Hebreos 8 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 13 versitos |
1 El punto capital sobre lo que vamos O diciendo es que tenemos un Pontífice tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,
2 ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, que erigió el Señor, no el hombre. *
3 Porque todo pontífice es constituido para ofrecer dones y víctimas; por donde era necesario que también éste tuviera algo que ofreciese.
4 Si estuviera, pues, sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, como quiera que había quienes según la ley ofrecen dones;
5 los cuales practican un culto que es trasunto y sombra del ideal celeste, según fue dicho a Moisés por el oráculo divino cuando estaba para emprender la construcción del tabernáculo. Porque «Mira, dice, harás todas las cosas conforme al modelo que te fue mostrado en el monte» (Ex 25:40).
6 Mas ahora posee un ministerio sagrado tanto más excelente por cuanto es mediador de una alianza también mejor, como que ha sido establecida a base de promesas mejores. *
7 A la verdad, si aquella primera fuera irreprochable, no se buscara lugar para una segunda.
8 Y es así que en son de reproche dice (Jer 31:31-34): «Mirad, días vendrán, dice el Señor, | en que concluiré una alianza nueva | con la casa de Israel y con la casa de Judá, |
9 no conforme a la alianza que concerté con sus padres | el día que los tomé de la mano | para sacarlos de la tierra de Egipto; | porque ellos no permanecieron fieles a mi alianza, | y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. |
10 Porque ésta es la alianza que concertaré con la casa de Israel, | después de aquellos días, dice el Señor: | Pondré mis leyes en su mente | y sobre sus corazones las inscribiré, | y yo seré su Dios | y ellos serán mi pueblo. |
11 Y no habrá de instruir cada cual a su conciudadano, | ni cada cual a su hermano, | diciendo: Conoce al Señor; | porque todos me conocerán, | desde el menor hasta el mayor de ellos. * |
12 Porque seré propicio con sus iniquidades, | y de sus pecados no me acordaré más».
13 Al decir «nueva» ha anticuado la primera; y lo que se vuelve antiguo y envejece, cerca está de la desaparición.

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Introducción a Hebreos




EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

ANTECEDENTES HISTÓRICOS. — El estado de ánimo de los hebreos palestinenses era verdaderamente excepcional. No se trataba de un, peligro ordinario, como las disensiones de los corintios o las preocupaciones escatológicas de los tesalonicenses; se trataba de una crisis gravísima, decisiva, de la Iglesia de Palestina. En un esfuerzo supremo, presagio de la última catástrofe, el judaísmo se empeñó en restaurar su nacionalidad y esplendor religioso. Terminado ya, o a punto de terminarse, el templo de Jerusalén, comenzado más de ochenta años antes por Herodes el Grande, el culto divino podía ostentar toda su magnificencia. Los judíos cristianos, que no habían roto aún definitivamente con el judaísmo oficial, no podían quedar impasibles ante este aparente resurgimiento; y cuando cotejaban la pompa del culto levítico con la sencillez y pobreza de la naciente liturgia cristiana, se apoderaba de ellos una nostalgia religiosa que comprometía su fe. Y no sólo echaban de menos la esplendidez del culto mosaico, sino también las purificaciones rituales y observancias tradicionales. A todo esto se añadía el temor de los odios y persecuciones con que sus antiguos correligionarios, en aquellos momentos de exacerbación nacionalista, habían de responder a su defección del judaísmo. En suma: sentían un gran vacío moral y religioso, aumentado por el terror de la persecución.

ARGUMENTO DE LA EPÍSTOLA. — Puestos los hebreos al borde del abismo, Pablo, que había deseado ser anatema de Cristo por sus hermanos según la carne, voló en su socorro. Valiéndose del anónimo y velándose con el incógnito, si bien más aparente que real, les escribió una carta, o, mejor, un mensaje de aliento, para desvanecer sus preocupaciones y sus temores. La tesis del escrito es eminentemente práctica, y consta de dos afirmaciones íntimamente relacionadas entre si. La primera y principal establece la virtud santificadora de la nueva religión: virtud más poderosa de una santidad más perfecta; la segunda, consecuencia de la primera, infunde valor para no desmayar ante las persecuciones. Al anhelo de perfección, aunque algo extraviado, de los hebreos, responde Pablo, no refrenando esos ímpetus del corazón religioso, antes bien, dando al espíritu mayores vuelos y levantándose a alturas jamás imaginadas.

