Gálatas 2 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 21 versitos |
1 Después, transcurridos catorce años, subí de nuevo a Jerusalén en compañía de Bernabé, llevando también a Tito. *
2 Subí conforme a una revelación. Y les expuse el Evangelio que predico entre los gentiles, y en particular a los que figuraban, para que me dijesen si yo corría o había corrido en vano. *
3 Mas ni siquiera Tito, mi compañero, con ser gentil, fue forzado a circuncidarse.
4 Por más que, a causa de los falsos hermanos intrusos, que solapadamente se habían introducido para espiar nuestra libertad, que tenemos en Cristo Jesús, con el intento de esclavizarnos... *
5 A los cuales ni por un instante cedimos dejándonos subyugar, a fin de que la verdad del Evangelio se sostenga en orden a vosotros.
6 Mas de parte de los que representaban algo...—cuál fuera al fin su situación, a mí nada me interesa; no es Dios con el hombre aceptador de personas—, *
7 pues los que figuraban, nada me impusieron; antes al contrario, viendo que me ha sido confiado el Evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión, *
8 —pues el que infundió fuerza a Pedro para el apostolado de la circuncisión, me la infundió también a mí para el de los gentiles—,
9 y reconociendo la gracia que me ha sido dada, Santiago, Cefas y Juan, los que eran considerados como columnas, nos dieron las diestras en prenda de comunión a mí y a Bernabé, de suerte que nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a la circuncisión; *
10 solamente que nos acordásemos de los pobres, lo cual por mi parte me esmeré en hacerlo.
11 Mas cuando vino Cefas a Antioquia, abiertamente me le opuse, porque era culpable. *
12 Pues antes que viniesen ciertos hombres de parte de Santiago, comía con*los gentiles; mas cuando vinieron, se retraía y recataba de ellos, temiendo a los de la circuncisión. *
13 Y le imitaron en esta simulación también los demás judíos, tanto que el mismo Bernabé se vio arrastrado por esta simulación. *
14 Mas cuando yo vi que no andaban a las derechas conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: Si tú, judío como eres, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?*
15 Nosotros..., judíos de nacimiento, y no pecadores venidos de la gentilidad...*,
16 entendiendo, empero, que no es justificado un hombre por las obras de la ley, sino por la fe de Cristo Jesús, nosotros creímos en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo, que no por las obras de la ley; pues por las obras de la ley no será justificado mortal alguno.
17 Y si al buscar ser justificados en Cristo nos hemos hallado también nosotros pecadores, ¿será que Cristo es agente de pecado? Jamás, de ninguna manera. *
18 porque si lo que antes derribé, eso lo edifico de nuevo, me declaro transgresor.
19 Porque yo por medio de la ley morí a la ley, para vivir a Dios. Con Cristo estoy crucificado, *
20 pero vivo... no ya yo, sino Cristo vive en mí. Y eso que ahora vivo en carne, lo vivo en la fe de Dios y de Cristo, que me amó y se entregó por mí. *
21 No repudio como nula la gracia de Dios. Porque si por la ley se alcanzase la justicia, entonces Cristo hubiera muerto en vano. *

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Introducción a Gálatas




EPÍSTOLA A LOS GALATAS

LOS GÁLATAS. — Hacia el año 280 antes de la era cristiana, varias tribus celtas, procedentes, de la Gaita, invadieron la Iliria, la Grecia y la Tracia, y pasando el Helesponto -los Dardanelos -, se establecieron en el Asia Menor, ocupando parte de la Frigia, la Capadocia y la Paflagonia, que de ellos tomó el nombre de Galacia. Dos siglos más tarde, su jefe, Deyótaro, obtuvo de Pompeyo, con el título de rey, el dominio de nuevas regiones. Amintas, sucesor de Deyótaro, recibió de Augusto la Pisidia, la Licaonia y la Panfilia, situadas al sur de la primitiva Galacia. A la muerte de Amintas, el 25 antes de Cristo, el dilatado reino de Galacia quedó reducido a provincia romana, dependiente del emperador y gobernada en su nombre por un legado propretor, que residía en Ancira. Dos sentidos, pues, tenía la denominación de Galacia: uno etnológico, que comprendía la Galacia primitiva, al norte, y otro político-administrativo, que se extendía además a las regiones meridionales. Se pregunta, pues: ¿quiénes eran los destinatarios de la Epístola a los Gálatas? ¿Los habitantes de la primitiva Galacia septentrional o bien los de las regiones meridionales, sobre todo de Pisidia, Licaonia y Panfilia, comprendidas en la provincia romana de Galacia? Mucho se ha discutido sobre este problema; hoy día la mayoría de los críticos se inclinan a la hipótesis de la Galacia septentrional. Y con razón, a lo que parece. Primeramente, los nombres de Galacia y gálatas, tanto en el uso oficial como en el lenguaje ordinario, se aplicaban exclusivamente a la región septentrional y a sus habitantes. En segundo lugar, lo que escribe el mismo Apóstol en la Epístola (4:13): «Ya sabéis que, a causa de la debilidad o enfermedad de la carne, os anuncie el Evangelio la primera vez», no puede aplicarse a las cuatro ciudades de la región meridional, que él evangelizó no por una ocasión imprevista, sino muy de propósito y conforme a un plan preconcebido. Por lo demás, la solución de este problema no afecta grandemente a la interpretación, principalmente doctrinal, de la Epístola, con tal que se admita que la Iglesia de Galacia estaba integrada en su casi totalidad por gentiles o prosélitos. Los ADVERSARIOS DE PABLO. — Un fenómeno extraño dio mucho que pensar y que padecer al Apóstol. Mientras los gentiles y aun los judíos prosélitos recibían el Evangelio, por el contrario, los judíos de raza, no contentos con rechazarle, perseguían encarnizadamente a su celoso predicador. Esta constitución de las Iglesias de Galacia, formadas casi exclusivamente de gentiles y prosélitos, en una palabra, de incircuncisos, levantó contra Pablo otros adversarios más temibles que los mismos judíos rebeldes. ¿Quiénes eran? ¿Cuántos? ¿De dónde venían? Una sola cosa sabemos, y es que eran cristianos judíos, y más judíos que cristianos. Al ver que Pablo admitía a los gentiles en la Iglesia sin obligarles a la circuncisión, comprendieron, y con razón, que la conducta del Apóstol era la negación práctica de los privilegios de Israel. Su celo farisaico se convirtió en furor contra Pablo. ¿Cómo lo conseguirían?

