Deuteronomio  2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 37 versitos |
1 Después dimos vuelta y nos pusimos en camino hacia el desierto, en dirección al Mar Rojo, como me lo había dicho el Señor. Durante muchos días estuvimos dando vueltas alrededor del macizo de Seír.
2 Hasta que por fin el Señor me dijo:
3 "Basta ya de dar vueltas alrededor de esta montaña. Ahora diríjanse hacia el norte.
4 Comunica esta orden al pueblo: Ustedes van a pasar por la región de Seír, donde viven sus hermanos, los descendientes de Esaú, los cuales desconfían de ustedes. Pero atiendan bien:
5 No los provoquen, porque yo no les daré nada de su territorio, no siquiera el espacio que ocupa la huella de una pisada, ya que el macizo de Seír se lo he dado en posesión a Esaú.
6 Cómprenles con dinero el alimento que necesitan para comer, y páguenles también el agua que deban.
7 Porque el Señor, tu Dios, te ha bendecido en todas tus empresas, y te ha protegido mientras caminabas por este gran desierto. Ya hace cuarenta años que el Señor, tu Dios, está contigo y nunca te faltó nada".
8 Por la ruta de la Arabá, que viene de Elat y de Esión Guéber, bordeamos la región de Seír, donde viven nuestros hermanos, los descendientes de Esaú. Luego dimos vuelta y tomamos el camino del desierto de Moab.
9 Entonces el Señor me dijo: "Tampoco ataques a Moab ni lo provoques a la guerra, porque no te daré ninguna fracción de su territorio, ya que la posesión de Ar se la he dado a los descendientes de Lot".
10 -Antiguamente habían estado allí los emíes, un pueblo fuerte, numeroso y de elevada estatura como los anaquitas.
11 Tanto ellos como los anaquitas eran tenidos por gigantes, pero los moabitas los llaman emíes.
12 En Seír, en cambio, primero estuvieron los hurritas; pero los descendientes de Esaú los desposeyeron y los exterminaron, instalándose en lugar de ellos, como lo hizo Israel con la tierra que el Señor le dio en posesión-.
13 "Y ahora, ordenó el Señor, reanuden la marcha y crucen el torrente Zéred". Entonces pasamos el torrente Zéred.
14 Desde que salimos de Cadés Barné hasta que cruzamos el torrente Zéred, transcurrieron treinta y ocho años: el tiempo suficiente para que muriera toda aquella generación de guerreros, como el Señor se lo había jurado.
15 Porque el Señor puso su mano sobre ellos, hasta hacerlos desaparecer por completo del campamento.
16 Cuando ya no quedó en medio del pueblo ninguno de aquellos guerreros -porque todos habían muerto-.
17 El Señor me habló en estos términos:
18 "Ahora vas a pasar por Ar, que está en las fronteras de Moab.
19 Y luego te vas a enfrentar con los amonitas. No los ataques ni los provoques, porque yo no te daré en posesión ninguna fracción de su territorio, ya que se lo he dado en posesión a los descendientes de Lot".
20 -También este era considerado un país de gigantes. En efecto, allí habitaron antiguamente los gigantes que los amonitas llaman zamzumíes.
21 Eran un pueblo fuerte, numeroso y de elevada estatura como los anaquitas; pero el Señor los destruyó por medio de los amonitas, que los desposeyeron y se establecieron en lugar de ellos.
22 Lo mismo había hecho con los descendientes de Esaú, que habitan en Seír, cuando por medio de ellos destruyó a los hurritas; de esta manera, aquellos desposeyeron a los hurritas y se establecieron en su lugar hasta el día de hoy.
23 En cuanto a los avitas, que habitaban en los poblados hasta Gaza, fueron exterminados por los caftoritas, provenientes de Caftor, los cuales se establecieron en lugar de ellos-.
24 Luego el Señor añadió: "Reanuden la marcha y crucen el torrente Arnón. Yo te entrego a Sijón, rey de Jesbón, el amorreo, con todo su país. Prepárate para iniciar la conquista y provócalo a la guerra.
25 A partir de este momento, haré que el pánico y el terror se apoderen de todos los pueblos que están bajo el cielo: el que oiga hablar de ti, temblará y se estremecerá de espanto".
26 Desde el desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón, con la siguiente propuesta de paz:
27 "Déjame pasar por tu país. Iré por el camino, sin desviarme ni a la derecha ni a la izquierda.
28 Véndeme las provisiones necesarias para comer, y darme también a cambio de dinero, agua para beber. Te pido solamente que me dejes pasar.
29 Como ya me han dejado los descendientes de Esaú, que viven en Seír, y los moabitas de Ar. Así podré cruzar el Jordán y llegar a la tierra que nos da el Señor, nuestro Dios".
30 Pero Sijón, rey de Jesbón, se negó a dejarnos pasar por su territorio, porque el Señor, tu Dios, había ofuscado su espíritu y endurecido su corazón, a fin de ponerlo en tus manos, como lo está todavía hoy.
31 Entonces el Señor me dijo: "He decidido entregarte a Sijón con todo su país. Empieza la conquista apoderándose de su territorio".
32 Sijón nos salió al paso con todas sus tropas, dispuesto a librarnos batalla en Iasá.
33 Pero el Señor lo puso en nuestras manos y lo derrotamos, a él con sus hijos y todas sus tropas.
34 Nos apoderamos de todas sus ciudades y las consagramos al exterminio, sacrificando a hombres, mujeres y niños, sin dejar ningún sobreviviente.
35 Nos reservamos como botín solamente el ganado y los despojos de las ciudades conquistadas.
36 Desde Aroer, en la ribera del Arnón -incluyendo la ciudad que está en el valle- hasta Galaad, no hubo para nosotros ninguna ciudad inexpugnable: el Señor. nuestro Dios, nos entregó todo.
37 Pero no te acercaste al país de los amonitas: toda la ribera del torrente laboc, las ciudades de la montaña y todos los lugares que el Señor, nuestro Dios, te había prohibido.

