Santiago 5 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 20 versitos |
1 Ahora, pues, vosotros los ricos, llorad dando alaridos por las desventuras que están para sobrevenir.
2 Vuestra riqueza se ha podrido y vuestros vestidos se han apolillado;
3 vuestro oro y vuestra plata se ha enmohecido, y su moho servirá de testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Atesorasteis para los días postrimeros. *
4 He aquí que el jornal de los trabajadores que segaron vuestros campos, defraudado por vosotros, está clamando, y las voces de los que segaron han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Regaladamente vivisteis sobre la tierra y os disteis a placeres, cebasteis vuestros corazones para el día de la matanza.
6 Condenasteis, matasteis al justo: no os resiste.
7 Tened, pues, longanimidad, hermanos, hasta el advenimiento del Señor. Mirad, el labrador espera el fruto precioso de la tierra, puestos en él los ojos con longanimidad, en tanto que recibe la lluvia temprana y la seronda.*
8 Tened también vosotros longanimidad, esforzad vuestros corazones, porque el advenimiento del Señor está cercano. *
9 No desahoguéis, hermanos, vuestros resentimientos los unos contra los otros, para que no seáis juzgados. Mirad que el juez está a las puertas.
10 Tomad, hermanos, como dechado de la vida trabajosa y de la longanimidad a los profetas, los cuales hablaron en el nombre del Señor. *
11 He aquí que llamamos bienaventurados a los que fueron pacientes; oísteis la paciencia de Job y visteis el desenlace que le dio el Señor, porque entrañablemente compasivo es el Señor y misericordioso.
12 Pero ante todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo ni por la tierra, ni otro juramento alguno: sino sea en vosotros el «Sí, sí», y el «No, no», para que no incurráis en condenación. *
13 ¿Está atribulado alguno entre vosotros? Ore. ¿Está de buen ánimo? Cante. *
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Mande llamar a los presbíteros de la Iglesia, y ellos oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor. *
15 Y la oración de la fe salvará al doliente, y le reanimará el Señor; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados,
16 Confesad, pues, los pecados los unos a los otros y orad unos por otros, para que alcancéis la salud. Mucha fuerza tiene la plegaria del justo hecha con fervor.*
17 Elías hombre era de igual condición que nosotros, y oró instantemente que no lloviese, y no llovió durante tres años y seis meses; *
18 y otra vez oró, y el cielo dio lluvia y la tierra germinó su fruto.
19 Hermanos míos, si alguno entre vosotros se hubiere extraviado de la verdad y alguno le convirtiere,
20 entienda que el que convierte un pecador del extravío de su camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de los pecados. *

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Introducción a Santiago




INTRODUCCIÓN A LAS EPÍSTOLAS CATÓLICAS

NOMBRE. — Las siete Epístolas apostólicas, distintas de las de Pablo, recibieron en la antigüedad diferentes denominaciones. Se las llamó canónicas por estar incluidas en el Canon de las Sagradas Escrituras, y más comúnmente católicas, aunque no siempre en el mismo sentido. Prevaleció el de universales, porque las más de ellas iban dirigidas no a una sola Iglesia, sino a muchas, a manera de circulares o encíclicas. En nuestras Biblias se leen por este orden: la de Santiago el Menor, dos de San Pedro, tres de San Juan y la de San Judas Tadeo. CANONICIDAD Y AUTENTICIDAD. — Tratándose de Epístolas apostólicas, que en tanto se recibían como Escritura inspirada en cuanto se reconocían como obra del apóstol a quien se atribuían, la canonicidad arguye autenticidad. Dada la índole de estos breves escritos, era natural que su conocimiento no llegase a todas las Iglesias con la misma rapidez que los Evangelios, por ejemplo. De ahí que su atestación no sea en todas tan universal como la de otros libros inspirados. Es, con todo, más que suficiente para garantizar su autenticidad. Los testimonios de la antigüedad que la acreditan pueden distribuirse en dos series: unos, que las comprenden a todas juntas; otros, que se refieren a alguna o algunas en particular. Entre los testimonios comunes a todas, los más importantes son los dogmáticos o provenientes del magisterio eclesiástico. Tales son los de los Romanos Pontífices San Dámaso, San Gelasio, San Hormisdas, San Inocencio I, Nicolás I e Hílaro y los de los concilios Laodiceno (de 360), Hiponense (de 393), Cartaginense (de 397 y de 419), Romano (de 382), Trulano (de 697), Florentino, Tridentino y Vaticano. A los dogmáticos se asocian los históricos. Mencionan las siete Católicas Clemente Alejandrino, Orígenes, Hipólito, Dionisio Alejandrino, Teófilo Antioqueno, San Jerónimo, San Agustín, San Atanasio, San Cirilo Alejandrino, San Basilio… Fuera de estos testimonios, la Primera de San Pedro y la Primera de San Juan eran universalmente admitidas. La de Santiago cítanla San Clemente Romano, San Ignacio Mártir, San Policarpo, la Epístola a Diogneto, el Pastor de Hermas, San Ireneo, Tertuliano…; la Segunda de San Pedro, San Clemente Romano, la Epístola de Bernabé, el Pastor de Hermas, San Justino, San Ireneo…; la Segunda de San Juan, San Ireneo, el Canon de Muratori, Tertuliano, San Efrén…; la Tercera de San Juan y la de San Judas, el Canon de Muratori y Tertuliano.