La Epístola a los Gálatas nos ha conservado los manejos a que apelaron los adversarios del Apóstol para arruinar su obra. Ante todo, atacaban la autoridad apostólica de Pablo. «¿Quién era ese intruso sin vocación divina, que nunca había visto ni oído al Señor, para oponerse a los Doce, a los apóstoles, que habían recibido directamente del Señor la enseñanza y la misión?» Minada así su autoridad de apóstol; atacaban abiertamente su doctrina. «Contra la ley de Dios, contra las promesas y alianzas divinas, contra todo el A. T., se atreve a blasfemar este apóstata. El Evangelio que niega la ley no es Evangelio». Y no contentos con atacar en su principio mismo el Evangelio de Pablo, sacaban de él las más desaforadas consecuencias. «Lo peor es - añadían - que su enseñanza es inmoral y escandalosa. Sin ley que oponga una barrera a los perversos instintos del hombre, ¿qué resta sino una libertad desenfrenada, que se lance sin obstáculos a los mayores crímenes? Sin ley que lo condene, el pecado queda justificado». LA EPÍSTOLA. — La oposición daba alientos a Pablo. A los cargos que le achacaban sus adversarios respondió con una carta admirable, en que reveló todo el temple de su espíritu, toda la alteza de sus pensamientos. Sin descender a mezquindades personales, indignas de su noble carácter, concreta su apología a tres puntos principales. Primeramente defiende su autoridad apostólica y el origen divino de su Evangelio. En segundo lugar demuestra la tesis fundamental de éste, o sea, la justificación por la fe viva en Cristo, independientemente de la ley mosaica. Por fin, hace ver que su Evangelio, lejos de dar libertad a la carne, la condena y refrena con dos principios poderosos y altísimos de santidad: la caridad y el Espíritu. De ahí tres partes en la Epístola: 1) apologética: 1-2; 2) dogmática: 3-4; 3) moral: 5-6.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Gálatas 2,1-2

La ocasión de subir a Jerusalén se refiere en los Hechos (Hch_15:1-2). A la ocasión exterior se añadió una revelación de Dios. La reunión a que dio lugar esta controversia suele denominarse concilio de Jerusalén.


Gálatas 2,2

A LOS QUE FIGURABAN: son Pedro, Santiago el Menor y Juan. Emplea Pablo una frase inventada por sus adversarios. Este procedimiento nos hace comprender qué sentido hay que dar a la ironía: que recae no sobre los apóstoles, sino sobre los mismos que se valían de esa expresión con el intento de rebajar a Pablo.


Gálatas 2,4

Tenemos aquí un anacoluto, una prótasis sin apódosis. Pero si la gramática falla, la lógica nunca la pierde Pablo. El versículo siguiente nos da, bajo una forma gramatical independiente, la apódosis lógica de la frase.


Gálatas 2,6

La partícula adversativa «MAS» con que comienza el período se convierte después del paréntesis en la causal «PUES». Es que mientras tanto, perdido el hilo de lo que iba diciendo, viénele a la mente la tesis fundamental de la verdad de su Evangelio, en orden a la cual aquello mismo que quería decir sírvele de confirmación.


