I Corintios 16 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 24 versitos |
1 Acerca de la colecta para los santos, como lo ordené a las Iglesias de Galacia, así también hacedlo vosotros.
2 Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros reserve en su poder y vaya atesorando lo que lograre ahorrar, no sea que cuando llegue yo se hayan de hacer entonces las colectas. *
3 Y cuando yo llegare, los que vosotros tuviereis por bien, a ésos enviaré yo con cartas para que lleven vuestra generosidad a Jerusalén.
4 Y si valiere la pena de que también yo vaya, irán conmigo.
5 Iré a vosotros después de pasar por Macedonia. Pues por Macedonia sólo pienso pasar.
6 Mas con vosotros tal vez me detendré y aun pasaré el invierno, para que vosotros preparéis mi viaje a donde tenga que ir.
7 Pues no quiero ahora veros de paso, porque espero permanecer algún tiempo con vosotros, si el Señor lo concediere.
8 Quedaré en Efeso hasta Pentecostés.
9 Pues se me ha abierto una puerta grande y eficiente, y los que se oponen son muchos.
10 Si fuere Timoteo, mirad que esté con vosotros sin temor, dado que en la obra del Señor trabaja lo mismo que yo.
11 Que nadie, pues, le menosprecie. Y preparadle el viaje en paz para que se venga a mí, pues le estoy aguardando con los hermanos. *
12 En cuanto a Apolo el hermano, mucho le insté para que vaya a vosotros junto con los hermanos, y decididamente no había voluntad de ir ahora; irá cuando tuviere buena oportunidad.
13 Vigilad, manteneos en la fe, tened ánimo varonil, confortaos.
14 Todas vuestras cosas se hagan en caridad.
15 Os recomiendo, hermanos—conocéis la casa de Estéfanas, que es primicias de la Acaya y se consagraron al servicio de los santos—,
16 que también vosotros os mostréis sumisos a los tales y a todo el que trabaja con ellos y se fatiga.
17 Me gozo con la llegada de Estéfanas, y de Fortunato, y de Acaico, puesto que lo que de vuestra parte me faltaba, ellos lo suplieron plenamente, *
18 porque aquietaron mi espíritu y el vuestro. Reconoced, pues, a los que son tales.
19 Os saludan las Iglesias del Asia. Os envían muchos saludos en el Señor Aquilas y Prisca, junto con la Iglesia que está en su casa. *
20 Os saludan los hermanos todos. Saludaos unos a otros en el ósculo santo.
21 La salutación va de mi propia mano: Pablo.
22 Si alguno no ama al Señor, sea anatema. Marana tha.*
23 La gracia del Señor Jesús sea con vosotros.
24 Mi caridad con todos vosotros en Cristo Jesús.

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 16,2

PRIMER DÍA DE LA SEMANA: el domingo o «día del Señor», el cual ya desde los tiempos apostólicos había sustituido al sábado judaico.


I Corintios 16,11

Estos HERMANOS son Estéfanas y sus compañeros, de que después se habla.


I Corintios 16,17-18

Estéfanas, acompañado de Fortunato y Acaico, eran los mensajeros enviados a Pablo por los corintios.

|| LO SUPLIERON PLENAMENTE: como si dijera: ausente de vosotros, sentía yo soledad; ellos, al venir en representación vuestra, llenaron el vacío que vuestra ausencia dejaba en mi corazón.


I Corintios 16,19

AQUILAS Y PRISCA, su mujer, habían hospedado a Pablo la primera vez que fue a Corinto, y de allí le acompañaron a Efeso.


I Corintios 16,22

«MARANA THA»: expresión aramaica, que significa «Señor nuestro, ven», análoga a la que termina el Apocalipsis: «Ven, Señor Jesús» (Apo_22:20). Esta venida que se desea es el segundo advenimiento del Señor.