oh muerte!, tu aguijón?» (Os 13:14).
56 El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
57 Pero a Dios gracias, que nos dio la victoria por nuestro Señor Jesu-Cristo.
58 Así que, hermanos míos amados, procurad estar firmes, inconmovibles, aventajándoos en la obra del Señor continuamente, sabiendo que vuestra fatiga no es vana en el Señor.

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 15,3-8

Tal testimonio sobre el hecho de la resurrección de Cristo, en su redacción, dista del hecho sólo veinticinco años; mas, como es una simple reproducción del que más de veinte años atrás recibió el mismo Pablo al convertirse a la fe, resulta que acerca de la resurrección del Salvador poseemos una prueba testifical contemporánea al hecho mismo; prueba, además, que subsistía al escribirse esta Epístola, por cuanto vivían aún muchos de los que habían visto al Señor resucitado. Contra tal testimonio se ha estrellado siempre la crítica racionalista.


I Corintios 15,12-19

La conexión que existe entre la resurrección de Cristo y la nuestra se debe a la unidad del cuerpo místico de Cristo, cuya cabeza es él, cuyos miembros son todos los fieles; y sería algo monstruoso cabeza viva de un cuerpo muerto.


I Corintios 15,20-23

Bajo la imagen de primicias y recolección presenta Pablo la resurrección de Cristo como las primicias, y la de todos los fieles como la recolección al fin de los siglos. Pero, además de esta sucesión cronológica, muestra una conexión más íntima entre las primicias y las restantes mieses. Esta conexión la declara apelando al contraste entre Adán y Cristo. La fase más externa de este contraste está en que, como Adán fue instrumento de muerte, así Cristo es instrumento de vida (1Co_15:21).


I Corintios 15,23

Aquí apunta Pablo un argumento solidísimo a favor de la resurrección anticipada y asunción corporal de María a los cielos. En efecto, como segunda Eva, estrechamente asociada al segundo Adán, pertenece, cual éste, al orden de las PRIMICIAS.


I Corintios 15,24

HARÁ ENTREGA DE SU REINO… En el reino de Cristo hay que distinguir dos aspectos: su potestad real y su gobierno militante. Su regia potestad será eterna; mas su gobierno militante cesará al fin de los siglos.


I Corintios 15,29

LOS QUE SE BAUTIZAN POR LOS DIFUNTOS: el hecho mencionado por Pablo, sin reprobarlo ni aprobarlo, parece haber consistido en que, cuando moría un catecúmeno sin haber recibido el bautismo, otro suplía en sí las ceremonias del bautismo con el fin de testificar delante de la Iglesia con esta acción simbólica que el catecúmeno había muerto en la fe de Cristo.


I Corintios 15,32

LUCHÉ CON FIERAS: estas luchas hay que entenderlas metafóricamente de sus contiendas pon algunos fieros adversarios de su apostolado.


I Corintios 15,33

Verso, ya proverbial, de la comedia Tais , de Menandro.


I Corintios 15,35-41

El modo de la resurrección sugiere dos problemas: cómo se concibe la resurrección y cuáles serán las cualidades del cuerpo resucitado. Ambos resuelve Pablo por la analogía de la resurrección con la germinación de las plantas.


I Corintios 15,42-44

Cuatro cualidades atribuye aquí Pablo a los cuerpos glorificados. La fundamental es la espiritualidad o sutileza, opuesta a la grosería o animalidad presente. A esta espiritualidad siguen las otras tres propiedades: una, en cierto modo, negativa, la incorruptibilidad, impasibilidad o inmortalidad; y otras dos positivas: la claridad radiante de la hermosura y la energía vigorosa en la acción y el movimiento.


I Corintios 15,44

CUERPO… ESPIRITUAL: atrevida paradoja, que expresa el dominio prepotente del espíritu en el cuerpo glorificado, sustraído a las leyes de la materia.


I Corintios 15,45

ALMA VIVIENTE…, ESPÍRITU VIVIFICANTE: doble superioridad de Cristo sobre Adán. Alma y espíritu, si sustancialmente son una misma cosa, la expresan, empero, bajo dos conceptos diferentes. Es alma, en cuanto informa la materia; es espíritu, ya en cuanto por sus energías de inteligencia y libertad se levanta incomparablemente sobre la materia, ya principalmente en cuanto recibe en sí el influjo del Espíritu divino. VIVIFICANTE supera a «viviente», por cuanto no sólo posee la vida, sino también la comunica a otros.


I Corintios 15,51

En este pasaje habla el Apóstol de solos los fieles, los cuales divide en dos grupos: el de los anteriormente muertos, que resucitarán gloriosos, y el de los sobrevivientes, que, sin pasar por la muerte, se transformarán gloriosamente.


I Corintios 15,52

NOSOTROS: el uso de la primera persona del plural no implica que Pablo esperase vivir hasta el día de la parusía ; es una simple figura de lenguaje, por la cual el Apóstol, trasladándose con la imaginación a la época ignorada del segundo advenimiento de Cristo, habla en representación de los que entonces vivirán.