Hebreos 12 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 29 versitos |
1 Por tanto, también nosotros, teniendo tantos testigos que a manera de nube nos rodean, sacudiendo toda carga y el pecado que apretadamente nos asedia, corramos por medio de la paciencia la carrera que tenemos delante, *
2 fijos los ojos en el jefe iniciador y consumador de la fe, Jesús, el cual, en vez del gozo que se le ponía delante, sobrellevó la cruz, sin tener cuenta de la confusión, y está sentado a la diestra del trono de Dios. *
3 Porque recapacitad mirando al que tal contradicción sostuvo contra sí de parte de los pecadores, a fin de que no desfallezcáis, aflojada la resistencia de vuestras almas.
4 Todavía no habéis resistido hasta derramar sangre luchando contra el pecado:
5 y os habéis olvidado de la exhortación, que habla con vosotros como con hijos (Prov 3:11-12): «Hijo mío, no tengas en poco la corrección del Señor, | ni caigas de ánimo al ser reprendido por él; |
6 porque a quien ama corrígele el Señor, | y azota a todo hijo que por suyo reconoce».
7 A vuestra corrección va encaminado cuanto sufrís: como con hijos se ha Dios con vosotros; porque ¿qué hijo hay a quien no corrige su padre?
8 Y si os quedáis sin corrección, de la cual han participado todos, será que sois bastardos y no hijos.
9 Además, a nuestros padres según la carne los teníamos como correctores y los reverenciábamos: ¿no nos sujetaremos con mucha más razón al Padre de los espíritus, y viviremos?*
10 Porque ellos educaban para pocos días, según su propio arbitrio; mas él con miras a lo provechoso para participar de su santidad. *
11 Toda educación, mirando a lo presente, no parece ser cosa de gozo, antes de pena; pero más tarde rinde fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
12 Por lo cual, «enderezad las manos relajadas y las rodillas aflojadas» (Is 35:3),
13 y «no deis pisadas torcidas con vuestros pies» (Prov 4:26; LXX), a fin de que lo cojo no se esguince, sino más bien se cure.
14 Procurad con empeño la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor,
15 estando a la mira, no sea que alguno, por andar rezagado, se quede sin la gracia de Dios; no sea que alguna raíz de amargura retoñe y cause turbación y sean por ella inficionados muchísimos;
16 no sea que se halle algún fornicario o irreligioso como Esaú, que por una vianda entregó su mayorazgo.
17 Pues ya sabéis que más tarde, por más que quiso heredar la bendición, fue reprobado; y no obtuvo el arrepentimiento, por mucho que aun con lágrimas lo buscó.
18 Porque no os habéis llegado a un fuego y niebla y lobreguez y tempestad, en que todo ardía y se andaba a tientas,
19 y a un son de trompeta y voz de palabras, la cual los que la oyeron demandaron que no se les añadiese palabra;
20 porque no podían soportar lo que se les ordenaba: «Aun si una bestia tocare el monte, será apedreada» (Ex 19:12-13);
21 y —¡tan espantoso era el espectáculo!— Moisés dijo: «Espantado estoy» y estremecido;
22 sino que os habéis llegado al monte Sión y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celeste, a miríadas de ángeles, a la festiva asamblea*
23 y a la Iglesia de los primogénitos inscritos en el censo de los cielos, y al Juez, Dios de todos, y a los espíritus de los justos llegados a la consumación, *
24 y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la sangre de la aspersión, que habla mejor que la de Abel. *
25 Mirad no recuséis al que habla; porque si aquéllos no escaparon por haber recusado al que en nombre de Dios hablaba sobre la tierra, mucho menos nosotros los que rechacemos al que habla desde los cielos;
26 cuya voz entonces conmovió la tierra, y ahora ha prometido diciendo: «Una vez más yo sacudiré no solamente la tierra, sino también el cielo» (Ag 2:6-7).
27 y eso de «una vez más» declara el cambio de las cosas que son conmovidas, como hechas que son, a fin de que subsistan las que no son conmovidas. *
28 Por lo cual, recibiendo un reino inconmovible, mostremos reconocimiento, por el cual demos a Dios culto agradable con reverencia y temor.
29 Porque nuestro Dios es fuego devorador. *