EPÍSTOLA DE SANTIAGO

EL AUTOR. — En el N. T., además de Santiago el hijo de Zebedeo, se habla del apóstol Santiago el de Alfeo ( Mat_10:3 ; Mar_3:18 ; Luc_6:15 ; Hch_1:13 ) y de Santiago el hermano del Señor ( Mat_13:55 ; Mar_6:3 ; Hch_12:17 ; Hch_15:13 ; Hch_21:28 ; Gál_1:19 …). Admítese generalmente que el autor de la Epístola es Santiago el llamado hermano, es decir, pariente del Señor. Pero se pregunta: ¿este Santiago es el apóstol Santiago el de Alfeo? Hay que admitir la identidad, de la cual depende la apostolicidad, y consiguientemente la canonicidad de la Epístola. Pablo afirma la identidad. Escribiendo a los gálatas, después de decir que a raíz de su conversión no subió a Jerusalén para ver a los apóstoles que lo fueron antes que él (1:17), añade a continuación: «Luego, pasados tres años, subí a Jerusalén para entrevistarme con Pedro, con quien permanecí quince días. A otro de los apóstoles no vi, a no ser a Santiago el hermano del Señor» (1:18-19). Esta última expresión no tiene sentido apto si Santiago no es uno de los apóstoles. Prescindiendo de otras razones exegéticas, hay otras más graves, de carácter dogmático, que fuerzan a admitir la identidad o la apostolicidad del hermano del Señor. En el canon bíblico contenido en el decreto Dámaso-Gelasiano (Denz. 84,162) y en el concilio Tridentino (Denz. 784, 908, 910, 926, 928), al nombre de Santiago, autor de la Epístola, se añade el calificativo de apóstol. El mismo calificativo le dan el concilio Cartaginense de 418 (Denz. 107) y los papas Inocencio I, Inocencio IV y Eugenio IV (Denz. 99, 3042, 700). Más grave es todavía la afirmación del Tridentino al fundar la sacramentalidad de la extremaunción en la promulgación de Santiago Apóstol (Denz. 908, 926), que sería nula si el que la promulgó no fuera de los apóstoles.DESTINATARIOS. — El autor de la Epístola los declara al escribir: «A las doce tribus que viven en la dispersión» (1:1). Escribe, por tanto, a los judíos que viven dispersos fuera de Palestina o entre la gentilidad. Dar a sus palabras sentido metafórico es enteramente arbitrario. Por otra parte, el tenor de la carta deja entender claramente que se dirige a los judíos que habían abrazado el cristianismo.OCASIÓN. — Mucho se ha discutido sobre la oposición entre Santiago y Pablo por no haberse enfocado con exactitud el punto de vista de los dos apóstoles. Pablo, sin duda, habla de la justificación por la fe independientemente de las obras de la ley ( Gál_2:16 ; Rom_3:28 …), mientras que Santiago afirma que «la fe sin obras está muerta» (2:26); pero Pablo se refiere a la circuncisión y niega su eficacia para salir del pecado, mientras que Santiago habla de las obras o actos morales, y dice que son efecto y señal de la vida de la fe. Por otra parte, Pablo, no menos que Santiago, recomienda instantemente las buenas obras radicadas en la fe, y Santiago en toda la Epístola no dice una palabra sobre la circuncisión. Muy diferente es el problema de la relación de dependencia que pueda haber entre la Epístola de Santiago y las de Pablo. Pero la solución de este problema está en función de la cronología de las Epístolas. Si Santiago hubiera escrito después de publicarse las grandes Epístolas de Pablo, podría admitirse que Santiago aludía a ellas; mas si fue Santiago quien escribió antes, las referencias habrán de entenderse en sentido inverso.TIEMPO DE LA COMPOSICIÓN. — Dos son las opiniones principales. Según unos, Santiago escribió poco antes de su muerte (61-62), cuando ya se habían apaciguado las controversias judaizantes; según otros, al contrario, antes del año 50, cuando estas controversias aún no se habían suscitado. Si ambas opiniones pueden admitirse comprobables, la segunda tiene a su favor algunas razones de consideración, que en definitiva parecen hacerla preferible. Primeramente, los cristianos judíos de la dispersión, a quienes se escribe, parecen conservar respecto de la Iglesia madre de Jerusalén una dependencia o posición que no tuvieron después del año 60. Además, nada se dice sobre la convivencia con los gentiles cristianos, cual si éstos no existiesen en la Iglesia. Y a pesar de que se reprende el hipo de hacerse maestro, no apunta en toda la Epístola el menor indicio de peligros doctrinales, cuales se previenen hacia el año 60 en las Epístolas de Pablo, Pedro y de San Judas. Por fin, la teología de la Epístola es sumamente elemental y, por así decir, arcaica, ajena a la vasta concepción soteriológica de Pablo.CARÁCTER. — La Epístola de Santiago es profundamente israelita. Más que en ningún otro libro del N. T. se perciben en ella constantes reminiscencias del A. T., mayormente de los libros sapienciales. Por otra parte, es como un eco de la predicación galilaica de Jesús, y especialmente del sermón de la montaña. Diríase que gran parte es una homilía de las bienaventuranzas. El lenguaje es sentencioso. Sin un plan prefijado, las sentencias fluyen espontáneamente, como van ofreciéndose a la memoria. Su estilo es vivo, expresivo, pintoresco. El hermano del Señor conservaba el acento de familia.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

