I Tesalonicenses 2 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 20 versitos |
1 Vosotros mismos, en efecto, sabéis, hermanos, que nuestra entrada a vosotros no ha sido estéril,
2 sino que maltratados y ultrajados, como sabéis, en Filipos, osamos, confiados en nuestro Dios, anunciaros a vosotros el Evangelio de Dios en medio de mucha contradicción.
3 Porque nuestra exhortación no procede de error, ni de torpe concupiscencia, ni con dolo,
4 sino, según hemos sido juzgados dignos por Dios de que se nos confiase el Evangelio, así hablamos: no como deseosos de complacer a hombres, sino a Dios, que sondea nuestros corazones.
5 Porque jamás fuimos en hablar lisonjas: como sabéis; ni con pensamientos solapados de codicia: Dios es testigo;
6 ni pretendiendo gloria de los hombres, ni de vosotros, ni de otros—
7 bien que pudiendo presentarnos con autoridad, como apóstoles de Cristo—; antes nos hicimos pequeñuelos en medio de vosotros, como cuando una madre que cría calienta en su regazo a sus propios hijos; *
8 así, prendados de vosotros, nos complacíamos en entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, puesto que nos habíais ganado el corazón.
9 Y si no, recordad, hermanos, nuestro trabajo y fatiga: trabajando noche y día, para no ser gravosos a alguno de vosotros, os predicamos el Evangelio de Dios.
10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuan santa, justa e intachablemente procedimos con vosotros los que creéis,
11 según sabéis, cómo a cada uno de vosotros, lo mismo que a un padre a sus hijos,
12 os alentábamos y consolábamos y os conjurábamos a que caminaseis de una manera digna de Dios, que os llama a su reino y gloria.
13 Por esto también nosotros hacemos gracias a Dios incesantemente de que, habiendo vosotros recibido la palabra de Dios, que de nosotros oísteis, la abrazasteis no como palabra de hombres, sino tal cual es verdaderamente, como palabra de Dios, la cual ejerce su eficacia en vosotros los creyentes.
14 Pues que vosotros, hermanos, os hicisteis imitadores de las iglesias de Dios que están en la Judea en Cristo Jesús, por cuanto las mismas cosas padecisteis también vosotros de parte de vuestros compatriotas que ellos mismos de parte de los judíos,
15 los cuales, no contentos con matar al Señor Jesús y a los profetas, también a nosotros nos persiguieron; que no agradan a Dios y son contrarios a todos los hombres;
16 que nos estorban a nosotros al predicar a los gentiles para que se salven, obstinados siempre en colmar la medida de sus pecados; pero está para descargar sobre ellos la ira hasta el colmo. *
17 En cuanto a nosotros, hermanos, lejos como huérfanos de vosotros por breves momentos, con el cuerpo, no con el corazón, tanto más nos dimos prisa por veros cara a cara a impulsos de un ardiente deseo.
18 Porque tuvimos intento de ir a vosotros, yo Pablo, en particular, una vez y otra vez; pero nos atajó Satanás.
19 Pues ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de gloria—¿acaso no vosotros también?—en la presencia de nuestro Señor Jesús en su advenimiento?
20 Sí que vosotros sois nuestra gloria y gozo.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Tesalonicenses




I EPÍSTOLA A LOS TESALÓNICENSES

LA IGLESIA DE TESALÓNICA. — Tesalónica, hoy Salónica, puerto del mar Egeo y una de las principales ciudades de Macedonia, que en riquezas y corrupción competía con Corinto, fue la segunda ciudad de Europa que en su secunda expedición apostólica, hacia el año 51, evangelizó Pablo. Sus habitantes eran en su mayoría gentiles, griegos y romanos; no faltaban, empero, los judíos, atraídos por el floreciente comercio de Tesalónica y por el espíritu de proselitismo. Tres semanas escasas pudo el Apóstol permanecer en Tesalónica. Comenzó a predicar, según su costumbre, a los judíos en su sinagoga, probándoles por las Escrituras que Jesús era el Mesías; mas el fruto no respondió a sus trabajos. Entre tanto no se había descuidado Pablo de predicar el Evangelio a los gentiles y prosélitos de los judíos, y fue tanta la muchedumbre de los que se convirtieron a Cristo, que, envidiosos y furiosos, los judíos no lo pudieron sufrir. Secundados por unos cuantos hombres perdidos, asalariados, armaron un motín, que forzó a Pablo a abandonar la ciudad.

LA EPÍSTOLA. — Pablo, arrojado de Tesalónica, y, poco después, de Berea también, se dirigió a Atenas. Desde aquí, algo preocupado por el peligro de los neófitos tesalonicenses, expuestos a los embates de tan ruda persecución, les envió a su discípulo Timoteo. Entre tanto, el Apóstol, no hallando en Atenas el campo preparado para la palabra evangélica, partió para Corinto, donde le encontró Timoteo a su vuelta de Tesalónica. Las noticias que éste le dio fueron en extremo consoladoras: los neófitos, en medio de la persecución, se mantenían firmes en la verdad del Evangelio. Quedaban, empero, algunas nubecillas. La precipitada salida de Pablo había impedido que la instrucción religiosa de los tesalonicenses fuera completa. De ahí la infundada preocupación de aquellos neófitos por la suerte de los ya difuntos, que consideraban inferior a la de los vivos en el segundo advenimiento de Jesu-Cristo. Para desvanecer este error, y de paso corregir algunos defectos, reliquias de su antigua vida gentílica, les escribe esta carta, una de las más afectuosas que salieron de su pluma.

DIVISIÓN DE LA CARTA. — En dos partes se divide la Epístola: la primera (1-3) es un himno de acción de gracias, en que andan envueltos mil dulces recuerdos y delicados elogios con algo también de propia apología; la segunda (4-5) es una exhortación, parte dogmática y parte moral.


Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

Patrocinio

Notas

I Tesalonicenses 2,7

PEQUEÑUELOS: existen dos variantes: íÞðéïé (pequeñuelos ) y ?ðéïé ( mansos o blandos ). La mayoría de los críticos modernos da la preferencia a la segunda variante. Con todo, la prueba documental parece decisiva a favor de la primera variante. La razón por la cual esta variante de tan firme apoyo documental ha sido repudiada por tantos críticos es la incoherencia que existe entre PEQUEÑUELOS y MADRE QUE CRÍA. Pero esa incoherencia de imágenes, lejos de ser una dificultad contra PEQUEÑUELOS, es más bien un argumento positivo a su favor. En efecto, en el supuesto que el original tuviera «blandos», a nadie se hubiera ocurrido cambiarlo en PEQUEÑUELOS; en cambio, era obvio cambiar PEQUEÑUELOS en «blandos» para evitar la incoherencia en las imágenes.


I Tesalonicenses 2,16

LA IRA: amenaza enigmática, que anuncia la próxima ruina de Jerusalén.