II Corintios 5 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 21 versitos |
1 Porque sabemos que si nuestra casa terrena, en que vivimos como en tienda, se viniere abajo, edificio tenemos de Dios, casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. *
2 Porque, estando en ella, gemimos, anhelando sobrevestirnos de nuestra morada celeste,
3 con tal de que seamos hallados vestidos, no desnudos.
4 Porque los que estamos en esta tienda gemimos agobiados, por cuanto no queremos ser despojados, sino más bien sobrevestidos, a fin de que eso mortal quede absorbido por la vida.
5 Y quien nos dispuso para esto mismo es Dios, el cual nos dio las arras del Espíritu.
6 Confiados, pues, osadamente en todo tiempo y sabiendo que mientras estamos domiciliados en el cuerpo andamos ausentes lejos del Señor,
7 —como quiera que por fe caminamos, no por vista—,
8 confiamos, pues, y vemos con agrado más bien ausentarnos lejos del cuerpo y estar domiciliados cabe el Señor.
9 por lo cual tomamos como punto de honra, ora sea estando domiciliados, ora sea estando ausentes, ser aceptos a él.
10 Porque todos nosotros hemos dé aparecer de manifiesto delante del tribunal de Cristo, para que reciba cada cual el pago de lo hecho, viviendo en el cuerpo, en proporción a lo que obró, ya sea bueno, ya sea malo.
11 Sabiendo, pues, lo que es el temor de Señor, tratamos de sincerarnos ante los hombres, que a Dios patentes le estamos; y espero que también en vuestras conciencias estamos patentes.
12 No es que de nuevo nos recomendemos a vosotros, sino que os damos ocasión de gloriaros en nosotros, a fin de que tengáis que responder a los que se glorían en la faz y no en el corazón.
13 Porque si perdimos el tino, fue con miras a Dios; si nos moderamos, es en atención a vosotros.
14 Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar esto: que uno murió por todos; luego todos murieron;*
15 y por todos murió, para que los que viven no vivan ya para sí mismos, sino para aquel que por ellos murió y resucitó.
16 De suerte que nosotros desde ahora a nadie conocemos según la carne. Aun cuando hemos conocido según la carne a Cristo, ahora, empero, ya no lo conocemos así. *
17 Por manera que, si uno está en Cristo, es una nueva creación. Lo viejo pasó: mirad, se ha hecho nuevo. *
18 Y todo procede de Dios, quien nos reconcilió consigo por mediación de Cristo, y a nosotros nos dio el ministerio de la reconciliación;
19 como que Dios en Cristo estaba reconciliando el mundo consigo, no tomándoles a cuenta sus delitos, y puso en nosotros el mensaje de la reconciliación.
20 En nombre, pues, de Cristo somos embajadores, como que os exhorta Dios por medio de nosotros. Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
21 Al que no conoció pecado, por nosotros le hizo pecado, a fin de que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en él. *

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Introducción a II Corintios




II EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — La segunda Epístola a los Corintios es la más personal de las cartas de Pablo: por eso exige, más que ninguna otra, fijar con la mayor exactitud posible sus antecedentes históricos.

Según la probable cronología adoptada, Pablo escribía su primera Ep. a los Corintios hacia la Pascua del año
56. Estaba en Efeso, donde pensaba permanecer hasta Pentecostés. Desde Efeso, algunas semanas después de Pascua, mandó a Tito a Corinto para que se enterase del efecto que había producido en aquellos neófitos la carta que acababa de escribirles; él poco después partiría por tierra hacia Tróade, donde le aguardaría para recibir noticias y determinar lo que conviniera hacer. El hombre propone y Dios dispone. Pablo tuvo que salir de Efeso precipitadamente antes de lo que había determinado. Los plateros de Efeso, furiosos de ver las quiebras de su industria en objetos idolátricos, ocasionadas por la difusión del Evangelio, promovieron en la ciudad un motín, que quitó por entonces a Pablo la posibilidad de predicar libremente, y aun amenazaba su seguridad personal. Adelantó, pues, su viaje; así fue que, cuando llegó a Tróade, no halló aún a Tito. Preocupado por los corintios, no pudo reposar en Tróade, y partió para Macedonia, donde, finalmente, encontró a Tito. Las noticias que éste le trajo, sin dejar de ser consoladoras, no eran del todo satisfactorias. La mayoría de la Iglesia, sin duda, había recibido con sumisión la carta de su Apóstol y padre. Pero había aparecido un nuevo peligro, un fermento de rebeldía y oposición, más temible que los desórdenes anteriores. Un grupo de judaizantes, adversarios descarados de Pablo, con el objeto de arruinar su obra, atacaban descubiertamente su persona y sus títulos de Apóstol.

