Efesios  3 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 21 versitos |
1 Por causa de esto, yo, Pablo, el prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles, ... *
2 si es que habéis oído la economía de la gracia de Dios que me fue dada en orden a vosotros, *
3 y es que por revelación se me dio a conocer el misterio, según os lo acabo de escribir en pocas palabras,
4 conforme a lo cual, leyéndolo, podéis conocer mi inteligencia en el misterio de Cristo;
5 el cual en otras generaciones no fue dado a conocer a los hijos de los hombres cual ahora fue revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu;
6 a saber, que los gentiles son coherederos y miembros de un mismo cuerpo y juntamente partícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio,
7 del cual fui constituido ministro según el don de la gracia de Dios, que me fue dada según la energía de su poder.
8 A mí, menor que el más pequeño de todos los santos, me fue otorgada esta gracia, la de anunciar a los gentiles las riquezas de Cristo, imposibles de rastrear, *
9 y de iluminar a todos, dando a conocer cuál sea la economía del misterio, escondido desde el origen de los siglos en Dios, que creó todas las cosas,
10 a fin de que se dé a conocer ahora a los principados y a las potestades en los cielos, por medio de la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios,
11 según el designio eterno que se había propuesto en Cristo Jesús, Señor nuestro,
12 en quien tenemos la franca seguridad y libre entrada con confianza por medio de la fe en él.
13 Por lo cual pido que no caigáis de ánimo con motivo de las tribulaciones que por vosotros padezco, como que son gloria vuestra.
14 Por causa de esto doblo mis rodillas ante el acatamiento del Padre, *
15 de quien toma su nombre toda familia en los cielos y sobre la tierra,
16 para que os conceda, según las riquezas de su gloria, que seáis firmemente corroborados por la acción de su Espíritu en el hombre interior, *
17 que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, enraizados y cimentados en la caridad,
18 a fin de que seáis capaces de comprender, con todos los santos, qué cosa sea la anchura y longitud y alteza y profundidad,
19 y de conocer, cosa que sobrepuja todo conocimiento, la caridad de Cristo, para que seáis colmados de toda plenitud, cuyo blanco sea la plenitud de Dios.
20 Al que es poderoso para hacer sobre toda medida con incomparable exceso más de lo que pedimos o pensamos, según la potencia que despliega en nosotros su energía,
21 a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones del siglo de los siglos. Amén.