Gálatas 2,7

Esta distribución entre judíos y gentiles, entre Pedro y Pablo, no se refiere a la suprema autoridad, cual si estuviera repartida entre ambos, sino señala el campo de operación en que preferentemente han de desplegar su actividad. Este pasaje nos ofrece una prueba del primado de Pedro sobre toda la Iglesia. En primer lugar, se deduce este primado por lo que toca a los judíos, pues Pablo le atribuye el apostolado de la circuncisión, el cual no puede referirse al solo ministerio de la predicación, sino a la autoridad suprema sobre la Iglesia de los judíos. En segundo lugar, por lo que atañe a los gentiles; pues Pablo, a quien correspondía, por elección de Dios, este apostolado, reconoce sobre sí la autoridad de Pedro y sube a Jerusalén para consultarle.


Gálatas 2,9

CEFAS: es el nombre aramaico de Pedro, que significa «Piedra».


Gálatas 2,11

No se trata de culpa moral, ni menos aún de error doctrinal, sino de una falta de previsión en Pedro, que no preveía las consecuencias de su actitud.


Gálatas 2,12

No se dice que esos hombres fueran enviados por Santiago, ni menos aún que fueran enviados para disuadir a Pedro que comiera con los gentiles.


Gálatas 2,13

Otra prueba concluyente de la suprema autoridad de Pedro: que sólo con su ejemplo indujo irresistiblemente a tomar la misma actitud aun al mismo Bernabé.


Gálatas 2,14

El no andar a las derechas conforme a la verdad del Evangelio no significa error en la doctrina, sino inconsecuencia en la práctica.

|| Exordio y primer argumento: la inconsecuencia práctica de Pedro.


Gálatas 2,15-16

Se precisa la tesis del discurso, intercalada en el segundo argumento. La tesis es: NO ES JUSTIFICADO UN HOMBRE POR LAS OBRAS DE LA LEY, SINO POR LA FE DE JESU-CRISTO. Tiene dos partes: una negativa y otra positiva. En la primera no excluye la necesidad de las buenas obras, las cuales recomienda encarecidamente; sólo afirma que, por más que el hombre multiplique las prácticas de la ley mosaica, nunca pasará del estado de pecador al estado de justo. En la segunda no expresa todo el proceso de la justificación, sino sólo su principio y raíz, el cual exige como complemento normal el bautismo. Por lo que toca al argumento, hay que leerlo reproduciendo mentalmente las variadas inflexiones de voz con que el Apóstol iría pronunciando los diferentes incisos de este período, medio irónico y medio patético.


Gálatas 2,17-18

Este nuevo argumento pone de relieve la contradicción de los Gálatas en volver a las prácticas de la ley. Díceles: vosotros, considerando la ley como ineficaz para justificar al hombre, la abandonasteis y os acogisteis a Cristo, atraídos por él. Cristo, pues, fue la causa de que abandonaseis la ley. Ahora, al volver a aquellas prácticas, consideráis un crimen el haberlas dejado. ¿No veis, pues, que con eso hacéis recaer este crimen sobre el mismo Cristo? Señal que entonces hicisteis bien en repudiar aquellas prácticas y ahora hacéis mal en volver a ellas.


Gálatas 2,19-20

La idea fundamental de este argumento teológico se reduce a que, habiendo nosotros muerto a la ley, estamos ya desligados de ella. Pero Pablo en sus argumentaciones suele ir más allá de lo que exige la estricta demostración de la tesis. Tres cosas añade aquí. La primera es que, si hemos muerto a la ley, es precisamente en virtud de la misma ley. En efecto, la ley fue violada por el pecado. Esta violación debía ser reparada, y, en todo rigor de justicia, no podía serlo sino por la muerte del Hombre-Dios. Ahora bien, la muerte del Redentor éralo juntamente de todos los hombres, místicamente incorporados e identificados con él. Por tanto, la misma ley, que determinó la muerte de Cristo, por el mismo caso determinó la muerte de todos los hombres. La segunda es que esta muerte no acaba en muerte, sino en vida. Es notable el énfasis con que Pablo, hasta tres veces, nos pone ante los ojos este tránsito de muerte a vida. La tercera es que esta muerte no es de carácter físico, sino místico.


Gálatas 2,20

Tres veces expresa Pablo la idea de que el amor de Cristo fue el principio determinante de su pasión. Aquí dice: ME AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MÍ. A los efesios escribe: «Nos amó y se entregó por nosotros» (Efe_5:2); «Amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Efe_5:25). Con eso nos da a entender que el amor de Cristo a los hombres fue al mismo tiempo singular y universal, individual y colectivo.


Gálatas 2,21

Ultimo argumento con que el Apóstol prueba su tesis. Quiere decir que, si la ley nos justificase, sería inútil la muerte de Cristo. Por tanto, buscar en la ley la justificación es repudiar como inútil la gracia que Dios nos hizo dándonos a su Hijo para que muriera por nosotros.