Hebreos 6 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 20 versitos |
1 Por lo cual, dejada la enseñanza elemental acerca de Cristo, tendamos a lo perfecto, no echando de nuevo el fundamento, es decir, la penitencia de las obras muertas, y la fe en Dios, *
2 las abluciones de la doctrina, y la imposición de las manos, y la resurrección de los muertos, y el juicio eterno.
3 Y esto vamos a hacer, si lo permitiere Dios. *
4 Porque a los que una vez fueron iluminados, y gustaron el don celeste, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, *
5 y gustaron la hermosa palabra de Dios y las maravillas del poder propias de la edad venidera, *
6 y recayeron, es imposible renovarlos segunda vez, convirtiéndolos a penitencia, cuando ellos, cuanto es de su parte, crucifican de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública ignominia.
7 Porque la tierra que bebe la lluvia que frecuentemente cae sobre ella, si produce plantas provechosas a aquellos por quienes es además labrada, participa de la bendición de parte de Dios;
8 mas la que lleva espinas y abrojos es reprobada y cerca está de ser maldecida, cuyo paradero es ir a las llamas.
9 Mas respecto de vosotros, carísimos, pensamos resueltamente cosas mejores y allegadas a la salud, por más que hablemos así.
10 Que no es injusto Dios para echar en olvido vuestra labor y el amor que mostrasteis pura con su nombre, con los servicios que habéis prestado a los santos y confirmáis prestando.
11 Mas deseamos que cada cual de vosotros muestre ese mismo empeño en orden a la plena firmeza de la esperanza hasta el fin;*
12 de suerte que no os volváis indolentes, antes bien seáis imitadores de aquellos que por la fe y la longanimidad llegan a la herencia de las promesas.
13 Porque al formular Dios sus promesas a Abrahán, como no hubiese nadie superior por quien jurase, juró por sí mismo,
14 diciendo: «¡Por mi fe, a manos llenas te bendeciré y con innumerable prole te multiplicaré!» (Gen 22:16-17).
15 Y así, aguardando con longanimidad, alcanzó la promesa.
16 Porque los hombres juran por uno superior, y para ellos es el juramento término de todo litigio como garantía.
17 En lo cual, queriendo Dios mostrar más cumplidamente a los herederos de la promesa lo inmutable de su resolución, interpuso el juramento,
18 con el fin de que, por medio de dos cosas inmutables, tengamos vehemente consolación los que hemos buscado nuestro salvamento en asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros;
19 a la cual nos acogemos como áncora del alma, segura y firme, y que penetra hasta lo interior del velo, *
20 adonde como precursor entró por nosotros Jesús, hecho, según el orden de Melquisedec, sumo sacerdote para siempre.

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Introducción a Hebreos




EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — El estado de ánimo de los hebreos palestinenses era verdaderamente excepcional. No se trataba de un, peligro ordinario, como las disensiones de los corintios o las preocupaciones escatológicas de los tesalonicenses; se trataba de una crisis gravísima, decisiva, de la Iglesia de Palestina. En un esfuerzo supremo, presagio de la última catástrofe, el judaísmo se empeñó en restaurar su nacionalidad y esplendor religioso. Terminado ya, o a punto de terminarse, el templo de Jerusalén, comenzado más de ochenta años antes por Herodes el Grande, el culto divino podía ostentar toda su magnificencia. Los judíos cristianos, que no habían roto aún definitivamente con el judaísmo oficial, no podían quedar impasibles ante este aparente resurgimiento; y cuando cotejaban la pompa del culto levítico con la sencillez y pobreza de la naciente liturgia cristiana, se apoderaba de ellos una nostalgia religiosa que comprometía su fe. Y no sólo echaban de menos la esplendidez del culto mosaico, sino también las purificaciones rituales y observancias tradicionales. A todo esto se añadía el temor de los odios y persecuciones con que sus antiguos correligionarios, en aquellos momentos de exacerbación nacionalista, habían de responder a su defección del judaísmo. En suma: sentían un gran vacío moral y religioso, aumentado por el terror de la persecución.

ARGUMENTO DE LA EPÍSTOLA. — Puestos los hebreos al borde del abismo, Pablo, que había deseado ser anatema de Cristo por sus hermanos según la carne, voló en su socorro. Valiéndose del anónimo y velándose con el incógnito, si bien más aparente que real, les escribió una carta, o, mejor, un mensaje de aliento, para desvanecer sus preocupaciones y sus temores. La tesis del escrito es eminentemente práctica, y consta de dos afirmaciones íntimamente relacionadas entre si. La primera y principal establece la virtud santificadora de la nueva religión: virtud más poderosa de una santidad más perfecta; la segunda, consecuencia de la primera, infunde valor para no desmayar ante las persecuciones. Al anhelo de perfección, aunque algo extraviado, de los hebreos, responde Pablo, no refrenando esos ímpetus del corazón religioso, antes bien, dando al espíritu mayores vuelos y levantándose a alturas jamás imaginadas.

