II Corintios 4 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 18 versitos |
1 Por esto, teniendo este ministerio, según la misericordia con que fuimos favorecidos, no desfalleceremos;
2 antes bien, desechamos los tapujos de la ruindad, no procediendo con astucia ni falsificando la palabra de Dios, sino con la manifestación de la verdad, recomendándonos a nosotros mismos ante toda conciencia de hombres en el acatamiento de Dios.
3 Que si todavía queda velado nuestro Evangelio, para los que perecen está velado,
4 para los incrédulos, cuyas inteligencias cegó el dios de este siglo para que no columbrasen la esplendorosa irradiación del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. *
5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesu-Cristo Señor; que a nosotros mismos nos consideramos cómo esclavos vuestros por causa de Jesús.
6 Porque Dios, que dijo: «Del seno de las tinieblas fulgurará la luz», es quien la hizo fulgurar en nuestros corazones, para que irradiásemos el conocimiento de la gloria de Dios, que reverbera en la faz de Cristo Jesús.
7 Mas tenemos este tesoro en vasos terrizos para que la sobrepujanza de la fuerza se muestre ser de Dios, que no de nosotros.
8 En todo atribulados, mas no reducidos al último extremo; perplejos, mas no desconcertados;
9 perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no rematados;
10 siempre llevando por doquiera en nuestro cuerpo el estado de muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. *
11 Porque siempre nosotros los que vivimos somos entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De suerte que la muerte obra en nosotros, y la vida en vosotros.
13 Mas teniendo nosotros el mismo espíritu de la fe, según aquello que está escrito: «Creí, y por esto hablé», también nosotros creemos, y por esto también hablamos; *
14 sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, también a nosotros con Jesús nos resucitará y pondrá a su lado juntamente con vosotros.
15 Porque todo es para bien de vosotros, a fin de que la gracia, habiéndose acrecentado, por boca de los más produzca más abundante el hacimiento de gracias para la gloria de Dios.
16 Por lo cual no desfallecemos, antes bien, aun cuando nuestro hombre exterior se desmorone, empero nuestro hombre interior se renueva día tras día.
17 Porque eso momentáneo, ligero, de nuestra tribulación nos produce, con exceso incalculable, siempre creciente, un eterno caudal de gloria;*
18 y en esto no ponemos nosotros la mira en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las que se ven son pasajeras; mas las que no se ven, eternas.

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Introducción a II Corintios




II EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — La segunda Epístola a los Corintios es la más personal de las cartas de Pablo: por eso exige, más que ninguna otra, fijar con la mayor exactitud posible sus antecedentes históricos.

Según la probable cronología adoptada, Pablo escribía su primera Ep. a los Corintios hacia la Pascua del año
56. Estaba en Efeso, donde pensaba permanecer hasta Pentecostés. Desde Efeso, algunas semanas después de Pascua, mandó a Tito a Corinto para que se enterase del efecto que había producido en aquellos neófitos la carta que acababa de escribirles; él poco después partiría por tierra hacia Tróade, donde le aguardaría para recibir noticias y determinar lo que conviniera hacer. El hombre propone y Dios dispone. Pablo tuvo que salir de Efeso precipitadamente antes de lo que había determinado. Los plateros de Efeso, furiosos de ver las quiebras de su industria en objetos idolátricos, ocasionadas por la difusión del Evangelio, promovieron en la ciudad un motín, que quitó por entonces a Pablo la posibilidad de predicar libremente, y aun amenazaba su seguridad personal. Adelantó, pues, su viaje; así fue que, cuando llegó a Tróade, no halló aún a Tito. Preocupado por los corintios, no pudo reposar en Tróade, y partió para Macedonia, donde, finalmente, encontró a Tito. Las noticias que éste le trajo, sin dejar de ser consoladoras, no eran del todo satisfactorias. La mayoría de la Iglesia, sin duda, había recibido con sumisión la carta de su Apóstol y padre. Pero había aparecido un nuevo peligro, un fermento de rebeldía y oposición, más temible que los desórdenes anteriores. Un grupo de judaizantes, adversarios descarados de Pablo, con el objeto de arruinar su obra, atacaban descubiertamente su persona y sus títulos de Apóstol.

Pablo, en tales condiciones, no podía presentarse en Corinto con el espíritu de blandura paternal y franca confianza que deseaba. Para poner, pues, las cosas en orden y preparar su viaje a Corinto, escribió esta nueva carta, la segunda de las canónicas, pero en realidad la tercera de las que escribió a los corintios.


LA CARTA. — Para conseguir su objeto principal, dos cosas había de hacer Pablo: disipar las prevenciones que contra él habían concebido algunos corintios y desacreditar a sus desleales adversarios. De ahí el doble carácter, apologético y polémico, de la Epístola. Pero no podía olvidar el Apóstol lo que ya había recomendado en la Epístola anterior, a saber, la gran colecta que. se estaba organizando en beneficio de los cristianos pobres de Palestina. Esta exhortación a la limosna, casi a modo de digresión, la intercala Pablo entre la apología que hace de su conducta apostólica y la polémica con que ataca a sus adversarios. De ahí la división de la Epístola en tres partes principales, que, comprendidos el prólogo y el epílogo, se distribuyen de esta manera: 1) apologética, 1-7; 2) parenética, 8-9; 3) polémica, 10-13.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

II Corintios 4,4-6

La imagen de la iluminación evangélica, antes esbozada, recibe aquí su perfección. La gloria esplendorosa de Dios era inaccesible a los ojos mortales; pero, reverberando en el rostro de Cristo, hízose accesible. Estos divinos fulgores los concentró el Señor en el corazón de los apóstoles, como en foco que irradiase aquella luz soberana.

|| IMAGEN DE DIOS: Jesu-Cristo es imagen de Dios Padre, como Dios y como hombre. Como Dios, es imagen adecuada; como hombre, es imagen visible.


II Corintios 4,10-12

El ministerio apostólico se declara con relación a la muerte de Cristo. Como esta muerte es el principio de nuestra vida divina, así los ministros evangélicos han de reproducir en sí la muerte de Cristo para reproducir en los hombres su vida.


II Corintios 4,13

Cita Pablo el Sal_115:1 según la versión alejandrina, porque esta versión era la usada entre los judíos helenistas.


II Corintios 4,17

CAUDAL (literalmente «peso») significa aquí el capital con sus intereses, esto es, la gloria inmensa del cielo, que nos producen las tribulaciones de esta vida.