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Introducción a Hebreos




EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — El estado de ánimo de los hebreos palestinenses era verdaderamente excepcional. No se trataba de un, peligro ordinario, como las disensiones de los corintios o las preocupaciones escatológicas de los tesalonicenses; se trataba de una crisis gravísima, decisiva, de la Iglesia de Palestina. En un esfuerzo supremo, presagio de la última catástrofe, el judaísmo se empeñó en restaurar su nacionalidad y esplendor religioso. Terminado ya, o a punto de terminarse, el templo de Jerusalén, comenzado más de ochenta años antes por Herodes el Grande, el culto divino podía ostentar toda su magnificencia. Los judíos cristianos, que no habían roto aún definitivamente con el judaísmo oficial, no podían quedar impasibles ante este aparente resurgimiento; y cuando cotejaban la pompa del culto levítico con la sencillez y pobreza de la naciente liturgia cristiana, se apoderaba de ellos una nostalgia religiosa que comprometía su fe. Y no sólo echaban de menos la esplendidez del culto mosaico, sino también las purificaciones rituales y observancias tradicionales. A todo esto se añadía el temor de los odios y persecuciones con que sus antiguos correligionarios, en aquellos momentos de exacerbación nacionalista, habían de responder a su defección del judaísmo. En suma: sentían un gran vacío moral y religioso, aumentado por el terror de la persecución.

ARGUMENTO DE LA EPÍSTOLA. — Puestos los hebreos al borde del abismo, Pablo, que había deseado ser anatema de Cristo por sus hermanos según la carne, voló en su socorro. Valiéndose del anónimo y velándose con el incógnito, si bien más aparente que real, les escribió una carta, o, mejor, un mensaje de aliento, para desvanecer sus preocupaciones y sus temores. La tesis del escrito es eminentemente práctica, y consta de dos afirmaciones íntimamente relacionadas entre si. La primera y principal establece la virtud santificadora de la nueva religión: virtud más poderosa de una santidad más perfecta; la segunda, consecuencia de la primera, infunde valor para no desmayar ante las persecuciones. Al anhelo de perfección, aunque algo extraviado, de los hebreos, responde Pablo, no refrenando esos ímpetus del corazón religioso, antes bien, dando al espíritu mayores vuelos y levantándose a alturas jamás imaginadas.

Para presentar en toda su dignidad y eficacia la santidad cristiana, inmensamente superior a la santidad mosaica, establece un parangón, que fácilmente se convierte en antítesis, entre la antigua y la nueva alianza. Esta comparación entre las dos alianzas, presente siempre a los ojos del autor, es la base y la síntesis de toda su demostración: la antigua alianza, pasajera, preparatoria, imperfecta; la nueva alianza, eterna, definitiva, perfectísima. Pero este cotejo o contraste apenas sale, diríamos, a la superficie; no quiere Pablo herir demasiado en lo vivo
los sentimientos de los judíos; lo que aparece radiante en primer término es la persona amable de Cristo, Autor y Consumador de la fe. En la antigua alianza. Dios se comunicó al pueblo por medio de los ángeles y Moisés, siervo de Dios; en la nueva habla a los hombres por Cristo, hijo de Dios, inmensamente superior a los ángeles y a Moisés. En la antigua alianza, los hombres se comunicaban con Dios por medio del sacerdocio de Aarón, ineficaz y transitorio; en la nueva alianza se comunica por medio de Cristo, sacerdote único y eterno según el orden de Melquisedec. En la antigua alianza los ministerios de mensajero y pontífice estaban repartidos; en la nueva, Cristo los asume todos en sí, Apóstol y Pontífice de nuestra fe. Pero llega más alto el vigor sintético y elevación teológica del autor. Si Cristo reúne en su persona toda la grandeza religiosa de la nueva alianza, su sacrificio en la cruz condensa a su vez toda la obra de Cristo. El sacrificio del Pontífice eterno, punto central de toda la demostración, es juntamente la clave de los dos problemas que en ella se desenvuelven.

