I Corintios 4 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 21 versitos |
1 Así nos considere todo hombre, como a servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. *
2 En tal supuesto, lo que, en resumidas cuentas, buscáis en los administradores es que a uno se le halle fiel.
3 Aunque a mí lo que menos me importa es el ser juzgado por vosotros o por algún tribunal humano. Pero tampoco yo mismo me juzgo;
4 porque aun cuando de nada tenga conciencia, mas no por esto quedo justificado, sino que quien me juzga es el Señor.
5 Así que no os hagáis antes de tiempo jueces de nada hasta que viniere el Señor, el cual sí sacará a luz los secretos de las tinieblas y pondrá al descubierto los designios de los corazones, y entonces le vendrá a cada uno la alabanza de parte de Dios.
6 Estas cosas, hermanos, las he trasladado figuradamente a mí y a Apolo a causa de vosotros, para que en nosotros aprendáis aquello de «No traspasar los límites de lo que está escrito», a fin de que no os infléis uno a favor del uno contra el otro. *
7 Pues ¿quién reconoce en ti ventaja que te distinga de los demás? ¿Y qué tienes que no hayas recibido? Y si es así que lo recibiste, ¿a qué gloriarte, cual si no lo hubieras recibido?
8 Ya estáis hartos, ya os enriquecisteis; sin nosotros llegasteis a reinar... ¡Y ojala que reinaseis, para que también nosotros reinásemos con vosotros!
9 Porque pienso que Dios a nosotros los apóstoles nos exhibió como los últimos, cual condenados a muerte, pues fuimos puestos como espectáculo al mundo, tanto a los ángeles como a los hombres.
10 Nosotros, necios por causa de Cristo; vosotros, sensatos en Cristo; nosotros, débiles; vosotros, fuertes; vosotros, en gloria; nosotros, sin honor,
11 Hasta la hora presente pasamos hambre, y padecemos sed, y andamos desnudos, y somos abofeteados, y en ninguna parte hallamos seguridad;
12 y nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos. Ultrajados, respondemos con bendiciones; perseguidos, aguantamos;
13 difamados, rogamos; como basuras del mundo hemos venido a ser, desperdicio de todos hasta ahora.
14 No os escribo esto para sonrojaros, sino que como a hijos míos queridos os amonesto.
15 Pues aun cuando diez mil pedagogos tuvierais en Cristo, no, empero, muchos padres; porque en Cristo Jesús, por medio del Evangelio, yo os engendré.
16 Os lo suplico, pues; sed imitadores míos.
17 Por esto mismo os envié a Timoteo, que es mi hijo querido y fiel en el Señor, el cual os recordará mis normas de conducta que sigo en Cristo Jesús, según que enseño dondequiera en toda Iglesia.
18 Como sí no hubiera yo de ir a vosotros, se inflaron algunos.
19 Pues iré presto a vosotros, si el Señor quisiere; y conoceré no la palabrería de esos inflados, sino la eficiencia;
20 que no está en la palabrería el reino de Dios, sino en la eficiencia.
21 ¿Qué queréis? ¿Que vaya yo a vosotros con vara o bien con amor y espíritu de mansedumbre?

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 4,1

MISTERIOS DE DIOS: son las enseñanzas e instituciones que integran la economía de la redención; el depósito de la revelación divina bajo todos sus aspectos, así doctrinal como práctico.


I Corintios 4,6

NO TRASPASAR LOS LÍMITES…: expresión proverbial con que Pablo recomienda la moderación en los sentimientos de la propia estimación.