Pablo, en tales condiciones, no podía presentarse en Corinto con el espíritu de blandura paternal y franca confianza que deseaba. Para poner, pues, las cosas en orden y preparar su viaje a Corinto, escribió esta nueva carta, la segunda de las canónicas, pero en realidad la tercera de las que escribió a los corintios.


LA CARTA. — Para conseguir su objeto principal, dos cosas había de hacer Pablo: disipar las prevenciones que contra él habían concebido algunos corintios y desacreditar a sus desleales adversarios. De ahí el doble carácter, apologético y polémico, de la Epístola. Pero no podía olvidar el Apóstol lo que ya había recomendado en la Epístola anterior, a saber, la gran colecta que. se estaba organizando en beneficio de los cristianos pobres de Palestina. Esta exhortación a la limosna, casi a modo de digresión, la intercala Pablo entre la apología que hace de su conducta apostólica y la polémica con que ataca a sus adversarios. De ahí la división de la Epístola en tres partes principales, que, comprendidos el prólogo y el epílogo, se distribuyen de esta manera: 1) apologética, 1-7; 2) parenética, 8-9; 3) polémica, 10-13.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

II Corintios 5,1-4

Para los antiguos orientales, la imagen de una tienda de lona y la de un vestido, que para ellos era una amplia túnica o una capa, no eran tan diferentes como para nosotros. Así no es extraño que la gloria se represente con la fusión de las dos imágenes de casa y vestido.

|| Supone Pablo que algunos de los fieles de la última generación no morirán. Si no fuera así, no hablaría de la posibilidad de ser sobrevestidos de la nueva vida sin ser antes despojados del cuerpo.


II Corintios 5,5

Presenta Pablo al Espíritu S. como principio de nuestra resurrección, como lo fue de la de Cristo. Siendo el alma del cuerpo místico de Cristo, como determinó la resurrección de la Cabeza, así determinará la de los miembros.


II Corintios 5,14-15

Según el Apóstol, la muerte de Cristo tiene doble eficacia: mística y moral. Mística, en cuanto, muriendo Cristo, morimos en él y con él todos los hombres; moral, en cuanto que, habiendo muerto Cristo por nosotros, nosotros en retorno hemos de morir por él.

|| RESUCITÓ por ellos: es uno de los puntos más interesantes de la teología de San Pablo la eficacia redentora de la resurrección de Cristo, principalmente porque a ella estaba vinculada la efusión del Espíritu S., de la cual depende ahora nuestra resurrección espiritual y después la resurrección corporal.


II Corintios 5,16

No quiere decir Pablo que antes hubiera conocido personalmente a Jesús, sino que la idea que tenía del Mesías, la de la escuela rabínica, era según la carne .


II Corintios 5,17

SI UNO ESTÁ EN CRISTO: la vida del cristiano no es una modalidad de orden meramente jurídico: antes es una existencia incomparablemente superior, efecto de una verdadera creación . Pero esta nueva existencia no la recibe el hombre sino en cuanto forma parte leí cuerpo místico de Jesucristo.


II Corintios 5,21

Señala Pablo aquí lo más profundo del misterio de la redención: la solidaridad y mística identificación de Cristo con los hombres. Nosotros éramos pecadores; Cristo, la pura inocencia. Dios, haciendo pesar sobre él nuestros pecados, pareció hundirle en este abismo de corrupción. Pero la ingénita santidad de Cristo fue más potente que nuestros pecados. Murió; mas con su muerte mató el pecado. Y su justicia, reaccionando sobre nosotros, nos hizo JUSTICIA DE DIOS EN ÉL.