Para presentar en toda su dignidad y eficacia la santidad cristiana, inmensamente superior a la santidad mosaica, establece un parangón, que fácilmente se convierte en antítesis, entre la antigua y la nueva alianza. Esta comparación entre las dos alianzas, presente siempre a los ojos del autor, es la base y la síntesis de toda su demostración: la antigua alianza, pasajera, preparatoria, imperfecta; la nueva alianza, eterna, definitiva, perfectísima. Pero este cotejo o contraste apenas sale, diríamos, a la superficie; no quiere Pablo herir demasiado en lo vivo
los sentimientos de los judíos; lo que aparece radiante en primer término es la persona amable de Cristo, Autor y Consumador de la fe. En la antigua alianza. Dios se comunicó al pueblo por medio de los ángeles y Moisés, siervo de Dios; en la nueva habla a los hombres por Cristo, hijo de Dios, inmensamente superior a los ángeles y a Moisés. En la antigua alianza, los hombres se comunicaban con Dios por medio del sacerdocio de Aarón, ineficaz y transitorio; en la nueva alianza se comunica por medio de Cristo, sacerdote único y eterno según el orden de Melquisedec. En la antigua alianza los ministerios de mensajero y pontífice estaban repartidos; en la nueva, Cristo los asume todos en sí, Apóstol y Pontífice de nuestra fe. Pero llega más alto el vigor sintético y elevación teológica del autor. Si Cristo reúne en su persona toda la grandeza religiosa de la nueva alianza, su sacrificio en la cruz condensa a su vez toda la obra de Cristo. El sacrificio del Pontífice eterno, punto central de toda la demostración, es juntamente la clave de los dos problemas que en ella se desenvuelven.

AUTOR, LENGUA, TIEMPO Y LUGAR. — Que el autor de la Ep. a los Hebreos sea Pablo, no admite duda; no es, con todo, improbable que a las órdenes del Apóstol, bajo su dirección y responsabilidad, colaborase un redactor cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros. La lengua original en que se escribió la Epístola no es la hebrea o la aramea, como alguno imaginó, sino la griega, más pura aquí que en otros escritos del N. T. Escribióse, según todas las probabilidades, después de haber sido martirizado Santiago el Menor, obispo de Jerusalén, a cuya muerte se alude en 13:7, y después también de la primera cautividad romana de Pablo, inmediatamente antes o después de su viaje a España. La frase final «Os saludan los de Italia» (13:24) parece indicar haberse escrito la carta desde alguna ciudad de Italia, acaso desde Roma,

DIVISIÓN. — El cuerpo de la Epístola consta de dos partes. La primera, dogmática, presenta a Jesu-Cristo como Dios, sacerdote y víctima (1:5-10:18); la segunda, parenética, contiene exhortaciones a la perseverancia en la fe y a la constancia en la tribulación, seguidas de recomendaciones particulares (10:19-13:17).




Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Hebreos 6,1-2

Estos seis puntos de la doctrina elemental son de sumo interés, pues nos revelan el principal contenido de la primitiva catequesis apostólica. En tres grupos binarios se distribuyen. Los dos primeros, dogmático-morales, son la PENITENCIA de los pecados y la FE EN DIOS: los mismos que comprendía ya la primera predicación del Salvador y aun la del Bautista: «Haced penitencia y creed en el Evangelio» (Mar_1:15). Los dos siguientes, rituales, son el bautismo y LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS, propia de la confirmación. Se habla en plural, DE LAS ABLUCIONES, porque se alude a su rito de trina inmersión. Los dos últimos son escatológicos: la RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS y el juicio universal, llamado ETERNO por su sentencia definitiva.


Hebreos 6,3

Y ESTO: dar la enseñanza superior.


Hebreos 6,4

ILUMINADOS: con la luz del Evangelio y con el bautismo.

|| EL DON CELESTE: es, principalmente a lo menos, la Eucaristía.

|| PARTÍCIPES DEL ESPÍRITU SANTO: por la confirmación, acompañada en la primitiva Iglesia de carismas extraordinarios.


Hebreos 6,4-5

Si es irracional dar a las palabras del Apóstol el sentido de los montanistas y novacianos, que cerraban a los cristianos caídos en pecado la puerta de la penitencia, tampoco es justo atenuarlas excesivamente. No se habla de cualquier pecado, sino de la apostasía deliberada. El apóstata, salido del único camino de salvación, que es la fe, y obstinado en no volver a él, no tiene humano remedio. Ni puede apelar a la mediación del Redentor. Cuanto es de su parte, ha renovado el crimen de los judíos, crucificando de nuevo al Hijo de Dios. De modo que los medios ordinarios de salud los ha inutilizado él con su abuso, y el recurso supremo de una gracia extraordinaria lo desmerece con su crimen y lo rechaza con su soberbia.


Hebreos 6,5

PALABRA DE DIOS: el Evangelio.

|| LAS MARAVILLAS DEL PODER DIVINO PROPIAS DE LA EDAD VENIDERA o de la era mesiánica, anunciada como futura en los vaticinios del Antiguo Testamento.

|| CRUCIFICAN AL HIJO DE DIOS: señala el Apóstol dos circunstancias que agravan el pecado del cristiano.


Hebreos 6,11-12

Combinando todos los rasgos aquí apuntados, se obtiene esta noción de la esperanza; es un eco afectivo de la fe intelectual; una firme persuasión, cuya propiedad característica es la constancia, cuyo objeto es la herencia prometida por Dios.


Hebreos 6,19

COMO ÁNCORA…: con esta comparación significa Pablo que la esperanza penetra HASTA LO INTERIOR DEL VELO, hasta el Sancta Sanctorum de la gloria celeste, a manera de áncora, que se clava en la arena o en la roca.