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Introducción a Deuteronomio 


Deuteronomio


DEUTERONOMIO es una palabra de origen griego, que significa "segunda ley". Tal designación expresa sólo en parte el contenido del quinto libro del Pentateuco, ya que este, más que un código de leyes en sentido estricto, es una larga y vibrante exhortación destinada a "recordar" a Israel el sentido y las exigencias de la Alianza. De allí que las prescripciones concretas estén siempre acompañadas de advertencias y reproches, de promesas y amenazas.
El Deuteronomio está estructurado como una serie de discursos dirigidos por Moisés a los israelitas antes de su entrada en Canaán. Esta forma literaria se explica por las circunstancias que dieron origen a la composición del Libro. Desde tiempos muy antiguos, los sacerdotes levíticos prolongaron la actividad de Moisés, proclamando solemnemente en las celebraciones litúrgicas la Alianza del Señor con su Pueblo elegido. En estas celebraciones, ellos no se limitaban a repetir una Ley fijada para siempre, sino que la completaban y actualizaban, a fin de responder a nuevas situaciones y necesidades. Así las leyes contenidas en los códigos tradicionales de Israel se vieron enriquecidas con elementos originales de importancia, que luego quedaron consignados en la legislación deuteronómica. Entre estos aportes merecen especial atención la ley sobre la unidad del Santuario, los criterios para discernir a los auténticos profetas y las severas prescripciones contra la idolatría. Todo esto estaba destinado a contrarrestar el pernicioso influjo que la religión de Baal y los cultos cananeos ejercían sobre la fe de Israel.
La composición del Deuteronomio atravesó por diversas etapas. Su redacción primitiva puede situarse en el siglo VIII a.C., en los ambientes levíticos del reino del Norte. Después de la destrucción de Samaría, estos grupos se refugiaron en Judá y el Libro quedó depositado en los archivos del Templo de Jerusalén. En el año 622 a.C., el rey Josías mandó reparar el Templo, y allí se encontró un "libro de la Alianza" ( 2Ki_23:2 ), que fue leído en presencia del rey y dio un nuevo impulso a la reforma religiosa iniciada por él. Este "libro de la Alianza" era sin duda el Deuteronomio, aunque en una forma más breve que la actual. A partir de ese momento, la legislación deuteronómica se convirtió en objeto de asidua meditación y proporcionó un criterio de primer orden para interpretar toda la historia de Israel. Posteriormente, la obra original fue completada y enriquecida con nuevos aportes, hasta que pasó a formar parte del Pentateuco.
Entre todos los escritos del Antiguo Testamento, el Deuteronomio se destaca por su estilo peculiar. Su lenguaje es solemne, pero al mismo tiempo directo, cálido y preocupado por suscitar una incondicional fidelidad al Señor. Es un estilo que quiere hablar sobre todo al corazón. La repetición incansable de ciertas palabras y giros confiere a toda la obra una notable fuerza persuasiva.
El paso frecuente del "tú" al "ustedes" es otra característica del estilo deuteronómico. Esta alternancia es un procedimiento oratorio para interpelar a los oyentes: el "tú" apunta menos a los individuos en particular que a la conciencia de la comunidad, en la que cada uno debe verse representado y medir su propia responsabilidad.
El Deuteronomio traza para Israel un programa de vida, inspirado en la predicación de los Profetas, en los escritos sapienciales y en las tradiciones históricas del Pentateuco, desde los tiempos patriarcales hasta la entrada en la Tierra prometida. El Dios que aquí se manifiesta no es una divinidad fría y distante, sino el Dios misericordioso que está cerca de su Pueblo y le revela su Ley, porque lo ama y espera ser amado con la misma intensidad. De esa manera, el Deuteronomio marca un jalón decisivo en el camino hacia la revelación definitiva de Dios en el Nuevo Testamento, donde el Apóstol san Juan afirma: "Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él" ( 1Jo_4:16 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Deuteronomio  2,1-37

4. La "región de Seír" era el territorio habitado por los edomitas. Ver Gen_32:4; Num_24:18.

10-11, 20. Sobre los "emíes", "anaquitas" y "zamzumíes", ver nota Num_13:33.

26-37. Ver Num_21:21-25.

30-34. "Como lo está todavía hoy": esta es una frase estereotipada, que suele llamar la atención sobre el cumplimiento de una promesa o de una amenaza. Sobre la acción de Dios que "ofusca el espíritu" y "endurece el corazón", ver nota Exo_4:21.