Deuteronomio  32 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 52 versitos |
1 ° «Escuchad, cielos, y hablaré; | oye, tierra, los dichos de mi boca;
2 descienda como lluvia mi doctrina, | destile como rocío mi palabra, | como llovizna sobre la hierba, | como orvallo sobre el césped.
3 Voy a proclamar el nombre del Señor: | dad gloria a nuestro Dios.
4 Él es la Roca, sus obras son perfectas, | sus caminos son justos, | es un Dios fiel, sin maldad; | es justo y recto.
5 Hijos degenerados se portaron mal con él, | generación malvada y pervertida.
6 ¿Así le pagas al Señor, | pueblo necio e insensato? | ¿No es él tu padre y tu creador, | el que te hizo y te constituyó?
7 Acuérdate de los días remotos, | considera las edades pretéritas, | pregunta a tu padre y te lo contará, | a tus ancianos y te lo dirán:
8 Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad | y distribuía a los hijos de Adán, | trazando las fronteras de las naciones, | según el número de los hijos de Israel,
9 la porción del Señor fue su pueblo, | Jacob fue el lote de su heredad.
10 Lo encontró en una tierra desierta, | en una soledad poblada de aullidos: | lo rodeó cuidando de él, | lo guardó como a las niñas de sus ojos.
11 Como el águila incita a su nidada, | revoloteando sobre los polluelos, | así extendió sus alas, los tomó | y los llevó sobre sus plumas.
12 El Señor solo los condujo, | no hubo dioses extraños con él.
13 Los puso a caballo de sus montañas, | los alimentó con las cosechas de sus campos; | los crió con miel silvestre, | con aceite de rocas de pedernal;
14 con requesón de vacas y leche de ovejas, | con grasas de corderos y carneros, | ganado de Basán y cabritos, | con la flor de la harina de trigo, | y por bebida, con la sangre fermentada de la uva.
15 Comió Jacob hasta saciarse, | engordó Jesurún y respingó | —estabas gordo, cebado y orondo— | y rechazó a Dios, su creador, | despreció a su Roca salvadora.
16 Le dieron celos con dioses extraños, | lo irritaron con sus abominaciones.
17 Sacrificaron a demonios, que no son dios, | a dioses desconocidos, | nuevos, recién llegados, | que vuestros padres no veneraron.
18 Despreciaste a la Roca que te engendró, | y olvidaste al Dios que te dio a luz.
19 Lo vio el Señor, e irritado | rechazó a sus hijos e hijas.
20 Y dijo: “Les ocultaré mi rostro, | y veré cuál es su suerte, | porque son una generación pervertida, | unos hijos desleales.
21 Me han dado celos con un dios que no es dios, | me han irritado con sus ídolos vacíos; | pues yo les daré celos con un pueblo que no es pueblo, | con una nación fatua los irritaré.
22 En mi nariz está ardiendo el fuego | y abrasará hasta el fondo del Abismo, | devorará la tierra y sus productos | y consumirá los cimientos de los montes.
23 Amontonaré desastres sobre ellos, | agotaré contra ellos mis saetas.
24 Andarán extenuados de hambre, | consumidos por la fiebre y la peste; | les enviaré dientes de fieras, | veneno de quienes se arrastran en el polvo.
25 La espada arrebatará a los hijos en las calles, | en las casas habrá pavor, | en el joven y la doncella, | en el lactante y el encanecido”.
26 Me dije: “Los aniquilaría, | y borraría su memoria entre los hombres”.
27 Si no temiese las burlas del enemigo, | y la mala interpretación del adversario, | no sea que digan: “Nuestra mano ha vencido, | no es el Señor quien ha hecho todo esto”.
28 Porque es gente que ha perdido el juicio, | y que carece de inteligencia.
29 Si fueran sabios, comprenderían esto, | entenderían su destino.
30 ¿Cómo puede uno perseguir a mil, | y dos poner en fuga a diez mil, | si no fuera porque los ha vendido su Roca | y el Señor los ha entregado?
31 Porque su roca no es como nuestra Roca, | y nuestros enemigos pueden comprobarlo.
32 Su cepa proviene de la viña de Sodoma, | de los campos de Gomorra, | sus uvas son uvas venenosas | y sus racimos son amargos;
33 su vino es veneno de serpientes, | ponzoña mortal de víboras.
34 ¿No tengo todo esto guardado, | sellado en mis depósitos,
35 para mi venganza y recompensa, | en el día que tropiecen sus pies? | Pues el día de su ruina se acerca, | y se precipita su destino.
36 (El Señor hará justicia a su pueblo, | y tendrá piedad de sus siervos). | Cuando vea que se debilitan sus manos, | y que no hay ya esclavo ni libre,
37 dirá: “¿Dónde están sus dioses, | la roca donde se refugiaban?
38 Los que comían la grasa de sus víctimas | y bebían el vino de sus ofrendas, | que se levanten para socorreros, | que sean vuestro refugio”.
39 Pero ahora mirad: soy yo, solo yo, | y no hay dios fuera de mí. | Yo doy la muerte y la vida, | yo hiero y yo curo, | y no hay quien pueda librar de mi mano.
40 Levanto mi mano al cielo | y digo: “Como vivo yo eternamente,
41 cuando afile el rayo de mi espada, | y empuñe en mi mano el juicio, | tomaré venganza de mis enemigos | y daré su paga a los que me aborrecen,
42 embriagaré de sangre mis flechas | y mi espada devorará carne, | de la sangre de caídos y cautivos, | de la cabeza de jefes enemigos”.
43 Aclamadlo, naciones, con su pueblo, | porque él vengará la sangre de sus siervos, | porque tomará venganza de sus enemigos | y purificará el suelo de su pueblo».
44 Moisés fue y proclamó todas las palabras de este cántico en presencia del pueblo. Josué, hijo de Nun, iba con él.
45 Cuando Moisés terminó de proclamar todas estas palabras a todo Israel,
46 les dijo: «Tomad a pecho todas las palabras con que hoy doy testimonio contra vosotros y mandad a vuestros hijos observar y cumplir todas las palabras de esta ley.
47 Porque no es palabra baladí para vosotros, pues es vuestra vida y por esta palabra se prolongará la vida en la tierra que vais a tomar en posesión, después de pasar el Jordán».
48 Aquel mismo día el Señor dijo a Moisés:
49 «Sube a esa montaña de los Abarín, al monte Nebo, que está en la tierra de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo voy a dar en propiedad a los hijos de Israel.
50 Después morirás en el monte y te reunirás con los tuyos, lo mismo que tu hermano Aarón murió en el monte Hor y se reunió con los suyos.
51 Por haberme sido infieles en medio de los hijos de Israel, en la fuente de Meribá, en Cadés, en el desierto de Sin, y por no haber reconocido mi santidad en medio de los hijos de Israel,
52 por eso verás de lejos la tierra, pero no entrarás en la tierra que voy a dar a los hijos de Israel».

