II Corintios 5 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 21 versitos |
1 Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.
2 Y, de hecho, en esta situación suspiramos anhelando ser revestidos de la morada que viene del cielo,
3 si es que nos encuentran vestidos y no desnudos.
4 Pues los que vivimos en esta tienda suspiramos abrumados, por cuanto no queremos ser desvestidos sino sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida;
5 y el que nos ha preparado para esto es Dios, el cual nos ha dado como garantía el Espíritu.
6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor,
7 caminamos en fe y no en visión.
8 Pero estamos de buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor.
9 Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo.
10 Porque todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal.
11 Por tanto, sabiendo lo que es el temor del Señor, tratamos de ganar la confianza de los hombres, pues ante Dios estamos al descubierto; aunque espero estar también al descubierto ante vuestras conciencias.
12 No estamos volviendo a recomendarnos ante vosotros; nuestro único deseo es daros motivos para gloriaros de nosotros, de modo que tengáis algo que responder a los que se glorían de apariencias y no de lo que hay en el corazón;
13 pues si empezamos a desatinar, fue por Dios; si nos moderamos, es por vosotros.
14 Porque nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.
15 Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.
16 De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.
17 Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.
18 Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
19 Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
20 Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
21 Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.

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Introducción a II Corintios

2 CORINTIOS

Los buenos resultados de la embajada de Tito a la comunidad de Corinto (2Co 7:6 s), agitada por diversas dudas y vacilaciones, animaron al Apóstol a escribir esta segunda carta a sus cristianos. En ella nos encontramos con la fuerte conciencia que tenía Pablo de su condición de apóstol, la consideración de su apostolado como ministerio de reconciliación (2Co 5:16-21), la forma tan estrecha en que se sentía vinculado en su persona y en su actuación al misterio de Cristo (2Co 4:7-18; 2Co 6:1-10), la percepción de toda su existencia y de todas sus circunstancias a la luz de ese misterio (2Co 1:15-22; 2Co 12:9 s). Junto con ello, 2 Corintios nos ha dejado muestras preciosas de la reflexión paulina sobre aspectos teológicos de primera importancia: la realización del plan salvador de Dios, el misterio de la encarnación, la relación entre la Antigua y la Nueva Alianza, la acción del Espíritu, la comunión íntima y efectiva entre las distintas comunidades cristianas, el misterio de la cruz y la resurrección.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

II Corintios 5,1-21*2:14-6:13 Pablo ha relacionado las críticas de los corintios con su ministerio apostólico (2Co 1:12 ss); por ello ofrece una amplia reflexión sobre este último, que le ocupará prácticamente hasta el final de la sección (2Co 7:16).


II Corintios 5,1-10*4:16-5:10 A quien anuncia el Evangelio, la fuerza le viene de la referencia permanente al misterio de Cristo y de la perspectiva escatológica: a esta última se dedica este pasaje.