Hebreos 10 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 39 versitos |
1 Pues la ley, que presenta solo una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan, pues lo hacen año tras año y ofrecen siempre los mismos sacrificios.
2 Si no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia?
3 Pero, en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año, los pecados.
4 Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
5 Por eso, al entrar él en el mundo dice:
(6a) Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,
6 (6b) | pero me formaste un cuerpo; | no aceptaste | holocaustos ni víctimas expiatorias.
7 Entonces yo dije: He aquí que vengo | —pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí— | para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad.
8 Primero dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley.
9 Después añade: He aquí que vengo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
10 Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
11 En efecto, todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.
12 Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios
13 y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
14 Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
15 Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir:
16 Así será la alianza que haré con ellos | después de aquellos días, | añade el Señor: | Pondré mis leyes en sus corazones | y las escribiré en su mente,
17 y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas.
18 Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.
19 ° Así pues, teniendo libertad para entrar en el santuario, en virtud de la sangre de Jesús,
20 contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne,
21 y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.
23 Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.
24 Fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras;
25 no faltemos a las asambleas, como suelen hacer algunos, sino animémonos tanto más cuanto más cercano veis el Día.
26 Porque, si después de haber recibido el conocimiento de la verdad pecamos deliberadamente, ya no quedan sacrificios por los pecados,
27 sino solo la perspectiva pavorosa del juicio y del furor del fuego que devorará a los enemigos.
28 Al que viola la ley de Moisés lo ejecutan sin compasión, basándose en dos o tres testigos.
29 ¿Cuánto peor castigo pensáis que merecerá quien pisotee al Hijo de Dios, profane la sangre de la alianza que lo consagra, y ultraje al Espíritu de la gracia?
30 Conocemos al que dijo: Mío es el desquite, yo daré a cada cual su merecido, y también: El Señor juzgará a su pueblo.
31 Es terrible caer en manos del Dios vivo.
32 Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos:
33 unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así.
34 Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes.
35 No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa.
36 Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa.
37 Un poquito de tiempo todavía | y el que viene llegará sin retraso;
38 mi justo vivirá por la fe, | pero si se arredra le retiraré mi favor.
39 Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.

Patrocinio

 
 

Introducción a Hebreos

HEBREOS

La carta a los Hebreos es uno de los escritos teológicos más importantes del Nuevo Testamento. La doctrina sobre el sacerdocio de Cristo y el valor sacrificial de su muerte reciben en esta carta su formulación definitiva. Estamos ante un escrito exhortatorio de tipo homilético (Heb 13:22: palabra de exhortación) que trata de alentar a un grupo de cristianos, venido del judaísmo, a mantenerse firmes en su nueva fe (Heb 10:32-36; Heb 12:3 s). El autor de la carta se dirige a ellos (Heb 4:14-16; Heb 12:9 s) tratando de evitar que retornen a las viejas prácticas. Se presenta en ella la espléndida visión de Cristo, Hijo de Dios, superior a los ángeles, hombre nuevo, que realiza una maravillosa obra de mediación superior a la de Moisés, introduciendo una alianza nueva y mejor, un sacerdocio también mejor, superior al de Leví, según el modelo de Melquisedec. Además, esta novedad trae consigo otras: un templo nuevo, un culto nuevo, un sacrificio nuevo, una vida nueva, animada toda ella por la ley del amor.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

Patrocinio

Notas

Hebreos 10,19-31*10:19-31 Una serie de consejos varios completa la exposición doctrinal precedente: la fe perfecta, la esperanza y la práctica caritativa, junto con la asiduidad en la asistencia a las asambleas litúrgicas. Estos avisos se cierran con motivos basados en el temor de Dios.