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Introducción a Deuteronomio 

DEUTERONOMIO

Deuteronomio significa «segunda ley» (deuteros-nomos). En realidad, se trata de las palabras que Moisés dirige a los israelitas en los umbrales de la tierra prometida. El Señor es presentado ante todo, como el Dios de Israel, y este como el pueblo de Dios. Así reza la fórmula central de la alianza (Deu 26:17-19). La lealtad debe ser la actitud fundamental de los israelitas hacia su Señor; su amor a él ha de ser uno y único, como uno y único es el mismo Señor (Deu 6:4 s). Esta unión del pueblo con el Señor implica el vínculo de los distintos miembros del pueblo entre sí. La reforma deuteronómica apuesta por una sociedad solidaria, igualitaria y sin pobres, por «un pueblo de hermanos», unidos en torno a su Dios.

Un lugar destacado lo ocupa la ley, que es un don de Dios a su pueblo, para que viva dignamente y en libertad en la tierra que el Señor le ha dado (véase Deu 6:20-25). Esta ley, no se ha de considerar como una imposición, sino como un camino de vida. En cuanto tarea a cumplir, la ley de Dios salvaguarda la vida libre en la tierra prometida. Traspasarla compromete no solo la libertad del pueblo, sino también su misma posesión de la tierra. Del cumplimiento de la ley depende la vida y la bendición de Israel (Deu 28:1-15; Deu 30:15-20).

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Deuteronomio  32,1-52*28:69-32:52 El tercer discurso de Moisés se presenta como una nueva alianza en Moab, distinta de la concertada en el Horeb. En este sentido, Deu 29:1 ha de ser interpretado como el encabezamiento de una nueva sección y no como conclusión de la anterior.


Deuteronomio  32,1-43*32:1-43 Este Cántico reviste la forma de un proceso, con estas partes: introducción (Deu 32:1-4); exposición del caso e interrogatorio (Deu 32:5 s); requisitoria, en términos históricos, recordando los beneficios de la parte ofendida, el Señor (Deu 32:7-14), y las infidelidades de la parte acusada, Israel (Deu 32:15-18); finalmente, la declaración oficial de culpabilidad del acusado y la amenaza de castigo por parte del ofendido (Deu 32:19-25). A partir de aquí, se produce un cambio profundo: el Señor entra en consejo consigo mismo y decide no destruir a su pueblo; al contrario, le ofrecerá una nueva vida en el ámbito de la alianza (Deu 32:26-43).