Gálatas 3 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 29 versitos |
1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, ante cuyos ojos fue presentada la figura de Jesu-Cristo clavado en cruz? *
2 Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿recibisteis el Espíritu en virtud de las obras de la ley o bien por la fe que habéis oído?
3 ¿Hasta tal extremo llega vuestra insensatez? Tras la iniciación por el Espíritu, ¿buscáis ahora la consumación por la carne?
4 ¿Habréis padecido en vano tantas cosas? Si es que se puede decir en vano.
5 El que os suministra, pues, el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿hace eso en virtud de las prácticas de la ley o bien por la fe que habéis oído?
6 Así fue como «Abrahán creyó a Dios y le fue tomado a cuenta de justicia. *
7 Entended, pues, que los que viven de la fe, éstos hijos son de Abrahán. *
8 Además, previendo la Escritura que por la fe justifica Dios a los gentiles, dio de antemano a Abrahán la feliz nueva de que «Bendecidas serán en ti todas las gentes».
9 De modo que los que viven de la fe son bendecidos con el fiel Abrahán.
10 Pues cuantos quieren vivir por las obras de la ley, caen bajo la maldición; porque escrito está: «Maldito todo el que no persevera constante en todas las cosas escritas en el libro de la ley, de modo que las cumpla».
11 Y que en virtud de la ley nadie se justifica en el acatamiento de Dios, es cosa manifiesta, porque «el justo por la fe vivirá».
12 Ahora bien, la ley no procede por vía de fe, sino que «el que hiciere estas cosas vivirá por ellas».
13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley, hecho por nosotros objeto de maldición; porque escrito está: «Maldito todo el que está colgado de un palo»; *
14 todo, para que la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles en Cristo Jesús, a fin de que recibiésemos la promesa del Espíritu por medio de la fe.
15 Hermanos, hablo según las leyes humanas. Aun tratándose de un hombre, un testamento legítimamente otorgado nadie puede anularlo ni añadirle nuevas cláusulas. *
16 Ahora bien, a Abrahán le fueron hechas las promesas, y en él a su Descendencia. No dice: «Y a las Descendencias », como hablándose de muchos, sino de uno solo: «Y a tu Descendencia», la cual es Cristo,
17 Digo, pues, esto: el testamento ya válidamente otorgado por Dios no puede ser anulado por la ley, que vino cuatrocientos treinta años más tarde, de suerte que la promesa quedase anulada.
18 Porque sí de la ley dependiera la herencia, ya no procedería de la promesa. Y es así que a Abrahán hízole Dios merced de la herencia por medio de una promesa.
19 Pues ¿y la ley, qué? En razón de las transgresiones fue adicionada a la promesa hasta que viniese la Descendencia, a quien fue hecha la promesa, promulgada por ministerio de ángeles por intervención de un mediador. *
20 Ahora bien, el mediador no lo es de uno solo, y Dios es uno solo. *
21 ¿La ley, pues, será contraria a las promesas de Dios? De ninguna manera. Porque si hubiera sido dada una ley capaz de vivificar, entonces realmente de la ley procedería la justicia. *
22 Sino que la Escritura lo encerró todo bajo el dominio del pecado, para que la bendición de la promesa se otorgara a los creyentes en virtud de la fe de Jesucristo. *
23 Mas antes de venir la fe estábamos bajo la custodia de la ley, encerrados con vistas a la fe que debía ser revelada. *
24 De manera que la ley ha sido pedagogo nuestro con vistas a Cristo, para que por la fe seamos justificados;
25 mas, venida la fe, ya no estamos sometidos al pedagogo. *
26 Porque todos sois hijos de Dios, por la fe, en Cristo Jesús. *
27 Pues cuantos en Cristo fuisteis bautizados, de Cristo fuisteis revestidos. *
28 No hay ya judío ni gentil, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni hembra, pues todos vosotros, unos sois en Cristo Jesús.
29 Y si vosotros sois de Cristo, descendencia sois, por tanto, de Abrahán, herederos conforme a la promesa.

