II Corintios 10 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 18 versitos |
1 Yo mismo, Pablo, os ruego por la mansedumbre y blandura de Cristo; yo, que en presencia soy humilde entre vosotros, pero que ausente me atrevo con vosotros,
2 os ruego, pues, que en presencia no tenga yo que atreverme, con aquella osadía con que pienso obrar resueltamente, contra aquellos que nos consideran como hombres que caminan según la carne. *
3 Porque, si bien caminamos en carne, no militamos según la carne;
4 pues las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en manos de Dios para allanamiento de fortalezas; con ellas desbaratamos sofismas
5 y toda altivez que se yergue contra la ciencia de Dios, y sojuzgamos toda inteligencia bajo la obediencia de Cristo,
6 y estamos dispuestos a vengar toda desobediencia, una vez que fuere completa vuestra obediencia.
7 No miráis sino la sobrehaz. Si alguno presume de sí ser de Cristo, piense esto a su vez consigo mismo: que como él es de Cristo, así también nosotros.
8 Pues, aun cuando me gloriare algo más todavía de nuestra potestad, la cual dio el Señor para edificación y no para destrucción vuestra, no quedaré corrido.
9 Para que nadie se imagine como si quisiera yo intimidaros con las cartas —
10 porque «Las cartas, hay quien dice, son graves y fuertes; pero la presencia del cuerpo es poca cosa, y la palabra no vale nada»—,
11 piense ese tal que cuales somos con la palabra por cartas en ausencia, tales seremos también en presencia con la obra.
12 Porque no osamos equipararnos o compararnos con algunos de aquellos que se recomiendan a sí mismos; mas nosotros, midiéndonos a nosotros por nosotros mismos y comparándonos a nosotros con nosotros mismos,
13 no nos gloriaremos traspasando la medida, sino conforme a la medida del límite—medida que Dios nos señaló—, dentro de la cual cabía llegar también hasta vosotros. *
14 Porque no traspasamos nuestros propios límites, cual si no llegáramos hasta vosotros, pues hasta vosotros también arribamos en la predicación del Evangelio de Cristo;
15 no traspasando la medida al gloriarnos en ajenos trabajos, antes abrigando la esperanza de que, como se acreciente vuestra fe, seremos engrandecidos entre vosotros, siempre conforme a nuestra norma, rebasando los límites actuales;
16 esperanza de llevar el Evangelio más allá de vosotros, que no será gloriarnos dentro de territorio ajeno, entrando en campos ya labrados.
17 «El que se gloría, gloríese en el Señor»;
18 que no el que a sí mismo se recomienda, ése queda abonado, sino aquel a quien el Señor recomienda.

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Introducción a II Corintios




II EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — La segunda Epístola a los Corintios es la más personal de las cartas de Pablo: por eso exige, más que ninguna otra, fijar con la mayor exactitud posible sus antecedentes históricos.

Según la probable cronología adoptada, Pablo escribía su primera Ep. a los Corintios hacia la Pascua del año
56. Estaba en Efeso, donde pensaba permanecer hasta Pentecostés. Desde Efeso, algunas semanas después de Pascua, mandó a Tito a Corinto para que se enterase del efecto que había producido en aquellos neófitos la carta que acababa de escribirles; él poco después partiría por tierra hacia Tróade, donde le aguardaría para recibir noticias y determinar lo que conviniera hacer. El hombre propone y Dios dispone. Pablo tuvo que salir de Efeso precipitadamente antes de lo que había determinado. Los plateros de Efeso, furiosos de ver las quiebras de su industria en objetos idolátricos, ocasionadas por la difusión del Evangelio, promovieron en la ciudad un motín, que quitó por entonces a Pablo la posibilidad de predicar libremente, y aun amenazaba su seguridad personal. Adelantó, pues, su viaje; así fue que, cuando llegó a Tróade, no halló aún a Tito. Preocupado por los corintios, no pudo reposar en Tróade, y partió para Macedonia, donde, finalmente, encontró a Tito. Las noticias que éste le trajo, sin dejar de ser consoladoras, no eran del todo satisfactorias. La mayoría de la Iglesia, sin duda, había recibido con sumisión la carta de su Apóstol y padre. Pero había aparecido un nuevo peligro, un fermento de rebeldía y oposición, más temible que los desórdenes anteriores. Un grupo de judaizantes, adversarios descarados de Pablo, con el objeto de arruinar su obra, atacaban descubiertamente su persona y sus títulos de Apóstol.

Pablo, en tales condiciones, no podía presentarse en Corinto con el espíritu de blandura paternal y franca confianza que deseaba. Para poner, pues, las cosas en orden y preparar su viaje a Corinto, escribió esta nueva carta, la segunda de las canónicas, pero en realidad la tercera de las que escribió a los corintios.


LA CARTA. — Para conseguir su objeto principal, dos cosas había de hacer Pablo: disipar las prevenciones que contra él habían concebido algunos corintios y desacreditar a sus desleales adversarios. De ahí el doble carácter, apologético y polémico, de la Epístola. Pero no podía olvidar el Apóstol lo que ya había recomendado en la Epístola anterior, a saber, la gran colecta que. se estaba organizando en beneficio de los cristianos pobres de Palestina. Esta exhortación a la limosna, casi a modo de digresión, la intercala Pablo entre la apología que hace de su conducta apostólica y la polémica con que ataca a sus adversarios. De ahí la división de la Epístola en tres partes principales, que, comprendidos el prólogo y el epílogo, se distribuyen de esta manera: 1) apologética, 1-7; 2) parenética, 8-9; 3) polémica, 10-13.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

II Corintios 10,2-3

No es lo mismo «caminar en carne» que «caminar según la carne». «En carne» significa vivir la vida natural; «según la carne», vida naturalista.


II Corintios 10,13-16

Es singularmente oscuro este pasaje, por razón del estilo y por la aplicación minuciosa de una imagen tomada de la agrimensura. El pensamiento es éste: el apostolado se puede comparar a un campo aparcelado, que el amo ha distribuido a diversos trabajadores, para que cada uno cultive una determinada porción de terreno, dentro de cuyos términos debe mantenerse. Los adversarios de Pablo le acusaban de extralimitarse traspasando los límites a él señalados. Rechaza él esta acusación, afirmando que no se sale del terreno que Dios le había marcado. Y asegura que no sólo los territorios de los corintios le corresponden, sino además otras regiones más allá, a las cuales tiene él intención de extender su apostolado.