I Corintios 9 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 27 versitos |
1 ¿No soy yo libre? ¿No soy apóstol? ¿Es que no he visto a Jesús, Señor nuestro? ¿No sois vosotros obra mía en el Señor? *
2 Si para otros no soy apóstol, para vosotros sí lo soy. Porque el sello de mi apostolado vosotros sois en el Señor.
3 Tal es mi defensa para los que me discuten.
4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber?
5 ¿Acaso no tenemos derecho a traer con nosotros una mujer hermana, lo mismo que los demás apóstoles y los hermanos del Señor, y Cefas?
6 ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho a no trabajar?
7 ¿Quién milita jamás a su propia costa? ¿Quién planta una viña y no come su fruto? ¿Quién apacienta un rebaño y no se alimenta de la leche del rebaño?
8 ¿Acaso hablo así con criterio humano, y no dice esto también la ley?
9 Porque en la ley de Moisés está escrito: «No pondrás bozal al buey que trilla» (Dt 25:4). ¿Es que le importa a Dios de los bueyes?
10 ¿O lo dice, ni más ni menos, por nosotros? Sí que por nosotros se escribió que debe con esperanza arar el que ara; y el que trilla, con esperanza de tener su parte,
11 Si nosotros sembramos en vosotros bienes espirituales, ¿será mucho que nosotros cosechemos vuestros bienes materiales?
12 Si otros se toman este derecho sobre vosotros, ¿no con más razón nosotros? Con todo, no hicimos uso de semejante derecho; antes bien, todo lo sobrellevamos por no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo.
13 ¿No sabéis que los que ejercen funciones sagradas, del sagrado lugar sacan su sustento? ¿Que los que al altar asisten, con el altar entran a la parte?
14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el Evangelio vivir del Evangelio.
15 Mas yo no me he prevalido de nada de eso. Y no os escribí esto con el intento de que así se haga conmigo; que mejor me fuera antes morir que... —mi gloria nadie la anulará—.
16 Porque, si predico el Evangelio, no es para mí gloria ninguna; coacción es la que pesa sobre mi; pues ¡ay de mí si no predicare el Evangelio! *
17 Pues si por mi propia iniciativa hiciera esto, recibiría mi salario; mas si por imposición ajena, eso es puro desempeño de un cargo que me ha sido confiado.
18 ¿Cuál es, pues, mi salario? Que al predicar el Evangelio lo ponga de balde, para no hacer valer mi estricto derecho en la predicación del Evangelio.
19 Porque, siendo yo libre de todos, a todos me esclavicé, para ganar a los más.
20 Y me hice con los judíos como judío, para ganar a los judíos; con los que están bajo ley, como quien está bajo ley, no estando yo bajo ley, para ganar a los que están bajo ley;
21 con los que están sin ley, como quien está sin ley, no estando sin ley de Dios, sino con la ley de Cristo, para ganar a los que están sin ley; *
22 me hice con los débiles débil, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para de todos modos salvar a algunos.
23 Y todo esto lo hago por causa del Evangelio, para tener también yo alguna parte en él.
24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos, sin duda, corren, mas uno solo recibe el premio? De tal modo corred, que lo alcancéis. *
25 Y todo el que toma parte en el certamen, de todo se abstiene; y ellos, al fin, lo hacen por obtener una corona que se marchita; mas nosotros, una que no se marchita.
26 Yo, pues, así corro, no como a la aventura; así lucho en el pugilato, no como quien da en el aire;
27 sino que abofeteo mi cuerpo y lo reduzco a esclavitud, no sea que, después de pregonar el premio para otros, quede yo descalificado.

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Introducción a I Corintios




I EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

LA IGLESIA DE CORINTO. — Corinto, aquella «lumbrera de toda la Grecia» que, corno decía Cicerón, habían extinguido los romanos, brillaba ya de nuevo. Floreciente por el comercio, por el arte, la elocuencia y la filosofía, era aún más famosa por la espantosa corrupción de las costumbres. Su cultura y su ventajosa posición geográfica hacían de Corinto «la de los dos mares», como la llamaba Horacio, un centro de primer orden para la predicación del Evangelio. Estas ventajas atrajeron las miradas y el celo de Pablo, quien llegaba a Corinto hacia el año 51 de nuestra era, durante su segunda misión apostólica.

Casi dos años empleó el Apóstol en evangelizar a Corinto y fundar su Iglesia. Y no fue sin fruto. Ni la corrupción de las costumbres, ni siquiera la ruda oposición que hicieron los judíos, fueron obstáculo para que surgiese vigorosa la Iglesia de Corinto. No fueron, con todo, los ricos comerciantes, los oradores o los filósofos los que abrazaron el Evangelio; tampoco fueron los judíos los que formaron el núcleo de la nueva comunidad cristiana; gentiles y pobres fueron en su mayoría los que Dios escogió como primicias de la fe en Grecia.

Los primeros años fueron prósperos. Pero pronto surgieron dificultades más peligrosas que la inmoralidad pagana o la perfidia judaica. Discordias internas, abusos lamentables, ponían en peligro la prosperidad y aun la existencia misma de aquella Iglesia. Pablo estaba entonces en Efeso. Desde allí había ya escrito una primera carta, que por desgracia se ha perdido, y mandó luego allá a su discípulo Timoteo, para que pusiese remedio a aquellos males. Entre tanto llegaron de Corinto tres cristianos, Estéfanas, Fortunato y Acaico, con cartas de la Iglesia al Apóstol, en las cuales le hacían varias consultas- Aprovechando esta oportunidad, Pablo escribió una segunda carta, que es nuestra «primera Epístola a los Corintios». Era probablemente la Pascua del año 56.


LA EPÍSTOLA. — Si no iguala en amplitud dogmática a la Epístola a los Romanos, es, en cambio, la primera a los Corintios la más interesante desde el punto de vista histórico. Un atento lector lee en ella, mejor que en otra parte, el estado de las primitivas Iglesias, con sus luces y sombras, sus virtudes y sus defectos.

En medio de la variedad de
puntos que toca Pablo y de la aparente irregularidad con que los va exponiendo unos tras otros, se divide claramente la Epístola en dos partes: los abusos y las consultas. Los varios abusos, que por diferentes conductos habían llegado a oídos de Pablo, llenan los seis primeros capítulos; los diez restantes responden a las múltiples consultas que los corintios propusieron al Apóstol.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Corintios 9,1-23

Elocuentísimo alegato, en que San Pablo pone de relieve sus derechos de apóstol, para decir luego que a todos ellos ha renunciado en bien de sus hermanos. Lo mismo deben hacer los corintios «ilustrados», renunciando a la libertad de comer cualquiera clase de manjares para no escandalizar a los DÉBILES.


I Corintios 9,16-17

Bajo esas apariencias serviles muestra Pablo la nobilísima generosidad de su corazón. Si se mira como un esclavo que, sin derecho ninguno a la retribución, debe de antemano todos sus servicios y su vida misma a su Señor, el mismo considerarse como esclavo es efecto de aquella absoluta sujeción con que se ha entregado irrevocablemente a Jesu-Cristo.


I Corintios 9,21

LOS QUE ESTÁN SIN LEY: los gentiles, no sujetos a la ley mosaica.


I Corintios 9,24-27

Todo este pasaje está entretejido de términos técnicos propios de los certámenes atléticos. Para los corintios, espectadores entusiastas de esos certámenes en el estadio del istmo, junto al cual se hallaba Corinto, tenían semejantes términos un colorido y un realismo que para nosotros han perdido.