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Introducción a Efesios 




EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

DESTINATARIOS DE LA EPÍSTOLA. — No están acordes los críticos sobre quiénes sean los destinatarios de la llamada Epístola a los Efesios. Tres soluciones principales se han dado: la tradicional, según la cual la carta se escribió a la Iglesia de Efeso; la que supone haber sido dirigida a la Iglesia de Laodicea, y la que considera la Epístola como una carta circular o encíclica enviada a todas las iglesias del Asia proconsular, cuya metrópoli era Efeso. En vez de discutir en particular las razones aducidas en pro y en contra de cada una de estas tres hipótesis, será más breve y eficaz presentar los hechos, para adoptar en definitiva la hipótesis que mejor los explique todos. Estos hechos se distribuyen naturalmente en tres grupos: los antecedentes históricos, los datos de las misma carta, los testimonios históricos posteriores. Entre los antecedentes históricos hay que tener presentes las relaciones singularmente íntimas de Pablo con la Iglesia de Efeso. Tres años enteros empleó Pablo en fundar y evangelizar esta Iglesia. Por otra parte, su acción apostólica, o personal o ejercida por medio de sus discípulos, se extendió a toda el Asia proconsular, como consta por los Hechos (19:10; 20:25). No mucho después, al fin de la tercera misión, al dirigirse a Jerusalén, convocó Pablo en Mileto a los presbíteros-obispos de Efeso y de las ciudades vecinas para despedirse de ellos y prevenirlos contra los peligros doctrinales que amenazaban a sus Iglesias ( Hch_20:25-31 ). Otro hecho también hay que recordar, y es que algunas de las Epístolas de Pablo son en realidad cartas circulares: tales son la primera a los Corintios (1:2), la segunda a los Corintios (1:1), la escrita a las «Iglesias de Galacia» (1:2) y a los Colosenses (4:16). En la misma Ep. a los Efesios llaman la atención tres hechos muy significativos. 1) el tono exclusivamente didáctico, enteramente desprovisto de aquellos rasgos afectuosos tan característicos de Pablo; 2) la ausencia total de salutaciones personales, que tanto abundan en otras cartas; 3) ciertas frases que parecen suponer que Pablo no conocía de vista o personalmente a los destinatarios ni ellos a él (1:15; 3:2). Además, para apreciar el valor de la hipótesis que supone que la llamada Ep. a los Efesios fue en realidad escrita a los fieles de Laodicea, hay que tener en cuenta lo que sobre los laodicenses dice el Apóstol en su Epístola a los Colosenses: «Quiero que sepáis cuan grande lucha sostengo por vosotros, y por los de Laodicea, y por cuantos no han visto mi rostro en carne» (2:1); «Le soy testigo [a Epafras] de que se toma mucho trabajo por vosotros y por los de Laodicea… Saludad a los hermanos de Laodicea y a Ninfas y a la Iglesia que se congrega en su casa. Y cuando hubiere sido leída entre vosotros esta carta, haced que también en la Iglesia de los laodicenses sea leída; y la que recibiereis de Laodicea, que también vosotros la leáis» (4:13-16). Entre los testimonios posteriores, todos los códices griegos (a excepción de Be Se 1739 421c ) y todas las versiones leen «a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso» (1:1); y aun los mismos códices exceptuados tienen al principio el título «A los Efesios», que reproducen al fin. No es menos unánime a favor de Efeso la tradición patrística a partir de San Ireneo. Solamente Orígenes y San Basilio desconocieron o pusieron en tela de juicio la autenticidad de la frase «en Efeso». Marción fue el único que en vez de «Efeso» leyó «Laodicea». Aplicados estos datos a las tres hipótesis antes mencionadas sobre los destinatarios de la Epístola, resulta: 1) que éstos no pueden ser exclusivamente los efesios; 2) que tampoco pueden ser otros con exclusión de los efesios; 3) consiguientemente, que fueron los fieles de Efeso y juntamente los de otras Iglesias; con lo cual la Epístola puede muy bien denominarse carta circular. Y ésta parece ser la que menciona Pablo escribiendo a los colosenses, donde no dice que fuera dirigida precisamente a los laodicenses, sino que la «recibirían de Laodicea», adonde llegaría antes que a Colosas. OCASIÓN DE LA EPÍSTOLA. — La ocasión parece haber sido la triste realización de aquel anuncio profético, que Pablo no mucho antes había hecho en Mileto a los presbíteros- obispos de Efeso y ciudades vecinas: «Yo sé que han de entrar después de mi partida lobos crueles entre vosotros, que no perdonen al rebaño; y de entre vosotros mismos se han de levantar hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar en pos de sí a los discípulos» (Ac 20:29-30). Se introdujeron, en efecto, en el rebaño de Cristo los lobos rapaces: espíritus extravagantes, última generación de judaizantes cristianos y primeros representantes del naciente gnosticismo, los cuales, amalgamando ciertas prácticas judaicas con especulaciones teosóficas, desquiciaban la revelación cristiana, rebajando la divina persona de Jesu-Cristo y desfigurando su obra redentora. A esos desvaríos respondió Pablo con la Epístola a los Efesios, exponiendo su maravillosa concepción sobre el Cristo místico o el misterio de Cristo. LA EPÍSTOLA. — En un cuadro de divina belleza, aunque a veces algo rudo en la ejecución, presenta Pablo el misterio por excelencia de los consejos divinos, el designio misericordioso que Dios acaricia desde toda la eternidad, y luego realiza en la plenitud de los tiempos, y revela a toda la creación. El designio de Dios era pacificar toda la creación y reunir, fundir la humanidad entera, y por extensión los ángeles mismos, «en Cristo Jesús». Es verdaderamente sublime contemplar a Cristo Jesús, hombre y Dios a la vez, como centro adonde todo converge, lazo que todo lo une, cabeza mística de este organismo viviente, donde se asocian en un cuerpo, en una vida, en un amor, judíos y gentiles, hombres y ángeles, !as creaturas y el Creador. PLAN DE LA EPÍSTOLA. — Se divide en dos partes sensiblemente iguales: una más especulativa, sobre el misterio mismo de Cristo (1-3); otra más práctica, sobre la vida cristiana como prolongación del misterio (4-6).


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Efesios  3,1

El hilo del razonamiento se rompe bruscamente para reanudarse en Efe_3:14.


Efesios  3,2-7

Primera descripción del misterio. Dos géneros de rasgos integran la descripción: unos extrínsecos, como son el desconocimiento del misterio en el tiempo pasado y su revelación en el presente, la inteligencia que de él alcanzó Pablo y su vocación para anunciarlo; los intrínsecos están condensados en Efe_3:6: los gentiles son equiparados a los judíos en tres cosas: en el presente, forman con ellos un mismo cuerpo; mirando a lo pasado, participan de la promesa hecha a Israel; mirando a lo por venir, están destinados a poseer una misma herencia.


Efesios  3,2-13

Estos versículos son como un inmenso paréntesis, que en dos ciclos paralelos, Efe_3:2-7 y Efe_3:8-13, describe las maravillas del MISTERIO DE CRISTO.


Efesios  3,8-13

Segunda descripción del misterio. Descríbese la ECONOMÍA DEL MISTERIO.


Efesios  3,14-15

EL PADRE, DE QUIEN TOMA SU NOMBRE TODA FAMILIA. Como los hijos de Aarón, por ej., juntamente con el ser recibían el nombre de su progenitor y formaban la familia de Aarón, así los ángeles y los hombres, al ser llamados a la participación sobrenatural del ser divino, reciben el glorioso nombre de familia de Dios.


Efesios  3,16-19

Seis gracias desea el Apóstol a los fieles. Las tres primeras son: robustez del hombre interior por el Espíritu Santo; la habitación de Cristo en nuestros corazones por medio de la fe; el estar arraigados y cimentados en la caridad, como los árboles arraigan en la tierra, como los edificios se fundan en los cimientos. Las tres últimas, de orden más elevado, son: vigor mental para abarcar las inmensas dimensiones del misterio; conocer el amor de Cristo, superior a todo conocimiento; una colmada plenitud espiritual, cuyo límite sea la plenitud misma de Dios.