Santiago 5,3

ATESORASTEIS, no tanto riquezas para esta vida, cuanto ira de Dios (Rom_2:5) PARA LOS DÍAS POSTRIMEROS.


Santiago 5,7

LLUVIA TEMPRANA: la de otoño; SERONDA o tardía: la de primavera.


Santiago 5,8

ESTÁ CERCANO: para cada individuo, por la proximidad de la muerte; para todo el mundo, por la vertiginosa rapidez con que pasa la figura de este mundo (1Co_7:31); en particular para los judíos, por la inminencia de la ruina de Jerusalén.


Santiago 5,10

HABLARON EN EL NOMBRE DEL SEÑOR: los profetas, enviados e inspirados por Dios, hablaron palabras de Dios en nombre y representación de Dios. Tal es la noción de la profecía y la misión de los profetas.


Santiago 5,12

Es una referencia al sermón de la montaña (Mat_5:33-37). EL «SÍ, SÍ» Y EL «NO, NO» podría traducirse también «Sí por sí» y «No por no».


Santiago 5,13

CANTE: cánticos espirituales (Efe_5:10; Col_3:16).


Santiago 5,14-15

Como lo definió el concilio Tridentino (Denz. 908.926), el apóstol Santiago promulga aquí el sacramento de la extremaunción. La doctrina del apóstol y del concilio se reduce a estos puntos principales:
1) la extremaunción es verdadero sacramento instituido por Cristo;
2) el sujeto que lo recibe es el enfermo grave;
3) el ministro es el sacerdote;
4) la materia es el óleo, la próxima la unción;
5) la forma es LA ORACIÓN DE LA FE, que se ha concretado en la fórmula ritual prescrita por la Iglesia;
6) sus efectos son tres:
a) la salud corporal, si conviene;
b) el alivio, esfuerzo y consuelo espiritual;
c) el perdón de los pecados y de sus reliquias.


Santiago 5,16

CONFESAD LOS PECADOS: no se trata aquí de la confesión sacramental, sirio de la humildad en reconocer las propias faltas y declararlas ante los demás, en vez de excusarlas impertinentemente o de achacarlas a otros injustamente.


Santiago 5,17-18

Cf. 1Re_17:1-24 - 1Re_18:1-46.


Santiago 5,20

SALVARÁ SU ALMA: la del pecador a quien se convirtiere.

|| [LA] MUCHEDUMBRE DE [LOS] PECADOS: expresión genérica que tanto puede entenderse del pecador convertido como del que lo conviene como también de entrambos a la vez (Cf. 1Pe_4:8).