Hebreos 7 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 28 versitos |
1 Porque este Melquisedec, rey de Salen, sacerdote del Dios Altísimo; el que salió al encuentro de Abrahán cuando volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo; *
2 a quien, además, repartió Abrahán el diezmo de todo; que es primeramente, según la interpretación de su nombre, rey de justicia, y luego, además, rey de Salen, que es rey de paz; *
3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días ni fin de vida; hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote perennemente. *
4 Y considerad cuan grande es éste, a quien, además, Abrahán, el patriarca, dio diezmo de lo más rico de los despojos. *
5 Y cierto, los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen orden, según la ley, de cobrar el diezmo del pueblo, esto es, de sus hermanos, bien que procedentes de la estirpe de Abrahán;
6 mas el que no deriva de ellos su genealogía percibió diezmo de Abrahán, y al que tenía las promesas le bendijo.
7 Ahora bien, fuera de toda controversia, lo que es inferior es bendecido por lo que es superior.
8 Y aquí, por cierto, reciben diezmo hombres que mueren; mas allí uno de quien testifica que vive. *
9 Y, por así decir, por medio de Abrahán también Leví, el que percibe los diezmos, fue diezmado;
10 pues estaba todavía en germen, en su padre, cuando fue a su encuentro Melquisedec.
11 Si, pues, se hubiera realizado la perfección mediante el sacerdocio levítico, ya que a base de él ha recibido el pueblo la legislación, ¿qué necesidad había de que surgiese otro sacerdote según el orden de Melquisedec y no se denominase según el orden de Aarón? *
12 Porque, transferido el sacerdocio, fuerza es que se produzca también la transferencia de la ley.
13 Pues aquel de quien se dicen esas cosas a otra tribu pertenecía, de la cual nadie se ha llegado al altar;
14 porque es cosa manifiesta que el Señor nuestro es retoño de Judá, a cuya tribu para nada se refirió Moisés al hablar de sacerdotes.
15 Y esto es mucho más evidente todavía si, a semejanza de Melquisedec, surge un sacerdote diferente,
16 que ha sido creado no según la ley de disposición carnal, sino según la pujanza de una vida indestructible.
17 Que tal es el testimonio: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec» (Sal 109:4).
18 Y es así como la derogación de la prescripción precedente se produce a causa de su ineficacia e inutilidad;
19 pues nada llevó la ley a la perfección, sino que fue introducción a una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios. *
20 Y por cuanto no fue sin juramento —pues aquéllos sin juramento fueron hechos sacerdotes,
21 mas éste con juramento, por boca del que dijo (Sal 109:4): «Juró el Señor, y no se arrepentirá; | tú eres sacerdote para siempre» —,
22 en la misma proporción Jesús se ha hecho fiador también de una alianza mejor.
23 Además, entre ellos son muchos los sacerdotes que se han sucedido, por cuanto la muerte les impedía perdurar;
24 mas él, a causa de subsistir perpetuamente, posee el sacerdocio intransferible;
25 por donde puede también salvar perennemente a los que por él se llegan a Dios, siempre viviente para interceder a favor de ellos. *
26 Porque tal Pontífice nos convenía, sin duda, a nosotros: santo, inocente, incontaminado, separado de los pecadores y encumbrado por encima de los cielos;
27 que no tiene necesidad de ofrecer víctimas día tras día, como los pontífices, primero por los pecados propios, luego por los del pueblo; porque esto hizo de una vez para siempre ofreciéndose a sí mismo. *
28 Es que la ley constituye sacerdotes a hombres sujetos a fragilidad; mas la palabra del juramento, que vino después de la ley, al Hijo consumado para siempre.

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Introducción a Hebreos




EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — El estado de ánimo de los hebreos palestinenses era verdaderamente excepcional. No se trataba de un, peligro ordinario, como las disensiones de los corintios o las preocupaciones escatológicas de los tesalonicenses; se trataba de una crisis gravísima, decisiva, de la Iglesia de Palestina. En un esfuerzo supremo, presagio de la última catástrofe, el judaísmo se empeñó en restaurar su nacionalidad y esplendor religioso. Terminado ya, o a punto de terminarse, el templo de Jerusalén, comenzado más de ochenta años antes por Herodes el Grande, el culto divino podía ostentar toda su magnificencia. Los judíos cristianos, que no habían roto aún definitivamente con el judaísmo oficial, no podían quedar impasibles ante este aparente resurgimiento; y cuando cotejaban la pompa del culto levítico con la sencillez y pobreza de la naciente liturgia cristiana, se apoderaba de ellos una nostalgia religiosa que comprometía su fe. Y no sólo echaban de menos la esplendidez del culto mosaico, sino también las purificaciones rituales y observancias tradicionales. A todo esto se añadía el temor de los odios y persecuciones con que sus antiguos correligionarios, en aquellos momentos de exacerbación nacionalista, habían de responder a su defección del judaísmo. En suma: sentían un gran vacío moral y religioso, aumentado por el terror de la persecución.

ARGUMENTO DE LA EPÍSTOLA. — Puestos los hebreos al borde del abismo, Pablo, que había deseado ser anatema de Cristo por sus hermanos según la carne, voló en su socorro. Valiéndose del anónimo y velándose con el incógnito, si bien más aparente que real, les escribió una carta, o, mejor, un mensaje de aliento, para desvanecer sus preocupaciones y sus temores. La tesis del escrito es eminentemente práctica, y consta de dos afirmaciones íntimamente relacionadas entre si. La primera y principal establece la virtud santificadora de la nueva religión: virtud más poderosa de una santidad más perfecta; la segunda, consecuencia de la primera, infunde valor para no desmayar ante las persecuciones. Al anhelo de perfección, aunque algo extraviado, de los hebreos, responde Pablo, no refrenando esos ímpetus del corazón religioso, antes bien, dando al espíritu mayores vuelos y levantándose a alturas jamás imaginadas.