AUTOR, LENGUA, TIEMPO Y LUGAR. — Que el autor de la Ep. a los Hebreos sea Pablo, no admite duda; no es, con todo, improbable que a las órdenes del Apóstol, bajo su dirección y responsabilidad, colaborase un redactor cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros. La lengua original en que se escribió la Epístola no es la hebrea o la aramea, como alguno imaginó, sino la griega, más pura aquí que en otros escritos del N. T. Escribióse, según todas las probabilidades, después de haber sido martirizado Santiago el Menor, obispo de Jerusalén, a cuya muerte se alude en 13:7, y después también de la primera cautividad romana de Pablo, inmediatamente antes o después de su viaje a España. La frase final «Os saludan los de Italia» (13:24) parece indicar haberse escrito la carta desde alguna ciudad de Italia, acaso desde Roma,

DIVISIÓN. — El cuerpo de la Epístola consta de dos partes. La primera, dogmática, presenta a Jesu-Cristo como Dios, sacerdote y víctima (1:5-10:18); la segunda, parenética, contiene exhortaciones a la perseverancia en la fe y a la constancia en la tribulación, seguidas de recomendaciones particulares (10:19-13:17).




Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Hebreos 12,1

TESTIGOS: son los héroes de la fe, que el Apóstol acaba de celebrar; los cuales, como los espectadores en los gradas del circo , A MANERA DE NUBE, nos cercan, contemplando nuestro esfuerzo en la lucha. Todo este pasaje está lleno de alusiones a los certámenes gímnicos.

|| TODA CARGA: que nos pueda embarazar en la carrera.


Hebreos 12,2

Jesús es JEFE INICIADOR o caudillo y conductor DE LA FE, por cuanto con su palabra y con su ejemplo nos guía y vigoriza para correr la carrera de la fe, que él mismo ha recorrido hasta alcanzar la meta. Es también CONSUMADOR DE LA FE, por cuanto con su sangre comunica a nuestra fe la capacidad de merecer la corona de la vida eterna.


Hebreos 12,9

NUESTROS PADRES SEGÚN LA CARNE: a la letra «los padres de nuestra carne». La expresión correlativa: PADRE DE LOS ESPÍRITUS, indica que el alma humana no procede de los padres carnales por vía de generación, sino de Dios por vía de creación.


Hebreos 12,10

Doble contraste entre la educación de los padres carnales y la del Padre celestial. Los padres carnales proceden a las veces en sus castigos por capricho; el Padre celestial modera los castigos con su infinita sabiduría y bondad. Además, el fruto de la educación humana no se extiende más allá de esta vida; los provechos de la corrección divina alcanzan la eternidad.


Hebreos 12,22

SIÓN: como símbolo de la nueva alianza, contrapuesto al Sinaí, símbolo de la antigua; contraste análogo al de Jerusalén y Sinaí en la Ep. a los Gálatas (Gál_4:21-31).

|| LA CIUDAD DEL DIOS VIVIENTE o la Jerusalén celeste es la Iglesia con toda su integridad.

|| A MIRÍADAS DE ÁNGELES, A LA FESTIVA ASAMBLEA…: estas frases pueden puntuarse e interpretarse de tres diferentes maneras:
a) A MIRÍADAS DE ÁNGELES EN FESTIVA ASAMBLEA…;
b) A MIRÍADAS, A LA FESTIVA ASAMBLEA DE LOS ÁNGELES…;
c) la puntuación adoptada en el texto, que parece preferible.


Hebreos 12,23

PRIMOGÉNITOS: todos los fieles en la ciudad y casa de Dios tienen la dignidad de primogénitos.

|| INSCRITOS EN EL CENSO DE LOS CIELOS: como ciudadanos a par de los ángeles.

|| AL JUEZ, DIOS DE TODOS: tal es el orden de las palabras en el texto original, y tal parece también su puntuación más obvia y natural. Y si así es, el JUEZ parece ser Jesu-Cristo, quien es, consiguientemente, DIOS DE TODOS, O, como dice el mismo Apóstol a los Romanos (Rom_9:5), «Dios sobre todas las cosas».

|| LOS ESPÍRITUS DE LOS JUSTOS: las almas de los fieles que descansan en el Señor; LLEGADOS A LA CONSUMACIÓN de la bienaventuranza esencial antes de la resurrección de los muertos.


Hebreos 12,24

Completa este cuadro la amable figura del MEDIADOR DE LA NUEVA ALIANZA, Jesu-Cristo, cuya sangre HABLA MEJOR QUE LA DE ABEL: no clamando venganza, sino pidiendo misericordia y clemencia.


Hebreos 12,27

COMO HECHAS QUE SON: es decir, hechas de tal condición, que su misma mutabilidad sea principio de su desaparición.


Hebreos 12,29

FUEGO DEVORADOR: viva imagen de la justicia de Dios.