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Introducción a Gálatas




EPÍSTOLA A LOS GALATAS

LOS GÁLATAS. — Hacia el año 280 antes de la era cristiana, varias tribus celtas, procedentes, de la Gaita, invadieron la Iliria, la Grecia y la Tracia, y pasando el Helesponto -los Dardanelos -, se establecieron en el Asia Menor, ocupando parte de la Frigia, la Capadocia y la Paflagonia, que de ellos tomó el nombre de Galacia. Dos siglos más tarde, su jefe, Deyótaro, obtuvo de Pompeyo, con el título de rey, el dominio de nuevas regiones. Amintas, sucesor de Deyótaro, recibió de Augusto la Pisidia, la Licaonia y la Panfilia, situadas al sur de la primitiva Galacia. A la muerte de Amintas, el 25 antes de Cristo, el dilatado reino de Galacia quedó reducido a provincia romana, dependiente del emperador y gobernada en su nombre por un legado propretor, que residía en Ancira. Dos sentidos, pues, tenía la denominación de Galacia: uno etnológico, que comprendía la Galacia primitiva, al norte, y otro político-administrativo, que se extendía además a las regiones meridionales. Se pregunta, pues: ¿quiénes eran los destinatarios de la Epístola a los Gálatas? ¿Los habitantes de la primitiva Galacia septentrional o bien los de las regiones meridionales, sobre todo de Pisidia, Licaonia y Panfilia, comprendidas en la provincia romana de Galacia? Mucho se ha discutido sobre este problema; hoy día la mayoría de los críticos se inclinan a la hipótesis de la Galacia septentrional. Y con razón, a lo que parece. Primeramente, los nombres de Galacia y gálatas, tanto en el uso oficial como en el lenguaje ordinario, se aplicaban exclusivamente a la región septentrional y a sus habitantes. En segundo lugar, lo que escribe el mismo Apóstol en la Epístola (4:13): «Ya sabéis que, a causa de la debilidad o enfermedad de la carne, os anuncie el Evangelio la primera vez», no puede aplicarse a las cuatro ciudades de la región meridional, que él evangelizó no por una ocasión imprevista, sino muy de propósito y conforme a un plan preconcebido. Por lo demás, la solución de este problema no afecta grandemente a la interpretación, principalmente doctrinal, de la Epístola, con tal que se admita que la Iglesia de Galacia estaba integrada en su casi totalidad por gentiles o prosélitos. Los ADVERSARIOS DE PABLO. — Un fenómeno extraño dio mucho que pensar y que padecer al Apóstol. Mientras los gentiles y aun los judíos prosélitos recibían el Evangelio, por el contrario, los judíos de raza, no contentos con rechazarle, perseguían encarnizadamente a su celoso predicador. Esta constitución de las Iglesias de Galacia, formadas casi exclusivamente de gentiles y prosélitos, en una palabra, de incircuncisos, levantó contra Pablo otros adversarios más temibles que los mismos judíos rebeldes. ¿Quiénes eran? ¿Cuántos? ¿De dónde venían? Una sola cosa sabemos, y es que eran cristianos judíos, y más judíos que cristianos. Al ver que Pablo admitía a los gentiles en la Iglesia sin obligarles a la circuncisión, comprendieron, y con razón, que la conducta del Apóstol era la negación práctica de los privilegios de Israel. Su celo farisaico se convirtió en furor contra Pablo. ¿Cómo lo conseguirían?

La Epístola a los Gálatas nos ha conservado los manejos a que apelaron los adversarios del Apóstol para arruinar su obra. Ante todo, atacaban la autoridad apostólica de Pablo. «¿Quién era ese intruso sin vocación divina, que nunca había visto ni oído al Señor, para oponerse a los Doce, a los apóstoles, que habían recibido directamente del Señor la enseñanza y la misión?» Minada así su autoridad de apóstol; atacaban abiertamente su doctrina. «Contra la ley de Dios, contra las promesas y alianzas divinas, contra todo el A. T., se atreve a blasfemar este apóstata. El Evangelio que niega la ley no es Evangelio». Y no contentos con atacar en su principio mismo el Evangelio de Pablo, sacaban de él las más desaforadas consecuencias. «Lo peor es - añadían - que su enseñanza es inmoral y escandalosa. Sin ley que oponga una barrera a los perversos instintos del hombre, ¿qué resta sino una libertad desenfrenada, que se lance sin obstáculos a los mayores crímenes? Sin ley que lo condene, el pecado queda justificado». LA EPÍSTOLA. — La oposición daba alientos a Pablo. A los cargos que le achacaban sus adversarios respondió con una carta admirable, en que reveló todo el temple de su espíritu, toda la alteza de sus pensamientos. Sin descender a mezquindades personales, indignas de su noble carácter, concreta su apología a tres puntos principales. Primeramente defiende su autoridad apostólica y el origen divino de su Evangelio. En segundo lugar demuestra la tesis fundamental de éste, o sea, la justificación por la fe viva en Cristo, independientemente de la ley mosaica. Por fin, hace ver que su Evangelio, lejos de dar libertad a la carne, la condena y refrena con dos principios poderosos y altísimos de santidad: la caridad y el Espíritu. De ahí tres partes en la Epístola: 1) apologética: 1-2; 2) dogmática: 3-4; 3) moral: 5-6.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Gálatas 3,1