Para presentar en toda su dignidad y eficacia la santidad cristiana, inmensamente superior a la santidad mosaica, establece un parangón, que fácilmente se convierte en antítesis, entre la antigua y la nueva alianza. Esta comparación entre las dos alianzas, presente siempre a los ojos del autor, es la base y la síntesis de toda su demostración: la antigua alianza, pasajera, preparatoria, imperfecta; la nueva alianza, eterna, definitiva, perfectísima. Pero este cotejo o contraste apenas sale, diríamos, a la superficie; no quiere Pablo herir demasiado en lo vivo
los sentimientos de los judíos; lo que aparece radiante en primer término es la persona amable de Cristo, Autor y Consumador de la fe. En la antigua alianza. Dios se comunicó al pueblo por medio de los ángeles y Moisés, siervo de Dios; en la nueva habla a los hombres por Cristo, hijo de Dios, inmensamente superior a los ángeles y a Moisés. En la antigua alianza, los hombres se comunicaban con Dios por medio del sacerdocio de Aarón, ineficaz y transitorio; en la nueva alianza se comunica por medio de Cristo, sacerdote único y eterno según el orden de Melquisedec. En la antigua alianza los ministerios de mensajero y pontífice estaban repartidos; en la nueva, Cristo los asume todos en sí, Apóstol y Pontífice de nuestra fe. Pero llega más alto el vigor sintético y elevación teológica del autor. Si Cristo reúne en su persona toda la grandeza religiosa de la nueva alianza, su sacrificio en la cruz condensa a su vez toda la obra de Cristo. El sacrificio del Pontífice eterno, punto central de toda la demostración, es juntamente la clave de los dos problemas que en ella se desenvuelven.

AUTOR, LENGUA, TIEMPO Y LUGAR. — Que el autor de la Ep. a los Hebreos sea Pablo, no admite duda; no es, con todo, improbable que a las órdenes del Apóstol, bajo su dirección y responsabilidad, colaborase un redactor cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros. La lengua original en que se escribió la Epístola no es la hebrea o la aramea, como alguno imaginó, sino la griega, más pura aquí que en otros escritos del N. T. Escribióse, según todas las probabilidades, después de haber sido martirizado Santiago el Menor, obispo de Jerusalén, a cuya muerte se alude en 13:7, y después también de la primera cautividad romana de Pablo, inmediatamente antes o después de su viaje a España. La frase final «Os saludan los de Italia» (13:24) parece indicar haberse escrito la carta desde alguna ciudad de Italia, acaso desde Roma,

DIVISIÓN. — El cuerpo de la Epístola consta de dos partes. La primera, dogmática, presenta a Jesu-Cristo como Dios, sacerdote y víctima (1:5-10:18); la segunda, parenética, contiene exhortaciones a la perseverancia en la fe y a la constancia en la tribulación, seguidas de recomendaciones particulares (10:19-13:17).




Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Hebreos 7,1

MELQUISEDEC: etimológicamente es REY DE IUSTICIA. Reproduce Pablo compendiosamente la narración del Gén_14:18-20.

|| SALEN: parece ser Jerusalén.

|| REYES: los cuatro reyes de que habla el Gén_14:1-17; uno de los cuales, Amrafel, podría ser Hammurabi, cuyo código ha sido descubierto recientemente.


Hebreos 7,2

EL DIEZMO de todo el botín cogido a los reyes.


Hebreos 7,3

SIN PADRE: no quiere decir Pablo que Melquisedec no tuvo padre, o que no nació ni murió, mas quiere significar que el silencio de la Escritura sobre la generación de Melquisedec hace a éste más apto para simbolizar a Cristo, verdadero Rey de la justicia y de la paz y Sacerdote eterno; sin principio de días en cuanto Dios y sin fin en la gloria de su realeza y sacerdocio.


Hebreos 7,4-10

Demuestra el Apóstol la superioridad de Melquisedec sobre Levi por tres ventajas que le hace: porque recibió de él diezmos en la persona de su padre Abrahán, porque le bendijo y porque eternamente vive.


Hebreos 7,8

AQUÍ: en la ley de Moisés, en el sacerdocio de Levi; ALLÍ, en la narración del Génesis, en el sacerdocio de Melquisedec.


Hebreos 7,11-17

La institución del sacerdocio según el orden de Melquisedec entrañaba dos consecuencias: la abrogación del sacerdocio levítico y la abolición de la ley de Moisés, que se basaba en él. Prueba evidente de la traslación del sacerdocio es el hecho de que el nuevo sacerdote, Jesu-Cristo, no pertenecía a la tribu de Levi. Pero la razón fundamental es la impotencia del sacerdocio levítico para dar la consumación de la santidad, que sólo podría comunicar un sacerdote eterno.


Hebreos 7,19

UNA ESPERANZA MEJOR: una alianza nueva, por la cual nos llegamos confiadamente a Dios.


Hebreos 7,25

Cristo, en cuanto nombre, es no sólo nuestro Redentor, sino también nuestro Abogado. Ambos conceptos, de Redentor y de Abogado, se resumen en el de Mediador.


Hebreos 7,27

DE UNA VEZ PARA SIEMPRE: en la nueva alianza no existe propiamente sino un solo sacrificio, el de Jesu-Cristo en la cruz; mas este único sacrificio se renueva y reproduce cada día incruentamente en la santa misa, en la cual el mismo Jesu-Cristo por ministerio de hombres inmola y ofrece la misma víctima, su cuerpo y su sangre, como lo enseña el concilio Tridentino (Denz 938.948) en conformidad con la Sagrada Escritura y con toda la tradición cristiana, recibida de los apóstoles.