Para presentar en toda su dignidad y eficacia la santidad cristiana, inmensamente superior a la santidad mosaica, establece un parangón, que fácilmente se convierte en antítesis, entre la antigua y la nueva alianza. Esta comparación entre las dos alianzas, presente siempre a los ojos del autor, es la base y la síntesis de toda su demostración: la antigua alianza, pasajera, preparatoria, imperfecta; la nueva alianza, eterna, definitiva, perfectísima. Pero este cotejo o contraste apenas sale, diríamos, a la superficie; no quiere Pablo herir demasiado en lo vivo
los sentimientos de los judíos; lo que aparece radiante en primer término es la persona amable de Cristo, Autor y Consumador de la fe. En la antigua alianza. Dios se comunicó al pueblo por medio de los ángeles y Moisés, siervo de Dios; en la nueva habla a los hombres por Cristo, hijo de Dios, inmensamente superior a los ángeles y a Moisés. En la antigua alianza, los hombres se comunicaban con Dios por medio del sacerdocio de Aarón, ineficaz y transitorio; en la nueva alianza se comunica por medio de Cristo, sacerdote único y eterno según el orden de Melquisedec. En la antigua alianza los ministerios de mensajero y pontífice estaban repartidos; en la nueva, Cristo los asume todos en sí, Apóstol y Pontífice de nuestra fe. Pero llega más alto el vigor sintético y elevación teológica del autor. Si Cristo reúne en su persona toda la grandeza religiosa de la nueva alianza, su sacrificio en la cruz condensa a su vez toda la obra de Cristo. El sacrificio del Pontífice eterno, punto central de toda la demostración, es juntamente la clave de los dos problemas que en ella se desenvuelven.

AUTOR, LENGUA, TIEMPO Y LUGAR. — Que el autor de la Ep. a los Hebreos sea Pablo, no admite duda; no es, con todo, improbable que a las órdenes del Apóstol, bajo su dirección y responsabilidad, colaborase un redactor cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros. La lengua original en que se escribió la Epístola no es la hebrea o la aramea, como alguno imaginó, sino la griega, más pura aquí que en otros escritos del N. T. Escribióse, según todas las probabilidades, después de haber sido martirizado Santiago el Menor, obispo de Jerusalén, a cuya muerte se alude en 13:7, y después también de la primera cautividad romana de Pablo, inmediatamente antes o después de su viaje a España. La frase final «Os saludan los de Italia» (13:24) parece indicar haberse escrito la carta desde alguna ciudad de Italia, acaso desde Roma,

DIVISIÓN. — El cuerpo de la Epístola consta de dos partes. La primera, dogmática, presenta a Jesu-Cristo como Dios, sacerdote y víctima (1:5-10:18); la segunda, parenética, contiene exhortaciones a la perseverancia en la fe y a la constancia en la tribulación, seguidas de recomendaciones particulares (10:19-13:17).




Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Hebreos 8,2-4

En las palabras de Pablo hay que dar no pequeña parte a la metáfora. Como seria ridículo afirmar que existe en el cielo un TABERNÁCULO VERDADERO que sirviera de modelo al construido por Moisés, así sería irracional pretender deducir de las palabras del Apóstol que Jesu-Cristo solamente en el cielo consumó su sacrificio. Lo que inculca es que el sacerdocio y el sacrificio de Jesu-Cristo no son terrenos, y que además se perpetúan de alguna manera en los cielos, no porque en ellos consume el sacrificio, consumado ya en la cruz, sino porque allí Cristo, Sacerdote eterno, con la aplicación de los frutos de la cruz y con la continuada renovación del sacrificio eucarístico, da cierta perpetuidad moral al sacrificio del Calvario.


Hebreos 8,6

En Heb_6:19 habla Pablo de una ESPERANZA MEJOR; en Heb_6:22, de una ALIANZA MEJOR: aquí, relacionando ambos conceptos, habla de una ALIANZA mejor basada en PROMESAS MEJORES.


Hebreos 8,11

NO HABRÁ DE INSTRUIR…: estas palabras no se han de tomar materialmente a la letra, como lo han hecho muchos protestantes, con el empeño de suprimir el magisterio eclesiástico. Despojados de su hipérbole oriental, significan que en la nueva economía el conocimiento de Dios había de ser más universal que en la antigua. Si excluyeran todo magisterio externo, ¿qué significarían las palabras de Jesu-Cristo a los apóstoles: Id y amaestrad a todas las naciones? (Mat_28:19-20). ¿Y qué razón de ser tendría esta misma carta de Pablo a los Hebreos?