«Fascinar»: quiere decir trastornar el juicio con encantamientos. Se maravilla Pablo de que la viva imagen de Jesús crucificado, que les había puesto ante los ojos, no hubiera bastado, cual divino talismán, para contrarrestar la fascinación de las prácticas mosaicas.


Gálatas 3,6

La justicia que por la fe alcanzó Abrahán, lo mismo que nuestra justicia por la fe en Jesu-Cristo, no es meramente ficticia o imputada, sino una verdadera justicia que Dios concede en atención a la fe. La expresión «tomar a cuenta» pertenece al lenguaje comercial, en el cual no tiene nada de ficticio.


Gálatas 3,7

De la Escritura deduce el Apóstol que no es la circuncisión, como querían los judaizantes, sino la fe, la que constituye verdaderos hijos de Abrahán.


Gálatas 3,13-14

La maldición de la ley se trocó por la fe en bendición. La clave de este misterio nos la da Jesu-Cristo crucificado, que reducido por nuestros pecados, de los cuales quiso hacerse responsable, a ser objeto de la maldición divina, muriendo y dando satisfacción a la justicia de Dios, trocó la maldición en bendición: bendición prometida antes al gran patriarca y ahora realizada por la efusión del Espíritu Santo.


Gálatas 3,15-18

En el A. T. ve Pablo dos causas radicalmente distintas: la promesa y la ley. La promesa es un elemento esencial, que, lejos de anularse, halla su plena realización en el Evangelio. La ley, en cambio, es un régimen provisional, que, al llegar el Evangelio, perdía toda su razón de existir.


Gálatas 3,19

EN RAZÓN DE LAS TRANSGRESIONES: la dureza de esta frase desaparece teniendo en cuenta:
1) que en el lenguaje de la Escritura tales frases no tienen precisamente el sentido de finalidad, sino el de consecuencia:
2) aquí la ley no es sólo el código moral, sino la institución político-religiosa inaugurada en el Sinaí;
3) Pablo tiene presente no la ley en sí misma, sino tal como la concebían los escribas: absurda personificación, objeto exclusivo de su ciencia y casi de su culto.


Gálatas 3,20

DIOS ES UNO SOLO: con esto indica Pablo que, además de Dios, era necesario otra parte contratante, que es aquí Israel. El mediador entre ambas partes fue Moisés. De ahí la distinción entre la promesa y la ley: la promesa, unilateral y absoluta: la ley, bilateral y condicionada.


Gálatas 3,21

Pablo propone aquí como una dificultad la oposición entre la ley y la promesa. La solución que da es: en la hipótesis de que la ley justificara, realmente seria contraria a la promesa, pues la dejaría sin objeto. En cambio, no hay oposición si la ley en nada toca la promesa.


Gálatas 3,22

LO ENCERRÓ TODO BAJO EL DOMINIO DEL PECADO: e. d., testifica que todos eran reos de pecado.


Gálatas 3,23-24

La ley tenía doble objeto. Por una parte, hacía que los hombres se sintiesen pecadores; por otra, los disponía a la fe. Este segundo aspecto lo expresa Pablo con la doble metáfora de «prisión» y de «pedagogo». PEDAGOGO era el esclavo que acompañaba al niño a la escuela.


Gálatas 3,25

Continuando la misma metáfora, la fe representa la mayor edad, al llegar a la cual el joven romano quedaba libre de la tutela del pedagogo.


Gálatas 3,26

La idea fundamental es: SOIS HIJOS DE DIOS, ya no esclavos. Tal filiación divina es, en los designios de Dios, universal: TODOS SOIS HIJOS. Mas Dios exige, como condición indispensable de esta filiación, la FE. Mas la fe es sólo un medio por el cual los hombres, incorporados en CRISTO JESÚS, quedan hechos hijos de Dios.


Gálatas 3,27

BAUTIZADOS: tómase aquí en el sentido etimológico de «sumergir». El hombre en el bautismo es sumergido no sólo en el agua, sino también en Cristo. La realidad expresada bajo esta imagen es la mística incorporación del hombre en Cristo.